Olor a chocolate.

 Narrador omnisciente.

Emma estaba casi al punto de soltarse en carcajadas cuando Alaia le comunicó sobre el pedido del dichoso cliente que nunca antes había visto en su clínica, pero salió a verlo, notando exactamente qué Alaia tenía razón y que es totalmente humano, con un aura más fuerte de lo común, aunque igual no le pareció peligroso. Con su percepción eso era lo que podía notar, ya que ella es fuerte cuando está junto a su pareja, y estando él en la manada, le era difícil ver más allá de donde le permitía su poder.

—¿Te gusta el humano? —, indagó su madre con el rostro risueño y Alaia se mostró avergonzada.

—Vamos, madre, no es para nada bonito hablar de estas cosas contigo, además, aunque me guste, no podría haber nada entre nosotros. No olvides que tengo pareja destinada y ando con el sello de otro aquí. — Alaia se señaló a sí misma mostrando la marca en su cuello.

—El rey demonio ni se ha presentado, ese ser presuntuoso no merece a una linda loba como tú, y si te enamoras de un humano, a Daren el rey demonio simplemente lo puedes rechazar—, ella levantó los hombros hablándole como si se tratara de dos amigas. Dándole confianza a su hija para que pueda decidirse por lo que la haga feliz.

—Entiendo mamá, pero sabes que ese ser, según he escuchado, es malicioso y si opto por rechazarle puede que asesine a los que quiero o decida provocar esa guerra que mi padre siempre ha temido. También está el hecho que rechazando a mi pareja tendría que renunciar al deseo de ser madre, aunque con la mala fama de ese demonio y con lo tanto que lo detesto igual no tendré descendientes, ya que nunca me entregaré a una bestia como lo es Daren. —, Alaia, hablaba sin detenerse, por el hecho de que estaba empacando todos los utensilios que le había indicado Emma.

—Bueno, creo que me emocioné demasiado y no pensé en la gravedad del asunto, pero te vuelvo a decir que no te dejes llevar por las habladurías y no crees en tu cabeza a un hombre viejo o desfigurado, te aseguro que Daren es todo menos feo, él podrá ser una bestia por lo perverso que es, — le explicaba ella y Alaia frunció los labios, en un rictus de puro desagrado por qué aunque su madre le dijera que Zain, quien también es conocido por ellos bajo el nombre de Daren, no es de mal ver, ella no deja de imaginarlo horrendo.

—Tienes 19 años que no lo ves, tal vez se convirtió en ese monstruo feo, como dicen, en lapso de ese tiempo— aludió la loba contradiciendo a su madre para seguir con su creencia sobre Zain.

—Espero que el gatito de ese hombre te anime a encariñarte con los animales—, bromeó Emma cambiando de tema porque en parte Alaia tiene razón y no podía agregar nada más.

—Sabes que ni así me gustan. Lo llevo en la sangre, mi loba no compagina con ningún minino. Esto lo estoy haciendo por ti—, tras decirle eso a su madre le dio un beso y salió mostrando su mejor sonrisa.

—Llámame para darte las intrusiones y tu salida a casa de este humano será un secreto entre las dos porque en cuanto tu padre se entere de esto me lincha— le decía Emma que salió detrás de ella, siguiéndole el paso.

—Mi papá te adora. — Se giró cuando percibió que su madre de repente se había puesto nerviosa y dudaba en dejarla ir —, además el plan es que salga y aunque sea a atender a tus pacientes— dijo sarcástica.

—Ve antes de que me arrepienta— le animó su madre y ella no dudo en adelantar el paso resonando sus tacones y al pasar por el lado de Pamela le dedicó un guiño.

—Me cuentas todo a la vuelta— le exigió Pamela pensando que Zain, que estaba esperando muy cómodo sobre un sofá, de piernas cruzadas y burlándose internamente, no escuchaba nada, mientras que él escuchó hasta la conversación que Emma y Alaia habían tenido dentro del consultorio.

«Así que tengo muy buena fama» pensó riendo en su interior y en vez de molestarle lo que ha escuchado le agradó saber que la princesa de los lobos tiene claro lo que debe hacer para no enfadarlo.

Con una sonrisa ladina la recibió cuando ella llegó a su lado y posó una mano en su cadera indicándole que salieran, mientras que Alaia le inquietan esos tipos de tratos tan íntimos.

«No respires Zain» se dijo él para controlarse por qué su esencia es adictiva y no quiere asustarla; no ahora que recién empieza el juego. Su deseo se está interponiendo en su propósito y conocía que esa podía ser una debilidad, quería enterrarse en ella de una vez y por todas; anhelaba tomarla con toda la intensidad que aguardaba desde hace tantos años.

Por más que se ordenaba no respirar, Zain se permitió inhalar y la esencia de Alaia solo lo envolvió más; tanto que cerró los ojos y aspiro más fuerte el aroma dulzón en el ambiente.

«Endiablado olor a chocolate» masculló internamente y su cuerpo se pensionó completamente, luego dejó de respirar por poco segundo y miró a su prolija, con ganas de envolver su dedo en un mechón rizo de ese cabello sedoso que se nota bastante suave al tacto.

El silencio reinaba dentro del coche, ya que Zain se dedicaba únicamente a relamerse los labios y a detallar la diminuta figura de su reina.

Alaia se sentía algo intimidada y trataba de mantenerse lo más alejada posible, pegada a la ventanilla, arrastrándose cada vez que podía por el asiento de Leder mientras iban en el coche conducido por ese hombre que no dejaba de mirarla a través del retrovisor y el aire allí dentro se volvió denso para ella, arrepintiéndose de haber tomado una decisión tan apresurada y de no haber dicho que no podía; total, no sabe nada de animales. Según se mentía a sí misma, aceptó la propuesta del humano por ayudar a su madre, pero claramente sabía que su verdad es otra.

— Le noto asustada, le aclaro que no soy un asesino en serie— expresó Zain entumecido por el olor, sabía que tenía que dejar de respirar, debía contenerse, pero esos ojos avellana que lo miraban atentamente por momentos le hacían olvidarlo todo.

Alaia se carcajeó con gracia, en el momento que salió de su nebulosa de inseguridad, pues, ese hombre, por más sensaciones incómodas que le provoque, no deja de ser un simple humano y no tiene por qué temerle. 

—Si lo creyera un asesino, señor Marcus, no estaría aquí junto a usted. No se confunda, puede que me vea tierna, pero sé cómo defenderme— le amenazó mostrando una mirada que otro que no fuera a Zain le habría intimidado, pero, muy al contrario, lo que causó en él fue una sensación de gozo.

«Digna de ser mi emperatriz»

★Vamos a tranquilizarnos que tal vez estás sensaciones se deben a que es la primera vez que salimos con un extraño★ le pidió a su loba que la estaba haciendo sentir todas esas emociones.

★Este humano parece ser muy oscuro★ dijo su loba pasando por alto su pedido y ella, tras ver qué su loba no estaba dispuesta a colaborar, cortó la conexión con ella. 

—¿Falta mucho para llegar a su casa? — indagó ella y él negó con la cabeza.

—¡Aleluya!, la niña volvió hablar, ¿dónde quedó esa chica que me dijo   que, por mí, examinará a mi mascota? —, escupió Zain siendo sarcástico, y luego volteo la cabeza al lado contrario mordiendo su lengua, por qué estaba haciendo lo contrario de lo que debería, pero dejar su instinto de lado para mostrarse distinto le estaba costando bastante.

De modo que se aclaró la garganta y volvió a decir: — discúlpame por mi comentario sarcástico, es que de repente de ser muy amigable te muestra tan distante como si desconfiara de mí—, fingió arrepentimiento y la miró mostrándose dulce, logrando que Alaia sonriera más relajada.

—Entiendo que se sienta algo incómodo con mi cambio de actitud porque dentro de la clínica era más despejada y aquí, pues muestro inquietud, pero es que señor Marcus, le confesaré que es la primera vez que salgo con alguien desconocido. Es difícil para mí adaptarme. — Él le prestó más atención de la necesaria, claro que estaba al tanto de todo, pero debí aparentar que no sabía nada.

—No se preocupe, señorita Alaia— puso una mano sobre la de ella de manera comprensiva y la acarició con tanta suavidad que Alaia retuvo un jadeo dentro de su garganta y lo observó agrandando los ojos antes de apartar la mano y aferrando el maletín a su cuerpo.

—¿Su novio no le permite salir con desconocidos? — habló nuevamente Zain y ella negó con prontitud sacudiendo la cabeza.

—No tengo novio, y no diré detalles, ya que es una historia larga y aburrida, señor Marcus.

—Me parece extraño que una mujer tan bonita como usted no tenga novio, pero mejor así, aumenta mi esperanza ese hecho—, ella sonrió negando con gesto burlón.

—¿Está usted flirteando conmigo, señor Marcus? — él se relamió los labios con tanta pausa y calma que Alaia no pudo apartar sus ojos del recorrido que hizo su lengua y de manera inconsciente se saboreó.

—¿Le parece que lo estoy haciendo, señorita Alaia?, — le respondió con otra pregunta y Alaia no dijo nada más, sino que hizo silencio.

Luego volvió su atención a la carretera, mirando como se acercaban a las puertas delanteras de una casa, y sus ojos verdes se llenaron de incredulidad, cuando vieron tan hermoso lugar, pareciendo de ensueño, justo como la casa que aparecía siempre en su sueño.

— Es mucha la casualidad—murmuró y se pellizcó a sí misma para asegurarse de no estar soñando.

—¿Usted me conoce? — preguntó ella con recelo, ya que muchas veces había soñado con ese sitio en específico.

Él sonrió y negó— ¿cómo podría?, y si conociera a una mujer tan bella como usted, hace tiempo que fuera mi esposa—, él se mostró tan coqueto y descarado que Alaia volvió a sentir esas pulsaciones y decidió volver a ignorarlo mientras se decía a sí misma que era cierto; él no la podría conocer, que no tenía sentido su pregunta.

El lugar es enorme como un palacio. Su mirada traza las grandes iniciales moldeadas en las forjadas puertas negras de hierro, mientras se abren lentamente a medida que se pregunta que significan las iniciales “Z.A.” 

Después de haber pasado el largo camino que conduce a la gran casa de color blanco, fueron recibidos por una mujer bastante joven, de mirada penetrante, que simuló una media sonrisa cuando la vio llegar adaptando la misma actitud  del chofer de Zain, a quien Alaia  quiso verle bien el rostro, no pudo por el hecho de que el demonio que Zain camufló con su poder haciéndolo pasar como a un humano,  no hizo más que mirarla como si ella fuera algo fantasmagórico, pero siempre  agachando  la cabeza evitando que ella definiera su rostro y lo pudiera reconocer, en un próximo encuentro.

Zain la guío por un pasillo, y cuando llegaron a una habitación amplia, pero tan oscura como lo es el resto de la casa por dentro. La acercó a una vitrina de vidrio y le dio un toque con el dedo al cristal.

— Esta es mi bebé Jade y necesita que la revises—, Alaia se quedó sin habla.

—No…, no podría…, señor— dijo atónita y con genuina intención de salir corriendo.

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