Ernesto y Casandra miraban la nueva actitud miedosa de sus padres, eso era extraño porque estando prisioneros habían actuado de forma desafiante y ahora grosera, pero tras las palabras de ese extraño policía ahora estaban temblando… como si hubiera mismo al mismísimo diablo en persona.

- Pss… hermano…

- Lo sé, odio sus secretitos y esta vez no sé porque están actuando así – comentó Ernesto frunciendo el ceño.

- Hm… y dudo que nos digan – opinó Casandra en voz baja.

- Si… - Ernesto sentía una gran molestia al verlos actuar así, porque entendía que no les dijeron nada para poder afrontar este momento como ignorantes.

Pero esa era una realidad fantasiosa, porque ellos también fueron partícipes de todo el maltrato hacia la muda, ya que aprendieron a odiarla y ahora que no tenían la protección del supuesto apellido poderoso ni tenían dinero, por lo que ahora les estaban pasando la factura de todas sus acciones... algo que se negaba a aceptar.

Los padres estaban ajenos a la plática de sus h