Capítulo 2

Capítulo 2

Dos horas. El vuelo en sí no ha estado mal: sin turbulencias, un cómodo asiento – todo lo cómodo que es uno de turista, claro está –, una bolsa pequeña de patatas que me he comprado con unas monedas sueltas que he encontrado en el bolsillo de mi chaqueta... 

A quién quiero engañar, el vuelo ha sido horrendo. 

No ha habido turbulencias, pero solo faltaba eso para colmar el vaso. Tenía a dos niños pequeños discutiendo delante de mí, mientras uno aún más pequeño detrás de mí no dejaba de dar patadas a mi asiento. Su madre no lo controlaba porque tenía que calmar el insufrible llanto del bebé que tenía en brazos. Y por si fuera poco, me han timado con las patatas, porque además de ser muy caras para el asco que son, sabían rancias. En fin, un completo desastre. Es por ello que cuando dejan evacuar el avión paso con rapidez sobre mis compañeros de fila, llevándome sus miradas despectivas, y, con mi mochila colgando de un hombro, salgo de allí. Tengo las piernas un poco entumecidas por eso, una vez en el interior de aeropuerto, me tomo unos segundos hasta que vuelvo a sentirlas con normalidad. Me pongo en marcha hasta la cinta de donde saldrá mi maleta, si es que no la han perdido. Aprovecho el momento de espera para encender de nuevo mi móvil. Tengo un par de mensajes de Sheila asegurándome que ya me echa de menos y que el café en Oasis no es lo mismo sin mí. También he recibido un mensaje de mi padre donde me pide que me cuide y que avise al llegar. Eso hago, contesto su mensaje antes de situarme en la barra del buscado y teclear la palabra mamá. Como llevo tiempo sin hablar con ella el chat ha sido enterrado por un par de conversaciones. Le aviso de que ya he llegado y que me encuentro recogiendo mi maleta. Sin esperar su respuesta guardo el aparato de nuevo y me centro en atrapar mi equipaje una vez lo visualizo. Me aseguro que esté en condiciones antes de encaminarme hasta la zona de espera. Debo guiarme por las señales, ya que nunca he estado aquí antes.

Observo a mi alrededor en busca de algún rostro familiar, ya sea el de mi madre o el de mi hermana, pero no visualizo ninguno. Suelto un suspiro pesado al tiempo que saco de nuevo mi teléfono. Espero tener alguna indicación de mi madre. No logro llegar a comprobarlo cuando escucho una fina pero fuerte voz llamándome.

– ¡Vega! – grita de nuevo. Al darme la vuelta no tengo tiempo de reaccionar cuando el pequeño cuerpo de mi hermana se estrella contra el mío, haciendo que retroceda un par de pasos. Hunde su rostro en mi estómago mientras sus brazos me rodean con fuerza. Después de unos segundos aturdida le correspondo, me agacho a su altura para abrazarla mejor –. Te he echado mucho de menos.

– Y yo a ti –. No miento. Mi hermana, aún estando a distancia, es una de las personas más importantes para mí.

Deshago el abrazo, pero ella se engancha a mi cintura y me mira desde abajo apoyando su barbilla en mi vientre. Yo me dedico a observarla. Está más alta, eso sin duda. Sus ojos totalmente castaños – herencia de papá – me miran con felicidad a través de sus largas pestañas y algún mechón rebelde de su pelo castaño-rubio. Sus labios un tanto carnosos se encuentran curvados en una sonrisa que me hace imitarla. Pero esta desaparece de mi rostro en cuanto escucho su voz.

– Holly – la llama. Alzo mi cabeza encontrándome a mi madre a unos metros de distancia. Está observando a mi hermana mientras le hace una seña para que me suelte y, con pena, le hace caso. Una vez tiene a su hija pequeña a un lado decide mirarme. Lleva el pelo, del mismo color que Holly, con sus perfectas ondas mientras que me observa con sus ojos verdes – que he heredado otro cincuenta por ciento – y con una leve sonrisa que no llega a ser del todo verdadera.

– Hola, mamá – consigo articular. No hace falta destacar lo obvio, mi madre anda resentida conmigo desde que me negué a ir a su boda, por más que le explicará que no conocía a casi nadie y prefería quedarme estudiando para los exámenes trimestrales, que estaban a la vuelta de la esquina. Aunque nuestra relación no es que fuera una maravilla antes de eso.

– Hola, Vega – responde con un poco de simpatía –. ¿Tienes todo? –. Asiento –. Pues vámonos –. Ni un «¿Cómo has estado?», «¿Qué tal te encuentras?», ni siquiera un «¿Cómo ha ido el vuelo?». Nada, absolutamente nada. Si no fuera por Holly que me pregunta cómo estoy, cómo está papá, cómo ha ido el vuelo y muchas cosas más, seguro que reinaría el silencio.

Arrastro mi gran maleta blanca con rayas grises por el suelo blanco y brillante, como si estuviera recién encerado, mientras sigo a mi madre, que se encuentra a varios pasos por delante de nosotras, y contesto a cada una de las dudas que se le ocurren a mi hermana. Esperaba una reacción efusiva de mi hermana y lo está cumpliendo, pero pensé que lo soportaría más. Llega un momento en el que se le acaban las preguntas y me alegro por ello. Cruzamos la puerta hacia el exterior donde me reciben un cielo azul, totalmente despejado, y un sol radiante que envía su calor con fuerza. Si sentía calor en Salt Lake creo que aquí será un poco peor. Agradezco el aire acondicionado que enciende mi madre una vez he guardado la maleta en el maletero y me he situado a su lado. Holly va en su asiento, detrás de mi madre. Me apoyo en la ventanilla viendo como salimos del estacionamiento y nos adentramos en la carretera.

– No te acomodes mucho, estamos cerca – comenta mi madre a los dos minutos. Son tan solo dos minutos más cuando se posiciona delante de una pequeña verja que abre con un mando para así adentrarse por el pequeño camino que da a la puerta del garaje. Pero no entra sino que frena ahí mismo –. A bajo.

Tomando mi mochila de mis pies salgo del coche y alzo la mirada hacia la fachada. Es grande y moderna, con varias ventanas – sobre todo en el piso de arriba – y en colores marrones y crema. Enfrente de la casa, a mi izquierda, está un jardín delantero con unos cuantos árboles medianos plantados y obstaculizando la vista a la puerta principal, a la que se llega a través de un camino de piedras. Me quedo observando cada detalle de esta antes de que mi madre me llame.

– Vega –. Me dedica una leve sonrisa, pero su mirada es neutral, lo que me hace creer que se está esforzando por llevar la situación de forma pacífica. Debe hacerlo, a fin de cuentas esto ha sido una exigencia suya –. Saca tu maleta, anda. No nos podemos quedar aquí todo el día –. Su tono de voz es un tanto fingido, pero decido ignorarlo y acotar la orden que me ha dicho.

Holly sale corriendo hacia la puerta principal seguida de mi madre, a un ritmo rápido, y por último yo, arrastrando mi maleta pesada. Una vez abierta me deja pasar a mi primero lo cual agradezco con un débil gracias al tiempo que me adentro. Holly se coloca a mi lado, abraza mi brazo y me dedica una amplia sonrisa, como si lo que está a punto de ocurrir fuera el mejor acontecimiento de su corta vida. En cambio para mí ha llegado el momento que más he querido evitar: conocer a mi padrastro.

El recibidor es amplio y consta con unas escales que dan al piso superior. A mi izquierda, haciendo esquina, se encuentra un mueble donde observo que se encuentra varios juegos de llaves, tanto de casa como de coche. Además de que a mi derecha hay percheros de pared donde reposan un par de chaquetas ligeras, supongo que con el calor que viene junto con el verano apenas las utilizarán.

– Ya hemos llegado – eleva la voz mi madre a la vez que cierra la puerta a nuestras espaldas. Un nudo se implanta en mi garganta en cuanto escucho unos pasos acercarse desde el arco que tengo en frente. Unos segundos después aparece un hombre. Lo analizo de arriba abajo. Es alto, su pelo castaño oscuro está conviviendo con una gran cantidad de canas, superior a las de mi padre; sus ojos, marrones claros, me observan acompañados de una sonrisa envuelta en una barba, también canosa, de unos días. Al menos consigo sentir que su sonrisa sí que es sincera, por lo que intento poner de mi parte y le devuelvo el acto. Sus pasos son lentos, pero seguros y una vez se sitúa enfrente de mí habla.

– Es un placer conocerte al fin, Vega – su voz es grave, pero me causa desagrado. Se acerca para saludarme con un beso en la mejilla, pero como auto-reflejo, o puede que no, extiendo mi mano. Intercala la mirada entre esta y mi rostro antes de tomarla y agitarla débilmente –. Soy Matthew, pero me puedes llamar Matt.

– Encantada – miento. No quiero esto. Me da igual el hecho de que mi madre tenga nuevo marido, lo que realmente me molesta es que Holly conviva con él como si de su verdadero padre se tratase, cuando él en realidad se encuentra a más de mil kilómetros de distancia, teniendo que esperar hasta las vacaciones de invierno para poder ver a su hija pequeña.

Cuando pienso que lo peor ya ha pasado escucho de nuevo una serie de pasos que corretean por el piso de arriba hasta que terminan descendiendo las escaleras que hay en frente de nosotros. Abro los ojos sorprendida al visualizar a un niño pequeño – de la misma edad que Holly, aproximadamente – posicionarse al lado de Matthew. Al ver el gran parecido entre ambos me hace caer en la cuenta de que se trata de su hijo. Y es en este momento en el que me doy cuenta de que debería haber prestado atención a mi padre cuando me contó lo que mi madre le había explicado por teléfono, pero es que estaba muy centrada en el libro que estaba leyendo en una app: W*****d.

– Hola – saluda con una fina voz y una sonrisa que muestra que le falta uno de sus colmillos –. Soy Owen, tu hermano –.«No, no lo eres», pienso al instante. En vez de soltar mis pensamientos decido que el pequeño no tiene la culpa de nada y que solo intenta ser amable con la nueva – no tan nueva – miembro en la familia.

– Hola, Owen, yo soy Vega – saludo educadamente viendo de reojo como mi madre asiente satisfecha, como si pensará que no iba a saber comportarme. El pequeño se gira hacia su padre para preguntarle:

– ¿Podemos enseñarle nosotros la casa?

– Em... – duda el adulto. Cuando su mirada cae en mí, solo atino a encogerme de hombros mostrando mi indiferencia –. Creo que es muy buena idea – le responde con ánimos –. Así vuestra madre y yo podemos hablar.

Vuestra madre... Esa simple frase me ha revuelto el estómago, pero supongo que tendré que acostumbrarme a que ahora, esta parte de mi familia, se compone con otros dos miembros más. Si Holly los ha podido aceptar, yo... yo al menos puedo soportar convivir con ellos y mi madre durante un verano entero. «Voy a necesitar muchos libros».

Owen sonríe ampliamente antes de indicarme que agarre mi maleta y lo siga. Veo como mi madre desaparece junto con Matthew por el arco de donde ha salido anteriormente el hombre. Vuelvo mi mirada al pequeño, quien ahora tiene a su lado a Holly, con una sonrisa igual o incluso más grande que la de él. Ambos me indican que les siga hacia el otro arco, en la pared de la izquierda, al lado del mueble. Al entrar veo que ahí se encuentra una grandiosa sala compuesta por un par de sofás, una televisión de plasma en la pared y varios muebles decorativos. Todo tiene un toque moderno: los colores, las formas... Unos segundos después siento la mano de Owen coger mi muñeca libre y arrastrarme de nuevo al recibidor para hacerme subir las escaleras. Tardo un poco más porque debo levantar la maleta y aprovecho ese tiempo para observar a Owen. Es un niño inocente, eso se nota con solo verlo. Además de ser hiperactivo, que imagino que ese debe ser el motivo de su delgadez, idónea para su edad. Sus ojos castaños claros – herencia de su padre – son levemente tapados por un par de mechones castaños – más claros que los de su padre, pero sin llegar a ser claros del todo – y, cabe destacar, el hoyuelo que descansa sobre su redonda barbilla. Es un niño monísimo.

– Esa es la habitación de los papas – señala al fondo del pasillo hacia el lado izquierdo. Asiento –. Esta es la mía – ahora señala la que se encuentra en frente de la entrada de las escaleras.

– Y esta es la mía – comenta Holly emocionada, mientras se posiciona en la puerta de al lado, dirigiéndose al lado derecho del pasillo –. Luego te la enseño –. Asiento con una sonrisa. «Solo quiero saber cuál es mi habitación para poder tirarme sobre el colchón y no moverme hasta que se acabe el verano», pienso con muchas ganas de que ocurra. Pero no es así, sino que señalan la puerta en el extremo del pasillo –. Ese es el baño, lo compartimos Owen y yo, ya que somos los únicos que no tenemos baño propio.

– Y esta es la habitación de mi hermano – una vez las palabras abandonan la boca de Owen giro sobre mi eje con rapidez. «¿Ha dicho hermano?». Otro más –. Te lo presento.

– No, no, no – se apresura a decir mi hermana al mismo tiempo que se acerca al castaño, pero ya es demasiado tarde porque ya ha hecho sonar sus puños contra la puerta. Mientras ellos murmullan, yo me acerco con lentitud a su lado. La puerta se abre de golpe.

– ¿Qué quie...? – no termina la frase. Ante mí hay un chico, bastante más alto que yo. Su pelo castaño oscuro con leves ondas se encuentra desordenado y sus ojos marrones me miran entrecerrados. Siento que la timidez me atrapa ante la intensidad de su mirada.

– Trey – lo nombra su hermano haciendo que este baje la mirada hacia ellos, y yo también lo hago. Ambos, uno a cada lado mío, lo observan con una sonrisa, aunque la de Holly no es tan amplia como la de Owen.

– ¿Quién eres? –. Alzo la mirada de nuevo y noto como ha dejado de observar a los niños para centrarse en mi figura. Su mirada me recorre de pies a cabeza y me permito hacer lo mismo. Alto, buen cuerpo enfundado en unos pantalones de buzo y una sudadera, labios equilibrado – ni muy grande, ni muy pequeños – y su mirada juzgándome.

– Es mi hermana – responde Holly por mí, llevándose la atención del chico. La mira un par de segundos y vuelve a mí. No logro descifrar lo que piensa, su semblante es serio y su mirada es intensa pero cerrada –. Vega.

– Encanta... –. Cierra la puerta de un golpe seco antes de que pueda terminar la palabra. Eso me deja pasmada los primeros segundos, pero después el hecho de lo poco respetuoso y educado que ha sido, y teniendo en cuenta que lo ha hecho delante de Owen y Holly, hace que me mosquee. Estoy a punto de golpear la puerta cuando Holly toma mi mano y me arrastra hasta la puerta de al lado. Mi vista se mantiene en la otra hasta que cruzo el umbral. Ante mis ojos aparece una habitación sin vida, simplemente hay una cama con sábanas y almohadas; un armario empotrado con un espejo en una de las puertas, una cómoda y otra puerta, que supongo que es el baño.

– Y esta es tu habitación – afirma Owen apartándose un mechón de los ojos –. Esa puerta da a tu baño propio – indica confirmando mi teoría. Camino con lentitud por la habitación y me detengo al lado de la ventana. Las vistas dan a la calle delantera. Desde aquí puedo ver la casa de enfrente, el coche de mi madre y un cielo azul precioso –. Te dejamos que coloques todo –. Me giro a verlos.

– Si necesitas ayuda estaremos en la habitación de Owen, le han comprado un juego nuevo para la Wii y vamos a jugar – añade Holly emocionada. Sonrío, esta vez sin tener que fingir ni un gramo de ella.

– Está bien, gracias, chicos –. Ambos me dedican una última sonrisa antes de salir por la puerta, cerrándola detrás de ellos. Suelto un suspiro pesado y vuelvo mi vista al exterior. Siento que el cielo no va acorde conmigo, él está despejado, limpio, libre de problemas y mi vida se va a nublar, ensuciar y llenar de problemas. Lo presiento.

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