Disculpa

— Tome asiento, Srta. Wilson — pidió a lo que cerré la puerta de la oficina. Hice lo que dijo y me senté frente a él —. Ahora bien, le pido una disculpa por lo que ocurrió hace un momento en el baño y por las palabras que le dije en cuanto a su apariencia — se me quedó viendo tan fijamente que los nervios crecieron en la boca de mi estómago —. Pero me gusta la sinceridad, Srta. Wilson. Su vestimenta anterior no era la adecuada para trabajar en mi empresa e incluso se ve mucho mejor sin maquillarse — tragué saliva —. Disculpe que le pregunte algo tan personal, ¿usted no se visualizó en un espejo antes de salir de su casa? — tuve la leve impresión que está aguantando una sonrisa —. No lo tome a mal, pero soy un diseñador de modas demasiado importante en la industria; no puedo darme el lujo de tener una empleada que trabaje para mí y de paso, le dé mala imagen a mi empresa. ¿Me entiende, Srta. Wilson?.

— Le entiendo perfectamente, Sr. Cooper. Créame que mi intención no es hacerle ver mal su empresa con mi apariencia; tengo clarísimo cuan importante es usted — sonrió ladeado —. Lo que no permito y se sale de lo profesional, son los insultos. Hay maneras de decir las cosas sin necesidad de ser tan... — enarcó una ceja y mordí mi labio inferior.

— ¿Tan qué? — preguntó en un susurro.

— Tan grosero, Sr. Cooper. Esa es la palabra — rió ligeramente acomodando su corbata.

— Bien. Entonces, ¿empezamos de cero? — asentí un poco más tranquila. Creí que seguiría burlándose de mí o que hablaría sobre las pechugas planas que poseo —. En una semana es el lanzamiento de la trigésima colección a mujeres de talla grande; lo que quiere decir, que debe venir conmigo al evento. Tanto usted como las demás asistentes, estarán al pendiente de cada una de las modelos asegurándosen que nada salga mal. Todos los gastos están pagos, al igual que el boleto de avión de ida y vuelta. Recuerde ir con Mariela para que tome las medidas del vestido que usará ese día. Le voy a pedir que sea puntual en el aeropuerto, ahí viajará con los demás empleados que asistirán al hotel. El hotel también está totalmente pago, y tiene una estadía de tres días en el mismo. Será un fin de semana largo, espero contar con su buen desempeño, Srta. Wilson.

— Por supuesto, Sr. Cooper. No lo voy a defraudar. Haré un excelente trabajo — sonreí.

— Eso espero — se levantó y caminó hacia una torre de papeles sobre un escritorio junto al suyo —. Por el momento, organice cada documento por fecha.

Borré la sonrisa de mi rostro y en el suyo se expandió una maliciosa.

— Sí, Señor — me levanté y caminé hacia él —. Por fecha.

Movió la cabeza y empecé a organizar cada papel. Este hombre es demasiado desorganizado. ¿Cómo le hace para encontrar algún documento que necesite urgente? Supongo que tendré que optar la misma modalidad que usaba en la productora, para que ningún documento se extravíe. Mientras organizaba papel por papel en cada una de las carpetas que marqué, el calor me sofocó. Al quitarme el chaleco y arremangar la blusa hasta mis codos, me senté en el suelo para mayor comodidad. Estaba tan entregada que no me acordaba que estaba en la oficina de mi jefe.

— Srta. Wilson, ¿qué hace ahí? — di un brinco al escuchar su voz —. ¿Por qué no toma asiento en una de las sillas?.

Miré a mi alrededor y sí, en efecto estoy en una posición muy incómoda nuevamente. Además de que Gabriela y el Sr. Cooper me ven como bicho raro.

— Lo siento, no me fijé de las sillas — tiré de la falda para ponerme en pie —. Estaba demasiado concentrada.

— De eso nos hemos dado de cuenta — Gabriela sonrió y la vergüenza se expandió por mi rostro —. Solo vine a despedirme de ti, Jane. Te dejé mi número telefónico en tu escritorio por si necesitas ayuda en algo. Puedes llamar a la hora que sea, bueno, excepto a la noche.

Me quedé viendo como el Sr. Cooper sé quedó viendo a Gabriela. Sus ojos verdes brillaron al verla sonreír tan encantadora. ¿Al jefe le gusta Gabriela? Me pregunté. Gabriela me abrazó y salió de la oficina dándole un rápido abrazo al hombre. La incomodidad estaba más que evidente en sus rostros.

— Srta. Wilson, puede retirarse de mi oficina. Mañana termina con eso — de repente volvió la seriedad del hombre.

— Sí, claro. Le deseo una buena noche Sr. Cooper — tomé el chaleco en mis manos y se me quedó viendo —. Hasta mañana.

— Hasta mañana — murmuró, y salí de la oficina con las piernas temblando. Tiene una mirada demasiado cargada.

Según llegué al apartamento me cambié y volví a ser yo, no es que no me guste usar vestidos, solo que en el campo es más de ropas cómodas. Mi hermana tiene trabajo en la noche, lo que quiere decir que me toca cuidar de mi gordito y guapetón sobrino. Después de calentar su crema de verduras me dediqué a darle su comida. Me gustaría ser madre más adelante. Mis sueños se fueron a un barranco en cuanto supe la traición de Connor. Todas sus promesas quedaron en fugaces ilusiones que destruyó en una fracción de segundo. Fue mi primer amor, ese que veía desde lejos y con solo verlo el estómago se retorcía de sentimientos. Aún recuerdo el primer beso que me dio y lo mal que lo hice, sin embargo, sus labios le enseñaron a los míos.

— ¿Qué hago pensando en eso? Sí sigo así me voy a volver a deprimir — dejé un sonoro beso en el cachete de Martín y lo alcé para cambiarle la ropa —. Cada día te pones más grande, tesorito de la tía. Sí no me caso me quedo contigo, gordito.

El niño ganguseó ante mis palabras y reí. Mis hermanos han sido de gran ayuda desde que salí de casa de mis padres, pues ellos a toda costa me querían ver casada con Connor; aún sabiendo que me había engañado. Sino fuera por ellos y por este pollito regordete, no sería una mujer feliz y fuerte ahora.

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