Luego de bañarme y colocarme un traje de pantalón tipo taller, un poco influenciada por lo que había vivido el día anterior. Pues pensé que si tal vez me vestía con pantalón evitaría que pudiera ser objeto de manoseos y toqueteos de pervertidos que transitaban libremente a lo largo y ancho de la ciudad con total impunidad, como lo que me sucedió la noche de ayer. La rabia comenzó a moverse en mí cuál si fuera una bebida efervescente — ¡Malditos miserables! ¡Mal paridos! ¡Hijos de puta! ¡Deberían morirse todos esos desgraciados y cortarles el pene y echárselos a los perros! —vociferé en voz alta fuera de mí. Pero era cierto, hombres como ese no eran dignos de ser llamados hombres, ni siquiera seres humanos, eran peores que animales, unas alimañas asquerosas.
Respiré profundo para tranquilizarme porque en verdad me molestaba que aún siendo yo la víctima de un intento de abuso, tuviera que buscar la forma de evitar llamar la atención, como si lo enfermo de ellos fuera imputable a mí.
Un poco más calmada subí a mi auto, el muy estúpido encendió en el primer intento. Me dirigí a mi oficina no sin antes hacer cita con mi mecánico para que revisara mi auto. Quedé en llevárselo a la hora del almuerzo.
Al llegar a mi oficina decidí subir por las escaleras porque tenía nervios de encontrarme a algún socio importante del bufete que me pidiera información sobre el expediente o peor que me pidiera verlo, prefería en ese momento, recorrer diez kilómetros trotando a que eso me sucediera, quien iba a pensar que yo iba a optar en algún momento en hacer ejercicio a que mi pequeño secreto fuese descubierto. He allí otro punto de estrés para mí, enloquecería con cada asombro que me llevaba.
Era tan horrible andar con esa sensación de que “Todos saben lo que pasó con el expediente”. Me eché a reír por lo paranoica que me estaba volviendo y seguí mi recorrido hasta el piso donde estaba situada mi pequeña oficina. Entré sigilosamente por los pasillos evitando y rogando no encontrarme a nadie en mi trayecto. Cuando ingresé cerré y le puse seguro a la puerta. Ya dentro, respiré aliviada recostando toda mi humanidad en la puerta, mientras trataba de calmar mi acelerada respiración y los fuertes latidos de mi corazón.
Una vez volví a mis niveles normales de pulsaciones y respiraciones, saqué de mi portafolio los documentos, aparté los rotos y los dos folios que se me habían quemado, de los que estaban en buen estado. Busqué la cinta adhesiva y me concentré en repararlos.
Me faltaban dos para finalizar cuando tocaron la puerta de mi despacho, recogí todos los documentos con premura o eso pensé y me dirigí a abrir la puerta, me imaginé que era una colega, una asistente o secretaria, pero mi quijada casi cae al suelo de la sorpresa, cuando veo allí en la puerta de mi oficina al gran jefe, un ser que no salía nunca de su despacho, porque él era un rey, nosotros los plebeyos, él un dios del Olimpo y nosotros los simples mortales, lo que estaba pasando era realmente increíble.
Al ver mi boca abierta me dijo en forma jocosa y tuteándome por primera vez— ¡Cierra la boca Kadece! —De inmediato obedecí, pero no salía de mi sorpresa— ¡Apártate que voy a pasar!—. Exclamó con firmeza, me hice a un lado, mientras lo observaba caminar con esa pose elegante, no pude evitar escanear su cuerpo de manera rápida.
Es que definitivamente este hombre no tiene desperdicio pensé, mientras me mordía el labio inferior, con la mala suerte que al girarse me encontró infraganti comiéndomelo con los ojos, me puse roja de la vergüenza mientras él proyectaba una sonrisa ladeada — ¿Te gusta lo que ves? —interrogó acercándose.
Pero de inmediato me puse nerviosa, temiendo que pudiera realizar algunos avances que por el momento no serían de mi agrado o me pondrían en una situación complicada. Por eso me puse seria y como si no entendiera sus palabras le pregunté ¿Disculpe? ¿Se le ofrece algo señor Brooke? —interrogué con firmeza y de manera formal para establecer una distancia entre los dos. Aunque por dentro sentía que mi cuerpo era un amasijo de nervios. Se me quedó mirando y al ver que con mi tono de voz no invitaba a socializar, se puso serio y respondió.
—Es verdad, no he venido a tener ninguna plática social, vine a que revisemos juntos el expediente de la señora Michelle Jones—al escuchar sus palabras mi rostro se puso pálido y él frunció el ceño con curiosidad.
—Disculpe señorita Keen ¿Acaso dije algo malo? —interrogó el hombre arqueando la ceja, con una expresión que provocaba besarlo, enseguida me regañé “Deja lo calenturienta Kadece y concéntrate en lo que vas a responderle al papito Ruqui de tu jefe”.
—No señor, no ha dicho nada malo—expresé sin moverme, mientras Adams se quedaba esperando. Seguidamente me hizo un gesto con los ojos, pero no me di por aludida y debió repetirme la orden con palabras.
— ¿Es que no supe explicar o no me entendió?—indagó el hombre—dije que quería ver el expediente que le fue asignado el día de ayer.
Por un momento me quedé en blanco, mi lengua se inmovilizó y mi boca se negaba a emitir palabras, intenté hablar, pero me salió tan solo un graznido, llevé mi mano a la boca un tanto sorprendida y apenada, Adams se quedó observándome como si fuese una loca e insistió.
— ¿Qué parte de que quiero ver los documentos no entiendes? —me preguntó con severidad.
—No… No puedo dárselo… Se me ha quedado mi maletín en el auto—respondí al principio titubeante, pero al final conseguí terminar con firmeza.
Me observó por un par de segundos, como decidiendo si debía o no creerme, luego giró su vista a mi oficina y la recorrió con su mirada. Y segundos después yo había quedado en evidencia. Cuando recogí los documentos pensé que los había guardado todos, pero al parecer no fue así, dejé que algunos pliegos cayeran y estaban tirados en el suelo con descuido y precisamente se trataba de algunos de los que había arreglado con cinta adhesiva.
Mi jefe se inclinó y tomó los folios, los levantó del suelo, los observó por escasos momentos y luego fijo su mirada en mí.
— ¿Puedes explicarme que significa esto? Me acabas de mentir diciéndome que lo habías dejado en el auto, cuando no es cierto y están hasta reparados porque estaban rotos. Exijo que me aclares lo que está pasando —. Pronunció con un semblante que evidenciaba su cólera a tal punto que su rostro estaba color escarlata.
En ese momento me sentí como una niña traviesa a quien encuentran en su travesura y por un momento juro que desee serlo o que la tierra se abriera y me tragara y me vomitara en la China, porque eso que estaba sucediendo iba a crear más tela de juicio sobre mi capacidad y en cierto sentido le daba toda la razón, porque si yo estuviese en su lugar, tal vez reaccionaría igual o peor que él.
Yo siempre he sido una chica que me he caracterizado por mi sinceridad, de hecho no soy amiga de ocultar las cosas, soy de las que opinan que las mentiras tienen patas cortas y tarde o temprano la verdad termina saliendo a la luz. Pero esta vez, no pensé en eso, porque tengo el empeño de demostrar que soy una buena profesional y por el contrario, lo que logré es que todo se me saliera de las manos y me daba demasiada vergüenza admitir que fui una descuidada.
— ¿Entonces? Estoy esperando una explicación—exigió en un tono demasiado molesto. Definitivamente no me quedó más remedio que contarle lo que me había sucedido, por supuesto omitiendo la parte en la que el maldito pervertido casi me viola, pienso que eso era demasiado privado para andarlo divulgando, solo le dije que me habían atracado cuando estaba accidentada a la orilla de la avenida. Pero a mi jefe eso no le importó, igual se portó energúmeno.
— ¡¿Sabes qué?! —Explotó el hombre enfurecido, gritándome— Eso no justifica para nada tu irresponsabilidad, eres peor profesional de lo que pensé ¿Cómo se te ocurre deteriorar unos documentos que son sumamente importantes para un proceso? ¡Por Dios! ¡Qué caso vas a estar ganando tú! Si no tienes ni siquiera la mínima capacidad para cuidar unos malditos papeles como la vas a tener para analizarlos y salir vencedora en un proceso ¡No eres más que una mediocre! —Espetó.
A medida que lo escuchaba la rabia iba creciendo en mí y le hablé en el mismo tono que él estaba usando conmigo, me sabía a nada que fuese mi jefe, no me iba a dejar padrotear ni faltar el respeto por nadie, debía entender que fue un accidente y ninguna circunstancia justificaba sus insultos y actitud hacia mí.
— ¡Veo que quien tiene poca capacidad de entendimiento es usted! —Grité sin cohibirme— le acabo de explicar que fue un lamentable accidente producto del susto que pasé con el desgraciado atacante, pero si no lo entiende, aquí el único bruto es usted. Además no tiene ningún derecho a insultarme y a dudar de mi capacidad profesional—manifesté furiosa y roja de la ira que ardía en mi interior y cuando estaba en ese estado, veía todo rojo y continué con mi argumento—por otra parte, tenga en cuenta que el estado de unos malditos papeles no van a determinar si gano o no un estúpido caso. Ahora tenga la bondad de salirse de mi oficina, porque está invadiendo mi espacio personal—expresé mientras abría la puerta de mi oficina para que saliera.
El hombre se quedó viéndome sorprendido porque no se esperaba esa explosión por parte mía, es más Adams Brooke no estaba acostumbrado a que nadie le llevara la contraria, pero eso en estos momentos a mí me sabía a mierda, porque a la rabia que ya tenía producto de la noche anterior, se le sumaba su actitud hacia mí, que demás está decir estaba fuera de lugar y me reservaba las acciones de actuar en consecuencia.
Mi jefe me volvió a mirar de arriba abajo y queriendo tener como siempre la última palabra pronunció —Igual disfruta tus últimos días en el bufete porque no vas a ganar y tendrás que firmarme la renuncia, inmediatamente después de celebrarse el juicio—concluyó mientras tiraba la puerta al retirarse.
“A menudo las dificultades preparan a la gente ordinaria para un destino extraordinario.” C.S. Lewis.
Al verlo salir, proferí una maldición — ¡No vas a poder conmigo infeliz! Ganaré ese caso. Así tenga que coquetearles al juez y al abogado de la otra parte para que fallen a mi favor —exclamé en voz alta, aunque esto último no lo dije en serio, porque a decir verdad no estaba de acuerdo con esas prácticas que eran bastante comunes entre algunas de mis colegas, quienes se ganaban la condescendencia de los involucrados a cambio de favores sexuales.Tomé la carpeta con los documentos los puse en el escritorio y busqué el número de la señora Jones y le marqué.—Señora Jones, le habla la abogada Kadece Keen. Soy quien lleva su caso, quería preguntarle… —pero la mujer no me dejó concluir y con una voz chillona bastante chocante me cuestionó.—No la estoy entendiendo ¿C
¡Oh por Dios! Esa chiquilla me ha puesto duro con solo ver su rostro y en mi mente comencé a visualizar imágenes de ella, haciéndola mía de todas las maneras posibles. Traté de sacarla de mi mente, pero solo lo logré por menos de diez minutos, después seguía enganchado con ella.—Kadece Keshia Keen. Triple K—pronuncié en vos alta repetida veces, como un mantra, ante la mirada sorprendida de mis guardaespaldas, asistente, secretario y demás que les parecía extraña esa actitud en mí. Los ignoré. Total ¡Son una rebaño de idiotas! Y no tengo que dar explicaciones de mis actos.Hacía lo posible por fijar mi concentración en lo que estaba haciendo, pero entre el dolor de cabeza intenso y triple K, no me lo permitían. Estaba estudiando un caso de demanda de lesiones personales de un clie
Al llegar, vi una camioneta que me dio la impresión de haber visto con anterioridad, parada al frente de mi edificio, precisamente cuando esperaba que el portón se abriera, me di cuenta de que estaba siendo conducida por un hombre, pero no pude visualizar con precisión su rostro, solo sentí un susto que recorrió mi espina dorsal y causó una extraña sensación en mi cuerpo.Entré, me bajé en el estacionamiento, me paré frente al ascensor y para mi buena suerte, sus puertas se abrieron a penas llamé, me pareció extraño ver ese auto estacionado allí y múltiples preguntas surgieron en mi mente ¿Será que espera a alguien? ¿Pero a quién? Y si es un loco que está vigilándome a mí, pensé nerviosa, ¡Ay Dios mío! ¿Y si es ese hombre que supo donde vivo y comienza a acosarme, me persigue,
Esa noche dormí como un lirón, no me desperté durante toda la madrugada ni siquiera a orinar una sola vez, lo que fue una gran sorpresa, porque prácticamente soy una meona, que normalmente me levanto dos y hasta tres veces para ir al baño. Me encontraba lista, ese día me había esmerado más en arreglarme y maquillarme, pues creía que con el aspecto que reflejaría sentiría mayor seguridad. Me atavié con un vestido elegante ajustado tipo tubo, a cuadros negros y blanco, manga larga, que me llegaba un poco por encima de las rodillas y una chaqueta negra manga larga semi abierta de color azul marino que tenía como accesorio un delgado cinturón negro y por último unos zapatos cerrados, tacón medio de color azul marino. Dejé mi cabello suelto color chocolate cayendo como cascada por mi espalda y me maquillé los labios de color cereza haciéndolos ver más gruesos, me maquillé los ojos y me apliqué en mis mejillas un polvo compacto. Me coloqué sol
Me quedé mudo, inmóvil, allí frente a mí entre mis brazos tenía a triple K y sus ojos en persona eran los más hermosos que había visto en mi existencia. Me perdí en lo achocolatado de su iris, después de haberla observado lentamente de pies a cabeza y en cuestiones de segundos, sentí la reacción de mi cuerpo a sus curvas, tenía unas caderas anchas y el mejor culo que había visto en mi vida.En segundos me la imaginé desnuda, pegada a mi cuerpo, con sus hermosas piernas cruzadas en mis caderas, nuestros cuerpos sudorosos de coger hasta el agotamiento. Después de esposarla en el espaldar de mi cama boca abajo e introducirme en lo más profundo de su sexo de una sola estocada, golpetear con fuerza sus pomposas nalgas, mientras me la follo hasta volvernos locos del deseo, pero lo más extraño es que no quería llevarla al club, no, la que
Me giré hacia la voz y efectivamente era el hombre con quien había tenido un altercado. Minutos antes, nuestros ojos se encontraron y no pude evitar sumergirme en el torbellino de su mirada, tratando de encontrar una explicación mientras sentía como una especie de corriente eléctrica recorría mi espina dorsal.Enseguida él desvió su mirada de mí y la concentró en mi jefe — ¿Así tratan a sus empleados en Brooke & Millers Associates? —Lo interrogó elevando sus cejas con un tono burlesco—, pensé que la mala fama del trato al personal era de Howard Koch. Aunque debo decir a mi favor que tengo pocas damas trabajando en mi firma y te juro que nunca he llegado a lastimar a una poniéndole la mano encima por lo menos no con rabia y violencia—. Hizo una pequeña pausa con una mueca y continuo—, se me ocurren otras formas má
Respiré profundo tratando de controlar mis nervios por la metida de pata que acababa de hacer, apreté mis ojos fuertemente buscando afianzar mis ideas. Al abrirlos tenía a Howard frente a mí que me observaba con un resquicio de preocupación y con esa profunda mirada generada por esos intensos ojos que me producían inquietud y curiosidad en partes iguales.— ¿Estás bien o quieres que pidamos un receso? No tengo ningún problema. Kadece, ¿Si quieres aún podemos llegar a un acuerdo y paramos este proceso aquí? Por ti soy capaz de saltarme mis propias normas—expresó mirándome con ardor y en un tono de condescendencia que me extrañó muchísimo, porque para nada coincidía con esa fama de hombre cruel e inclemente que destruía a su oponente. Si había sido un poco duro, pero con todo y eso no se parecía en nada a la
Observé como Kadece se retiraba de mi presencia con un porte de seguridad, que hizo que por primera vez en mi carrera profesional dudara de si había algo más. Solo tenía un par de horas de conocerla, pero por su actitud sabía que era una mujer bien plantada, de carácter, sin artificios. Y para bien o para mal, yo me caracterizaba por tener una capacidad de juzgar a las personas sin equivocarme, rara vez lo hacía, solo contadas excepciones, me bastaba apenas unos pocos minutos para realizarles un perfil psicológico, además de mi capacidad de inferencia, casi siempre hacía predicciones basadas en los datos obtenidos en el ambiente previo análisis y sintetización.De allí que infería, de que si Triple K decía que tenías elementos para ganar el caso, significaban dos cosas: o la habían engañado haciéndole creer que ten&ia