Estoy lista

Pasaron varios días desde lo ocurrido en la oficina de Camila. Mientras la arreglaban ella se había instalado en un escritorio frente a su asistente, que se mantuvo más nerviosa que nunca al tener tan cerca a su jefa. En realidad, ella permanecía poco tiempo sentada allí, pues cada vez que miraba hacia su oficina recordaba ese fatídico día. Camila programó mil reuniones para evitar pensar y distraerse con más y más trabajo.

El abogado de Camila se hizo cargo de todos los pormenores que implicó el fallecimiento de Estela y solo tuvo que ir una vez a la comisaría a dar su declaración de los hechos. Francamente, Camila se sentía como si me hubieran quitado un peso de encima, aunque no le alegraba por completo su muerte, ya que ella tenía una familia que sufría la desdicha de una hija enajenada. Sin embargo, Camila imaginaba que también sentir&iacut

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