Día 6

Sábado, 11 de octubre

Estiro mi cuerpo sintiéndome como una seda. No recuerdo la última vez que desperté con una auténtica sonrisa, y me fascina la sensación. Tal vez sea algo enfermo, pero no me arrepiento de lo que hice anoche. No le he hecho nada malo a nadie y si mi esposo no me da la atención que necesito, ¿por qué no darme ese regalo a mí misma?

Aunque me sentiría un poco menos culpable si el que hubiera estado en mi mente hubiera sido mi esposo, en vez de ese hombre extraño.

—Buenos días, nena. —Giro hacia la puerta y ahí está mi dulce tormento—. No dejes de sonreír por mí.

—Buenos días —digo, ignorando su comentario, y carraspeo un poco incómoda—. Ya te preparo el desayuno

—No. Descansa. Yo comí algo en el camino.

Agradezco su detalle, pero aun así me levanto. Nunca me ha gustado despertar tarde, ni siquiera cuando era una adolescente que disfrutaba de la actividad física intensa y el deporte. Hoy hay cosas que

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