1.

Mi vida.

Me levanté de la cama con ambos ojos cerrados y caminé como zombie hasta que llegué al baño que está en el pasillo, me vi forzada a abrir los ojos para encontrar la manigueta de la puerta y entrar. Me miré en el espejo y fruncí el ceño al ver mi reflejo en él, no entiendo cómo es que cada día estoy más fea, me decepciona mirarme y sé que decepciono a los demás quienes tienen que mirarme por obligación, no es como que puedan esquivar un rostro como el mío tan fácil, mis amigos dicen que me parezco a las hermanas de Marge simpsons y sé que eso no es un cumplido, aunque no estoy gorda (aún) y tampoco ando llena de pelos, creo que lo dicen es por el color de mi cabello, lo tiño de azul este año porque lo he ido cambiando de acuerdo a mi estado de ánimo, pero me di un plazo de treinta días para quitarme al fin este color, el cual se venció hoy y lo teñiré en unas horas de negro, mi color original, todo normal excepto que creo que en unos días me declararé en bancarrota. Mi situación económica es precaria y es algo irónico que una persona como yo que tiene tantos estudios encima esté a punto de perder su casa, porque gano como maestra igual que lo que gana alguien que solo limpia mesas. Así es cómo funcionan las cosas en este país para un maestro joven.

Me gradué joven y estudié en la universidad pública de Barranquilla dos carreras muy bellas: licenciatura en ciencias sociales y sociología, las hice al mismo tiempo, me quemé los ojos esos cuatro años, pero luego al terminar, mi amable vecina y amiga de mi madre, Marlene, me recomendó en la universidad privada en que trabajaba y gracias a un examen, pude ganar una de las diez becas que ofrecieron para estudiar un posgrado de un año, así el año pasado lo acabé al mismo tiempo en que trabajaba en una escuela privada de las afueras, ahí estudian solo niños ricos y francamente, son unos miserables. Pagaban una m****a de salario y eran unas m****as de personas, nos trataban mal, como esclavos y cuando pude renunciar para ir a la escuela en que actualmente trabajo, sentí que perdí diez kilos de estrés al no tener que ver más a esos malnacidos. Lo que me consolaba era saber que algún día tenían que morirse y espero que sea de una forma lenta y nada placentera.

Yo vivía con mis padres en un apartamento en una zona céntrica de la ciudad. Nuestra vida no era buena pero tampoco mala. Mamá era funcionaría en la alcaldía de puerto Colombia y papá no tenía un empleo fijo, él era músico, tocaba a veces en Bohemio, que es mi lugar favorito del mundo. Es un bar del centro en que iban personas bastante mayores a tomar cerveza, escuchar las canciones de la banda de papá o escuchar los recitales de poesía. A veces también hacían noches de cine, pero solo ponían películas independientes, entonces así que cada vez que veía una, mi pensamiento cambiaba un poco, así que cuando vi Predestination, pensé que yo podría haberme engendrado a mí misma y cuando vi Coherence, pensé en las realidades alternas, esto último me obsesiona un poco, pienso mucho en ello. Yo vivía metida allá, papá me llevaba y también llevaba a Mateo y a Lucila, quienes son mis mejores amigos desde la escuela y este año se van a casar.

Hasta mi octavo semestre de licenciatura, mi vida era feliz. Tenía amigos, un hogar y hacía poco acababa de conseguir mi primer empleo, pero todo cambió esa noche de sábado en que llegué tarde porque Mateo y yo hacíamos una de nuestras tontas coreografías de las canciones de Queen (nuestra meta aún es coreografiarlas todas), entonces entré a la sala, me quité los zapatos y vi un charco de sangre a lo lejos. Recuerdo que al ver el cuerpo de papá lleno de cortadas y a mamá tirada a un lado llorando, con un cuchillo en la mano y bañada en su sangre, mi corazón se detuvo y tuve que tomar grandes bocanadas de aire para poder mantenerme en pie, era como si viera todo en cámara lenta, como si fuera un horrible sueño, pero mi realidad estaba lejos de ello. Salí corriendo de ese lugar, bajé por las escaleras y por ir corriendo tan de prisa, me caí y rodé unos metros, ahí fue cuando me desplomé a llorar.

Esa semana me mudé a la casa de mi abuela en prado y tuve que testificar lo mismo muchas veces a la policía. No fui capaz de ver la cara de mi madre nunca más, ella ha intentado hablarme muchas veces desde la cárcel, pero no pienso contestarle nunca a esa mujer. Ella siempre se sintió frustrada por el ideal machista de que papá debía ganar más que ella y siempre se lo echaba en cara, pero jamás llegaría a pensar que todo acabaría de esa horrible manera y menos por las falsas excusas que dio en la corte. Alegó que papá la maltrataba, ¡eso es mentira! Papá era la persona más amorosa y sobreprotectora del planeta, tal vez por eso yo soy así, no lo sé, pero mamá me quitó a mi mejor amigo, a la persona que siempre me apoyó y aconsejó cuando lo necesité. Nunca la voy a perdonar.

Entonces me mudé con la abuela Teresa, mamá de papá y cuando murió el año pasado, su casa y su auto pasaron a ser míos, ella sabía que le quedaba poco tiempo y antes de morir, arregló todo de forma legal para no dejarme en el aire. Personas como papá y ella, son del tipo con las que nunca más podré cruzarme en mi vida. Ahora me entienden cómo me duele estar a punto de perder la casa de mi abuela, esa en que ella fue feliz con mi abuelo y papá, por tener un empleo mal pagado. No era en realidad que pagaran tan poco, pero aun estando la casa a mi nombre, era muy costosa de mantener, es en un vecindario costoso y las casas republicanas de Barranquilla requieren cuidados especiales tanto por el tamaño como por el estrato.

Entonces después de mucho meditar la propuesta de la señora Marlene, decidí aceptar. Debía hacerlo, no podría vivir si pierdo la casa que me dejó mi abuela. Ella trabajaba con mamá y a veces salían con papá y su esposo a beber, ellos son una pareja de lo más genial y me llevaba de maravillas con ellos. El señor Salomón siempre olía a chocolate y ella me traía cada semana cupcakes decorados del color que tuviera el cabello en ese momento, los quería muchísimo, pero no me gustaba todo de ellos. En una de las ocasiones llevaron a un cuatro ojos de unos once años a visitarnos. Era su hijo, Roman, el niño más pesado y exasperante del planeta. Para ese momento yo era menor de edad también y cuando los vi sentados en la sala, saludé al niño de forma cordial, me agradó hasta ese momento, pero cuando entré a mi habitación, vi que todo estaba diferente. Las cosas estaban organizadas por color, tamaño y forma, había una especie de sticker gris en la pared con la letra “R” entonces vi al niño de pie en la puerta y me miraba de forma juzgante. Me dijo que yo era una cochina, desordenada y que era preferible no cagar en tres días que tener que verme. Quise matarlo en ese momento, romperle los lentes y saltar cuerda sobre su cuerpo, pero me contuve.

Así odiaba cada vez que lo llevaban, me exasperaba con sus comentarios crueles, siempre decía que yo era fea, que me parecía a los zombies del video thriller de Michael Jackson y un día me cansé, cuando él ya tenía unos doce años y una tarde en que visitamos la casa de la señora Marlene y salomón, me metí en su habitación y le desordené todo por completo y le dibujé la letra “U” en la pared. Roman tenía la costumbre de que firmaba, por decirlo de alguna manera, la escena del crimen. El tonto tenía la costumbre detestable de dejar un sticker que el mismo hacía en cada cosa mala que hacía, lo dejó cuando ordenó mi habitación, lo dejó cuando recortó mis jeans, también cuando volteó mi cama por completo y lo dejó cuando puso una foto de su padre en el fondo de pantalla de mi computadora. Papá me decía que le tuviera paciencia, que él no era normal y por eso intenté hacerlo, pero me costaba, de verdad. Él tenía autismo y era obsesivo compulsivo, aunque eso no afectaba sus calificaciones, el pequeño era todo un genio y eso lo hacía peor. Aunque poco hablaba, lo escuché hablar en contadas ocasiones, pero cuando lo hacía, solo era para ofenderme.

Marlene y Salomón debían irse a Salamanca, España por cuestiones de trabajo. Hace un par de semanas me pidieron cuidar a Roman, que se quedara en mi casa en el último año que le faltan de escuela porque el con su problema, no puede cambiar de escuela, no se adaptaría en otra y me dijeron que me pagarían por hacerlo. Necesitaban que alguien cocinara para él, a alguien que esté pendiente de sus medicinas, de llevarlo al psiquiatra, a la escuela, es básicamente como ser su mamá, porque una niñera no vive con el niño que cuida. De inmediato les dije que no porque no lo aguanté cuando era pequeño, ahora menos podría hacerlo cuando ya tiene diecisiete años, debe estar gigante, no los he visto desde que ocurrió lo de papá… no pensé aceptar, pero debía hacerlo, con ese dinero que me ofrecen ya no pasaré necesidades, me di cuenta de que debía intentarlo al menos, hacer que funcione.

Entonces tomaba mi segundo café de esa mañana, en el césped de la entrada y Mateo y Lucila estaban a mi lado.

-Si es un genio como dices, podrá hacerme entender por qué Dios te hizo tan bella.-Bromeó Mateo y ambos rieron.

-Ya sé que me parezco a Patty y a Selma. –Esto era una broma entre nosotros. Yo sé en el fondo que no soy fea, tampoco es que sea una modelo, pero sé que me veo bien, por eso nunca he tenido problemas para salir con alguien. Como mencioné anteriormente, tiño mi cabello, pero originalmente es negro y hoy regresará a su color original, soy blanca, delgada, pequeña, no tengo muchas curvas y heredé los ojos verdes de papá. Sé que no soy tan horrible, pero me siento como tal. Tengo muy baja autoestima porque mi vida en sí es una m****a, más adelante relataré porqué aparte de las razones obvias.

-Es broma amiga, tú no les llegas ni a los talones a ellas. –Le jalé el pelo a Lucila y en ese momento vi el auto del señor Salomón detenerse en frente de mi casa.

-Vaya jovencito, ¿será heterosexual? –Bromeó Mateo y vi en ese momento en la dimensión de problema en el que me había metido.

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