Capítulo 8

Máximo

     Estoy de pie del otro lado de la puerta del departamento de Abby. Maldije muchísimas veces en los últimos minutos. Golpeé su puerta hasta cansarme. Pero no me marcharía sin hablar con ella, tenía que esperar hasta que esa puerta se abriera ante mí.

     Mi apariencia en estos momentos es lo que menos me importa a ojos de la vecina de enseguida del departamento de Abby. Sus ojos me dieron un repaso de pies a cabeza. ¿Qué nunca ha visto un hombre así en su vida? Solo es un rostro, nena.

     «Nunca me ha importado»

     La mitad de mi camisa termino de acomodarla dentro de mi pantalón, la americana la tengo en mis manos, y mi cabello revuelto. Y un tipo de sentimiento, acaso... ¿Culpa?

     «Abby era virgen»

     ¿Creyó que no me daría cuenta? Lo que más me hace enfurecer es que en estas situaciones la mujer espera al hombre indicado, en un ambiente romántico, especial, y con sentimientos de por medio.

     Y eso es algo que no ha ocurrido aquí. He arruinado el momento de una mujer virgen. Me castigo mentalmente con ello. Vuelvo a levantar mi mano en forma de puño y golpeo de nuevo la puerta. Dos toques más fuertes que el anterior.

     —Abre la puerta—murmuro para mí mismo. Pero no lo hace. No se escucha ningún maldito ruido del otro lado. ¿Qué es lo que debería hacer en este tipo de casos? Nunca había estado con una mujer que fuese sido virgen. Cierro los ojos cuando siento la culpa invadirme.

     No entendía lo que había pasado. ¿En qué momento todo esto ha cambiado? Aprieto el puente de mi nariz irritado al no tener las respuestas. Estoy sorprendido, nervioso, furioso, y lleno dudas de cómo iba a manejar la situación.

Ella sin duda preguntará: — ¿Por qué Máximo?     Supongo que no...

     ¡Maldición! ¡Maldición! No solo soy yo, ella también tiene que ver en esto. Ella pudo detenerme en este impulso. Esa maldita energía que cada vez que estamos cerca, se carga de algo. ¿Sexo? ¿Deseo? ¿Atracción? Arrugo mi entrecejo cuando esta frase cruza por mi mente. Nunca me había detenido a pensar en eso, simplemente lo ignoro, lo repelo lejos de mí y lo hago antes de que otra frase pase por mi mente.

¿Y ahora?

     — ¿Atracción? —suelto en un tono bajo para mí mismo. He notado que había algo dentro de mí que contiene una respuesta. Pero me niego a aceptar tal barbaridad.

     En primera, ¿Por qué me enciende cuando me enfrenta? Esa actitud desafiante me provoca. Toca una fibra dentro de mí. No es de las típicas mujeres que se quedan calladas, que no defienden su punto de vista, creo que es por eso por lo que...me empieza a enloquecer y a enfurecer al mismo tiempo. Su voz melodiosa, esos malditos hoyuelos que la hacen ver sexy y sensual, sus gemidos cuando ha llegado a su primer clímax se han instalados dentro de mi cabeza. Esos gemidos me pertenecerán siempre.

Una sonrisa triunfal aparece en mis labios, pero, así como llega se va. Bajo mi mirada a mi pantalón.

     — ¿Es en serio? —me reprendo mientras me acomodo mi erección abultada. Cierro los ojos, e insisto en seguir tocando de nuevo. Pero cuando menos lo veo venir, mi móvil suena y contesto sin mirar, y al mismo tiempo dejo caer mi frente en la puerta.

     —Galloway—murmuro en un tono bajo e irritado.

     —Señor Galloway, ¿Puede dejar de tocar mi puerta? —detengo lo que estoy haciendo.   ¡Concéntrate, Galloway!

     —No pienso moverme de aquí hasta hablar contigo. Tenemos que hablar, por Dios santo Abby…esto…—suelto un gruñido desde el fondo de mi garganta. Me cabrea que no haga lo que uno le dice. ¿Realmente te quedarás aquí, Galloway?

     «Puedo ser un gilipollas para algunas personas, pero soy una persona muy perseverante»

     —No es necesario que se hable de lo sucedido. Como usted dijo, usted es mi jefe y yo la empleada en caso de que siga trabajando para usted. Así que deje de tocar la puerta y márchese. Nada ha sucedido aquí, ya está olvidado.

     Maldigo entre dientes. Cierta parte de mí se siente golpeada a sus palabras. Pero no entiendo por qué. A la mejor por qué le he dado el mejor y primer orgasmo de su vida, y no quiero que pase por alto.

     —Sé que fui un vil pendejo en decir eso, pero entiende, estaba preocupado por lo sucedido, creí que te...—cuelga.  Miro la pantalla del móvil. — ¿Me ha colgado?

     Levanto la mirada de la pantalla y la furia llega a mí como un tornado. Mando un mensaje con unas indicaciones a Edison. Espero la respuesta, mientras mi pecho sube y baja inestable.

     Sí, soy un cavernícola.

     «Ay, Abby, si no quieres hablar, lo siento yo sí»

     Veinte minutos después.

     Llega Edison, puedo ver una sonrisa secreta. Se ha de estar divirtiendo con lo que pienso hacer.

     —Aquí tiene señor, Galloway—extiende su mano y me entrega mi traje dentro de una bolsa y una pequeña maleta—Y aquí tiene lo que me pidió. Ya he cancelado la cena de Martha.

«Una copia de la llave del departamento de Abby» No hay otra forma de poder hablar con ella, y sé, si lo sé, estoy violando los derechos de privacidad y toda la jerga de respeto y lo que sea que siga violando. Pero no conozco otra forma de hablar con ella en estos momentos. Por dentro tengo un revuelo de pensamientos por lo sucedido, no tengo experiencia en esto, ni en nada relacionado con lo que ha pasado entre los dos. Es la primera vez que necesito que me escuche, y que me diga algo. ¿Culpable, Galloway?

     Si.

     —Su auto está en el estacionamiento subterráneo, a dos cajones del elevador. Ya ordené la cena, y en treinta minutos llega. Dentro de la bolsa, en el bolsillo interior está el cargador de su móvil. ¿Otra cosa que necesite, señor Galloway?

     « ¿Fuerzas y entendimiento para lo que pienso hacer?»

     Sé que es demasiado lo que voy a hacer...

     Se abre la puerta.

     — ¿En serio planeas hacer todo eso? ¿Entrar sin mi autorización a mi departamento? ¿Cena a domicilio? —su mirada se posa en la bolsa de mi traje que cuelga de mi hombro hacía mi espalda. — ¿Es en serio?

     No es la reacción que esperaba, pero podría decir que se aproxima. Aprovecho y le hago señas a Edison que se marche, entrecierro los ojos cuando su sonrisa se ensancha. Definitivamente se está divirtiendo.

     Entro al departamento mientras ella reacciona y cierro la puerta detrás de mí.

     Dejo la bolsa colgando del perchero y la mochila a un lado del sillón. Al volverme, ella está furiosa. Intenta abrir la puerta para echarme, pero lo evito. Nuestras pieles se vuelven a reencontrar, el calor, la electricidad, y el deseo golpean duro. Mis manos se van a su rostro y atrapo sus labios. No entiendo lo que me está provocando, pero lo que quiero en este momento es estar dentro de ella de nuevo.

     —No, no, Máximo detente—se separa de mi bruscamente. ¿Qué mierdas me está pasando? Desde cuando tengo necesidad de estar dentro de una mujer, y para ser especifico, de ella.

     — ¡Tú me besaste y correspondí! —digo intentando cambiar el ambiente. No soy este tipo de hombre, ante nadie, ni ante mi familia, pero algo, algo me hacía reaccionar así ante ella. Era furia, por lo que me hace sentir. Acaricia su labio con mi pulgar. Estoy perdido. Sus ojos azules me miran detenidamente en busca de alguna señal o respuesta que necesita.

     ¿Y si solo me marcho y lo dejo pasar? La ignoro como hasta ahora lo había hecho. ¿Cómo borrar este encuentro de mi cabeza si se ha aferrado en algún lugar de mi cabeza?

     —Máximo, lo digo en serio. No es buen momento para hablar. Y no sé qué está pasando, o mejor dicho pasándonos. Esto no somos nosotros... ¡Tú no eres así conmigo! No podemos volver hacer lo que hicimos en esta sala—señala con su mano el espacio.

     No entendía lo que estaba sucediendo entre los dos, y esa carga de energía y deseo. Quería morderle, besar cada centímetro de su pálida piel, morder y chupar sus pezones rosas. Hacerla venir con mi boca...y en este momento me sentí de una manera más extraña. Ella observándome de una manera que nadie lo había hecho, su labio inferior atrapado por su diente, y sus mejillas sonrojadas.

     —Está bien. No va a volver a pasar lo que hemos hecho en la sala. —y puedo ver una pequeña verdad en sus ojos: Una decepción. ¿Ella me deseaba como lo estaba haciendo en este momento? Una sonrisa aparece en mis labios por primera vez en muchísimos años.

     — ¿Galloway, estás sonriendo? —sus palabras cargadas de sorpresa me hicieron hacer lo siguiente.

     Me inclino, la tomo de sus muslos y la cuelgo en mí hombro. Su grito de sorpresa fue música para mis oídos. Camino hacia el pasillo que da a alguna habitación de ella.

     — ¡Bájame! ¡Te he dicho que no volveríamos hacer lo de la sala! —chilla.

     —…pues no haremos lo que hicimos en la sala, Benson. Ahora será en tu cama, pero de otra manera y toda la noche.

    

     No sé qué se adueñó de mí, pero en algo si estaba seguro: quería estar aquí, como nunca había deseado algo en la vida.

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