Capítulo 1

 Desde que hace su ingreso a la empresa B&M Ingeniería y construcción, todas las miradas se posan en la elegancia y arrogancia de James Brown, que caminando con una mano en el bolsillo cuál si estuviese en una pasarela se dirige al ascensor, sin mirar ni saludar a nadie. Pero eso sí, pobre de aquel que hoce no saludarlo, con solo una mirada suya, sabe que está fuera de la empresa. Los últimos años, aprendido a reconocer sus voces y observarlos detenidamente; cada gesto, cada murmullo en su contra les costara su puesto de trabajo, sea quien sea, puede considerarse fuera cuando él deja la clásica frase “Soy su superior y lo único que exijo de ustedes es el respeto” y lleva esa mirada fría hacia su víctima.

Después de eso ni siquiera el arrodillarse y besar sus pies son suficientes para hacerlo cambiar de opinión. Solo chasquea los dedos y los de seguridad están ya están a sus espaldas para echar al desafortunado. Son muchos los que dicen que es el mismo diablo en el cuerpo de un ángel y no están muy equivocados, parece no conmoverse con nada. Más a pesar de ello, las féminas mueren por ese vendido inalcanzable semidiós y su exquisito aroma que las hace suspirar.

Igual que cada mañana se sube al ascensor y quien este por tomarlo se detiene, si hay alguien dentro solo tiene que salir, el jefe vanidoso, odia compartir su espacio con alguien más, una regla básica e inquebrantable que nadie puede olvidar y aplica para todos, menos para ella, Emma Díaz.

La puerta está por cerrarse cuando ella lo detiene con su pie. Apresurada, desarreglada, con un sándwich en la boca y las manos atando su coleta ingresa murmurando “¡Mierda! Que desdicha la mía”

James la mira de pies a cabeza y da un paso más atrás mirando su reloj.

—Personas como usted denigran la empresa, no entiendo cómo es que osa siquiera entra al ascensor conmigo, debería tomar las escaleras.

—¡Disculpe, dijo algo! — dice apenas volteando la cara, aun con la boca llena.

—Ni siquiera tienes los más mínimos modales —gruñe muy enfadado— ¿No te han enseñado de que no debes hablar con la boca llena?

—Lo siento príncipe azul, pero no tengo ganas de empezar mi mañana amargándome con sus estupideces.

—¿Cómo te atreves hablarme así?

—Yo hablo como se me da la gana. —Levanta el dedo índice y se gira para mirarlo— En primer lugar, porque usted no es mi jefe. En segundo lugar, porque tengo que decir lo que pienso, no lo que desean escuchar —Se le acerca muy furiosa, él retrocede pegando las espaldas a la cabina —y tercero, lo que usted piense de mí, me vale m****a.

—Si no fuese un caballero te sacaría a empujones del ascensor.

—Usted que se atreve a ponerme un dedo encima y juro que lo lamentará el resto de su vida.

—¿Encima me amenazas?

—Usted empezó. —levanta el sándwich y le da una gran mordida, viendo como el hombre frunce el ceño. —¡Ay! Su amargura ya le dio mal sabor. — se gira golpeándole el rostro con su coleta.

James solo dejó un gran respiro y levanta la vista al techo gritando en su interior “¡Cálmate James!, ¡Cálmate! No puedes perder el control con una insignificante mujer. ¡Dios! Pero es que es tan insoportable”

Los segundos pasaban muy lento y cada vez la cordura lo abandona más, el estrés ya lo invade y solo le queda resoplar como un animal enjaulado controlándose para no lanzarse contra su indefensa presa, sabiendo que será en vano pues alrededor suyo existe un gigantesco muro de acero reforzado. Aprieta los puños, vuelve a aspirar profundo por la nariz y a mirar el techo, porque el solo mirarla hacía que le explote la cabeza.

—Deje de resoplar como mujer embarazada a punto de parir, si tienen algo que decirme, dígamelo de frente. —lo mira de reojo mientras él se adelanta para salir, la puerta ya estaba abriéndose y por poco la derriba con su elegante maletín de oficina. —Elegante y grosero.

Sin mirarla, se aleja a toda prisa, ni siquiera se da cuenta de que ella hacia lo mismo y no es que quiera seguirlo, pero iban al mismo lugar.

Echando chispas y desbordando ese mal genio que solo mostraba en sus peores días, el elegante hombre cruzaba el pasillo escuchando a cada paso el saludo apresurado de sus empleados, al ver la Emma caminar detrás tan tranquila, ya todos podían saber la razón de ese enojo. Para algunos ella era muy imprudente, grosera y con aires de grandeza, para otros; era una mujer valiente y decidida, la representante del silencio de muchos que poco o nada le vale que sus compañeros hablen mal o la hablen a sus espaldas.

Sigue su camino despacio, saludo a todos con su linda sonrisa, quizás porque lo que más disfrutaba era verlo enojado y mientras ella disfrutaba de su nuevo logro, James ingresaba a la oficina de su abuelo sin tocar.

—¿Qué quieres que haga para que la despidas?

—Buenos días, James—Levanta la vista —¿De quién estás hablando?

—De tu protegida, esa mujer me desquicia. —Lleva su mano a la cabeza, muy alterado —Cada día inventa algo nuevo para joderme la mañana. ¡Ya no la soporto! Tienes que despedirla.

El viejo sonríe uniendo los dedos, en ese instante llaman a puerta.

—¡Adelante! —Pide Elliot.

La puerta se abre y aparece Emma con su dulce sonrisa en el rostro y una gruesa carpeta en las manos.

—Buen día, señor Brown.

—No puedo creer que este aquí —susurra James alejándose.

—¡Acércate Emma! —Pide su jefe señalando una de las sillas —No te vayas James, necesitamos terminar esta conversación.

Quiera o no, se traga su rabia y se cruza de brazos cerca de la puerta.

—No te quedes ahí, siéntate —Pide su abuelo señalando la otra silla.

—No puedes obligarme a estar cerca de ella, abuelo —gruñe sin moverse.

—¡Siéntate! No lo pediré dos veces.

Ahogando un grito de rabia, se acerca y alejando un poco la silla se sienta, como un niño de cinco años haciendo su berrinche. Por otro lado, Emma solo disfrutaba del espectáculo.

—¿Tienes los papeles que pedí? —le dice a Emma.

—Sí, aquí lo traigo, señor —dice ella entregándole esa gruesa carpeta.

—Excelente—dice Elliot. Luego lleva la vista hacia su nieto favorito —Emma es mi más eficiente secretaria, en estos cinco años que tiene laborando aquí, no he tenido una sola queja de ella y solo cuando este bajo tierra, tú podrás despedirla.

—¿Querías que me quedara para escuchar tus halagos hacia esta mujer? ¿Por qué tu interés en mantenerla en el cargo, ni siquiera se le nota que tenga estudios secundarios?

Emma estaba a punto de hablar, pero Elliot levanta la mano para impedirlo.

—¡Basta! Tu comportamiento deja mucho que desear, James. ¡De qué sirve que seas un hombre preparado y muy inteligente si con solo una palabra demuestras, lo contrario! No cabe duda que la decisión que he tomado, es la adecuada.

—¿Decisión? —Pregunta James.

—¿Recuerdas el viaje a Holanda? —Dice su abuelo.

—¡Por supuesto! Es muy importante para la empresa.

—El viaje se adelantó para mañana y sabes que, representará muchas pérdidas si no logramos esta sociedad. Por eso pedí que te prepararas para este momento.

—Y estoy listo, abuelo, sabes que puedes confiar en mí.

—Lo sé, hijo. Pero necesitas ayuda, y después de ti, solo confió en Emma. Por eso ustedes dos viajarán en representación de la empresa.

“¿Qué?” gritan los dos al mismo tiempo mirándose.

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