La primera de muchas

Al llegar a mi casa hay una sobre bajo la puerta. No quiero abrirlo, sé que corro peligro. Pero pasados unos minutos mi lado cotilla gana y decido abrir el sobre, quedo estupefacta al leer lo que pone: 

Mi querida y adorada Jane. Hace tiempo que no te veía y déjame decirte que la madures te sienta de maravilla. Disfruta de tu felicidad mientras te dure, ya regrese y quiero verte sufrir otra vez. Tu querida madre con la edad que tiene esta muy bien. Sé lo que estás pensando, pero tranquila, no es a ella a la que quiero ver sufrir. Cuídate… o no. Nos vemos más pronto de lo que crees.


Simón.

Pensar en que mi madre corre peligro me pone mal. Nunca he querido que mi familia se vea afectado por esto. Desde que me acusaron de la muerte de Giselle no he hablado con nadie de mi familia excepto mi madre, que ahora vive conmigo. Con la carta en la mano, pinso que hacer, llamar a la policía no es una de ellas, correría un riesgo muy grande y no hay una amenaza en concreto aún.

Le mando un mensaje a Félix:

Mensaje de Jane a Félix. 6:45 pm. 

Necesito contarte algo urgente. Llámame cuando puedas. 

Le doy “enviar” y espero su llamada, he decidido no hacerlo yo, me enteré que tiene un evento importante y no quiero molestarlo. Estoy en mi turbia burbuja de pensamientos cuando suena mi móvil. Es Félix.

—¿Qué pasa? —pregunta agitado. Pobre, el susto que le habré dado. 

—Me llego una nota a la casa, parecida a las tuyas. —Félix no contesta, pero escuchó su respiración del otro lado de la línea. Maldice y responde: 

—Me encantaría estar allá, pero no puedo, estoy en una gala.

—Entiendo.

Me dirijo a la sala, frente a la chimenea. Las piernas me tiemblan y el corazón me late desbocado. 

 —Cuéntame que pone. 

Durante los siguientes minutos le cuento lo que dice en la nota, sacamos conclusiones sin fundamentos. Todo esto es agotador, desde los dieciocho años he lidiado con problemas y ahora se suma esto. Félix como el buen amigo que es me aconseja que no me agobie y qué él está ahí para lo que necesite. Me alegra tener a alguien que me ayude, tengo a mi madre, pero no puedo darle más problemas que los que le di en mi adolescencia. Quiero pasar de página y dejar el pasado atrás, pero hasta para arreglar eso soy un desastre.

—Mañana paso por tu casa, nos iremos a tu carrera y haremos algo tranquilo en la noche, ¿te parece? —Pregunta. 

Intenta distraerme, lo sé. 

—Félix, me encantaría decirte que si, pero me temo que ya tengo planes para la noche. 

—No importa, ¿a las once estarás libre? —cálculo cuanto me demoraré en la cena. No creo que mucho, al fin y al cabo es una cena de trabajo. 

—Sí, estaré libre. Mañana te mando la dirección para que pases por mí. 

—¿Puedo preguntar que vas a hacer? —Ya extrañaba los cuestionarios de Félix. Desde lo que pasó con Simón, se a tomado muy a pecho el tema de cuidarme, casi de manera obsesiva.

—Ya lo hiciste —me mofo—. Tengo una cena.—digo simplemente para no entrar en detalles, si le digo que es con mi jefe se ilusionará y empezara a hacer especulaciones, esta obsesionado con que consiga pareja.

—¿Con quién? 

—Una cena con mi jefe y antes que te ilusiones, todo será profesional. 

—Calma mujer que yo no he dicho nada —Se ríe—. Descansa Cariño, mañana te espera un día largo. 

Asiento, decir que me espera un día largo es poco. Pero como no quiero dramatizar, me despido y corto la llamada.

Espero impacientemente a mi madre. Tengo hambre. Espero…, espero y espero. Mi madre se está tardando, me levanto para hurgar en la cocina. Pero llega mi madre con bolsas de un McDonald’s, la pone sobre la encimera de la cocina y se vuelve para darme un beso en la mejilla. 

—¿Cómo te fue? —pregunta quitándose el abrigo.

—Bien, cansada, pero no fue tan malo.

Saco una hamburguesa de la bolsa y les doy un mordisco ¡Y Love comida b****a! Esta comida está mejor que la que pensaba hacer.

—Hoy gane una entrada gratis al cine. Pero la cambié por una al teatro, esas películas de ahora son muy feas —Niega, asqueada—. No comas tan rápido o te dolerá el estómago. —me regaña.

  Aún recuerdo la vez que lleve a mi madre al cine, la película que se estrenaba era 50 sombras de grey. Mi mamá se escandalizó e incluso me tapó los ojos en algunas escenas. Me reí todo un día de ella, si supiera lo que pasaba en las fiestas a las que solía ir en ese entonces. 

—Mami, mañana tengo una carrera —le informo, sé que no podrá asistir. Mañana es su día de ajedrez con Jorge, un amigo de la familia—. Sé que no podrás asistir, por tu día de viejos. Félix y Jessica me acompañarán. —Asiente.

Se prepara un café y me mira. Sé lo que su mirada significa. 

—Jane, ya eres una adulta espero te comportes como tal. 

Sé que se refiere a los bares y fiestas. Nunca le agrado que saliera y llegara a altas horas de la noche. Pero yo le prometí y me prometí a mi misma que todo eso cambiaría y lo voy a cumplir.

—No tienes de que preocuparte, ahora mis prioridades son otras. Después de la carrera me quedaré en casa de Félix. —Suspira. Me da un beso de buenas noches.

—Pasarlo súper, cariño. Yo estaré bien, no quieres que estén inquieta preguntándote por mí. Buena noche. 

—Buenas noches, te quiero.

—Y yo a ti, cielo.

Me quedo mirándola hasta que desaparece por las escaleras. Ya no es la señora llena de vida qué solía pasear en el parque, o la que acosaba a los repartidores hasta el punto que los hacía temerle. Ya su cabello está canoso, las arrugas de su cara son más notorias. Definitivamente mi tiempo con ella se está agotando, pero lo disfrutaré al máximo. Sonrió con nostalgia, no me imagino la vida sin mi madre. 

A las ocho menos cinco de la mañana, Félix llega a mi casa para llevarme al lugar de la carrera. Aunque no es mi deporte favorito, la adrenalina que siento me emociona. En todo el camino escuchamos música de los AC/DC cantamos a todo pulmón. En ese preciso instante somos libres, libres de preocupaciones, libres de nuestras mentes.

Una vez llegamos, Félix se encarga de mostrarme un mapa con todo el circuito. Está fácil, solo hay 3 curvas. Compartirán 5 mangas. 

Mientras reviso mi moto, llega Jessica.

—Espero que patees todos los traseros que te quieran quitar el trofeo. —susurra en mi oído. Me giro y me abalanzó a ella. No la veo hace mucho tiempo y que hoy esté en una de mis carreras me hace ilusión.

—Pensé que no vendrías. 

—¿Y perderme como ganas un trofeo? Yo tenía que venir a unas de tus carreras. Estoy aquí y prometo hacerte muchas porras.

Antes de que pueda responder me llaman y me dan un dorcel. 

—Me toco el número 69, ¿a qué es sexy? —pregunto mostrándole donde pone el número. Félix y Jessica sonríen. Me ayuda a ponérmelo. 

—Listo.—anuncia Jessica—. Suerte en la pista.

—Yo sé lo que vales, demuestrales a ellos quien es Jane Stanley. —Murmura Félix.

La barbilla me tiembla, soy muy emocional con las palabras de afecto, pero respiro profundo, le doy un abrazo y me marcho. Ya me toca competir.

Llevo la moto basta la rejilla de salida junto a los otros competidores. 

La pista se compone de cinco obstáculos, cada uno más difícil que el anterior. Debemos completar un total de diez vueltas.

Aceleró la moto esperando que anuncien el inicio de la carrera. Cuando dan inicio derrapó en las curvas cerradas, salto y mi moto se va llenando de barro. Mi adrenalina está en niveles descomunales. 

El primer obstáculo lo paso con total facilidad, pero en el segundo, al intentar pasar un tronco, pierdo el equilibrio y me doy en el brazo con otra competidora. Pierdo unos minutos de ventaja, pero en el quinto y último obstáculo los recupero. 

Acelero mis movimientos y tomo el segundo lugar.

Me duele el brazo, seguro me saldrá un pequeño hematoma, aún así continuó la competición. Pienso llevarme ese trofeo a casa. Jessica está pletórica de felicidad, escucho sus porras.

Salto, derrapó y cojo varios baches que me hacen perder la estabilidad, pero cuando la recupero gano algunos segundos de ventaja. En la última curva una jugadora me pasa, es Pamela y tras hacer un esfuerzo, al coger una curva cerrada por adentro y coger impulso, la paso, ganado así el primer lugar y la carrera.

Diez minutos después estoy en el podio destapando una botella de champán. Félix y Jessica están orgullosos de mí y eso me alegra. Estoy celebrando feliz hasta que veo el reloj y mi felicidad se esfuma por completo. En dos horas tengo la cena con Eric, debo ir a casa a prepararme.

Me acerco a Félix y le digo: 

—Debo irme ya. Cuando termine te mando la dirección para que me recojas, ¿vale? 

—Vale, campeona. —Me da un beso en la frente. Me despido de Jessica y feliz como una lombriz, me marcho.

A las 8 menos cuarto estoy ayudando a mi madre a tomarse los medicamentos, no me gusta dejarla sola, pero entiendo que tengo que empezar a vivir mi vida. Aunque me duela decirlo tengo que empezar a extender mis alas, mi madre no será eterna y día a día se complica más su estado de salud. 

—Mami, tengo que marcharme. Prométeme que si te sientes mal me llamarás. —Asiente y se tapa con la colcha hasta el cuello. 

—Voy a estar bien. Soy vieja, pero sé cuidarme sola. Por cierto, estas divina.

Miro mi vestido azul marino, me llega hasta la rodilla y lo complemente con unos sencillos zapatos de tacón color perla 

 Le sonrió y le dejo un beso en la frente. 

Es hora de cenar con mi jefe. El timbre de la puerta principal suena, indicando que alguien ha llegado, y ese alguien es el jefazo. Me dirijo a la puerta, estoy nerviosa y espectante. Antes de abrir la puerta, apoyo la cabeza en esta e inhaló.

—Hola, señor Hotsmann. —Saludo esbozando una sonrisa.

—Señorita Stanley.

Está guapo con esa camisa blanca y vaqueros. Él, se aceca a mi y me planta un beso en la mejilla. Me sonrojó violentamente.

Caminamos hasta su Bentley. Nos subimos al auto. Eric enciende la radio y suena la canción Sexual healing de Marvin Caye[1] ¡Vaya canción más sugerente!

—Vaya —Murmuro y me repanchingo en el asiento. El ambiente se está poniendo tenso.

—Señor Hostmann, ¿A dónde vamos? —pregunto para aliviar la atención sexual que hay entre los dos. 

—Vamos a Healthy Hunters, comeremos algo y luego tomaremos una copa. —Da la vuelta a la derecha. Me mira unos segundos que bastan para sacarme una sonrisa.

—Tiene usted una sonrisa muy hermosa, señorita Stanley. —Confiesa sonriendo. Si mi sonrisa es hermosa la de él es irreal. Tiene los dientes blancos, labios carnosos, ¡vamos una sonrisa como las que ponen en los comerciales de pasta dental! 

—Señor Hotsmann, llámeme Jane; me incomoda que me llamen continuamente por mi apellido. —Me mira, creo que se negara, al fin y al cabo es mi jefe aún. Ya estoy pensando como convencerlo, pero me sorprende cuando asiente con una de sus bellas sonrisas. 

—De acuerdo. Siempre y cuando usted también me llamé Eric 

afirmo con la cabeza. Muevo la pierna con nerviosismo, Eric lo nota.

—Estas nerviosa. —Me pone una mano en la rodilla y la aprieta suavemente. Me quedo observándo su mano en mi pierna. Nuestras pieles contrastan perfectamente.

Retiro su mano.

—No estoy acostumbrada a relacionarme con extraños.

—No somos extraños, Jane. Vamos a trabajar juntos, por lo que espero que sea mucho tiempo, tendremos tiempo para conocernos.

Sonríe mostrando una fina hilera de dientes 

Según dice eso frena el coche frente al Healthy Hunters, ya he venido varias veces aquí con Félix. Suena el teléfono de Eric, tras revisarlo su mirada se endurece, aprieta el volante con fuerza, sus nudillos están blancos

—¿Qué ocurre? —Cuestiono.

—Nada —Gruñe. Su mirada se clava en mí—. Entremos.

Nos sentamos en una mesa alejada del salón principal. El mesero nos trae la carta y Eric pide una botella de Champán, no suelo beber, pero una copa no me vendría mal. Eric me sirve un poco.

Me encojo en el asiento, hace frío y no tengo con qué cubrirme. Eric, que intuye lo que me pasa, manda a traer una manta. Los poderes del dinero.

—¿Eres Español? —pregunto con curiosidad. Eric no tiene el acento marcado como todos lo Españoles. 

—Naci aquí, sí, pero he vivido los últimos doce años en Londres.

Mi curiosidad no tiene límites, por lo que continuo el ataque.

—¿Cuántos años tienes?

Con la mejor de sus sonrisas, respondé: 

—Treinta años.

—Pero si Zigler tiene más años de estar en el mercado. —Gracias a Dios investigué en G****e antes de empezar a trabajar.

—La empresa era de mi padre. Falleció y yo quede al frente de la empresa —dice sin más. Se remueve en su silla incómodo. Decido no preguntar más—. Cuéntame un poco de ti. 

Bebo un poco de vino antes de contestar. Mi adolescencia básicamente fue meterme en problemas.

—No hay mucho que contar. 

—Claro que hay —afirma seguro. —Sé qué tienes veinticuatro años, vives en España desde los 12, eres nativa de Colombia. Tu madre asiste al bingo tres veces por semana. Hoy estuviste en una carrera de motocross, ¡Enhorabuena, por la victoria!

Estoy sorprendida. Estoy segura de que mi currículum no dice todo eso. Solo hay una opción, una muy desagradable razón; Eric me ha estado investigando.

—¿Cómo sabes todo eso? —Pregunto para descartar mis sospechas. Tal vez alguien se lo dijo, pero eso es casi imposible a menos que Jessica o Félix se lo dijeran, cosa que dudo mucho, dado el hecho de que Jessica no lo conoce y Félix, bueno Félix no sé, pero quiero creer que no lo hizo. 

El mesero llega con nuestra orden. Eric pidió un Poke de Salmón Hayek, mientras que yo solo pedí una ensalada de pollo, no era que estuviera a régimen, pero simplemente mi estómago se negaba a recibir cualquier tipo de alimento. 

—¿Algo más para tomar? —pregunta el mesero antes sé marcharse.

Eric me mira para verificar que no quiero otra bebida. Niego, no quiero nada más que no sea una respuesta. Quiero palabras, hermosas palabras que formen una suculenta explicación. 

—Te hice una pregunta, ¿vas a responderme o no? —Pregunto temor, hay ciertas cosas de mi pasado que me esmere por ocultar y la posiblidad de que el lo descubra no me parece para nada atractiva.

—No sé nada que no quieras que se sepa, Jane. Me gusta conocer a mis empleados, eso es todo.

—¿Qué clase de jefe acosador eres? —Alejo mi plato, indignada.

—Simplemente me gusta conocer a las personas con las que trabajo.

—Me das miedo. —«Y me atrae tu personalidad arrolladora y poderosa»

Seguimos hablando un poco más, bebiendo copa trás copa. Conocí a Eric un poco más. Conocí una faceta de amigo audaz y tranquilo. Dejo al jefe, que se cree el ombligo del mundo, para convertirse en un amigo, alguien con quien puedes hablar durante horas. 

Pasados unos minutos miro el reloj. Las diez menos cinco, tengo que irme. 

—Eric, tengo que marcharme. La comida no fue tan mala como pensé. —Le brindo una sonrisa que él corresponde. 

Me levanto para llamar a Félix. Eric se levanta también, pero la acción hace que tropiece y caiga en sus brazos. Estamos tan cerca que nuestros pechos chocan, su aroma, fuerte y embriagador entra en mi nariz. Observo sus labios, de cerca son aún más carnosos, si eso es posible. 

Intencionalmente me acerco hasta que nuestras narices se encuentran. Todo pasa muy lento; su magnetismo me atrae, quiero besarlo pero no puedo. No ahora.

—No podemos. —Me alejo con la respiración agitada. Me doy la vuelta sin esperar su reacción. Un acercamiento como este no puede repetirse, no ahora.

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