Capítulo cuarenta y tres:Las cosas del rey.
Como una melodía que armonizaba el ambiente, Achecar se vio caminando en la orilla del mar, viendo las olas surcar la arena.

—¿Qué haces hijo?—preguntó su padre.

—Mañana partiremos de nuevo.

—Temes no volver a casa.

—Sí.

—Sabes, siempre que iba a la mar, miraba a la orilla y veía a tu madre despedirse de mi, sabía que tenía que volver, porque me esperaba.

—¿Y ahora?

—Ella me sigue esperando. Te seguimos esperando. Porque a donde fuiste, te destruirán.

Achecar se levanto de golpe, y recordó el porque no dormía tan a menudo. Se levantó y miro su mano, recordó que en Ming-son los incompletos perdían todo por se considerados inútiles, algunos vagaban por días hasta morir de fatiga y hambre, y otros se quitaban la vida, esa idea lo atormentaba y desagradaba, se sentía culpable y triste. Pero no se atrevía a expresar tales sentimientos, nisiquiera con Charlotte.

Al amanecer, Charlotte se levanto, aunque se sentía algo cansada. Y un sentimiento extraño, siendo una mezcla rara de tristeza y al
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