1: Principio.

Elizabeth Bathory.

—¿Por qué me arreglas tanto, Davinia? —le pregunto a la mujer, a mí cargó.

—Hoy es un día importante, señorita, Elizabeth.

—¿Por qué?

—Su tío vendrá a conocerla. 

—¿Tío?

—El hermano menor del rey, Kai Bathory. 

—No lo conozco. —confieso tomando un lazo para que Davinia me lo ponga en el cabello. 

—Por eso es un día especial, el señor quiere conocerla y es por ello que estoy arreglándola. 

—Oh, Davinia, ¿Podrías traerme un jugo? 

—Por supuesto. Ya vuelvo, no vaya a tocar su cabello, por favor. 

—Lo prometo. —con eso sale de mi vista dándome la oportunidad de salir de mi habitación sin que me regañen. 

Pasando por los pasillos corriendo poco después me encuentro con un señor que no conozco dirigiéndose al despacho de mi papá. Sin hacer ningún ruido me acercó a la puerta, la cual por suerte está un poco abierta a lo que puedo ver y escuchar lo que hablan. 

—Hermano, gracias por venir, siéntate por favor —Le pide mi padre al señor.

—No tengo tiempo Froilán, solo ve al punto —corta el hombre, la frialdad de su mirada es increíblemente aterradora.

—Bien, necesito tu ayuda.

—Espero encarecidamente que no sea para encontrar a lo que dices ser tu esposa, porque te dejo de una vez en claro que no pienso mover ni un dedo. Esa mujer no vale ni una moneda de plata. —sentencia con desdén. Es obvio que detesta a mi madre.

—No, no es eso —explica un tanto apenado —. Lo que necesito de ti es que me ayudes con Elizabeth —termina y él solo lo mira con sorpresa. 

—¿Ayudar? ¿Qué puedo hacer yo por una niña de seis años? Aparte de matar a lo que supuestamente es su madre —mi padre ante su osadía le da una mirada asesina y él en respuesta se encoge de hombros —. ¿Qué? Sabes lo sincero que me gusta ser, hermano mayor. 

—Necesito que la cuides por mí —aclara mi padre, cosa que ocasiona una carcajada en mi tío, quien parecía conmocionado.

—Hermano mayor, debes estar bromeando. No, no, ¿yo cuidar a tu hija? —suelta con burla. 

—No estoy bromeando Kai. No puedo cuidarla. Tengo que irme por un tiempo para hacer ciertas cosas, y no la puedo llevar conmigo. —el señor dejando de reír lo mira con seriedad.

—En primer lugar, ¿por qué yo? ¿No la puedes dejar con otra persona?

—No puedo llevarla conmigo, es peligroso y no la pienso dejar con cualquiera a que corra riesgo. Sabes que es peligroso.

—Está bien, entiendo. Segundo, ¿de casualidad esos asuntos tienen que ver con Leonore? —mi padre asiente dudoso —¡Joder! ¿No la puedes superar y ya? Hay miles de mujeres que te desean y están dispuestas a ser una madre para Elizabeth, Solo déjala ir. —Suelta molesto golpeando el escritorio.

—Tú no lo entiendes. Tengo razones de peso para buscarla y no te pido que la busques porque estoy seguro de que no dudaría en matarla, la necesito con vida. Será la última vez que la buscaré, lo prometo. Te explicaré todo cuando vuelva y sea seguro para ambos. —Le hace entender. 

—No, basta, Froilán. Tienes un reino que atender y una hija que cuidar.

—Te prometo que será la última vez. Si no consigo nada, lo dejaré y me enfocaré, pero antes no. Kai lo juro —Kai se queda callado por unos segundos.

—Está bien. Lo haré, pero espero que sea en serio porque donde me enteré de que sigues... Me las pagas, porque no soy tu puta niñera. ¿Entiendes? —Él asiente enseguida. Para cuando terminan de hablar me voy a mi habitación en silencio.

Para mi sorpresa el resto del día y el siguiente no lo veo por ningún lado, no me atrevo a preguntarle a mi papá por miedo a que sepa que escuché su conversación.

••••

Luego de dos días, mi padre, tal y como acordó con mi tío, se va por tiempo indefinido mientras yo me quedó con mi dichoso tío que tan solo había visto una vez en mi vida. Debo confesar que su partida me enoja mucho, él y yo jamás nos habíamos separado en mis ocho años de vida, ni una vez. 

No entendía por qué debía buscar a mi madre, pero son asuntos que no me incumben por ahora. De mi madre yo no sabía nada más que se había ido cuatro años atrás y hasta ahora no había regresado. 

La verdad no me interesaba mucho por ella, yo veía a Davinia como una madre y ella me hacía sentir como si no la necesitará.

Supongo que no podía extrañar a quien jamás tuve.

—¿A dónde crees que vas pequeña?—Cuestiona el hombre al verme casi correr de su lado una vez estamos solos.

—A donde no estés tú. —Respondo con desdén para luego sacar mi lengua. 

—Cuida esa boca, no soy uno de tus sirvientes, a mí me respetas —giro los ojos cruzándome de brazos.

—Yo te digo lo que quiera y si me da la gana de hablarte así, ¿qué piensas? Lo hago. Y si no te importa me largo. —Le digo con molestia, al darle la espalda escuchó cómo se ríe de mí, en cuanto llego a mi habitación me voy al balcón. 

Me siento y tomó el libro de dibujos que está en la mesa, lo abro y empiezo a pintar. No pasa mucho cuando mi tío se sienta frente a mí.

—Supongo que tener tantas libertades te ha afectado el cerebro. —Dice haciéndose el pensativo. Cierro el libro y le doy mi atención.

—Y yo opino que eres un fastidioso. ¿Sabes? Me he cuidado bien sola, no es necesario que me sigas a todos lados. —Le aclaro volviendo a mi libro.

—¿Sabes? No me gustan los niños y menos si tengo que cuidar de uno y la verdad, no sé nada al respecto, pero estoy seguro de que no actúan con tú. 

—¿Por qué lo dices? 

—Eres muy grosera para tu edad. Deberías respetar a tus mayores ¿Qué te ha enseñado Davinia estos años? —lo pienso un momento antes de responder. 

—Ella me ha enseñado a leer, pintar, vestirme sola, como dormir sin la luz encendida, como robar dulces de la cocina, tomar una daga…

—¿¡Qué!? ¿Cómo que una daga? 

—Para defenderme. —digo como si fuera lo más obvio. 

—Tengo que hablar con ella. 

—No le digas nada. 

—¿Por qué?

—No quiero que papá le diga nada. 

—Pero es peligroso, te puedes hacer daño.

—Claro que no. Ella me cuida, Davinia nunca haría nada para dañarme. 

—No deberías confiar tanto en las personas. 

—¿Entonces en quién? Papá nunca está y apenas te conozco. Tengo que confiar en alguien. —Sus ojos esmeraldas me detallan por largos segundos. 

—Confía en mí, no iré a ningún lado a partir de ahora.  

—Davinia dice que la confianza se gana no es algo que se pueda dar a cualquiera. Tienes que ganártela primero tío. 

—En ese caso trabajaré para que me des tu confianza. 

—Está bien. ¿Quieres pintar? —preguntó con emoción. 

—No, ven conmigo. —se levanta y extiende su mano hacia mí. Lo miro extrañada sin entender.

—¿A dónde? —cuestionó desconfiada.

—No te lo diré si no me acompañas. —lo pienso por un momento hasta que tomó su mano y me dejó guiar por él, por los pasillos del palacio.

Según yo, ya he recorrido todo el palacio a lo que creo que nos lleva al salón de los recuerdos. A ese lugar no me dejan entrar, aunque ya le he dado un vistazo a escondidas.

Al llegar a la puerta gigante saca de su bolsillo una llave y la introduce en la cerradura y esta no tarda en ceder. El interior está oscuro, Kai toca algo en la pared ocasionando que las luces se enciendan. El pasillo se ilumina enseguida dejando ver los retrasos de las paredes.

—¿Qué hacemos aquí? —Inquiero, sus ojos esmeraldas me observan con una sonrisa cálida.

—Supongo y habrás escuchado de esta habitación. —detalló el sitio que parece más un pasillo largo y angosto.  Sus paredes son doradas y los cuadros estan hechos en tonos sombríos.

—Algo —Los retratos son de mujeres muy lindas —. ¿Quieren son?

Observó a todas las mujeres de los cuadros que tienen una apariencia angelical y melancólica. Una en especial llama mi atención, su mirada parece perdida, la agonía se refleja en su rostro dándole una apariencia agonizante.

—Ella es mi madre, tu abuela. —Su confesión me toma por sorpresa. Su cabellera rubia cae a cada lado de su cara y sus ojos azules brillan con dolor.

—¿Por qué está triste?

—Desde que tengo memoria, ella siempre estaba con ese semblante. —explica con cierto tilde de frustración.

—Era muy hermosa.

—Sí, lo era. —Coincide sin dejar de verla.

—¿Cómo murió? —preguntó con intriga. Un suspiro de cansancio sale de Kai antes de hablar.

—No lo sé con certeza, puesto que un día llegué de un viaje y ella estaba en cama muy enferma. No me dieron explicación exacta de qué es lo que le pasaba, con los días simplemente falleció. —Una lágrima rueda por mi mejilla al sentir el dolor en mi pecho.

—Me hubiera gustado conocerla. —murmuró. Sus manos me toman alzándome quedando a su altura, sus ojos esmeraldas conectan con el azul de los míos.

—Estoy seguro de que a ella también le hubiera gustado. —Musita secando el resto de lágrimas.

—¿Cómo se llamaba?

—Elizabeth Ana. —mis ojos se abren de par en par.

—¿Por eso me llamó así? —Más que una pregunta lo estoy afirmando. Sus ojos se vuelven a posarse en mí y me da una sonrisa de nostalgia.

—Así es. Froilán era muy unido a ella y quiso poner su nombre como recuerdo.

Sintiéndome más a gusto con él, coloco mi cabeza en su hombro, quedándome dormida.

Pasan unos días y mi tío no me deja sola ni un momento, por lo que decide llevarme a los entrenamientos de los cazadores, al estar en ese ambiente, los entrenamientos y las peleas. Me despierta la curiosidad, mi corazón se acelera y una adrenalina se instala en mi cuerpo al ver los golpes y la sangre.

Todo en el lugar me atrae, sin dudarlo le exijo a Kai que me deje entrar. Al ser parte de la realeza y que mi tío sea uno de los mejores, no se me pone problema. El entrenador piensa que solo es juego, por ello pasó los primeros dos años por pruebas de conocimiento y fuerza.

Las cuales pasó sin problema, al pasar tanto tiempo entre libros, sé dé las armas de los cazadores, venenos, entre otras cosas, sin embargo, respecto a la fuerza nunca había peleado ni nada parecido, pero sorprendentemente tengo mucha fuerza y resistencia a la hora de tener combates.

Para ser un cazador hay que pasar por ciertas pruebas, que van desde lo físico a lo psicológico, no se saben que es lo que les hace el consejo para mutarlos, pero ellos son entrenados hasta el cansancio y el que resista a todo, lo convierten.

Los primeros meses son agotadores y pesados. Entre los estudios y los entrenamientos apenas duermo, por el hecho de que tengo educación avanzada. Pero no me rindo después del entrenamiento, mi tío me ayuda a perfeccionar mis debilidades.

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