Capítulo 1

Dmitriy Vólkov.

—Jefe… —exclama. Quito la mirada de mi MacBook para penetrarla a mi escolta personal.

—¿Qué pasa? —espeto sin ningún gesto de emoción en mi rostro.

—Oliver, está cerca —señala.

 Estamos pasando por el puente del palacio y observo la dirección en la que  Eduard me señala.

—¡DETENTE!  —ordeno. Sin repetirlo se detiene, Eduard se comunica con los demás escoltas que están delante y detrás de nosotros. Con solo la mirada le digo mil palabras, no me gusta gastar mi tiempo en palabras vanas, por lo tanto tengo mi personal autosuficiente para comprender lo que es bueno o malo para mí.

Me repugna personas mediocres y sobre todo los que se meten delante de mí. Dejó a un lado la MacBook y decido bajar del auto, pero antes que seda un paso fuera del él, mis hombres ya se encuentran afuera con el único propósito de asegurar la zona. Eduard me da la señal y yo en menos de tres segundos estoy completamente fuera del auto

Con mis manos sacudo mi esmoquin Gucci y me permito ubicar a la presa que será comida de mi pardo. 

Mis hombres se ponen alerta de cada paso que doy. El aire fresco de la noche golpea mis mejillas y procuro apresurar lo que de un inicio debió terminar.

—¡Ayuda! ¡Ayuda! —grita. 

El hijo de puta tienen acorralada a una mujer, ella grita con desespero, y él y su hombre disfrutan de los sollozos y el miedo de la chica.

—Cállate hija de puta —brama. Veo como el maldito la golpea para hacerla callar.

—Por favor… No… —súplica.

—Que te calles… —espeta con furor—No tienes la mínima idea de lo que te haremos.

—Ayuda… Que alguien me ayude… —veo como los malditos empiezan a manosearla y despojarla de su ropa.

—Te follaremos entre todos y verás que te gustara —dicen entre risas—, te follaremos sin parar.

«Eso si yo te lo permito».

A pocos metros de ellos me detengo, el tiempo y espacio esta a mi favor. Y un mínimo gesto bastó para que mis hombres apuntarán con sus armas a los siete hombres que disfrutan del temor de la chica. Ellos se percatan de mi presencia y en un parpadeo  sacan sus armas apuntándome.

¡Oh, no! No tienes la mínima idea de quién soy y de lo que puedo hacer con sus miserables vidas.

—Saca a la chica de aquí —sin quitar la mirada de la chica impongo. 

—¡Oliver! —Eduard exclama—deja de divertirte y sí no sueltas a la mujer en este preciso instante…

—Y qué si no lo hago —brama—. Esta perra es mía, así que da la vuelta, maldito cretino —sonríe de manera fría y esta vez se la desquita con la chica. Le da una bofetada hasta hacerla caer al suelo.

—KRASNAYA MAFIYA (Mafia Roja) —Eduard grita. 

—Y yo soy el Rey —contradice y se suelta a reír, pero solo eso basto para que mi paciencia explotara.

—¿Qué esperan? —exclame con furor. Esto de estar debatiendo de quien eres o quién soy me provoca inercia y a la vez furia por permitir perder mi tiempo.

Todos se pusieron alerta y en ese mismo instante tiraron del gatillo, acabando a los que se atrevieron a provocarme y desafiarme, porque desde el momento que me apuntas, me señalas, me miras sin permiso y me faltas el respeto, es porque eres más que yo o simplemente  hombre muerto, y para mí no existen las segundas oportunidades.

Son tan imbéciles que se atrevieron a desafiarme con la compañía de veinte hombres de sangre fría y despiadados, cuando ellos solo eran siete mojigatos.

—Perdón… Perdón... —súplica el hijo de puta. 

—A la bodega e incluyendo a la mujer —exclamé. Doy media vuelta y me encamino hacia al auto, en unos minutos más todo esto estará plagado de policías, aunque para mí ese no es problema, ya que los tengo en mis manos.

—NO ME MATEN… POR FAVOR —suplica el maldito—Nooo… Piedad.

Me adentro al auto y todos se apresuran a seguirme, ya que en menos de dos minutos tenemos que salir de aquí. 

(...)

—¿Qué hará con la vida de la mujer? —Eduard dice con curiosidad.

Hemos llegado después de hora y media de camino, si decir ni una sola palabra salgo del auto. Me siento muy ansioso, froto mis manos y relajo los músculos de mi cuerpo.

La mujer de cabello rubio sale de uno de los autos que venían detrás de mí, me quedó quieto observando cada expresión de ella. La traen ante mí y en ese mismo instante se me agrandan los ojos, de la impresión y sorpresa. Mi corazón se estruja al verla muy frágil, la misma chica que un día se apoderó de mi corazón, la misma chica que me desafío con la mirada y con su altanería, la misma qué me dijo lo mucho que me quería con sus lindas mejillas rojas sin importar lo que soy o de donde vengo y a donde voy, la misma chica que conoce mi lado oscuro, la misma chica que se fue sin decir adiós.

¡Larisa Bogdánov!

—Por favor, no me mates… —suplica con su nerviosa y tierna voz.

Está temblando del miedo, del frío, del dolor, del asco por ser manoseada. Tiene su camisa toda destrozada, su cara golpeada… ¡Mierda! Si no hubiese llegado a tiempo. 

Reprimo todo pensamiento y de inmediato me quito el saco, y cuidadosamente lo pongo encima de ella. Se mueve hacia atrás con temor y confusión de no saber que ocurre o que me ocurre, me tenso al sentir su rechazo ante mí, pero no me doy por vencido y nuevamente lo vuelvo a intentar.

—No te lastimaré —susurro. Relajo las fracciones de mi cara—, uno de mis hombres te darán un dormitorio para que te cambies, te curen y descanses.

—No… —niega—quiero irme a mi casa por favor— se arrodilla ante mí poniendo sus manos sobre mis zapatillas.

—Levántate… Levántate si quieres irte y —alce la voz. Me inclino y la cojo de su brazo y le ayudo a levantarse—, tendrás que descansar y mañana a primera hora te llevaré donde tú quieras.

—No me matará — sisea.

—Todo el que toque un solo cabello de esta dama —exclamo—, será hombre muerto.

—NO ME MATES… —gritó el bastardo.

—Eduard...—hablo con impotencia—encárgate que la señorita tenga su dormitorio y las atenciones necesarias, y si le llega a suceder algo—penetró mi mirada en él—, tú serás quien lo pague ¡Entendiste!

Eduard, asiente y sin perder el tiempo se la lleva, me quedo quieto en la misma posición hasta que la pierdo de vista.

De modo instantáneo me transformo como la metamorfosis. Todos los que están a mi alrededor están anonadados, perplejos del trato amable que tuve hacia la chica, la queridísima Larisa.

—Si le perdonas la vida a ella, me la perdonaras a mí —espeta. 

Sin ningún pudor desabrocho delicadamente mi camisa, me despojo de ella, la extiendo y uno de mis hombres la toma. Es evidente que mi ropa no merece tener una mínima arruga y menos sangre de un bastardo y b****a como Oliver.

Me encamino hacia él y le indico a mis hombres que lo suelten… 

—Ella no es cualquier persona —bramo… comienzo a empuñar mis manos hasta sentir como crujen mis dedos y en un santiamén le dejo caer un puñetazo en su sien y con la otra en las costillas. La furia y la adrenalina se apoderan de mis entrañas, y lo único que quiero es molerlo a golpes, mis puños no se detiene y una y otra vez, hasta tumbarlo como un saco de boxeo viejo.

—Perdóname —musita. Su cara está irreconocible en su totalidad y de mis manos no se diga, mi arrebato de rabia no tiene límites ni mucho menos sentimientos.

—Te metiste con la mujer equivocada — le escupo—, además tienes meses de hacer de rata de alcantarilla—saco mi Beretta cx4. 

Sacudo mis manos que aún lloran de placer y en puño la niña y dejó que ella termine lo que yo comencé y consumimos juntos la vida de una lacra más.

Larisa.

Limpio mis lágrimas, y reprimo todo dolor que emana mi cuerpo, dejando un vacío en la profundidad de mi corazón, quedando en un estado de shock profundo.

Fui abusada y maltratada físicamente, fui manoseada, ultrajada, tratada como una de las putas baratas que existen en la faz de la tierra. Y eso se debe a mi imprudencia, solo por caminar sola en altas horas de la noche,

Pensé que mi mundo llegaría ahí, me imagine lo peor. No me importo ser golpeada, ya que lo único que no hubiese soportado es ser violada, ¡siendo virgen! Sé que una chica de 26 años en esta actualidad, ya no es virgen. Pero yo sigo esperando al chico que se robó mi corazón, ese mismo chico que abandoné. 

No negaré que sentí placer al ver como los hijos de puta caían como garrapata en fumigación.

Le doy gracias a Dios que puso en mi camino a ese hombre presuntuoso de su poder, aunque mis dudas incrementan cada vez más, ¿por qué no me mato? ¿O por qué me tiene con vida?

El hombre fortachón de cabello negro y ojos café, me acompañó hasta la habitación que determinó como una de las mejores, a los minutos vino una señora con una dulce sonrisa, ella me dio una playera y unos vaqueros, y trayendo consigo un botiquín de primeros auxilios. Sin ninguna expresión en mi rostro me siento en un pequeño banquillo permitiendo el acceso de mi rostro.

 Con la mirada perdida, ya que no estoy atenta en lo que hace y deshace la señora, pero en el fondo de mi corazón me da una alegría de sentir que alguien me está ayudando.

¿Por qué tenía que pasar por ese camino asolado? ¿Por qué el peligro siempre me acecha?

—¡Listo! —exclamó, con alegría—ahora te ayudaré a cambiarte.

—No es necesario —hable secamente—, lo siento—me disculpe.

—No tienes por qué disculparte mi niña —toca suavemente mi mejilla—, eres bellísima.

—Gracias —siento un vuelco en el corazón porque no tengo que desquitar mi furia con una señora que solo se ha encargado a ayudarme.

—Vamos, que te acompañaré a darte un baño —abro mis ojos de golpe, el horror se hace presente, como si tal la señora me estuviese diciendo, que en pocas horas moriré.

—No se moleste —me levanto de golpe—, aaah…—gimo de dolor.

Se me había olvidado que los mal paridos me habían molido a golpes, lo único que deseo es no tener una costilla rota.

—Llamaré al señor —mis ojos se abren como plato.

—Nooo… —gritó—para qué molestarlo, mejor me iré a cambiarme.

—Vaya a darse un baño y aquí le tendré la ropa, para que se cambie —la señora se levanta y me extiende una bata blanca.

Yo asiento y tomo la bata, camino cuidadosamente para evitar que el dolor muscular no me domine.

(…)

Salgo lentamente del baño, no demore nada, ya que el roce del agua me hacía estremecer del dolor inmenso.

 Al parecer la señora se ha retirado, porque la habitación está en un rotundo silencio. Inhalo y exhalo, sin querer me he quedado frente a un espejo. Deslizo mi mano al roce de las heridas de mi cara, en la frente tengo una abertura pequeña y una de mi mejilla está entre roja y morada. Me abrazo fuertemente, dándome calor y consolándome a mi misma.

Penetro mi mirada al espejo, levantó el pecho lo más que puedo y juro que esta coraza jamás la dejaré derrumbar. Siempre seré la chica fuerte, y la que se arriesga a todo por el todo. Doy media vuelta y me encamino a la extensa y asolada cama.

¿Qué es la mafia roja? Siempre he tenido entendido que solo existe la Mafia Rusa, pero jamás la Mafia Roja. La curiosidad incremente, pero algo me dice que no rebusque algo que no se me perdió, porque es evidente que es una organización que no es de andar jugando cartas o apuestas mínimas.

(...)

—Buenos días, señorita —escucho a lo lejos—creo que está muy cansada, señor—¿Señor? Abro mis ojos de golpe y lo primero que mis ojos ven es un... ¡Hombre! El mismo hombre que me salvó. Lo raro que ahora anda con una camiseta que deja ver sus músculos y tatuaje a la imaginación de cualquiera, acompañado con un chándal. 

¡Mierda! Ha notado que me he quedado observando de pies a cabeza, me sonrojo al ser descubierta y lo único que quiero es que la tierra entera me trague.

—¿Cómo se siente? —emboza una sonrisa. ¿Por qué sonríe?

—Bien —murmuró—. Aaah...—trato de levantarme, pero el dolor en mis costillas no me dejan.

—Señora Clarisa —exclama—, llame a un médico inmediatamente—ordena.

—No… No es necesario —niego. La señora sale corriendo y sin duda la palabra de este hombre vale y es de imponer o no sé qué pasará si lo desobedecen.

—¿Quieres irte? —asiento—entonces trate de poner de su parte y no actúe como una bebé—¿Qué fue lo que dijo? Bebé mis huevos.

«Larisa, todavía eres un bebé y tú lo sabes perfectamente» ¡CÁLLATE CONCIENCIA!

—¿Me llevará a mi casa? —el maldito hombre sonríe. Tiene una maldita sonrisa sexi y demasiada coqueta.

Lo bueno de todo esto es que debato solamente con mi conciencia, porque si él escuchara todo lo que mi conciencia y yo debatimos, estoy demasiada segura que ya me hubiese tirado un balazo.

—No eres una alma cautiva —masculla con voz ronca.

—Gracias… —murmuró amablemente.

—No puedes detener a nadie, tomando en cuenta que ya sabe su camino —dice con nostalgia.

¡Obvio que es una parábola! 

—¿Puedo saber su nombre? —preguntó nerviosamente. 

—Sí quieres saber mi nombre, primero tienes que decirme qué hacías en ese lugar. 

—Por ahí queda mi trabajo y solamente pasaba por el puente porque es el camino que me conlleva directamente al metro. 

—Eso quiere decir que todos los días te vas sola —habla entre dientes. 

Noto como tensa los músculos, y eso me parece extraño porque no me conoce y menos yo a él. Aunque eso no quiere decir que por ser un mafioso no tenga sentimientos, ya que es todo lo contrario. 

Por qué un día llegué a conocer el amor de un joven antisocial, serio, odioso, presuntuoso, de carácter indomable, exactamente con una coraza indestructible. ¿Qué pasó con él? 

¡Eres estúpida Larisa! Recuerda que lo dejaste porque tus padres se mudaron y porque tenías que buscar trabajo para ayudarlos. 

Mi subconsciente es muy amoroso y, más si me recuerda los momentos más grises de mi vida. 

Espero que ese chico que tanto anhelo encontrar, algún día me perdone por irme sin decirle adiós o hasta pronto. 

Reprimo un sollozo y me levanto de la cama, no quiero que ningún hombre vea la debilidad de una mujer y menos la mía.

—Le agradezco por la ayuda, señor —murmuró.

Quedo frente al ángel que me salvó la vida, mi mayor virtud y mi castidad, me quedo quieta al ver que mis ojos quedan frente a sus voluptuosos músculos, ¿Por qué soy tan pequeña? O por qué él es un gigante musculoso. Alzo la mirada toda sonrojada y me percató que él no despega su mirar. 

—Eres muy terca —espeta. 

Hmm… Esa frase no es muy común… Sacudo mi cabeza y elimino todo pensamiento, ya que él jamás sería la persona que llevo en mi corazón. 

Oh, por Dios... ¡Larisa, estas en bata! Mis nervios sobresalen y lentamente me voy poniendo blanca como el papel. 

Siento vergüenza que él me vea así. 

¡Obvio, que te vea mechuda y en paños menores¡¿Dónde quedaron tus principios? ¡CÁLLATE CONCIENCIA! Porque eso solo lo diría mi papá o mi mamá. 

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