8. ¡No huyas!

«¡No huyas! ¡No te permitiré huir! Ámbar»

Exclamaba Ónix en cada gruñido que daba, en cada nuevo paso que daba hacia el Omega.

En ese momento eran el depredador y su presa. El gran lobo negro no dudó en cerrarle el paso al Omega. En hacerlo retroceder justo en el momento en que iba a salir corriendo, haciendo que chocara contra su cuerpo y se cayera hacia atrás.

El cuerpo gran Ónix, más grande por un par de pulgadas, atrapó el cuerpo del Omega, de su luna bajo su cuerpo, su gran hocico lo tomó de su cuello, enterrando sus colmillos en su piel, sometiéndolo.

«¡Mío! Será mejor que no te muevas, no quiero hacerte más daño del necesario»

Le gruñó aplastándolo frotándose contra él y así empezar a quitar de su cuerpo el olor de esos otros alfas, ese olor que hacía que deseara herirlo y lastimarlo por haber dejado que otro olor se impregnara en él.

Lysander había intentado huir, pero algo en esa voz lo hizo detenerse, parecía un sueño, pero se sentía muy real, desde dentro le decía a aquella
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