Capitulo 5

[ Visión de Aya Millenis]

- ¿Por qué estás mirando así? - Interrogo a Luana y ella me mira con una mirada triste.

- Ven conmigo.

- ¿Hay algún problema? - Pregunto, pero algo me dice que es un problema, y uno grande.

Ella suspira y se abraza a su propio cuerpo, esto sólo hace que la opresión en mi pecho aumente.

- Tengo dos noticias Aya, y ninguna de ellas es buena, acento grave, eso me preocupa.

- ¿Qué es?

- Bueno - suspira y yo contengo la respiración - Primero quiero agradecerte todo tu esfuerzo y la donación constante que haces. Es gracias a usted, a su hermana y a mi marido que el orfanato no ha cerrado sus puertas todavía, sin embargo, compraron los locales del orfanato y bien.... Los niños serán reubicados en otros orfanatos de otras ciudades.

No puedo oírte bien, siento que mis ojos arden, nunca podré soportar ver a Heloysie de nuevo, necesito hacer algo, no puedo dejar que esto ocurra. No me la pueden quitar.

- Sé lo mucho que quieres a la niña, pero hay una pareja que quiere adoptarla, son amables, seguro que la cuidarán bien...

- No, no, no -repito frenéticamente mientras muevo la cabeza de forma negativa- Ellos... no pueden adoptarla, yo... yo lo haré...

- Sé lo doloroso que es para ti, Aya, yo más que nadie lo sé, pero piensa en su bienestar...

- La adoptaré - la interrumpo - ¡Su bienestar será el mío! - suave y el aire empieza a ser pesado a mi alrededor.

- Llevas más de un año intentando encontrar marido y, por desgracia, no has encontrado ni siquiera un novio. La verdad duele. Luana no se guarda sus palabras.

- Me las arreglaré, Lu", digo con los ojos llenos de lágrimas.

- Debes entenderme Aya, mi deber es cuidar de estos niños, no puedo dejarla vivir aquí esperando por ti, necesita padres y muchos padres necesitan un hijo. No seas tacaño.

- No estoy siendo mala, pero ella me quiere como madre y yo la quiero como hija. - mi voz es temblorosa, mi corazón late en mi pecho. Tiene que haber otra manera.

- Sólo querer no hace la ley actuar Aya, sé lo especial que es una para la otra, pero sólo tiene dos años, si no dejo que la pareja la adopte tendrá que ir a otro orfanato y sólo Dios sabe con qué clase de gente tendrá que lidiar, sabes perfectamente de lo que hablo.

Sí, lo sé. No quiero que mi pequeño sea maltratado por nadie ni que pase hambre, recibiendo castigos absurdos por tonterías. Mi corazón se estruja, sé que lo mejor es dejarla en adopción, pero mi corazón no lo acepta, nadie más que yo puede ser su madre.

- I... No puedo aceptarlo - el grito intenta subir a mi garganta - Sólo yo puedo ser su madre...

- ¡Deja de ser egoísta! - vocifera con fuerza sorprendiéndome, no es propio de ella perder los nervios de esta manera - Mira, me duele el corazón por tener que separaros, me duele mucho ser uno de los responsables de infligiros sufrimiento una vez más, pero necesito pensar en lo que es mejor para ella, Aya, por favor, te ruego que intentes entender mi versión.

- E.. ¿Y si consigo ayuda? ¿Alguien que compre el orfanato de nuevo? - Estoy desesperada, lo sé, pero necesito luchar por mi hija con todo mi corazón.

- Sólo un milagro puede hacer que esto ocurra - suspira, sé que al igual que yo, no quiere que se cierren las puertas de este orfanato - Te daré esta oportunidad, pero tendrás que encontrar a alguien hasta mañana a las cuatro de la tarde, después de esa hora, Heloysie será adoptada.

Respiro aliviada, sé que juré no volver a pedirle nada al señor Gustam, pero ningún tipo de orgullo es más importante que la sonrisa en la cara de mi pequeña.

- Volvamos a la habitación", dice Luana y vuelve a caminar delante de mí.

           * Al amanecer en el piso *

¿Y ahora qué? ¿Cómo voy a pedirle al Sr. Gustam que compre el orfanato? Él y su mujer ya han hecho mucho por mí, no quiero tener que volver a molestarlo. Son más de las tres de la mañana, no puedo quedarme quieto, no paro de moverme. Cada mes dono la mitad de mi sueldo, mi hermana dona un tercio al igual que Leandro, sé que siempre ha sido poco, pero al menos eso pondría al menos tres comidas al día en el plato de los trece niños de allí.

Respiro profundamente, tengo que calmarme, hoy el señor Gustam no tiene nada programado, tendrá la mañana libre, siempre llega media hora antes que los demás empleados, yo iré a la empresa a las siete y media, suelo llegar diez minutos antes, pero no sé cuánto tiempo tardaré en convencerle, mejor llegar a la misma hora que él. Pero, ¿cómo le voy a convencer?

Ya sé, en cuanto abra la puerta de su despacho, haré como en los animes, ¡seguro que no se negará!

Me siento un poco más segura, voy a la cocina y bebo un vaso de agua natural, luego vuelvo a mi habitación, pongo el despertador y me acuesto en la cama, no puedo tener la cara llena de ojeras.

    *Exactamente a las siete y media de la mañana en la sede de la empresa Stevens*

Las puertas están a un palmo de distancia, mi corazón late tan fuerte que puedo oírlo, trato de controlar mi respiración, aprieto mi maletín contra mi pecho y siento que la sangre se calienta, después de tres años, no he mantenido mucho contacto, nada más que buenos días, cómo estás y cuídate, eso es todo. M*****a sea... Después de tres, la búsqueda para pedir algo que va a tomar tanto dinero.... No puedo devolver, necesito pedir ayuda, hice lo mejor que pude durante esos dos años.

Respiro profundamente y cierro los ojos, ahora es el momento, sé que el señor Gustam está detrás de su escritorio mirando unos papeles como siempre, todos los días, vamos Aya, ánimo, recuerda a Zenitsu, él es la encarnación del miedo, pero cuando se trata de Nezuko se convierte en el más valiente de todo el universo del anime Kimetsu no Yaiba, ¡sé como él!

Con los ojos cerrados abro la puerta sin siquiera llamar, probablemente me esté mirando sin entender nada, dejo caer mi maletín al suelo y aún con los ojos cerrados me arrodillo, pongo las manos en el suelo y apoyo la frente, siempre veo a los personajes de anime haciendo esta posición para pedir algo o disculparse, yo necesito pedir ayuda. Lleno mis pulmones de aire, abro los ojos y miro al suelo.

- Buenos días Sr. Gustam, perdone que entre así en su despacho, pero no sabía qué hacer ni a quién acudir, estoy desesperada, necesito ayuda urgentemente, y... -siento que se me forma un nudo en la garganta, pero no puedo echarme atrás, las palabras tienen que salir como sea- Sé que es muy abusivo por mi parte, pero por favor, COMPRE EL ZAIN ORFANATE -grito la última parte- Sé que no tengo derecho a pedir esto... Pero los niños... Son... son increíbles... Son muy especiales... - Las lágrimas ya salen de mis ojos, la imagen de Heloysie dándome la espalda y cogiendo de la mano a otras personas invade mi mente y me duele el corazón, mi voz se debilita y ahora sólo salen susurros - Ella no puede...

- Aya... - la voz de Leandro me hace dejar de hablar, siento que mi cuerpo se congela.

Las lágrimas se detienen, lentamente, aún sin creer la voz que escucho, levanto la cabeza, mis ojos se abren de par en par y tiemblan, todos los líderes de la compañía están aquí, mis ojos los recorren uno por uno, la mirada de asco que viene hacia mí son las de mis padres, todos los demás me miran con lástima o incredulidad. Mis ojos se posan en un hombre alto y moreno. Lo conozco de alguna parte... Dónde he visto esos ojos antes... ¡Dios mío!

¡Iuri!

No, no, no, no puede ser él... no quiero que sea él... pero mi corazón me dice que lo es. Ha vuelto.

Está tan diferente, ya no está tan delgado como antes, ahora tiene un cuerpo con más músculos que el de Leandro en su adolescencia -hoy está un poco regordete, gracias a los manjares que prepara Luana-, su pelo negro está perfectamente peinado hacia atrás y su barba está bien hecha, su postura es totalmente diferente a la que yo recordaba, ahora parece dominar todo lo que le rodea, me siento pequeño e indefenso ante su mirada superior...

No, no, no, no... ¿Por qué está aquí? Sus ojos me miran, no como antes, de forma cálida y cariñosa, en este momento me miran de forma fría, seguro que no quería verme aquí. Vuelven las lágrimas, le pedí tanto a Dios verlo una vez más, pero ahora que por fin está aquí, me doy cuenta de que no estoy preparada, incluso después de siete años, todavía no puedo mirar su cara y disculparme.

Incapaz de contener las lágrimas me levanto del suelo y salgo corriendo de la habitación, no debería haber entrado ahí.

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