Capítulo 3

Scott

Hoy se cumple una semana desde que tuve mi esperado reencuentro con Ashlee. Se veía hermosa con ese vestido y peinado, de eso no hay duda. Todavía recuerdo esa sonrisa que me cautivó y me enamoró cada día más. Lástima que ahora esa misma sonrisa la comparte con otro hombre y lo peor de todo es, que me doy cuenta que esa sonrisa no soy yo el que la provoca.

Ya tengo un nuevo plan en mente, pero para hacerlo efectivo tengo que llamar a Sarah, la chica con la que me acostaba cuando estuve con Ashlee y que me ayudó a robarle dinero a su novio.

Casualmente descubro que aquel novio que ella tuvo es el novio actual de mi chica. No sé si esto sea bueno o malo, pero de todas maneras lo aprovecharé y usaré a mi favor. Tengo la ventaja absoluta en este minuto, ya que este tipo no me conoce, porque solo me aparecí frente a Ashlee y su amiga.

Tomo mi teléfono, busco su contacto y le marco. Contesta al cuarto pitido.

—¿Hola? —Saluda con esa voz muy sensual.

—Hola, preciosa. Necesito verte.

—¿Quién eres? —consulta dudosa.

—¿Cómo? ¿Ya te olvidaste de mí? —contesto haciéndome el dolido, tocando mi pecho, aunque sé que ella no puede verme.

—¿Scott Hartmann?

—Sí, nena, soy yo. —Escucho que bufa ante mi respuesta; seguramente, no guarda buenos recuerdos de mí, pero no la culpo.

—¿Y qué quieres?

—Ya te lo dije, necesito verte.

—Está bien. ¿Dónde y cuándo? —pregunta de manera cortante.

—En el Hotel Royalty. En su restaurante a la una de la tarde. Te invito a almorzar.

—¡Vaya... qué impresionante! —Se mofa—. ¿Sabías que es el más caro de la ciudad?

—Claro que lo sé. Tengo planes especiales para ti.

—Me siento halagada.

—Deberías sentirte así más a menudo…, eres adorable, especial y sabes que me encantas. —Trato de convencerla, adulándola.

—Está bien. Te veo a esa hora.

—Adiós, preciosa. Nos vemos más tarde.

Cuelgo la llamada y observo la hora en el reloj de pared. Son las once de la mañana, por lo que tengo poco más de una hora para arreglarme.

Busco en mi closet uno de los trajes de Prada que me compré con parte del dinero que le robé al novio de Ashlee, el que decidí invertir. Gracias a esas inversiones ahora tengo cinco veces el dinero robado. Este traje es mi favorito, es de un azul marino de tono oscuro de tres piezas. Lo acompaño con una camisa blanca, a la que no le cierro el botón del cuello, ya que no me gusta lucirla así, me da la sensación de ahogo, por lo que solo me agrada llevarlo suelto y sin usar una corbata.

Una vez vestido, voy al baño y arreglo un poco mi cabello, pero dejándolo suelto, y con esa apariencia algo alocada que me gusta; termina siendo un look rebelde y totalmente acorde a mi estilo, pero sin perder la elegancia. Luego, me cepillo los dientes y estoy completamente listo para la acción.

Agradezco el ser hombre, ya que en momentos como este, siempre demoro muy poco. Es odioso el que las mujeres se demoren, prácticamente, horas en hacerlo.

Tomo todo lo que necesito para mi salida al hotel, incluyendo mi casco. Cierro el departamento que estoy arrendando y bajo al estacionamiento en busca de mi moto. De prisa, salgo rumbo a ese lugar, ya que está a poco más de cuarenta minutos desde donde me encuentro.

Luego de dejar mi vehículo en el estacionamiento y al entregarle la llave al encargado, llego hasta el restaurante y me siento en la barra del pequeño pub ubicado a un costado, para esperar a Sarah.

Al instante, se acerca a mí el bartender y me ofrece algo de tomar. Solo pido un vaso de whisky en las rocas, pero solicito, además, la reserva de una mesa, mientras aguardo por mi acompañante. Luego de un rato de espera, miro mi celular para ver la hora y ya son casi la una de la tarde. Lo meto nuevamente en el bolsillo de mi traje y cuando alzo la vista, puedo ver a Sarah, entrando.

Se ve muy elegante —además de sexy—, con ese vestido color plata muy ceñido al cuerpo y con un escote de infarto que puede dejar babeando a cualquiera. Su peinado está acorde, con unas pocas mechas sueltas a un costado de su rostro. Está hermosa.

Es evidente que me busca con la mirada, pero no logra encontrarme. Me pongo de pie, dejo mi vaso de whisky sobre el mesón y me acerco a ella; finalmente me ve, me sonríe y se acerca con paso decidido hasta mí.

 —¿Cómo estás, preciosa? —Saludo dándole un beso en la comisura de la boca.

—Bastante bien. Estaba deseosa de verte —responde.

—Ven, vamos a almorzar. Reservé una mesa.

—Me sigues sorprendiendo.

—Sabes que para ti siempre tendré lo mejor.

—Me agrada escuchar eso, ya que sin mí no tendrías lo que tienes. —Era de esperarse que en cualquier momento lanzara algún comentario insidioso en mi contra. Al final de cuentas, tiene razón. Sin ella, no hubiera podido robarle al ricachón de su ex un solo maldito peso. En fin, evito contestarle.

Apoyo mi mano en la parte baja de su espalda y la guio hacia la mesa que tengo reservada. Entretanto, el camarero se acerca y nos ofrece la carta. La recibimos y le menciono a Sarah que puede pedir lo que se le antoje. Por supuesto, su vida siempre ha estado rodeada de lujos, por lo que siempre se permite disfrutar de lo mejor. De pronto, una amplia sonrisa aparece en sus labios, como respuesta a mis palabras.

Ya deseo concretar parte de mi plan, para llevarla a la habitación del hotel que tengo reservada. Está demás decir que es una de las suites más lujosas que el recinto posee.

Ha pasado mucho tiempo desde que me acosté con ella, pero de igual manera me encanta su forma de entregarse a mí en la cama. Es mucho más dócil para aceptar cualquier cosa que le proponga, en comparación a Ashlee, siempre temerosa a cualquiera de mis proposiciones, por ende, el sexo con ella se volvió más aburrido. Ese fue el “detalle” que me alentó a buscar satisfacción con otras mujeres.

Después de observar por un par de minutos la carta, ya tenemos decidido qué comer, por lo que llamo al camarero y le hacemos el pedido, quien se retira, dejándonos nuevamente solos.

—¿Y bien? —Consulta la chica sentada frente a mí—. ¿Para qué me necesitas?

—Verás..., llevo mucho tiempo buscando a la chica con la que iba a casarme, hasta que por fin di con ella. Y no quiero perder mi oportunidad de que vuelva a mí.

—¿Y eso en qué me involucra?

—En que su actual novio es tu ex. —Abre los ojos sorprendida—. Pues sí, lo que acabas de oír. Casualmente, descubrí que su novio es tu ex, Christopher Adams. Que si mal no recuerdo, era el novio que tenías, al que me ayudaste a robarle dinero.

—Y todavía me siento usada por ello.

—Te lo recompensaré. Lo prometo.

—Lo dudo —aclara tajante.

—Confía en mí. Tengo una manera muy efectiva de hacerlo y sabes cuál es —menciono, a la vez que muevo las cejas de arriba abajo, rápidamente. Pero también voy a entregarle un sobre que contiene la misma cantidad de dinero que le robamos a su ex. Al menos, voy a darle ese monto para que no me lo siga sacando en cara.

No dice nada y es en ese instante en que se acerca a nosotros, otra vez, el camarero, pero ahora con nuestra comida.

Luego de dejarnos solos, volvemos a hablar de variados temas; de la vida, de lo que hemos hecho este tiempo sin vernos… En fin, la lista es larga. Pero debo reconocer que al lado de Sarah no lo pasaría mal nunca. Es una mujer excepcional.

—Me gustaría seguir conversando en un lugar más privado contigo. ¿Podemos? —pregunto cauteloso.

—Sabes que me encanta estar a solas contigo… —responde de manera coqueta, lo que hace que mi zona baja comience a tener vida propia.

—Bien. Entonces, vamos.

Me pongo de pie y voy al mesón donde está el camarero que nos atendió y le solicito que cargue el costo del almuerzo a la habitación que he rentado por esta noche. Después de verificar la información, hace lo que le pido y finalmente puedo partir con la mujer que me acompaña a la habitación del hotel que nos espera.

Al cerrarse las puertas del ascensor, lo primero que hago es besarla de manera prácticamente salvaje y marcándola como si fuera mía. Ella acepta con gusto este ataque y me sigue el juego. La verdad, hace mucho que no me he acostado con alguna mujer, por lo que mis ganas hablan por sí solas de lo que está por suceder.

El elevador sigue subiendo al piso que he marcado antes, mientras mantengo mi juego, y al sonar el timbre, indicando que hemos llegado, se abren las puertas y salimos. Rápidamente, busco la habitación que me corresponde y la abro con la tarjeta llave que me entregaron en recepción. Al hacerlo, lo único que comento es:

—La conversación continúa después.

Y vuelvo a atacarla con un beso salvaje que hace que nuestro próximo destino sea la cama king-size que nos espera.

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