Capítulo 3

Ya estaban bastante lejos del hospital.

     Iban orillando el mar. El olor al agua salada, despejaba sus pulmones y el cielo, de un turquesa exquisito, sus mentes.

            Cada uno de ellos iba absorto en sus propios pensamientos, sin prestarle demasiada atención a su acompañante. Jordan pensaba como iba a cambiar su vida, había heredado una jovencita y en la peor edad; le preocupaba ser un mal ejemplo, después de todo, él se había criado muy independiente, es que su madre, la prima de Germán quien lo adoptara, había fallecido de cáncer cerebral cuando él tenía solo 11 años. Nadie se había hecho cargo de él, solo un amigo de su madre, Andrés, al que ella le había dejado el fideicomiso de Jordan, se encargaba de que tuviera una buena educación en un colegio muy estricto. Eso le sirvió para la vida, pero… ¿qué sabía él de dar afecto o de cuidar a otro ser humano?, solo lo que había aprendido con aquella mujer que decidió ser su madre, pero que solo contó con ella los primeros 8 años ya que el resto los pasó en hospitales aquejada por su cruel enfermedad. Todo eso había dado como consecuencia que tuviera una infancia solitaria y sin referentes, aunque el ama de llaves se encargó de que no olvidara los buenos valores que le había inculcado su madre antes de morir.

             Mariana, por su parte, trataba de imaginar su nueva vida, pero le era imposible, ya que ni siquiera conocía la casa donde viviría de ahora en más, ni donde estudiaría, ni si tendría amigos, o si tenía perro; de pronto miró a Jordan y preguntó.

- ¿Tienes perro o gato? – él la miró desconcertado y contestó

- No, claro que no – como si fuera obvio que la vida que llevaba le impidiera tener una mascota. Ella fijó la vista nuevamente en la carretera un poco decepcionada, entonces Jordan agregó – pero si a ti te gustan podemos tener todos lo que quieras – ella solo rió

- El que solo se ríe de sus picardías se acuerda – dijo él con tono burlón.

- No tienes ni idea…- soltó una ruidosa carcajada.

- Eres muy pequeña aún para tener picardías.-

- Tengo 17, no soy una niña, ¿acaso eres mucho más grande?

- Tengo suficientes como para ordenarte que quites los pies del tablero de mi auto.- dijo tratando de sonar enojado.

            Obedeció inmediatamente; es que tampoco quería hacerlo enojar, él se estaba portando de una manera excelente con ella.

  • Perdón, no volverá a suceder.
  • Gracias – la miró por un instante, pero retomó su atención en la carretera - no quise sonar brusco, solo que él ha sido mi familia y mi compañero de viaje durante mucho tiempo, uno llega a tomarle cariño.-
  • ¿Y una señora Jordan no hay en tu vida? –
  • Una vez casi hubo una, pero se dio cuenta a tiempo que yo era un desastre y me dejó por un amigo, supongo que era mejor opción.- sonrió entristecido
  • Seguro estás mejor sin ella, hay gente que no valora lo que tiene hasta que lo pierde. – dijo un poco melancólica. El la miró por un instante y siguió conduciendo en silencio.

             Nuevamente ambos quedan absortos en sus pensamientos, es que había tanto por resolver y adecuar, que ninguno se podía imaginar el cambio que tendrían sus vidas de ahora en más. Habían recorrido ya varios kilómetros desde su última conversación. El teléfono de Jordan interrumpió el silencio. El miró quien le llamaba y la rechazó. Al cabo de unos segundos volvió a sonar, hizo lo mismo. Pero era insistente.

  • Quien quiera que sea, deberías responderle y mandarlo al diablo o conversar con él, pues ha resultado ser persistente. – acotó Mariana. El levantó sus cejas e hizo una mueca de desagrado.
  • Tienes razón, si no contesto llamará todo el día. – volvió a sonar su teléfono – Hola, voy manejando, ¿puede esperar?- oyó la respuesta y respondió – ok, deja que orille y hablamos.- enfiló el auto para la banquina, lo apagó, miró a Mariana – ya vuelvo – y bajó del auto apartándose de él varios metros, como para que la joven no escuchara la conversación. – ¿que es lo que quieres ahora?
  • ¿Lo que quiero?, tú sabes bien lo que quiero – dijo la voz al otro lado de la línea.
  • Sí, sí, entiendo, pero es muy pronto aún, ¿no te parece? –
  • Ese no fue lo que acordamos –
  • ¿Acordamos?, si mal no recuerdo tú me dijiste voy ha hacer tal y cual cosa y tu debes hacer lo otro, nunca preguntaste mi opinión, ni si estaba de acuerdo, solo me dijiste lo que tenía que hacer. Es una locura, se salió de control, ella no era parte del plan.-
  • No pude evitarlo, discutió con su madre y no abordó el avión a tiempo.
  • Y me llamaste, como siempre, para que arregle tus matetes.-
  • ¿Que otra cosa podía hacer? Dime…

            Jordan por un momento volteó y miró hacia el coche, Mariana seguía allí, sumergida en su música, sin enterarse de nada.

  • Bien, como siempre veré como lo arreglo, ahora déjame que lo piense, no me llames, yo lo haré cuando tenga algo más en claro. Ahora debo seguir el viaje en plan de tío abnegado.
  • Gracias, Jordan, de verdad.
  • Sí, sí… adiós - cortó la llamada y en un trotecito regresó al auto. – Disculpa, pero era del trabajo, es que, como estoy demorando, hay gente nerviosa. Pero ya les dije que me tomaría unos días libres, así que espero no me llamen más.

            Ella le miró y asintió con la cabeza, entonces Jordan puso en marcha el auto y continuaron su rumbo.

  • ¿Tienes hambre? – preguntó Jordan al cabo de un largo rato.
  • Si, a decir verdad… sería capaz de comerme a una vaca entera.- respondió Mariana de manera ansiosa.
  • ¿Vaca?... no, nada eso, de ahora en más todo comida vegana- lo miró horrorizada
  • ¿En serio? – él echó a reír a carcajadas
  • ¿Estás loca?, ¿acaso tengo cara de vegano? – replicó riendo – Mariana, soltó un largo suspiro
  • Por un momento me asustaste. No se juega así con alguien con hambre, puedes hacerte odiar de por vida –
  • Pero ver tu cara de horror valió la pena – ella le propinó un golpe de puño en el brazo –
  • Uch… ¡eso dolió!, ¿eres karateca o algo así? – preguntó mientras se frotaba la parte dolorida con la mano contraria
  • No, que va… pero mi papá me enseñaba a defenderme, decía que al cumplir los 18 me llevaría al campo de tiro – sus ojos se llenaron de lágrimas – creo que ya no va a ser – miró por la ventana hacia fuera.
  • Descuida, yo te llevaré y no esperaremos a los 18, conozco al dueño de uno y no tendremos problema – él trató de sonreír. Ella lo miró complacida y pensó “-otra vez tratando de complacerme, genial”. Y le sonrió ampliamente.

            Al fin se detuvieron en un restaurante. Mariana casi corrió hacia el baño, es que no se había detenido en horas, solo cuando Jordan hablaba por teléfono, pero le pareció poco  decoroso hacer al costado de la ruta, así que aguantó, pero ya no podía más. Jordan fue quien eligió el sitio donde sentarse, lo hizo al lado de la ventana. Miró cuidadosamente la carta. Se acercó la camarera.

  • Buenos días, joven, ¿qué le traigo?
  • Hola, buenos días. Quisiera un salpicón de pollo, papas fritas y un refresco cola. Esta mi sobrina en el baño, así que tendrá que volver por su orden. – la camarera asintió con la cabeza, anotó su pedido y se marchó. En eso llega Mariana, ya más liberada.
  • ¿Pediste para mí?
  • No, Mariana, ya estás grande para que te pida la comida, pues mira la carta y elige.
  • Muy bien, mmm… - Empezó a mirar la carta – con el hambre que traigo me comería hasta las hojas de la carta. – rió. Era tan linda y fresca cuando reía, hacía olvidarse de todo lo malo que había pasado y lo que seguramente vendría. La camarera volvió.
  • ¿Va ha ordenar ya jovencita? – tomo la libreta del bolsillo de su delantal y la lapicera.
  • Sí - contestó Mariana decidida – quiero el especial de carne que dice la carta con una ración doble de papas fritas y un refresco grande de cola, todo eso acompañado de pan, que me encanta –
  • Muy bien, ya traigo sus órdenes – la camarera se retiró. Mientras tanto, Jordan estaba sumido profundamente en sus pensamientos, mirando, sin mirar, por el sucio cristal del ventanal.
  • Jordan - dijo Mariana, él no respondió, ella tocó su mano – Jordan – ahora sí la miró - ¿estás bien? – él sonrió
  • Sí, sí, descuida, a veces solo me desconecto de la realidad. ¿Ordenaste?
  • Sí lo hice, espero sea rápido, muero de hambre. – lo miró pensativa – ahora, ¿A dónde vamos?
  • ¿ahora?, si no hemos ido a ningún sitio aún – rió, ella también lo hizo
  • Bueno, de alguna manera tenía que preguntar.-
  • Mira estamos yendo a mi casa, bueno, nuestra casa, solo que lo hacemos por el camino más largo, pues no creo que quisieras subir a un avión - los ojos de Mariana se llenaron de terror y se recostó al respaldo de su sillas, sus manos permanecían sobre la mesa. Él se dio cuenta de su torpeza y falta de tacto, se reclinó en su asiento y tomó las manos de la joven. – Que bruto soy, lo siento muchísimo, no quise entristecerte, perdona, por favor
  • Descuida, tendré que acostumbrarme – rodaron lágrimas por sus mejillas, lágrimas que secó con su mano de forma inmediata – es que es tan difícil, aún no lo asimilo, estábamos todos juntos y en un segundo todo se destruyó. No puedo quitarme la imagen de la explosión de mi mente, cierro los ojos y la veo, una y otra vez, y luego está la anciana…-
  • ¿Qué anciana? –
  • Estaba conmigo en el baño, ella pensó que yo tenía miedo a volar, pero cuando le dije que había discutido con mis padres, me dijo que los disfrutara ahora, que ya los echaría en falta - volvió a llorar – a veces pienso que si no me hubiera entretenido conversando con ella en el baño, hubiera abordado el avión en tiempo y forma, haciendo que muriera junto con mis padres – lo miró horrorizada – y siento alivio por eso, creo que hasta estoy agradecida de estar viva – cubrió su rostro con ambas manos – ¡Oh Dios!, soy una persona horrible… - él dejo su silla y se arrodilló junto a ella
  • Es humano sentirse así, el único instinto que conserva el ser humano es el instinto de supervivencia – acarició su cabello y secó sus lágrimas – no te sientas mal, eres humana, así sentimos y pensamos los humanos. Es más, cuando lloramos a alguien que muere, estamos siendo egoístas, pues en realidad lloramos por que ya no estará con nosotros, porque nos sentiremos solos, porque ya no haremos esto o aquello con ella, pero no por ella en sí.
  • ¿Entonces está mal llorar? –
  • No, pero esos son los motivos por los que yo no lloro a mis muertos – vino la camarera y con ella llegó la comida. Jordan se volvió a su silla – ahora come, que tu mal es hambre – ella trató de sonreír, pero lo que hizo fue una mueca. Comieron en silencio. Al retirarse del restaurante, subieron al auto y retomaron el viaje. Al cabo del un rato, Jordan fue quien rompió el silencio.
  • Haremos una parada en pocos kilómetros y pasaremos la noche en un hotel, te gustará, es lujoso y ya me conocen, así que nos tratarán como reyes, ya verás – trató de animarla un poco.-

- Eso estaría bien, ya tengo el culo chato de estar sentada en el auto – él no pudo más que soltar una estruendosa carcajada.  -  ¿Sé puede saber de que te ríes?, a mi me duele y ya, no creo que sea gracioso – dijo un poco fastidiada.

- Es que nos parecemos tanto, yo estoy así todo acartonado, tratando de hacer las cosas bien…

- ¿Hacer las cosas bien? – interrumpió

- Sí, las cosas bien, tratando de ser un ejemplo de seriedad y rectitud, una ejemplo a seguir, una imagen inspiradora, y tu me sales con que te duele el culo de estar sentada en el coche… - volvió a reír de manera descontrolada, tanto es así que contagió de su algarabía a Mariana. A ella le hacía mucho bien reír, lo necesitaba realmente.

- Llegamos. – dijo Jordan deteniendo el auto. Mariana saltó del mismo y maravillada hizo un paneo de 360º. Era un majestuoso hotel de 5 estrella, y eso porque no hay más estrellas para hoteles.

- ¿Cómo es que existe éste lugar en medio de la nada? – subió corriendo la escalinata. De inmediato vinieron a guardarle el coche y él también subió. Ya en recepción

- Dr. Reich, ¡que gusto verlo nuevamente! Y tan bien acompañado – le daba así la bienvenida el conserje

- Gracias, Julio, ella es mi sobrina, Mariana Reich y se quedará conmigo –

- ¿Nos acompañará unos días?; eso esperamos. –

- No lo sé aún, te avisaré.

- Siempre es un placer tenerlo como huésped, está en su casa, sírvase las llaves, ya le suben el equipaje. –

- Gracias nuevamente, Julio, siempre es lindo volver –

Miró a Mariana y le hizo un gesto para que lo siguiera al ascensor. Ya en el ascensor…

  • ¿Doctor, te dijo doctor?, ¿A caso eres médico y no me lo habías dicho? – inquirió Mariana
  • No, no, nada de eso, soy abogado. – respondió él
  • ¿Abogado?
  • Sí; y uno muy bueno por cierto – la miró orgulloso
  • A qué bueno, así que si me meto en líos tu me sacas de la cárcel – Jordan se puso serio
  • Nunca haré eso porque tu jamás, escúchame bien señorita, jamás harás nada tan estúpido como para caer en una cárcel-

     Ella dio un paso atrás y se atajó con las manos

  • Bueno, bueno, ya entendí. Prometo portarme bien –

            Llegaron al piso donde estaba su habitación. Entraron en la misma. Mariana la recorrió casi corriendo, estaba extasiada, era como un pequeño palacio.

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