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Solo sucedió una vez en la que me sentí el centro de atención y fue cuando Lexia una chica de mi curso tuvo contacto físico conmigo, al contarlo cualquiera que no me conoce diría que estaba loca pero fue así.

La cafetería era demasiado moderna como para alguien que ha crecido en el pasado, una mujer no depositaba sus pure con una cuchara, solo la pantalla táctil y un triste robot había suplantado la actividad humana o la mayor parte de ella.

Mi vida era monótona, simple e igual, hice la fila junto a una chica regordeta que se encontraba a mi lado. Las risas a mi otro lado eran molestas el fastidioso y soberbio Brais, con su grupo de amigos.

— ¡Maldita sea quiero mi albóndiga! —grito la niña a mi lado golpeando la pantalla que tenía en frente.

Los quejidos de la chica eran molestos, mi vista se mantenía sobre bandeja y mis manos estaban inquietas.

— ¡Carajo! —la niña colorada parecía pronto entrar en una crisis de nervios.

Algo dentro de mi decía que debía ayudarla tanto que sentía mi corazón latir con fuerza. Todos estaban en su mundo nadie parecía querer ayudarla.

— Déjame que te ayude —dije sin mirarla a los ojos.

Mire la pantalla había una unidad disponible, la maquina estaba atorada, tome uno de los utensilios que había a un costado y el plato. La albóndiga cayó sobre el plato y el silencio había inundado la sala.

— ¡Mi albóndiga! ¡Gracias! —ella me envolvió entre sus brazos.

En la ventana el reflejo del cuerpo regordete estaba tosiendo… se está ahogando… de rodillas al lado de una piscina… no paraba de toser… una de sus manos se resbalo…

— ¡ALEJATE! —grite apartándola bruscamente.

— Lo siento —su cara expresaba confusión.

— Solo cuídate y… —mire a mi alrededor y los demás estaban observando— aléjate de las piscinas.

Y desde aquella situación todos me miraban extrañados y con miedo, preferían mantener la distancia antes que cruzar palabras conmigo.

Durante una semana decidí practicar por las tardes para la competencia.

El salón donde lo hacía poseía una larga pista de agua y al final una gran máquina que simulaba las olas del mar.

Me coloque los squips en los pies, la velocidad era la clave del éxito en el deporte y mi habilidad con el agua era la mejor, fuera de la bañera nunca mostraba el poder que tenía sobre el agua.

Los minutos y segundos eran esenciales para ganar aquella competencia. Mire el cronometro que tenía en mi muñeca.

<< Bastante bien >>

Sali de la gran piscina y me quite los squips, sentía el optimismo apoderarse de mi, no estaba utilizando mi energía y mi poder oculto para poder ser la mejor.

— No ganaras por más que te esfuerces ¿lo sabes? —Brais apareció dejando su toalla del otro lado de la banqueta.

— ¿Tan inseguro eres de ti mismo que piensas que con esos comentarios te hace ser el mejor de todos? —respondí pasando por su lado.

— Eres un fantasma y no tienes la valentía suficiente —él se acercó a mi tratando de intimidarme con la mirada.

— Prefiero ser un fantasma a ser alguien con poco cerebro —golpe uno de sus brazos— lo que tienes mucho aquí tienes poco ahí —dije señalando su cabeza.

El tiro con fuerza el pequeño libro que tenía en sus manos. Él era el claro ejemplo de lo que no debías como persona.

El largo camino a casa, mirando las flores y la naturaleza que llenaban mi alma el sentir esa conexión con lo que me rodeaba. Me hacía sentir en otro mundo en otra realidad, pero lamentablemente el mundo era otro lleno de tecnología y malos corazones.

— Estoy seguro de que ganaras —dijo Einar sacándome de mis pensamientos.

¿Tanta confianza tenía en mí? Lo miré por unos segundos y luego volví la mirada al frente.

— Brais practica hace mucho tiempo —dije recordando el intento errado de el por hacerme sentir mal.

— Ese tipo es molesto del lado que quieras verlo —el se detuvo y frunció el ceño.

¡Estaba imitando al Brais Firewall!

Empecé a reír sin parar por lo bien que imitaba al soberbio sin cerebro.

Nos detuvimos en frente de mi hogar, me dolían las mejillas de tanto sonreír y a la vez una pequeña lagrima se escapó de mi ojo.

Me detuve en la puerta mirando la perilla.

Estaba feliz de tener a Einar como amigo, me gire y lo mire por unos momentos.

Esa sensación, la misma que experimentaba cuando mis padres querían abrazarme y demostrar su afecto.

Pero no podía hacerlo… levante mi mano y la agite despidiéndome de él.

Otra vez esa sensación de vacío esparciéndose por mi pecho.

Llené la bañera y me metí en ella, la energía recorría mis brazos y manos. Las partículas de agua estaban bajo mi control, se formó una pequeña bola de agua que podía modificar su tamaño que se volvía tan sorprendente y mágico.

Con mi mente cerré el pestillo de la puerta asegurándome que ni por error alguien viese aquello que podía hacer porque ese era solo mi secreto.

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