CAPÍTULO 3

3. TE AMO, MI ORUGUITA...

Simona se tira en el pasillo donde está el vómito con sangre, mirando en dirección al baño. Desde ahí, llama a Lina a gritos.

La moribunda mujer sabe que tendrá que actuar lo mejor que pueda, delante de su asesina, para poder avisarle a su esposo de todo lo que ella oculta.

Lina acude de inmediato al escucharla gritar y aunque se sorprende momentáneamente al ver la sangre, se siente orgullosa de que su plan resulte una vez más.

La malvada mujer, le ayuda a ponerse en pie y el contacto de su hipócrita amiga, hace a Simona estremecer de ira, pero se contiene pensando en el bienestar de su familia.

—Mañana te llevaré al doctor —dice Lina con aparente preocupación.

—Sí, mañana —susurra Simona sabiendo que no es verdad y consciente de que ya no servirá de nada. Lo único que necesita es un poco de tiempo para avisarle a Marcos.

•••

Esa noche, Simona acaricia el cabello de su pequeño, mientras le da vueltas a la fecha del certificado de muerte fetal que encontró entre aquellos documentos.

Es la misma fecha en la que nació el pequeño Leonardo. Ese día todo fue muy confuso y Simona, empieza a rememorar lo que pasó.

Lina tenía unos siete meses de gestación y se había estado sintiendo mal y aunque le insistieron en ir al médico, no quiso.

Aquel día, su esposo Leonardo, llegó del trabajo y fue a casa de Simona preocupado porque Lina no había aparecido y estaba empezando a oscurecer. Lina le había dicho que tenía una cita con el doctor de Villa Peace y le mintió diciéndole que Simona la acompañaría, pero esta, no estaba ni siquiera enterada.

Empezaron buscándola en casa del especialista, pero el médico les dijo que no la había visto y jamás llegó a su consultorio. Fueron al único hospital del poblado y tampoco la hallaron.

Simona le pidió a Marcos alertar a todos en el poblado y cuando la preocupación los estaba consumiendo por no hallarla, Lina apareció con su bebé en brazos.

El pequeño no parecía de siete meses de gestación, pero pensaron que era un bebé de talla grande y no le dieron vueltas al asunto, pues estaban muy emocionados con el recién llegado integrante de la familia Flint Corner...

Pero, si Lina había perdido a su bebé, ¿de quién era el niño que trajo de la clínica? Simona se pregunta aterrada, sospechando lo que hizo.

Esa madrugada, con las pocas fuerzas que le quedan, se levanta de la cama y hace la carta para avisarle a su esposo de todo lo que oculta la mujer y la esconde en el libro de Simón. Luego le susurra la estrofa de la canción a su pequeño hijo; estrofa que podría ser clave para hallar dicha carta.

●●●

—Lina, es curioso que Leonardo no se parezca en nada a ti ni a su papá ¿no crees? —Simona le saca el tema para ver su reacción.

Ya entiende por qué el difunto Leonardo, decía que ese niño no se parecía en nada a él y que, seguramente, Lina le había sido infiel antes que él a ella. Ya entiende por qué la trataba de manipuladora y mentirosa; ya entiende muchas cosas que en algún momento no creyó e incluso, trató con desprecio a aquel hombre, por estar de parte de la que un día consideró su amiga.

—Eh... debe parecerse a alguien de la maldita gente que me abandonó.

—Debe ser —Simona tose por enésima vez y ve sangre nuevamente en el pañuelo—. Marcos ¿ha llamado?

—No —le miente Lina. El oficial ha llamado varias veces en ese par de días y ella le ha inventado excusas para no comunicarlo con Simona—. Debe estar muy ocupado.

—Me gustaría hablar con él, siento que no voy a soportar mucho tiempo.

—No digas eso, querida. Mañana te llevaré al médico...

A la mañana que sigue, cuando Marcos llama, Lina no puede negar a Simona porque esta, se ha asegurado de estar cerca al teléfono; sabe que es su última oportunidad. Ha estado teniendo ataques de tos con sangre por la noche y los dolores son mucho más insoportables.

—¡Cariño, por fin! —Marcos exclama con alivio del otro lado de la linea cuando escucha la voz de su esposa después de días—. He estado llamando todos estos días y no has estado.

—Marcos, necesito que vengas. Simón, protege a Simón. Lina... envenenando... Leonardo... incendio —la tos se vuelve a apoderar de Simona y no permite que Marcos escuche con claridad—. La carta dice todo. Lina ma...—antes de que termine de hablar, Lina ha cortado la llamada.

—¿¡Qué has dicho!?

—Ya sé... Sé quien eres y sé todo... todo lo que has hecho —la enfrenta Simona, en medio de su agonía.

—¿De qué hablas?

—Sé todo, Lina. Sé de tus horribles actos, sé todo lo que escondes en ese maletín y sé que... que me estás matando. Jamás pensé que tú, tú que eras como mi hermana, fueras capaz de tanto.

Lina sin ocultarlo más, mira con odio a Simona.

—¿Hermana? —la mujer de ojos grises se mofa—. Una hermana no deja a otra ¡y tú me dejaste en el orfanato sola!

—¿Qué? Sabes que nunca te dejé. Sé que querías que  mis papás te adoptaran y se los pedí mil veces.

—¡No insististe lo suficiente!

—Sí, sí lo hice, pero no era mi decisión, ni mi culpa y ellos... ellos tampoco estaban obligados a hacerlo.

—Sí, sí, sí —Lina caturrea con ironía—. Ya eso no importa, porque aprendí que lo que uno quiere, simplemente lo toma.

Simona niega con la cabeza, escuchando cómo se expresa la que un día fue su amiga.

—¿Por qué... Por qué me estas haciendo esto? —le pregunta Simona, llorando entre la tos que no cesa.

—Porque me cansé de ver como conseguías y consigues lo mejor y yo solo consigo sobras.

—¿De qué hablas, Lina?

—Tú siempre has sido la favorita de todos, tú, la santa Simona, la perfecta. En el orfanato todos te preferían, tú eras la talentosa, tú eras la inteligente y yo siempre viví bajo tu sombra. Cuando por fin me iban a adoptar, te vieron a tí y te eligieron.

—¿Qué? —pregunta Simona en un susurro.

—Lo escuché, escuché a las monjas decir que era yo la elegida, pero luego apareciste tú, con tu melena rubia y tus ojos extraños y ese estúpido dibujo con mariposas volando que les diste.

—Pero yo, yo no sabía eso... Yo era una niña y no podía saberlo —Simona hace memoria de ese día—... y ese.. ese dibujo era para tí.

—¡Claro, claro! ¿Crees que soy imbécil? ¡Lo hiciste a propósito! Les llevaste ese dibujo para que se fijaran en tí y lo conseguiste. Te adoptaron a tí y te dieron lujos e  ibas a restregármelo todo al orfanato, llevándome lo que te se sobraba.

Simona respira lo más profundo que le permite su cuerpo antes de hablar.

—Eso no es cierto, yo no tenía idea de nada y jamás te llevé lo que me sobraba. Te llevé todo lo que me daban porque quería hacerte feliz. Porque pensaba en tí primero que en mí. Muchos de los juguetes y la ropa que me compraban no los usé para dártelos a tí. Y no me importó quedarme sin nada, porque dártelos, me hacía feliz. Sabía que te afectaba estar en el orfanato y quería sacarte de ahí, pero yo no podía hacerlo, ¡era una niña!

—Siempre haciéndote la buena, pero a mí no me engañas —Lina se ríe de forma irónica—. En la universidad se repitió de nuevo: Tú la favorita, yo la invisible. Cuando me fui, ¿Sabes por qué lo hice? Porque quería alejarme de tí, porque no quería seguir viendo como los demás te preferían; me fui para no ver como conseguías lo que querías y yo recibía sólo las migajas como siempre. Yo quería conseguir todo lo que me faltó.

—¿Por eso mataste a gente inocente? ¿Con eso conseguiste lo que te faltó? —le pregunta Simona con reproche.

—Sí, lo hice y no sabes lo satisfactorio que es. Pero ¿sabes qué pasó? Que cuando logré tener todo lo que me propuse, sin importarme a quien tuviera que pisotear, quería restregártelo en la cara y regresé. ¿¡Y con qué me encuentro!? —Lina camina de un lado a otro, gesticulando con los brazos—. ¡Con que la santa Simona, seguía teniendo lo mejor! Hice mi casa al lado de la tuya para que miraras que yo podía tener cosas más bonitas y tú ni lo notaste. ¿Y cómo lo ibas a notar? Si tienes un esposo maravilloso, que se desvive por tí y yo con la porquería de Leonardo. Me embaracé para ganarte en eso y...—Lina para de caminar y traga saliva conteniéndose de lo que iba a decir.

—Y perdiste a tu bebé o más bien a tus bebés —concluye Simona.

—¡Sí! Ni siquiera en eso pude ser mejor que tú —Lina tira el teléfono que ha seguido sonando, haciéndolo pedazos.

—Y te robaste al pequeño Leonardo.

—¡Sí, maldita sea! Tuve que hacerlo, el maldito de Leonardo también quería un heredero y me presionaba con dejarme como los demás. ¡Espero que el muy desgraciado se esté pudriendo en su tumba!

—No tenías que matarlo, Lina.

—Sí, sí tenía. El muy imbécil descubrió todo y no podía dejar cabos sueltos. Lo que me recuerda que debo comprar un maletín con seguridad.

—¡Lo calcinaste por Dios!

—¡Oh no, no! El plan no era quemar mi casa. O crees que quiero vivir aquí. Pero el muy estúpido se puso a fumar y bueno...

Simona no puede creer el cinismo de Lina, al contar aquello tan aterrador. Su ya débil cuerpo empieza a flaquear con mayor intensidad y se tira al suelo devastada.

—¿Y qu... Qué más quieres ahora? ¿Por qué me has estado envenenando? ¿Por qué mejor no te vas lejos como siempre has querido? —Simona siente un presión en el pecho que no la deja respirar.

—Simple y sencillamente no me voy, porque quiero todo lo tuyo. Tu casa, o bueno, tu casa no me importa, tu esposo sí...

—¿A Marcos? —en cuestión de segundos, Simona termina de atar cabos y recuerda las veces que descubrió a Lina mirando a su esposo de manera indiscreta, mas se había recriminado a sí misma, al pensar mal de su amiga—. ¡No! ¡No te voy a permitir que te metas con mi familia!

—Y... ¿Cómo lo piensas impedir? —Lina se acerca y se burla en su cara, presionando con sus dedos las mejillas de Simona—. Ya tu tiempo se acabó, querida. Ahora me toca disfrutar a mi.

El pequeño Simón que está mirando desde la puerta, alcanza a escuchar parte de la confesión de Lina y aún en medio de su inocencia y sin entender lo que sucede, corre a los brazos de su mamá.

—¡Deja a mi mamá! —el niño le grita a Lina.

—Mira que valiente resultó el mocoso. Lástima que seas mi pasaporte para estar con Marcos porque sino, te sacaría de mi camino también.

—Algún día, se sabrá todo y vas a pagar por todo el daño que has hecho, Lina —le dice Simona ahogadamente, abrazando a su hijo.

Lina sale riendo de la habitación y Simona con su último aliento, agarra el rostro de su precioso hijo.

—Escúchame, hijo, debes cuidarte de ella... ella es una persona mala y mentirosa —la respiración de Simona es cada vez peor—. Papá te protegerá. Cuida tu libro y no... no dejes que Lina lo toque.

—Mamá, no quiero que te mueras —le pide Simón llorando.

—Yo siempre voy a estar aquí, contigo —Simona le señala el corazón—. Mamá te ama, nunca lo olvides. Eres el niño más valiente del mundo. Te amo, Simón. Te amo, mi oruguita...

Y justo después de despedirse de su hijo con las últimas fuerzas que le quedan, Simona muere.

—¡Mamá! ¡No, mamá! —Simón grita y llora en el cadáver de su mamá.

Lina regresa a la habitación a comprobar que Simona ha muerto.

—Escúchame bien mocoso, si llegas a decir una sola palabra a alguien, también te quedas sin tu papá —Lina amenaza al pequeño.

Luego, la mujer sale corriendo de la casa, aparentemente desconsolada, gritando por ayuda para su amiga...

Esa noche cuando Marcos llega, se encuentra con que su esposa ha muerto. Simón corre a los brazos de su papá, mas no pudo decirle nada de lo que sabe, por miedo a lo que Lina pueda hacer.

Destrozado, Marcos debe enterrar a su esposa sin saber con coherencia qué ha pasado con ella, pues Lina se ha encargado de sobornar al médico forense del pueblo para que haga un falso informe.

—Simona me dijo algo de una carta —le comenta Marcos a la macabra mujer cuando están en el funeral.

—¿Carta? —le pregunta Lina asustada.

—No le entendí muchas cosas en la última llamada, pero sé que dijo algo de una carta.

—Supongo que la habrá dejado en algún lugar de la casa. Cuando lleguemos a casa la buscaremos.

Pero Lina se adelanta y busca por todos lados la carta, antes de que Marcos llegue a casa con sus suegros.

Mientras lo hace, encuentra un seguro de vida que Simona ha dejado para su esposo e hijo, y dejándose llevar por su ambición y codicia, lo esconde.

Sigue en la búsqueda de la carta y al no hallarla, se le ocurre hacer una a máquina; no es descabellada la idea, porque a Simona le gustaba escribir todo en ella.

Cuando Marcos llega, Lina ya tiene todo calculado y le entrega aquella carta a nombre de Simona, la cual es el trampolín perfecto y su estrategia número uno para su propósito.

Marcos mira con extrañeza la hoja escrita a máquina, sin leerla. Lina a su lado, espera haberlo engañado, pero al verlo dubitativo, empieza a preocuparse.

—¿Qué pasa? ¿Por qué no la lees?

—Solo que, es raro.

—Hace un par de días la escuché teclear con afán; le pregunté y me dijo que era algo para tí, supongo que era eso. Pregúntale a Simón que estuvo a su lado. ¿Cierto, cariño?

El pequeño Simón que está sentado con la cabeza gacha, asiente.

—Mamá dejó esa carta para tí —repite lo que Lina le pidió bajo amenaza, minutos atrás...

//

Marcos va al cuarto que hace pocos días compartía con su esposa y se sienta en la cama. Tiene la carta en la mano y sin dar más espera, la desdobla.

Mientras lee, las palabras de despedida, que sin duda suenan a lo que diría Simona, siente como se le arruga el corazón; pero la petición que sigue lo hace negar una y otra vez.

—No, mi amor, no me puedes pedir que haga eso — pronuncia en voz alta.

Marcos sigue negándose por meses; Lina se muestra delante de él, como una buena mujer y con amenazas mantiene al pequeño Simón sometido.

Luego de casi un año, Marcos, invadido por un sentimiento de compromiso hacia su difunta esposa, accede a hacer la última voluntad de Simona, ignorante de que es realmente la de Lina.

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