Capítulo 4 – Bajo la lluvia.

-Sabía que iba a encontrarte aquí – Le dijo Will a Diana, mientras ella lo miraba con detenimiento.

-¿Asi que viniste a buscarme? – Inquirió con desconfianza entretanto arrugaba el ceño en su frente.

-¿Por qué lo dices de esa forma?

-¿De cuál? Solo no creo que nada de esto tenga sentido, William, es una locura que estés aquí tratando de convencer a Martha – La recepcionista – De que tengo una supuesta tía enferma que tu conoces, lo cual es lo más absurdo del mundo – Agrego – Y que por eso debes ponerte en contacto conmigo – Ella cruzó sus brazos sobre el pecho, y entonces él se acercó un poco.

-¿Qué te parece si vamos afuera? – Él la tomo del antebrazo desnudo, y se acercó todo lo que era debidamente posible.  

-Yo no quiero ir afuera contigo, es más, creí haber sido clara al respecto de esto, no quiero estar contigo en ningun sitio, no sé porque no lo puedes entender, es sencillo, ¿Qué es lo que aprenden ustedes en Yale? –  Preguntó con un aire de superioridad y arrogancia que, a él, especialmente en ella, le gustaba.

Diana no se sentía menos por estar con William, ella sabía que su valor no radicaba en todo el dinero que él podía tener y que ella no, ella sabía que era especial, su forma de hablar se lo demostraba a William, su forma de encararlo, de hacerle frente eran prueba de eso, y tal y como él veía las cosas, a ella no le interesaba servir mesas en fiestas elegantes, no le importaba en lo absoluto, la mujer era incluso arrogante, lo era porque la vida la había obligado a serlo, y porque sabía que era mejor que la vieran como alguien fría, que como alguien débil.

-¿Cómo sabes que estudio en Yale? – Le pregunto él, soltando una sonrisa de medio lado, una en la que ella de inmediato se fijó.

-Solo lo sé – Elevo los hombros con indiferencia.

-¿Has estado indagando a cerca de mí? –  Continuo con el interrogatorio, que era lo más gracioso que había hecho en toda su vida, sobre todo por la forma en la que ella rodaba los ojos e intentaba reprimir la sonrisa traicionera que se queria escapar de sus labios.

-¡Por supuesto que no! ¿Quién demonios te crees que eres? ¿Príncipe de Dinamarca?

-¿Indagarías si te dijera que de una manera muy difícil de explicar estoy ligado con la realiza europea? –  Bromeo Will.

-No, no te perseguiría, ni preguntaría sobre ti, ni haría nada que tuviera que ver contigo – Ella bufo, y entonces movió el brazo que él aún mantenía sujeto con su mano – Es solo que trabajo en la cocina, y con personas muy poco discretas, es demasiado lo que las mujeres hablan cuándo van a la cocina a fingir que quieren algo, o cuando ves a un grupo de hombres cerca de un estudio – Sentencio.

-Para mí eso se llama husmear.

-Llámalo como se te dé la gana, no he estado preguntando sobre ti y ese es punto final a esta conversación.

Diana no tomaba del todo enserio a William, ella creía que todo lo que él hacía era parte de una broma o de un espectáculo, porque asi eran los hombres como él, los hombres que en realidad no tenían mucho por lo que preocuparse, y estaba bien, la vida no siempre era amarga, pero ella por lo menos, nunca había tenido la posibilidad de tomar todo a la ligera, para ella las cosas siempre fueron demasiado serias, y eso era algo que él jamás iba a poder entender.

Sin embargo, Diana también estaba juzgando a un hombre que después de todo, en realidad no conocía, y era esa la razón por la que él iba a encontrar la forma de que ella entendiera que lo que él le iba a pedir a continuación era algo que en realidad queria, algo que había querido desde el segundo en el que ella había entrado en la cocina y lo había reñido por una botella de licor, no se trataba de solo de una broma de mal gusto, como la dedicatoria de la noche anterior.

-De verdad me gustaría poder hablar contigo un minuto – Él la soltó del brazo, no queria que ella se sintiera obligada, si Diana deseaba hablar con él, entonces lo haría, si no, ya tendría él que encontrar otra manera de acercarse. Aunque eso sin duda parecía una misión suicida.

-Debo entrar por el cheque de la noche anterior, he venido a recogerlo – Ella señalo a la puerta que había al final del pasillo.

-¿Y si te espero?

-¿Para qué?

-Ya te lo he dicho, quisiera hablar contigo, y no tengo prisa, puedo esperarte y asi podemos encontrar un sitio donde tomar un café o cualquier cosa – Soltó entretanto ella le lanzaba una mirada de completa desconfianza – Ve, yo estaré afuera asegurándome de que los asientos de mi auto no me vayan a jugar una mala pasada.

Ella lo dudó por un instante que a él le pareció eterno, pero al final asintió,

-Está bien – Respondió, para alejarse de donde estaban.

Diana entro en la oficina, y en realidad no estaba muy segura de si iba a encontrar a William allí cuando saliera. Peor le iba a dar el beneficio de la duda, después de todo, no tenia de otra, ella no era dueña del edificio, y él podía quedarse por ahí si es que eso era lo que queria.

William, por su parte, espero hasta que ella desapareciera por la oficina de puerta blanca, y entonces salió del edificio. Ese día el clima estaba particularmente extraño, estaba soleado, pero había un par de nubes amenazando el paisaje al fondo, casi como una premonición, como si algo le estuviera diciendo que se estaba metiendo en algo que no sabía cómo iba a terminar.

Pero William queria conocer lo suficiente a Diana como para dejar que nada lo detuviera, ni siquiera ella podía hacerlo, él necesitaba conocer cada uno de sus secretos, cada una de sus costumbres y pasiones, y es que el solo hecho de que ella hubiera aceptado que él la esperara, ya le había dado un mínimo de esperanza, eso era todo lo que Will necesitaba.

Diana, que salió de la oficina dando un portazo, vio la imagen de William caminando alrededor del edificio, casi parecía maniaco, y ella en ese momento ya no deseaba verlo, le acababan de recordar una de las muchas razones por las que odiaba a las personas como William.

-¿Todo está bien? – Le pregunto él, mientras ella se llevaba un par de dedos al puente de la nariz, tratando de mantenerse serena, aunque lo único que queria hacer era destruir el mundo con sus manos, si es que acaso pudiera hacerlo.

-No, no estoy bien – Ella suspiro, y movió el cheque en el aire – Esto no está bien – Dijo.

-¿Qué sucede con eso?

-Sucede que la broma que tú y tus amigos decidieron jugar anoche nos costó a todos la mitad del salario.

-¿De que estas hablando?

-De exactamente lo que te dije anoche, de la razón por la que no queria que te llevaras esa botella, pero esta vez ha sido excesivo – Ella negó, estaba decepcionada, triste y por completo defraudada.

-Solo fueron dos botellas, el valor no es lo suficientemente alto como para un recorte de sueldo a la mitad.

-Tu y yo sabemos que si – Diana soltó un bufido, que reemplazaba las lágrimas que querían salirse de sus ojos – Pero está bien, no importa, ya nos habíamos hecho a la idea de que justamente esto sucedería – Ella guardo el cheque en el pequeño bolso blanco que estaba usando.

-¿Por qué es tan importante para ti el dinero? – Se atrevió a preguntar William.

Ella simplemente lo observo con detenimiento, se hizo a la idea de que él en realidad no le había preguntado eso, y entonces soltó una risa cargada de tristeza, no era una risa feliz, en lo absoluto, era una que William sabia, de alguna manera, que le había dolido.

-Mejor vamos, has dicho que querías café, y aunque tengo que admitir que no creí que bebieras café – Aclaro – Hay una cafetería a un par de calles, ¿Vamos?

-Traje el auto – Recordó el.

-Déjalo ahí, no le pasara nada – Diana hizo un ademan con la mano derecha – Solo son cinco minutos, caminaremos.

-Entonces te sigo – Will metió las manos en sus bolsillos y camino al lado de ella, queria decirle algo, queria hablar con ella, y quizá hacerle alguna pregunta respecto a su vida, pero ella estaba enojada, y él sabía que la culpa de todo aquello era suya, asi que intentando no perturbar más la situación, él dejo que el trayecto transcurriera en completo silencio, mientras simplemente observaba la manera en la que el cielo había oscurecido por completo.

Diana tampoco dijo nada, pero si pateo algunas hojas secas que había en el camino, Will en realidad queria saber que sentía ella, queria conocer el motivo por el que cual el dinero era tan importante, como había dicho antes, él podía ayudarla en todo lo que ella necesitara, pero si queria que eso fuera una posibilidad en algún momento, entonces debía darle su espacio, porque ciertamente Diana no estaba de ánimos.

-Es aquí – Aviso ella en cuanto estuvieron en frente a una cafetería, en la que él sin duda no habría entrado de no haber sido con ella.

-Bien – Respondió, entretanto entraban y se sentaban una de las muchas mesas en el sitio.

-Aquí no hay servicio, no habrá una mesera que venga y nos tome la orden, asi que dime que quieres, y asi yo puedo pedirlo en el mostrador.

-Tomare lo mismo que tú.

-De acuerdo – Diana se alejó de él y llego al mostrador en donde estaba su buen amigo Carlos.

-Una nueva adquisición – Se burlo Carolos en cuanto Diana le pidió un par de cafés.

-En lo absoluto – Contesto rodando los ojos – Ni siquiera es mi amigo.

-¿Entonces porque lo trajiste aquí? Pensé que éramos especiales para ti, Diana.

-Sabes que lo eres, Carlos, tú y este sitio son especiales para mí, pero no para él, y eso es de lo que quiero que se dé cuenta – Carlos era un hombre especial, era grande, como ningún otro hombre que ella hubiera conocido, su piel era negra, y su sonrisa era preciosa, Carlos había sido su amigo durante mucho tiempo.

-¿De qué hablas?

-De que es un niño pijo, y tú y yo sabemos que yo estoy muy lejos de ser eso, quiero que se dé cuenta de lo diferente que somos para que me deje en paz de una vez por todas.

Carlos no le respondió a lo que ella estaba diciendo, pero se sintió momentáneamente triste por la chica.

-Ve siéntate, yo me encargare de llevarte las bebidas – Fue lo único que pudo pronunciar, ella se puso en puntitas, le dio un beso en la mejilla y volvió con William.

-Pedí un par de expresos, nos los traerán en un momento – Asevero Diana en cuanto volvió a la mesa.

-Pensé que aquí no había servicio.

-No lo hay, pero siempre hacen este tipo de excepciones por mi – Soltó como si nada.

-¿Traes aquí a todos los chicos que se te acercan interesados? – Bromeo él.

-No, pero vengo con frecuencia, queda a un par de pasos del edifico, y es bueno venir aquí y pensar.

-¿Pensar en qué?

-En la vida, en mi trabajo, en todo…En fin, ¿De qué querías hablar conmigo?

-De nada en particular, solo queria poder conocerte un poco más.

-¿Para qué? – Preguntó con un dejo de fastidio.

-Para hablar, simplemente eso, me resultas alguien interesante, Diana.

-Eso si es una novedad.

-¿A qué te refieres?

-A que he estado en montones de esas fiestas tuyas, y nunca te habías detenido siguiera a saludarme, no entiendo que cambio de ese entonces a ahora.

-No te veía porque no queria hacerlo, y debes admitir que no eres la persona más asequible del mundo, estas cerrada a todo a tu alrededor.

-Te equivocas, estoy cerrada a las cosas que sé que no me van a beneficiar en lo absoluto, a cosas que sé que no resultaran en nada bueno.

- ¿Y cómo sabes que una amistad conmigo no resultara en nada bueno?

-Porque sé que no quieres precisamente una amistad, y yo no soy del tipo de chica que se deja impresionar por un auto deportivo, o por todo el dinero que tienes, se, además, que cualquier tipo de contacto entre tu y yo es imposible.

-No tiene que serlo – Aseguro, mientras intentaba hacerle frente a la actitud a la defensiva que ella tenía.

Diana no bajaba la guardia, y eso solo le hacia las cosas más difíciles, porque él no era malo, no queria dañarla, él solo queria una oportunidad.

-Si tiene, porque asi es la vida, asi lo es todo, parece que no te has dado cuenta de lo diferentes que somos, pero hay un abismo entre tu y yo…Mientras tu estas robando botellas costosas de las casas de tus amigos, y te encierras en una cabaña a hacer Dios sabe que, yo estoy trabajando, mientras tu estas en los pasillos de la majestuosa Yale, a mí me toca quedarme en casa, ¿En serio no lo ves? – Inquirió levantando la voz.

-Lo dices como si tener dinero fuera mi culpa, yo no decidí nacer en la familia en la que nací, yo no pedí nada de eso.

-No, pero lo tienes, tienes tu realidad, tienes tu gente, tienes tu trabajo, tu vida, y yo tengo la mía, y siempre y cuando no intentemos mezclarlas entonces todo estará bien.

-Creo que tienes miedo, Diana.

-¿De qué demonios podría tener miedo yo?

-De conocerme, de darte cuenta de que no soy como crees, e incluso de enamorarte de mí.

-¡Estas loco si crees que voy a enamorarme de ti! Y no tengo miedo de nada, ¡pero no pienso arriesgarme! – Grito, mientras las personas alrededor ponían su atención en ellos.

-Entonces acepta salir conmigo y yo me retractare de lo que he dicho.

-No voy a salir contigo, no me importa lo que pienses, no es relevante para mí, no va a marcar ninguna diferencia en mi vida – Le grito.

-¿Y qué más da si lo haces? No sabes qué tipo de persona soy.

-¿Quieres saber qué tipo de persona eres? – Soltó despacio, inquietando más a William que si hubiera decidido seguir gritando – Eres el tipo de personas que por una noche, hace cosas que no sabe lo mucho que dañaran a los otros, simplemente para divertirte, no te importa nadie más que tú mismo, y gracias, pero prefiero mantenerme apartada –  Ella soltó una risa seca, y entonces se puso en pie –  Antes preguntaste para que necesitaba el dinero, pues bien, aquí tienes tu respuesta, trabajo porque vivo sola con mi madre, porque mi padre nos abandonó en cuanto se dio cuenta de que mi mama estaba embarazada, y ella no puede trabajar, la noche anterior, tú me costaste la mitad de un sueldo que era para mi madre y para mi… Discúlpame si eso hace que me dibuje una imagen de ti.

Diana tomo su bolso y entonces salió de la cafetería, sin importarle que afuera había comenzado a llover intempestivamente, ella solo salió de ahí, como si enfrentar a la madre naturaleza resultara algo menos peor que compartir un mismo espacio con William.

-Creo que ya no necesitaran las bebidas – Dijo Carlos mientras se acercaba con una bandeja a la mesa, que estaba ocupada únicamente por William.

-No, creo que no, ¿Cuánto le debo?

-Déjelo asi, no hay problema – Respondió el hombre.

A pesar de eso, en cuanto Will paso al lado del mostrador dejo un billete encima, lo que menos queria era otra cosa por la que Diana pudiera hacerlo sentir culpable.

-¡Diana, espérame! –  Le grito, pero su voz se veía mermada por el ruido de aquella tormenta – ¡Diana! –  Corrió hacia ella y la alcanzo -¿Podrías dejar de correr?

-Está lloviendo, necesito llegar a casa, y necesito llegar a la parada de autobuses.

-¡Diana, maldita sea! ¡Detente!

-¿Qué? ¿Qué quieres ahora? –  Grito.

-De haber sabido lo que eso significaba para ti, no lo habría hecho.

-Si lo sabias, yo te dije que nos lo cobraban, pero no te importo.

-Intenté pagártelas – Le recordó.

-Si, y después intentaste usar eso para que fuera contigo, para mí, eso es muy parecido al chantaje.

-No estaba intentado chantajearte – Soltó con frustración.

-No me importa, entiende, no me interesa nada de esto, solo quiero llegar a casa – Ella se llevó las manos a sus brazos desnudos, y entonces Will se dio cuenta de la forma en la que estaba tiritando, había comenzado a hacer frio y Diana no tenía nada que la cubriera.

-Está bien, me rindo – Levanto las manos en señal de derrota – No salgas conmigo si no quieres, ódiame todo lo que creas que es necesario, pero voy a llevarte a casa y tu no pondrás resistencia.

-¿Y que se supone que quiere decir eso? – Pregunto.                   

-Que voy a dejar de perseguirte, me quedo claro que no estas interesada, no pienso convertirme en un acosador – Dijo, y ella solamente lo miro a través de la luvia, pero no dijo absolutamente nada, solo se quedó allí, de pie, empapada. – ahora por favor, súbete al auto, lo que menos quiero es enfermarme en finales – Susurro más para él que para ella.

-No puedo.

William respiro con paciencia antes de responderle, la mujer lo estaba sacando de quicio, y necesitaba llevarla a la casa, porque él no pensaba dejarla allí a su suerte.

-Diana, no te lo estoy pidiendo como un favor, te estoy diciendo, que te subas al maldito auto – Grito, esperando que ese fuera el último grito de la tarde.

Ella se quedó estática un par de segundo más, y entonces, en contra de su voluntad, camino hasta el auto y abrió la puerta del copiloto.

Will también entro en el auto, en donde encendió la calefacción enseguida, estaban empapados completamente, y necesitaban quitarse la ropa. 

-Espero que no te moleste, pero me voy a quitar la camisa – Él se deshizo de la camisa, mientras ella se mantenía en silencio, también se quitó los zapatos, las medias, y dejo todo en el asiento trasero, donde encontró un suéter lo suficientemente grande para que Diana se pusiera.

-Ten, te enfermaras si sigues con esa ropa puesta – Asevero, entretanto ella lo tomaba.

-No voy a ponerme tu ropa.

-Yo no voy a obligarte, es tu decisión – Aseguro molesto, encendiendo el motor.

-¿Dónde vives?                                                                                

-Queens – Respondió ella, muy bajito.

-Nunca he ido a Queens, asi que debes darme indicaciones.

-Te guiare en cuanto salgamos de Manhattan.

-Bien.

Diana estaba a un lado de Wiliam, tiritado por la sensación que la ropa húmeda causaba en su cuerpo, y fue justo en ese momento, en el que por fin se decidió a cambiarse.

-No mires de reojo – Le ordeno al hombre.

-Jamás pensé en hacerlo – Respondió en cuanto la vio desatar el nudo en donde su vestido se unía.

-Esto es lo más humillante que me ha pasado en la vida – Barbullo.  

William no le dijo nada, pero lo cierto era que ella estaba haciendo de eso un gran problema, podía quedarse con la ropa que tenía, podía simplemente permanecer en silencio el resto del trayecto, Diana era complicado, y él no entendía del todo sus razones, lo de la botella de licor era una cosa, pero lo de ella parecía un resentimiento personal, como si estuviera totalmente decidida a no entablar ninguna relación con él, lo cual lo inquietaba, porque aunque no la entendía, tampoco conocía el contexto real de la situación.

No sabía que la madre de Diana tenía una enfermedad incurable, no sabía que ella era lo único que su madre tenia, por ejemplo.

Diana siguió moviéndose al lado de William hasta que el vestido cayó a sus pies, y entonces se quedó en ropa interior y en el pantaloncito que tenía debajo del vestido, sobre el cual se puso la sudadera que efectivamente la cubría hasta los muslos, William era grande y Diana era más bien pequeña.

-Puedes dejar la ropa allá atrás, asi no se dañará – Diana asintió, y extendió la ropa todo lo que le fue posible junto con el montoncito de la camisa del hombre – ¿Mejor? –  Le pregunto.

-Si, gracias.

Tratando de aminorar la tensión que habría entre ellos, él encendió el estéreo del auto, a través del cual empezó a sonar una de las canciones más populares del momento. Diana se permitió relajarse un poco y entonces comenzó a tararear la canción y a dejarse envolver por el ritmo.

-¿Te gusta Maniac? – Preguntó William, aunque ya conocía la respuesta.

-Soy una chica, y esto es 1985, vi la película, Flashdance – Explicó – Por supuesto que me gusta Maniac – Ella hizo una pausa durante algunos segundos, y continúo hablando – Pero no pensé que a ti te gustara. 

-No he visto la película, pero la canción es buena – Hizo un gesto de indiferencia.

-No sabes de lo que te pierdes.

Él quiso decirle que podían verla juntos, que un día de aquellos él podía invitarla a su departamento en Yale, donde podrían pasar un rato y ella podría enseñarle la película, pero él más que nadie sabía que eso no era más que una ilusión… Una de esas que sabía que no se iban a materializar.

Otra canción comenzó a sonar, y entonces Diana lo miro con la boca abierta.

-¿De verdad esta es la música que te gusta? –  Inquirió casi que en burla.  

-¡Vamos! Foreigner es lo mejor que hay en rock alternativo – Soltó con una sonrisa, que ella imito.

-Lo sé, pero no se ve mucho de tu estilo, me sorprende – Ella continúo riéndose.

-Hay muchas cosas que no sabes sobre mí, Diana.

-Creo que si – Murmuro bajito.  

Después de esa corta charla, volvieron a envolverse en el mismo silencio de antes, mientras dejaban que las canciones se reprodujeran una tras otra, sin embargo, ya no estaba esa afilada incomodidad entre ellos, eran solo un chico y una chica paseando en un auto, ella miro por la ventana el resto del trayecto mientras le daba indicaciones, y él también se concentró en el camino, entre más avanzaban más cruda se veía esa realidad a la que él jamás había tenido que enfrentarse.

Y eso le hizo entender a William una cosa, quizá Diana era de la forma en que era, porque tenía que ser asi, porque debía cuidarse la espalda y mantenerse a salvo incluso en su vecindario, ella no podía confiar en nadie, y él no era una excepción a esa regla, y aunque no conocía el sentimiento, en ese momento, la entendió.

-Es aquí – Le informo y él disminuyo la velocidad en un viejo y algo sucio edificio.

Ella estaba dispuesta a bajarse del auto, tomo su vestido y su bolso, y estaba a punto de abrir la puerta, cuando se detuvo.

-Quiero que me escuches – Dijo con tono formal entretanto se daba la vuelta para mirarlo – Yo no te odio, y tampoco pretendo hacerlo, no tengo nada en contra de ti, pero no tengo tiempo para lo que sea que tú quieres conmigo.

-¿Cómo sabes que no tienes el tiempo si ni quiera sabes lo que quiero?

-Porque no tengo tiempo para nada, estoy tratando de entrar a una universidad, y cuando no estoy estudiando entonces estoy trabajando, y cuando no, estoy cuidando de mi madre, yo no tengo tiempo para lo que el resto de los chicos de mi edad hacen – Explico, y él se sintió mal por su situación, era injusto que ella no tuviera lo mismo que el resto, incluso que él. 

-Es respetable.

-Soy una persona complicada, William, no sería una buena amiga, ni una buena nada, y lo siento, pero asi es como son las cosas – Ella frunció los labios, e hizo un ademan.

-Lo entiendo – Asintió.

-Te devolveré el suéter en la próxima ocasión en la que nos encontremos, a menos de que lo necesites ahora, puedo subir al departamento y bajarlo.

-No te preocupes, quédate con él.

-¿Estás seguro?

-Es un suéter de Yale, tengo muchos como esos – Le dijo.

-Bien – Diana se bajó del auto, mientras él la veía desaparecer a través de las escaleras de su edificio.

Aquello le había costado decirlo a Diana, porque sabía que, en el fondo, ella si queria una historia como la del resto, a ella le habría gustado pasar tiempo con él, le habría gustado que las diferencias y situaciones no fueran tan importantes, pero no podía cambiar su realidad, mucho menos por un hombre que no significaba nada en su vida.

William siempre supo que había sido alguien privilegiado dentro de un grupo de personas bastante selecto, desde muy pequeño entendió, que no todos tenían lo que él tenía, no todos iban a los mismos viajes que su padres durante tanto tiempo lo llevaron, sabía que el mundo fuera de las paredes de su casa era bastante diferente al de los mayordomos, las fiestas elegantes y los trajes hechos a la medida, y eso no le había importado jamás, después de todo, él no había elegido, alguien más lo hecho por él.

Pero conocer a Diana lo hizo comprender, que quizá si debía importarle, sobre todo, porque no era justo, Diana probablemente jamás había tenido unas vacaciones como las suyas, Diana se había perdido de muchas cosas que él en ese momento queria darle.

Fue de esa manera, en que se le ocurrió la única forma en la que ella podía tener todo lo que se merecía, aunque fuera por una noche.

Will condujo de vuelta, pero no precisamente a Yale en New Haven, condujo de regreso a Manhattan, al lugar de trabajo de Diana, apostando por una jugada que esperaba no fuera en su contra.

En cuanto estuvo ahí, saludo a la recepcionista, le explico el motivo por el cual se encontraba nuevamente allí, y entonces, ello lo guio con uno de sus planeadores.

-William Fitz – Le extiendo la mano a la menuda mujer tras del escritorio de vidrio.

-Sandra Foster – Correspondió – He trabajado mucho con su madre en eventos previos, es extraño que no esté ella aquí – Dijo.

-Este evento no es para ella, si no para mí, estoy planeando algo pequeño, pero necesito un buen servicio.

-Por supuesto, indíqueme el número de personas y de que se trata el evento, y yo poder ofrecerle algunas opciones.

-Será una cena para cuatro, con un ambiente sencillo y acogedor, quiero que sea especial, sin parecer muy cursi, necesito que la fecha sea preferiblemente el viernes – Anuncio recordando su inminente cita el sábado con Rebeca.

-Bien – Ella anoto todo en el ordenador, y entonces él la detuvo.

-Antes de continuar con esto, tengo una única condición.

-Por supuesto ¿De qué se trata?

-Necesito que una persona en particular este allí, una de sus meseras – Sentencio.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo