Capítulo 2 Caballero de brillante armadura.

 

 En la mañana el sol brillaba, un día perfecto para la piscina, Elena pidió desayuno a la habitación y se arregló con ahínco, jamás había reparado tanto en arreglarse, ni siquiera para fiestas con vestidos de noche, al final lucía el traje de baño, las sandalias doradas, el cabello caía en ondas suelto, por último, frunciendo el ceño hacia el pareo, decidió amarrarlo a la cintura, se miró en el espejo y el único problema eran los anteojos correctivos.

   — No puedo hacer nada, con estos tacones si camino sin mis anteojos seguro me mato, o me caigo haciendo el ridículo —decidiendo que eso sería peor que partirse el cuello, se dejó sus lentes, salió de la habitación rumbo a la piscina del hotel, sintiéndose hermosa por primera vez en su vida.

   Bernhard Larsson, era el dueño de la cadena hotelera Larsson, un hombre maduro, era un eterno soltero y muy codiciado según las revistas de farándula, descendiente de padres suecos, alto de cabello rubio oscuro y ojos azules, ancha espalda y muy guapo, siempre se le veía en compañía de alguna joven actriz o modelo y las cambiaba como si fueran pañuelos, sin duda era un libertino.

   Estaba en la barra del bar junto a la piscina, este hotel El Atlantis, era su más reciente adquisición, estaba conforme con las actuales ganancias, sin embargo, lo iba a demoler antes de cambiar su nombre a Larsson, su cadena hotelera era lo mejor de lo mejor, él no se conformaba con menos. Cuando vio a la escultural joven que se dirigía a una de las tumbonas de la piscina decidió que sería su nueva conquista, con un exquisito cuerpo, piernas larguísimas y pequeña cintura, no podía pasarla por alto, llevaba anteojos que deberían estar desentonando, pero por el contrario realzaba su belleza exuberante, con un aire intelectual y un poco inocente, se encontraba solo en el hotel, ya que estaba muy ocupado con las últimas negociaciones en la compra y no tendría tiempo de entretenerse con nadie; la observó mientras se quitaba el pareo y se sentaba en la tumbona, pudo apreciarla desde todos los ángulos y se veía bien tanto por delante como por detrás, era sin duda una exquisita mujer, alta y con clase, un mozo se acercó a ella, esta dio la orden con una sonrisa, Bernhard estaba calculando cómo sería la mejor manera de acercarse, tendría que ser de forma sutil, algo en ella le advirtió que si se lanzaba lo rechazaría, en eso notó como su expresión cambiaba, se había puesto tensa, parecía querer salir corriendo, un hombre acompañado de una pequeña voluptuosa se acercó a ella, el hombre le decía algo malhumorado y la acompañante hacía pucheros tontos, mientras jugaba con su pelo, no supo porqué lo decidió, pero se levantó y caminó hacía el trío.

   Elena había llegado a la piscina, se sentía genial notando como todos los hombres volteaban a mirarla, un apuesto y sonriente mozo se le acercó a tomar su orden, ella le pidió un jugo de naranja, cuando ya se sentía cómoda disfrutando del sol, vio a Sergio con su pequeña amante.

   — No puede ser —dijo en voz muy baja.

   Elena pensaba que después de haber encarado a Sergio, este se iría del hotel, obviamente él pensó igual respecto a ella, aún no la había visto, pero sin duda lo haría ya que estaba sentada en su trayectoria, pensó levantarse y caminar en otra dirección, pero ya era tarde, no tendría otro remedio que encarar la situación.

   — Vaya, vaya… pero ¿Qué es esto? vas a seguir con los disfraces, está vez se te olvidó la peluca.

   — Pues no Sergio, estoy disfrutando de mis vacaciones —Elena se levantó—, y por cierto no tienes ningún derecho de dirigirme la palabra, sobre todo estando con ella.

   — Ahora mismo, subes a tu habitación y te cambias ¿Qué te crees? Eres mi esposa y no te vas a exhibir medio desnuda.

   — Pero bueno, es que te volviste loco…

   — ¡Buenos días! —intervino Bernhard, dirigiéndose solo a Elena.

   — Las bebidas ya vienen, mejor esperemos en la barra, ya que no estoy vestido para tomar el sol.

   Elena se quedó en blanco, curiosamente quien rompió el hielo fue la amante de Sergio.

   — Bernhard Larsson, pero es un verdadero placer conocerlo —extendió su pequeña mano y con un aleteo de pestaña se presentó.

   — Mi nombre es Esmeralda y soy su fan —dijo con una risita tonta.

  — Encantado señorita —dijo Bernhard a Esmeralda, ahora mirando a Sergio como si fuera un mosquito, extendió su mano a Elena.

   — Con su permiso caballero, los dejamos, que sigan disfrutando del sol.

   Elena tomó su mano, más por cortesía que por entender lo que pasaba, pero Sergio no estaba dispuesto a dejarlo así y tomó a Elena por el otro brazo y con voz baja, pero intimidante dijo:

  — Tú no vas a ninguna parte con nadie.

   Pero a Bernhard, no lo iba asustar este niño con aires de macho alfa.  

   — Si sabe lo que le conviene, soltará el brazo de la dama y subirá ahora mismo a su habitación, recogerá sus pertenencias y se largará de mi hotel, porque si la dama no quiere irse con ustedes, no tiene que hacerlo; tiene exactamente 20 minutos para salir o verá lo que le pasa.

   Bernhard miró hacia la barra e hizo una seña, Sergio estaba furioso.

   — ¿Quién se cree usted?  Será muy dueño del hotel, pero esta es mi esposa.

     Elena no lo podía creer. Sergio estaba muy feliz con su amante, pero ella tenía que someterse porque era su esposa.

  — Sí…, ja y ella ¿Qué harás con tu amante? mejor lárgate porque contigo no voy ni a la esquina.

   Se acercaron a ellos dos hombres que parecían murallas, con traje negro y pequeños intercomunicadores en las orejas —Bernhard los saludó.

   — Buenos días señores, esta pareja son mis amigos —dirigiéndose a Sergio y Esmeralda— y han decidido dejar nuestras instalaciones, por favor asegúrense de que en 18 minutos —dijo mirando su reloj—, salgan de aquí —haló a Elena del agarre de Sergio y la llevó con él hacia la barra del bar.

   — Esto no se quedará así —Sergio estaba furioso, pero prefirió irse antes de enfrentarse a la seguridad del hotel.

   Elena aún en shock llegó a la barra del bar con Bernhard.

   — Señor Larsson, qué vergüenza con usted.

  — Pierda cuidado, igual quería conocerla, quedar como caballero andante fue un bono extra.

   Elena se echó a reír.

 — Vaya que sí, aparte de ser el muy ocupado dueño del hotel, también se dedica a evitar problemas pasionales en la piscina.

  — Menos si debo meterme al agua, no puedo ir arruinando mis trajes. Veo que sabe quién soy. Más yo no sé su nombre.

  — Elena A…, perdón Elena Sandoval —Elena le ofreció la mano con una sonrisa apenada porque estuvo a punto de decir Arango —, debo acostumbrarme a mi apellido de soltera nuevamente.

   — Un placer Elena, Bernhard Larsson.

  — Lo sé, permítame decirle que lo admiro, obtuvo mucho éxito con sacrificio y hoy en día goza de los beneficios, no sabía que este fuera su hotel, no lleva su apellido.

  — Ya lo llevará, pero este hotel antes de ser Larsson deberá pasar por una reestructuración importante, planeo darle el proyecto a mi sobrino arquitecto, eso sí logró convencerlo que vuelva de Francia. Así que, señorita Elena usted me admira —a Bernhard se le dibujaban unas pequeñas arruguitas de risa en la parte externa de sus ojos azul brillante.

  — Pues claro que sí, desde el punto de vista profesional —ahora dijo con ironía—, pero no le diré que soy su fan.

   Bernhard se echó a reír.

   — Pues Elena déjame decirte que yo si soy por completo tu enamorado fan.

   Elena descubrió que lo pasaba realmente bien con Bernhard, este era sin duda el más escurridizo libertino y le prestaba atención por ser una mujer hermosa y no por su ingenio e inteligencia.

   — Enamorado, pero que exagerado es usted.

  — No llevas mucho divorciada Elena —Bernhard lo dijo como un hecho y no como pregunta.

   — En realidad aún no estoy divorciada, ni siquiera hemos empezado los trámites.

   — Pero, están separados.

   — Bueno, ahora sí —Elena no quería entrar en detalles de su vida privada después de todo Bernhard era un extraño.

   — Estoy seguro de la respuesta, pero debo preguntar ¿Vinieron aquí los tres juntos?

   — ¡No!... por Dios, como crees.

  — Te dije que estaba seguro de la respuesta, pero si así fuera no serían los primeros que forman un trío y luego dejan que los celos se interpongan.

  — Un trío, santa madre de Dios, que cosas dices, pero no te ves para nada escandalizado, ¿Has tenido relaciones así?

  — Cariño, tengo mucho dinero como para tener que compartir a mis mujeres, pero soy fiel a las relaciones abiertas, aunque nunca he hecho un trio, con otro hombre.

  — Supongo que si con dos mujeres.

     Elena lo miraba escandalizada, esto no era una conversación nada normal y Bernhard sonrió con picardía.

  —“Los caballeros no tenemos memoria”.

   Y así Elena volvió a sentirse cómoda conversando con Bernhard.

  — La verdad es que Sergio y yo somos de Valencia, llevamos casados tres años y me cansé de su libertinaje, así que cuando dijo que tenía que venir a Margarita por negocios, lo seguí.

  — Llegaste lo encontraste con otra y ahora él piensa que tú también viniste de vacaciones con un amante, es decir yo.

   Elena se enrojeció.

  — No es la primera vez que veo a Sergio aquí, ayer lo enfrenté y le pedí el divorcio, yo pensaba que se había largado ayer mismo, decidí quedarme, bien podría disfrutar de Margarita antes de tener que volver a Valencia y enfrentar mi divorcio, pero el perro sarnoso, pensó lo mismo.

   — ¿Estás segura de querer divorciarte? Ciertamente pudieran arreglar las cosas.

   — Es una decisión tomada, me dije a mi misma, si lo encuentro con otra en Margarita, hasta aquí lo aguanto, así soy yo, tengo la paciencia de un santo, pero una vez se me agota, ya no doy más oportunidades.

   — Pues yo estoy completamente convencido que tienes que disfrutar de Margarita, incluso me pongo a la orden para disfrutar contigo.

   — Señor Bernhard, no quiero sonar ruda, pero la verdad es que no soy como las mujeres con las que está acostumbrado a estar.

   — Estoy acostumbrado a estar con mujeres hermosas, y tú eres muy hermosa, creéme me lo puedo permitir.

   Bernhard se encontró a gusto conversando con una mujer que era decente y con principios o eso aparentaba, él iba averiguarlo.

   — Pero yo no soy así, hermosa o sofisticada, la verdad ni siquiera acostumbro usar ropa como esta, solo me compré este costoso traje de baño que para lo menos que sirve es para bañarse porque… —Elena calló, de repente se había sentido tan en confianza que estaba a punto de revelar a Bernhard, el depredador de jovencitas más notorio del país, que quería sentirse bella y sexi y no invisible y sosa como en realidad era.

   — Le querías demostrar a tu marido de lo que se perdía, o más bien querías demostrarte a ti misma que eras capaz de conseguir atención masculina en el momento que quisieras.

  — No es eso —Bernhard se acercaba mucho a la verdad, pensó Elena—, vera soy una mujer práctica, sencilla, por ejemplo, yo no uso faldas cortas, tendría que estar pendiente al sentarme, al agacharme, no uso sandalias como estás altísimas —dijo señalando las sandalias—, soy ciega como un búho, así que como podrá darse cuenta, lo que ve es un disfraz de algo que quizás en el calor del momento quería probar, pero sé que esta no soy yo.

   — Conmigo podrías ser lo que quisieras, y lo de tu vista, podrías llevar lentes de contacto y así no hay nada que tape tus ojos, son los ojos marrones más expresivos que he visto, aunque déjame decirte que el glamour y la sofisticación la brinda la mujer y no la ropa, pero claro que la ropa cara viene conmigo como beneficio.

   Elena se echó a reír.

   — Bernhard, usted no es para nada sutil.

   — Si veo algo que me gusta voy por ello, hay momentos para la sutileza y hay otros donde es mejor apostar.

   — Pero yo no me vendo.

   — Todos tenemos un precio, y créeme cariño no trato de ofenderte, es sólo que he estado en este mundo más tiempo que tú, así que dime ¿Qué haría falta, para que consideraras ser mi amiga?

  — En el sentido literal de la palabra, podemos ser amigos sin ningún problema.

  — Está bien, amigos entonces, pero Elena, puedo ser muy persuasivo.

   

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