Al ritmo de las olas

Me hubiese gustado manejar el tiempo a mi antojo. Por un lado, mamá tenía días en que se levantaba desmejorada y por otro lado que los días en que se acercaba mi promoción llegaran a prisa para resolver por fin el suspenso de mis notas y también la serie de exámenes que mamá debía hacerse.

Gloria y Silvana, luego de aquel día de playa, cambiaron su comportamiento con Emanuel, parecían verlos como un superhéroe, si se acercaba no le pedían que se alejara, o si intervenía o se burlaba de nosotras simplemente callaban. Pensaban que pudo haber muerto en el mar tras girar la balsa y si sólo convulsionó levemente fue un milagro de Dios, pues usualmente quedaba en cama lleno de cansancio. Nuestras conversaciones eran menos habituales ahora, nos absorbían los preparativos para el acto de promoción, la directora Monroy era muy exigente  con las presentaciones, casi siempre  solía salir todo a la perfección, era una excelente organizadora y una excelente anfitriona, pensaba en mi vestido rosa para ese día y el corazón daba un vuelco nervioso. Mamá y yo  habíamos salido un par de veces a la ciudad para buscar mis zapatos, los escogí negros brillantes, el vestido era de volantes que subían y bajaban en el ruedo, arriba tenía un corte de princesa recto hasta los hombros y a pesar de ser color rosa fuerte, pequeños destellos de rosa pálido saltaban en su contorno, luciendo un perfecto brillo cuando yo caminaba por la sala en el corredor de nuestra casa. Papá me miraba entusiasmado, repetía lo orgulloso que estaba de nuestra elección, sin contar lo muy parecida a él que yo era, quizás ahora más cuando mantenía aquella mirada triste y pérdida. Emanuel también estrenaría pantalón azul marino y una camisa manga corta color beige, para él no compraron zapatos pues siempre tenía nuevos debido a lo acelerado del  crecimiento de sus pies.

Un día, mientras esperaba a papá y a Emanuel en la entrada del colegio, la directora se acercó a mí, lucía muy alta y elegante, llevaba el uniforme colocado de manera impecable, su rostro se hallaba maquillado de colores tenues entre rosa y fucsia, las pestañas rizadas cubiertas con mascara negra, y sus labios una pasta compacta que se entreabrió al dirigirse a mí.

-María ¿cómo se siente tu madre hoy?-me sorprendió su pregunta, durante la última semana sólo me había hablado para realizar observaciones referente al acto de promoción, la compra de un diminuto anillo muy simbólico y lo moderado que debía ser el vestido de la ceremonia, sin contar con el silencio que debía haber en el recinto al momento de entonar los himnos, que ahora preguntara por mi madre no se justaba a nuestras conversaciones, además quizás se alegraría si le dijera que esa misma mañana vi como escondía en el bolsillo de su pantalón de algodón una servilleta llena de sangre.

-Mi madre está bien.-Sonrió ante mi respuesta, pero fue una sonrisa que decía: Niña ingenua, no sabe que su madre padece algún mal. –A pesar de los fuertes dolores de cabeza que suele tener.-dije al final.

-Han de ayudar tú y tu hermano mucho a su madre, los oficios de la casa suelen agotar mucho.-parecía sensata en omitir su opinión, quizás en el fondo deseaba que muriera pronto para conquistar el corazón de papá.

-Hacemos lo que podemos, tanto papá como nosotros.

Volvió a sonreír mientras yo la miraba muy erguida, quería que supiera que no le temía a su estatura y porte.

-Eres una niña muy madura María, tu madre es muy afortunada al contar con tu apoyo, dale mis saludos y que rezo por una pronta mejoría.

-Gra…gracias.-No sé si descubrió el temblor de mi voz, pero en cuanto hubo dado la espalda descansaron mis hombros, los cuales había mantenido rígidos para parecer más alta, quizás era cierto que reaccionaba yo como una niña celosa de su padre pero lo que mis ojos veían no era mentira, la directora parecía miel cuando se detenía frente a mi padre, pero mi padre, mi apuesto padre sonreía con el mayor desinterés, para  él era lo que afirmaba, una compañera de trabajo.

Por las tardes, luego de haber reposado el almuerzo, ayudaba a mamá a realizar lo que ella quisiera de la costura, el trabajo de la señora Núñez lo realizó en una semana y media, todo quedó tan fino y reluciente que casi lo tomamos para nuestra casa, a pesar de que mamá siempre realizaba cosas únicas para decorar. Papá vivía repitiéndole que descansara y ella extremadamente lo obedecía, la veía alejarse a su habitación casi flotando, había bajado de peso, si ya era delgada ahora su rostro risueño lucía algo demacrado. Pero no sólo yo la veía así, papá también, él que la contemplaba todo el tiempo, la seguía a veces a la habitación y cuando entraba ya mamá estaba dormida profundamente, la tomaba con cuidado y la colocaba de medio lado fuese el que fuese, izquierda o derecha, jamás permitía que durmiera boca arriba. El doctor Caster nos visitó una mañana de sábado, lo acompañaba su esposa, trajo frutas y dulces e un centro comercial recién inaugurado en la ciudad, al verla así la revisó y mandó papá a comprar unos medicamentos.

-están dando largas a la serie de exámenes que mandé a realizarse Lourdes. Le dijo sentado a su lado en la cama.- ¿Cuánto falta para las vacaciones?

-Una semana.-Respondí yo detrás de él.

-Una semana, has de estar fuerte Lourdes.

-Lo estaré, ahora mismo me siento muy bien.-Mentía, mi corazón me lo decía, pero de sólo verla sonreír optimista también me alegraba, quería ver a mi madre otra vez regañarnos por no conservar las cosas en su sitio, por ensuciar el baño o el patio, quería verla besarse con papá tiernamente o escuchar su risa feliz que cada vez se extinguía un poco más. A veces quería ser como Emanuel, él iba y venía sin preocupaciones, salía a jugar en la calle con sus amigos y luego lleno de tierra entraba ensuciando toda la casa, mamá emitía dos gritos y luego limpiaba, yo la ayudaba y luego en el baño entraba a reprender a Emanuel.

-Has de estar ciego para no ver que mamá se siente mal, Emanuel.-se quitó el champo de los ojos y me observó en la puerta del baño.

-¡Sal del baño María!

-¡No voy a salir, vas a escucharme!-esperé a que se sumergiera en el agua y el champo saliera de su cabello.

-Voy a llamar a mamá.-Me amenazó.

-Si sale de ti un solo grito entraré a la ducha y te ahorcaré.-Abrió los ojos aterrorizado.-Voy hablarte y terminarás de bañarte.

Mientras corría el agua por su cuerpo, la tierra se desprendía, enjabonó lentamente sin dejar de mirarme.

-¿Recuerdas lo que habló con nosotros el doctor Caster?-No respondió sólo me miraba.-No estaba bromeando Emanuel, no puede ser que no hayas dado cuenta que mamá se siente muy mal, ¿acaso no notas que papá cocina a veces durante todo el día? ¿Acaso no notas que duerme demasiado? Has de comportarte de ahora en adelante, mamá no puede limpiar tus regueros, mamá necesita silencio, atenciones, deberías quedarte aquí y ayudaré y atenderla.

-¿Atenderla?-Cerró la llave de la ducha y apartó el cabello de sus ojos.- ¿Por qué tengo que atenderla? Mamá me cuida y me atiende.

_lo sé Emanuel.-Quise tranquilizarlo ahora que pensaba que mamá sufría.-Pero cuando alguien se siente mal hay que colaborar y nosotros debemos ayudar a papá ¿entiendes?

Sé que no entendía nada, así que lo ayudé a colocarse la toalla y a salir de la ducha.

-María Victoria, mamá no va a morir ¿verdad?

-¡Claro que no Emanuel! –Para mí la muerte estaba muy lejos de ser creíble, para mi nuestra familia era invencible, eterna y mucho más nuestra madre.

Luego de que mamá tomara el medicamento  que el doctor Caster le recetara, se mejoró, al siguiente día se levantó renacida, sin ojeras, sin dolor de cabeza, su cabello brillaba y reía  por toda la casa, nos preparó empanadas con queso y un sabroso jugo de guayaba, papa también lucía diferente, estaba risueño y optimista, faltaba cinco días para nuestro acto de promoción así que seguramente la siguiente semana mamá acudiría a la ciudad para realizarse los exámenes. Emanuel me sacó la lengua como dos veces durante el desayuno, quizás quería decirme que yo había mentido en el baño y seguramente así era, ahora teníamos la misma mamá de siempre.

Por las noches, cuando todo estaba en silencio, podía escuchar el choque de las olas, iban y venían sin prisa, así como el tiempo, seguramente cangrejos jugarían en la arena, tortugas correrían para adentrarse en el mar y seguirían las olas  unas tras otras yendo  y viniendo la arena secaría y se humedecería, así como nuestras vidas, tuvimos aquellos días húmedos en donde el malestar de mamá cubría de tristeza toda la casa, donde no podíamos escuchar su música o sus gritos, pero ahora volvía el sol a iluminarnos, alegría regresaba a la casa con la salud de mamá, y como el mar de la mañana nuestras vidas tranquilas regresaban a la calma. Con la brisa marina entrando por mi ventana perfumando mi habitación, ya libre de las inquietudes que me proporcionaban los malestares de mi madre, pensaba sólo en mí, en i futuro, en el cambio del uniforme, en el día de la promoción. Gloria y Silvana saltaban de excitación tan sólo de imaginar ese día, Silvana aperturaría el acto y Gloria también tenía una escena en el mismo, sus vestidos solían describirlos con deleite, son contar el peinado que se realizarían y los zapatos que habían adquirido en aquel nuevo centro comercial de la ciudad. A pesar de que San José estaba dotado de buenas unidas, para esas ocasiones la variedad era lo más importante, y en la ciudad no sólo existían dos zapaterías y cuatro boutiques, allí abundaban las vitrinas y los centros comerciales, las perfumerías y los cosméticos, también peluquerías de alto nivel y joyerías repletas de toda clase de prendas valiosísimas.

De nuevo el perfume d las flores de mamá había impregnado la casa, el aire corría desde la sala hasta el patio llenándolo de alegría. Durante los días siguientes casi no asistíamos a clase, practicábamos el acto y charlábamos de los preparativos para el nivel superior. Gloria soñaba con que llegara el día en que  Miguel admiraba su porte, quizás se llevaría una buena impresión al verla con el traje que había descrito como espectacular, color naranja, con un sombrero del mismo color y zapatos crema, no podía imaginarlas pero de seguro llamaría mucho la atención.

Papá y mamá también estaban llenos de entusiasmo, la mañana del acto, mamá había preparado una torta de chocolate con una cubierta blanca donde  dibujara una carita infantil y escribiera El día de mi Graduación, papá, Emanuel y yo la ayudamos con los bocadillos, trufas de chocolate con chispas de colores, suspiros blancos  y crujientes al primer mordiscos, dulces con coco y guanábana, también compró en la ciudad pequeños pedazos de queso de diferentes tipos, los cuales acomodó en la mesa del comedor sobre un mantel color lila muy tenue liso arriba y en su ruedo un bordado en violeta simulando formas de frutas como manzanas y peras. En medio de la mesa colocó un florero alto con sus mejores calas, brillaban pareciendo que mamá las hubiese suavizando con aceite, las rojas las colocó de frente a la entrada y otras color entre verdoso y amarillo hacia el fondo, abrió las ventanas y corrió las cortinas color crema confeccionadas por ella misma, sacando el modelo de una tienda finísima de la ciudad, los muebles los acomodó todos hacia la pared, así que la sala quedó despejada, mama consideraba ese día importantísimo para nuestra familia, tanto así que había invitado a los vecinos más allegados, entre ellos el doctor Caster y su esposa Leticia, los Malpica quienes constituían una familia de cinco hijos y dos perros, los Guzmán López una familia recién llegada a nuestra vecindad y los familiares de Gloria y de Silvana quienes seguramente no asistirían puesto que en sus respectivas casas se realizaría un festejo. Y no sólo colocó flores sobre la mesa, se encargó de colocarlas ornamentalmente sobre la mesita de centro donde los más bellos adornar de cristal competían con el brillo de sus flores silvestres entre naranja, rosa vieja y un azul violeta. Mamá tenía las mejores rosas de la calle así que cortó una doce y las colocó en la mesita de la cocina donde había dejado la tizana para los niños y varias botellas de whisky para los adultos. Así que la mesa  del comedor provocaba, por un lado los quesos, las empanaditas, los canapés y los trozos de pizza perfectamente picados en triángulos, y por otro lado los dulces; suspiros, cocos y guanábanas así como flanes en platos muy pequeños, en el centro junto al búcaro reposaba la bella torta, sin contar  con los alones de pavo que mamá había hecho en el horno con una exquisita ensalada rusa. Era evidente que se sentía mejor que nunca, no existían en ella rastros de dolores de cabeza, tampoco ojeras, lo que sí, que el día antes, cuando llegamos del supermercado papá y yo, encontramos que había ido a la peluquería con Emanuel y luego de rebajar el lacio cabello de mi hermano también había cortado el de ella, caí como el de mi padre, sólo que con una onda femenina.

-Ha sentido mucho calor últimamente.-Dijo luego de sonreír al ver nuestra expresión.

-Luces…hermosa.-Le dijo papá y luego se acercó para besar sus labios. Mamá movió divertida la cabeza de lado a lado y luego rió, papá colocó las bolsas cerca del fregadero y luego se acercó a mí para ayudarme, mamá no me preguntó si me gustaba su nueva apariencia, pero mi corazón me decía y deseaba que se equivocara, que mamá sabía que papá conocía en realidad las razones por las que se  había cortado el cabello.

A pesar del sorprendente cambio de look, cuando salió de su habitación vestida de gris, con una falda a media pierna y en la parte superior algo muy sexy y juvenil del mismo color, el cabello corto le dio un  toque de rebeldía que ocultaba que pasaba los treinta años, giró sobre la puntas de sus pies y papá admiró sus fuertes piernas  y bien formadas caderas, la  parte superior del vestido se ajustaba a su cintura y  a su senos haciéndola lucir muy sexy, luego fue hacia una de las illas del comedor y allí tomó un chal color vino que hacía juego con la tela del vestido, la colocó con elegancia y nos sonrió a los tres que desde hacía rato la esperábamos sentados en la sala.

-¿Qué tal?-Nos preguntó

-¡Luces muy bella mamá!-Exclamé poniéndome de pié para ir hacia ella, mamá nos había  ayudado a vestir a los tres y nos obligó a permanecer  sentado en el sofá mientras ella terminaba de arreglarse. Papá vestía con mucha elegancia, pero nada muy formal, su traje azul marino y una camisa blanca debajo de la chaqueta junto con su mejor corbata azul claro, llevaba su cabello con hilos impecablemente  peinado igual al mío, mamá se había ocupado de cepillarlo la noche anterior unas cincuenta veces, lo que le dio mucho brillo, luego de vestirme y colocarme una cinta fucsia en la parte superior me sentí muy satisfecha, me agradaba mi imagen, no parecía muy infantil, como todas las niñas queríamos aparentar mucha más edad aquel día. Emanuel por su parte lucía fastidiado, mamá le había pulido el cabello con brillantina, lo peinó de lado y le alistó la camisa blanca de cuello alto, sus pecas se hicieron más visibles al igual que la nariz perfilada de que a veces se quejaba, mamá decía que la había sacado de papá ya que la mía era lo único que difería del físico paterno, se quejaba de los zapatos pero no le quedaban ajustados...

Mamá buscó una botella de champaña en la nevera y se unió a nosotros luego, de sus labios se desprendía el carmín rojo y cuando sonreía sus blancos dientes relucían.

-¡Brindemos!-dijo entregándonos a cada uno la copa alta, Emanuel se pudo de pie y muy contento porque probaría la champaña. Mamá vertió el líquido y luego de entregar la botella a papá levantó su copa.- ¡Salud! Por nosotros, por nuestra familia.-Nuestras copas se encontraban haciendo el típico ruido alegre, cada uno miró al otro y luego reímos, Emanuel había recuperado el entusiasmo y terminó hasta el fondo su copa.

Cuando llegamos al auditórium del colegio, estaba ya conmocionado, las voces se mezclaban mientras los coordinadores iban de un lado a otro, yo tomé mi lugar en la tercera hilera junto a Gloria, Silvana permanecía rígida en la hilera de adelante, su gran moño nos privaba la visión, había recogido todo el cabello hacia arriba y dejado sólo unos hilillos sueltos a los lados, representaba tener más edad, sobre todo por el esmalte rosa fuerte que aplicara a sus uñas y a sus labios, también sus mejillas las había sonrojado y las pestañas rizado. Llamó la atención de muchos niños, Silvana era una niña llamativa y dominante, miraba siempre a la cara y cuando se dirigía a una persona se encargaba de ser tomada en cuenta, en pocos días cumpliría los doce años pero los catorce le iban muy bien. Su madre, para mí, había exagerado el traje azul eléctrico con ondas en el ruedo, llevaba un armador incómodo a su lado en las butacas, pero ella les hablaba con tanta soltura que ellos no parecían apreciar la falta de espacio. Gloria y yo reíamos un buen rato mientras la observábamos, ésta al contrario de Silvana, y para mi completo asombro, había asistido discretamente vestida con un jumper aterciopelado verde como el fondo de las botellas, zapatos de patente negros y medias similares a las mías, el cabello pareció haberlo cepillado incansablemente pues la cinta del mismo verde no se movía cuando ella riendo meneaba la cabeza.

-No sé qué hago yo aquí sentada.-Se quejaba Silvana.-Mis amigas están atrás- ¿no podemos cambiar de puestos? –decía mirando a las otras niñas y niños de atrás.

-No podemos.-Le respondió uno que se encontraba a mi lado y que también estaba disfrutando del peinado de Silvana.

-Aunque sería un alivio que te pasaras al último puesto, con ese moño no nos dejas mirar bien.

Todos reímos viendo al expresión de Silvana, parecía que habían levantado sobre ella una calumnia, se volvió a estar de frente al personal docente que ya se acomodaba para comenzar y no volvió a mirarnos, a pesar que desde ahí dijo:

-Sólo quiero cambiar de puesto, mis mejores amigas están allá atrás, quiero abrazarlas cuando las llamen.

Pasaron minutos luego de aquella frase dramática y al instante el chico que le riera el peinado se levantó.

-Toma el papel con tu nombre y cambiemos de lugar, total no veré nada con tu cabeza ahí.

Silvana no se detuvo a pensar en el peinado sólo saltó de su silla y tomó el papel pegado con cinta adhesiva. El chico era bien parecido y sonreía con una dulzura que me extraño dirigieran hacia Silvana, se rodó hacia la izquierda pidiendo permiso y regalándome una sonrisa tímida, yo correspondí y esperé a Silvana que entraba por el lado derecho hecha pascuas.

-Gracias, gracias, eres un gran amigo.

El niño rió y reímos todos. Cuando se sentó quedó justo a mi lado y su traje me estorbó un poco pero no dije nada.

-¿Feliz? –Le preguntó Gloria en un tono muy bajito pues ya comenzaban a sonar los micrófonos.

-¿Acaso no me querían ustedes aquí? Porque regreso a mi antiguo puesto.

-¡Oh no! –Exclamó el chico desde la que era su silla ahora.-Yo no regreso atrás.

Parecía aquello una comedia, y muy divertida, alguien nos dijo que hiciéramos y callamos. Yo aún reía en un tono bajito cuando volteé para encontrar a mamá y papá que en ese momento saludaban a la directora, no pude evitar dejar de reír, mamá estaba muy hermosa y elegante, sin embargo, mis celos hacia la directora Monroy la hacían ver diminuta y demasiado sencilla y puedo decir que eran sólo mis celos porque al sacudir la cabeza reflexioné, la directora llevaba una falda negra nada ajustada, camisa de seda manga larga y bufanda vino que caía a un lado de sus hombros. Papá levantó la mano para saludarme y yo le sonreí, la felicidad que sentía en esos momentos no podía opacarse con mis pensamientos. Luego de un par de minutos la directora pasó frente a nosotras, tenía una elegancia tal que la hacía destacarse entre el resto del profesorado e invitados de otras instituciones que acudían como siempre a las promociones.

Poco a poco el acto se fue desarrollando, nuestra emoción crecía tras cada parlamento de maestros que detrás el micrófono expresaba sus sentimientos, muchos de los niños no continuarían en el colegio San José, tampoco vivirían más en el pueblo, las despedidas solían ser muy tristes, sin embargo, como yo no partía no me entristecía, quedaría en casa, en mi colegio, con mis amigas, mis padres y Emanuel.

El acto estuvo hermoso, mientras nos llamaban nuestras pulsaciones se aceleraban, cuando mencionaron a Silvana tardó en levantarse unos cinco segundos, quería que su traje luciera fastuoso, su peinado se destacó en los primeros pasos que dio hacía la tarima adornada en color azul rey, lo hizo muy bien, sonrió todo el tiempo y al descender por el lado izquierdo saludó a sus familiares. Imaginé cuando estuviera saliendo yo a la universidad, los aplausos serían entonces ensordecedores. Luego de unos diez minutos fui nombrada yo, otro ciclo importante en mi vida, cuando bajé Emanuel gritaba mi nombre y papá y mamá reían, momentos como este me hubiese gustado grabar para el resto de mi vida.

Cuando llegamos a casa, nos esperaban nuestros vecinos, Emanuel comenzó a corretear por el patio y el jardín con sus amigos, papá y mamá atendieron a la gente como un festín maravilloso, cada cosa que mamá preparara quedó a pedir de boca, la decoración fresca que había organizado reinaba con los rayos del sol, Gloria  Silvana pasaron por casa apenas una hora de haber llegado nosotros, llegaron solas porque sus padres también atendían a los amigos cercanos, quedaron  asombradas de los dulces y bocadillos que mamá había preparado y también quisieron un pedazo de torta.

-No sé si mamá querrá repartirla ahora, iré a preguntarle.

Les dije. Fui directo a la cocina donde pensé que estaría mamá, ya que papá sostenía un vaso de whisky en mitad de la sala.

-Mamá.-La llamé pero la cocina estaba sola. La voz de la señora Leticia venía del patio así que fui brincandito hacia allá.-Mamá…-el doctor Caster sostenía la frente de mamá mientras que la señora Leticia, su esposa, abría el grifo de agua de una batea gris que se hallaba en el patio. Me acerqué lentamente, el doctor quitó la mano de la frente de mamá y me observó.- ¿Qué le pasa a mamá, doctor?

No hacía falta que lo dijera, cuando la señora Leticia se volvió a mirarme, de sus ojos cataratas de lágrimas rodaban, brillaban sus pupilas azules como diamantes y sus labios temblaban como si un tremendo frío la recorriera. La sangre que seguramente había emanado de la nariz de mamá ahora se escapaba por el inodoro. Mientras más se acercaba más pálida la veía, ella hacía un esfuerzo para mirarme pero el doctor la detuvo obligándola a mantener la cabeza hacia atrás.

-Mami ¿qué te pasa? ¿Por qué has vuelto a sangrar?

-No hagas preguntas a tu madre ahora Victoria.-Fue una exigencia del doctor, yo ya había comenzado a llorar y hasta gemía mientras acariciaba el brazo de mi madre.

-Mi amor.-Tomó mi mano la señora Leticia.- Permite que tu madre se recupere y pueda regresar con ustedes, por favor déjala ahora

Me parecía imposible abandonar a mamá, pero sus ojos se cerraron y vi como las lágrimas rodaban hasta caer en los oídos.

-No llores mamá, voy adentro y nadie notará que no estas.

Como lo dije, lo hice. Caminé a la cocina por el pasillo, entré al baño, sequé mis lágrimas, respiré  profundo y salí nuevamente para ir a la cocina. Tomé una bandeja con pizza, acomodé mis hombros para relajarme y me encaminé a la sala, papá me sonrió cuando me vio aparecer y yo mostré la mejor de mis sonrisas.

-Mamá viene ya para partir la torta, mientras traje pizza.

Gloria y Silvana se alegraron, comieron y continuamos hablando, fui tan buena actriz que nadie descubrió que había llorado, tampoco que mamá había sangrado en el patio, pues apareció en la sala como si nada le había sucedido, me sonrió espléndida y yo le respondí, caminé hacia ella y la abracé por el talle, la protección de sus brazos devolvieron la fuerza a mi corazón que se había apagado, la sangre volvió a moverse por mi cuerpo y pude dejar escapar un par de lágrimas alegre de tenerla con fuerzas a la mitad de mi promoción. Papá se acercó también y nos abrazó.

-¿Quién toma la foto? –Preguntó en voz alta.

-Yo, dame hijo.-El doctor tomó la cámara de las manos de papá y se acomodó frente  a nosotros, los Malpica aplaudieron y los demás se hicieron el son de sus aplausos

-¡Emanuel, corre Emanuel! –Mamá agitó la mano derecha llamándolo y entre brincos se colocó entre papá y ella, mamá me abrazaba del lado izquierdo y desde su lugar el flash nos iluminó. Mamá se inclinó muy cerca de mi oído y susurró: Te amo hija, estoy muy orgullosa de ti.

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