Miradas de depredador

—Mina deja de holgazanear ya, ¿quieres que te castigue? —preguntó en voz alta Gertrude, nuestra jefa Omega.

—No, lo siento señora. —susurré y seguí limpiando el suelo de la cocina.

No era mi intención holgazanear o ser perezosa, era solo que mi mente estaba inquieta pensando en la ceremonia que se avecinaba, realmente no quería ir a ningún lado y odiaba el hecho de que cada Omega tuviera que vestirse bien y hacer todo lo posible para complacer a los Alfas.

—Haz más presión con las manos. —Me ordenó y se marchó mientras yo lo hacía.

Algunos de mis mayores temores eran ser rechazada por mi pareja o tener mi primer celo sin encontrarla.

La mayoría de las omegas de nuestra manada fueron rechazadas porque sus compañeros temían enfrentarse al alfa si éste acababa eligiendo a la misma omega, y la mayoría de las omegas que entraron en celo antes de encontrar a sus compañeras fueron entregadas a los superiores como recompensa.

Todo era un desastre y horrible, las omegas solían terminar embarazadas, si el tipo que las embarazaba era lo suficientemente amable, permitía que la Omega tuviera al cachorro, pero si era despiadado, hablaba con los alfas que decidían expulsarla de la manada o hacer que la Omega abortara a la fuerza.

Después del aborto o del exilio, muchas se volvieron locas y otras quedaron traumatizadas, no quería que me pasara eso, así que estaba muy asustada.

—Trabaja, trabaja y trabaja, no pienses mucho, aunque rara vez comes o duermes. —murmuré en voz baja para mí y luego me tensé cuando sentí que unos ojos me miraban fijamente.

Refunfuñé con fastidio y seguí fregando el suelo, en los últimos dos años me había sentido observada, en repetidas ocasiones, desde la distancia por más de una persona. Primero me pareció que era uno, luego la sensación se convirtió en dos, me esforcé por respirar su olor, pero no pude detectar nada, su aroma estaba perfectamente enmascarado o me estaba volviendo loca porque estaba pensando mucho, cada vez que me giraba o miraba a mi alrededor no veía a nadie.

Me resultaba extraño porque solo tenía esta sensación cuando no estaba cerca de alguien, era común que los betas, deltas y guerreros masculinos desearan y espiaran a las omegas hermosas, pero yo no era bonita, al menos así me veía.

Comencé a tararear mi melodía favorita y continué trabajando, cada Omega conocía su deber y cuál era su papel, en mi caso, mi trabajo consistía en limpiar la casa de la manada cada mañana, los dormitorios de los superiores estaban fuera de los límites para mí porque una omega mayor que ya había experimentado su celo era la única permitida allí.

Después de terminar en la casa de la manada, se suponía que debía ayudar a limpiar los alrededores, tras lo cual comía si tenía suerte, pero si no tenía suerte, no encontraba nada que comer.

—¡No estás emocionada! —La voz de Eva me sobresaltó.

—¡Eva! —grité sobresaltada pegando un brinco.

—Uy, perdón, ¿te he asustado? —preguntó burlonamente.

—Sí, lo hiciste. —respondí y luego me giré al sentir de nuevo que los ojos que habían estado sobre mí regresaban.

—Lo siento. —me dijo de nuevo.

—Está bien, oye, dime una cosa, cuando entraste aquí, ¿no sentiste que alguien te observaba? —pregunté.

Miró a su alrededor y luego se arrodilló a mi lado.

—Sí, claro. —susurró.

—¿De verdad? —pregunté.

—Sí, y sé quién lo hizo. —respondió ella.

Rápidamente dejé de fregar y me le acerqué.

—¿Quién? —pregunté con los ojos bien abiertos.

—Mi hambre y mi conciencia. —respondió.

La miré con rabia mientras ella se echaba a reír.

—Loca. —Me burlé.

—Deberías acostumbrarte a ese tipo de sentimientos, en primer lugar esta es una casa de manada llena de machos dominantes y en segundo lugar eres una hermosa Omega que atrae a los machos con facilidad, en tercer lugar tú...

—Suficiente. —dije seriamente y le interrumpí.

—¿Qué? —preguntó ella.

—Ya lo has dejado claro, tu punto de vista. —respondí.

—Mina, ¿Cuándo aceptarás lo que realmente eres?, el día que te abraces como Omega, ese será el día en que te ames y entiendas que has sido bendecida por la diosa para nacer como eres, vamos, levántate.

—Yo no soy como tú, Eva, tú ya estás en tu primer celo y te sientes libre ahora, tal vez aún no has conocido a tu pareja, pero el hombre que te cuidó no es otro más que el buen Cristian. —Le respondí.

Todos en nuestra manada sabían quién era Cristian, era lo que llamábamos la mano derecha de los gemelos, era como ellos, pero a la vez muy diferente, era bueno en el combate cuerpo a cuerpo, su lobo era también uno de los más grandes y fuertes de la manada, cuando se ponía serio daba miedo.

Mataba y torturaba a cualquiera que le faltara al respeto, pero cuando se trataba de mujeres era como una persona diferente, era amable, simpático y comprensivo, muchas mujeres iban a él, pero él elegía con quien quería pasar la noche, le atraían sobre todo las mujeres que tenían baja autoestima y poca confianza, no entendía por qué, pero las prefería mucho.

Eva siempre se recluía antes de su primera carrera, rara vez me hablaba y solía llorar cuando se burlaban de ella, estaba muy triste y una vez intentó suicidarse.

Cuando tuvo su primer celo se suponía que debía ser entregada a uno de los principales guerreros, pero Cristian intervino y la reclamó para la noche, con la sangre Beta corriendo por sus venas nadie se atrevió a oponerse.

Al día siguiente, Eva salió como una versión diferente de sí misma, estaba muy contenta y con más confianza de la que yo podría tener, no quise preguntarle qué había pasado durante su celo, así que me callé y decidí dejarlo pasar.

—Bueno, qué puedo decir, tuve mucha suerte. —respondió.

Me levanté y me reí discretamente.

—Tienes mucha suerte. —respondí y luego cogí el cubo de agua y el trapeador.

Levanté la vista y vi a Eva inclinándose hacia abajo. Me reí y le lancé un paño hacia ella.

—Deja de hacerte la loca. —dije en voz alta, luego me di la vuelta y me golpeé el pecho con fuerza.

Mi corazón se aceleró de inmediato, estaba tan asustada que ni siquiera levanté la vista, el hecho de que Eva se hubiera inclinado para mostrar su respeto y sumisión significaba que uno de los superiores estaba ahí.

—Ten cuidado la próxima vez y mira por dónde vas, guapa. —Sonó la voz de Cristian.

Levanté la vista rápidamente y respiré aliviada cuando me sonrió, era realmente muy agradable y bien guapo.

—Lo siento, señor. —respondí con una sonrisa.

Mi sonrisa desapareció inmediatamente cuando vi a los gemelos bajando las escaleras.

—Hasta luego, señor. —dije rápidamente y salí corriendo con Eva detrás de mí hacia afuera.

—¿Hasta luego, señor?, ¿Quién le dice eso a uno de alto cargo? —preguntó ella en voz alta.

—Me asustaron los gemelos y me entró el pánico —respondí con sinceridad—, no estaba pensando.

—¿Por qué no te harían daño a no ser que hicieras algo malo, has visto siquiera cómo eran? —Preguntó.

—No, es nuestra regla nunca mirar a los superiores a los ojos, pero hoy la rompí cuando miré a Cristian, por suerte solo miré a los gemelos sin mirarlos de cerca, solo espero no meterme en problemas.

Lancé un suspiro al viento y miré al cielo.

—Yo también. —dijo Eva y luego caminó a mi lado hacia nuestras habitaciones.

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