5.Sabía que vendría a verme.

Enrico era consciente de cuál era la manada que se había trasladado a las tierras vecinas.

No obstante, esperaba no tener que coincidir con ellos, se encontraba feliz estando fuera de las leyes de los clanes. Esa era una de las razones por la que había decidido convertirse en un alfa solitario.

El único problema era que pese a que era un alfa errante, conservaba un amor muy profundo por las tierras que lo vieron nacer, por lo que siempre se encontraba cerca, así tuviera que alejarse de todas las manadas que se encontrarán cerca de esas tierras.

El aroma del nuevo alfa de la manada que había regresado al territorio se dejó sentir, indicándole que se encontraba demasiado cerca, tanto que su instinto territorial lo hizo acercarse a la casa grande en el instante mismo en el que lo vio aproximarse a esta.

Sin embargo, Enrico negó y controló su instinto protector, escondiendo su olor y presencia entre las sombras. Sabía que de no hacerlo pondría en evidencia su presencia al alfa de esa manada.

Por lo que esperaba haber escondido su presencia a tiempo, y no haber llamado la atención ni del alfa, ni su beta, porque sin duda no era lo suficientemente poderoso para enfrentarse a una manada completa.

Además, cómo alfa tenía dos opciones y ninguna de ellas le agradaba, mucho menos ahora. Que aunque no lo hubiera deseado, tenía bajo su responsabilidad a una persona.

Enrico no podía irse, al menos no hasta cerciorarse que esa persona no correría peligro.

La persona que le preocupaba era el hijo de sus patrones. Antes de irse o alejarse tenía que cerciorarse que estuviera a salvo de esa manada. Sobre todo del alfa.

Pero por ahora tendría que esperar y aguardar hasta que la fiesta en la casa de sus patrones terminará. Estaba seguro de que al día siguiente tendría la oportunidad de hablar con el joven amo.

—Sabía que vendría a verme, aunque no esperaba que viniera con una enorme bandeja de desayuno. Sabe en el predicamento que me pone el que usted desayune conmigo — bromeó Enrico al ver al hijo de sus patrones, aparecer frente a su cabaña con una gran sonrisa y una bandeja grande de desayuno en sus manos —pasa, ya tengo listo el café y el jugo de naranja recién hecho listo para el desayuno que ha traído.

Lysander no había dormido nada bien aquella noche, todo su sueño estaba lleno de imágenes extrañas en las que se perdía en medio de un bosque oscuro y varios lobos lo perseguían.

Pero los sueños no era lo único que había sido extraño, parecía que también había tenido fiebre o una subida de temperatura normal durante la noche porque se despertó completamente empapado, tanto que sacó las sábanas de su cama para que el servicio las cambiara.

Tras darse una ducha para sacarse todo ese sudor del cuerpo, Lysander corrió a la cocina y le pidió a la cocinera que le prepara una gran bandeja de dulces para ir a visitar al guarda.

Solía hacer eso después de cada fiesta, también cuando algo lo preocupaba y en ese instante pasaban ambas.

— Enrico — gritó llegando con su gran bandeja de bollos y dejándola en la mesa.

Enrico a penas había envejecido, a penas aparentaba unos pocos años más que él, tal vez 30 a lo mucho 35, pero no más y eso no sería extraño si no lo recordara con él mismo aspecto desde siempre.

— Sabes que desde niño me encanta venir a verte, a veces me gustaría vivir como tú en una cabaña en medio del bosque cuidando a los animales y alejando a los extraños.

Lysander se sentó en la mesa y tomó un poco de jugo que Enrico le había servido.

—Lo sé, aunque realmente no entiendo por qué desearías ser un pobre guardabosque como lo soy yo.

La verdad es que Enrico sabía la razón por la que el joven anhelaba la libertad que él tenía siendo un simple guardabosque, no por nada era igual a él, aunque claro, ¿Cómo lo sabría? Toda su vida lo estuvieron engañando y en gran parte era su culpa.

Enrico sabía que Lysander era Gay, más bien lo había adivinado años atrás en su adolescencia, ya que no era un simple humano, un Omega no podía sentirse atraído por mujeres, al menos no humanas y había muy pocas hembras alfa, él al menos jamás había conocido ninguna.

La única vez en que Lysander recordaba haberse enfermado y su guardabosques gracias a un preparado de plantas logró curarlo. Todavía podía recordar las fiebres altas que le provocaban dolor por todo el cuerpo y cómo, con apenas unas gotas de aquel medicamento que Enrico preparaba habitualmente para él, jamás volvió a enfermarse.

Era gracias a su medicina milagrosa que el joven permanecía ignorante a lo que realmente era, por lo que guardaba silencio escuchando atentamente lo que tenía que contarle.

— Ayer me sucedió algo muy extraño… — confesó algo avergonzado.— conocí al tipo este del que todo el mundo habla, el supuesto degenerado con un harén de amantes, creo que no le caí bien, parecía muy disgustado conmigo y ni sé por qué.

Enrico se puso en guardia justo en el momento que mencionó al hombre misterioso del que todos hablaban.

—¿Qué es lo que ha ocurrido con él? — le pregunto tratando de que su curiosidad o, mejor dicho, su molestia se notara en su expresión o en su rostro.

— También hay algo más …

Aunque realmente el guardabosque no solo se encuentra molesto, también se encontraba ansioso por lo que percibe en el chico, una fragancia que apenas es perceptible, pero que pronto se volverá un problema, sobre todo para él.

—Deberías de contarme ya, o tendrás que esperar a que regrese de mis vacaciones, me tomaré una semana, tal vez dos para visitar a la familia—mintió Enrico quien no tenía familia, pero tenía muy claro que debía alejarse del chico.

Lysander le dio un mordisco a su bollo, ya iba por el segundo, ese día había despertado con mucha hambre, era como si se preparara para un periodo de escasez o como si hubiera estado varios días sin comer nada.

— Verás — dijo tras tragar — el tipo parecía molesto conmigo todo el tiempo y cuando me dio la mano para saludarnos yo…

Sintió un escalofrío nuevamente, recorrer todo su cuerpo con el simple recuerdo de lo que había sucedido la noche anterior, el calor volvió para extenderse rápidamente por su cuerpo haciendo que la necesidad de volver a beber un poco de jugo se hiciera presente.

Bebió de su vaso y observó a Enrico sin ser consciente de que el simple recuerdo de Stefano había adelantado el desarrollo de su celo y había hecho más fuerte su aroma de Omega a punto de entrar en sus días fértiles.

—¿No hace mucho calor aquí?— preguntó Lysander desabrochándose los primeros botones de la camisa y luego remangándose las mangas.

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