Emily Smith...

Emily despertó una mañana sintiendo que no pertenecía donde estaba. Abrió sus ojos y miró a su alrededor, su cuarto de siempre, su cama de siempre y su almohada de siempre, se sentían diferentes.

Observó a su novio dormir por unos segundos, acarició su rostro, y pensó en besarlo, pero no lo hizo. En lugar de eso, continuó acostada.

Sin moverse de su lugar, continuaba esforzándose por recordar su sueño de la noche anterior, el cual, la había hecho despertar bien cachonda, y quería asegurarse de recordar cada detalle, para utilizarlos más tarde.

Hizo varios giros bruscos en la cama para despertar a Tom, pero no tuvo éxito, ya que el joven era de sueño pesado. Entonces, cerró los ojos, y trató de recrear en su mente, cada escena de su sueño que pudo recordar.

Esto la hizo sentirse aún más cachonda. Miró a Tom, dormir profundamente, y dijo para sí misma:  ¿Por qué no? 

Deslizó su mano derecha por debajo del cobertor y apartó su ropa interior en busca de su sexo. Comenzó a acariciarlo suavemente mientras sus niveles de excitación aumentaban de forma frenética, y, con su mano derecha estrujó sus senos, tratando ahora de moverse lo menos posible, para no despertar a Tom.

Segundo tras segundo su pulso se incrementaba mientras los toques en su clítoris se volvían cada vez más intensos. Sentía que estaba a punto de correrse, pero la sensación era tan increíble que intento retrasarlo lo más que pudo.

Fue entonces, cuando cerró los ojos y comenzó a recrear los escenarios de su sueño. 

Se encontraba en un lugar desconocido, rodeada por chicas desnudas, todas jóvenes y bellas, y, de pronto, una de ellas se acercó y besó sus labios. 

Abrió los ojos rápidamente y paró de tocarse, necesitaba hacer una pausa para prolongar su éxtasis lo más que pudiese. Quería aprovechar cada segundo, y, de no haberse detenido, se hubiese corrido en ese instante.

La chica que la había besado, era alta y de piel tersa y pálida. Con largo cabello y labios descomunales. En solo un pestañazo, Emily se vio desnuda también. La chica la tomó por la cintura y vio como sus cuerpos se unieron, y sus senos se tocaron.

¡Rayos, juraría que pude sentirlo!  exclamó, arrepintiéndose rápidamente, pues pudo haber despertado a Tom. 

Volvió a cerrar los ojos, y se vio en un lugar diferente. Ella se encontraba acostada en el suelo, y la chica del cabello largo estaba sobre ella, recorriendo con su lengua cada centímetro de su cuerpo, hasta finalmente bajar hasta su clítoris.

Desde esa posición estratégica, la miró fijamente y comenzó su trabajo.

Emily sabía que no había nadie allá abajo, que solo era su mano derecha, que era ella quien se estaba proporcionando tal placer, aun así, sentía que algo era diferente. 

Con esta imagen en mente, se tocó, cada vez con más fuerza, como si con cada toque, se conociese un poco más a sí misma. Apretó sus rodillas una contra la otra, sin retirar su mano derecha de donde estaba, y, finalmente se corrió, como si nunca se hubiese corrido antes.

Emily terminó su pequeño juego, sin aliento. Se quedó acostada bocarriba, con las manos hacia atrás, mientras su pulso se desaceleraba, y, unos segundos después, sintió a Tom moviéndose a su lado. 

¿Llevas mucho tiempo despierta cariño?  preguntó él.

Solo unos segundos.  respondió ella. Se sentía un poco nerviosa de ocultarle a Tom su reciente aventura. Pensó en decírselo, pero finalmente prefirió guardar el secreto.

¿Nos levantamos ya?  le preguntó el chico.  Ya es un poco tarde, y hoy tengo clases a media mañana.

Sí, mejor sí.  respondió Emily.  Tengo muchas cosas que hacer hoy.

¿Desde cuándo ir de compras y a la peluquería cuentan como cosas por hacer?  le dijo Tom riendo con picardía, lo cual no le agradó para nada a Emily.

Por cosas como esta debería engañarte también en la vida real, y no solamente en mis sueños.  pensó, pero, en lugar de ello, le dijo:  Muy gracioso, Tom, ¡No sabía que eras comediante! Mejor te apuras, o vas a llegar tarde a las clases.

Tienes razón. respondió el chico mientras saltaba de la cama a la ducha.  ¿No quieres unirte?  le dijo mientras se desnudaba.

Emily sabía que si lo acompañaba terminarían follando, pero se sentía tan satisfecha debido a su juego previo, que decidió pasar de su invitación. 

Mejor me quedo acostada un rato más, a fin de cuentas, no tengo ningún motivo real para levantarme temprano.  le dijo, y luego se giró hacia el otro lado de la cama.

Tom terminó de ducharse, la besó en la frente y bajó a la cocina para comer algo y luego salir para la universidad.

Una vez que Emily sintió el auto del chico encender, caminó hasta la ventana para asegurarse de que se había marchado. Corrió todas cortinas para dejar entrar la luz del sol, y se quitó la bata de dormir que ya se le hacía enorme. Caminó sin ropa por su cuarto de una punta a la otra, pensando en alta voz, sin preocuparse de que alguien la viese desnuda, después de todo, la intimidad que le proporcionaba vivir en un barrio privado le permitía hacer de las suyas sin testigos.

Emily Smith, de 20 años de edad, era la hija menor de uno de los matrimonios más exitosos de la ciudad, los Smith”, conocidos por ser magnates del petróleo, y poseer varias riquezas y propiedades en la zona, lo cual los colocaba en la cima de la pirámide social de Red Lake, un pequeño pueblo de los Estados Unidos, perteneciente al condado de Redwood.

Debido a estas facilidades, la chica nunca había tenido un verdadero motivo por el cual luchar o sentirse interesada, como es típico de las personas que siempre han tenido todo lo que desean, a su corta edad, ya Emily se sentía cansada de la vida.

Su relación con Tom, tenía antecedentes remotos. Los jóvenes se conocían desde que llegaron al mundo, porque sus padres fueron amigos desde la universidad, y las madres planearon dar a luz a la misma vez con la esperanza de que sus hijos fuesen buenos amigos. Pero desde el momento que ambos llegaron al mundo, siendo de sexos opuestos, los preparativos para condicionar una relación amorosa entre los dos comenzaron.

Tom no estaba mal. Era el típico chico perfecto que protagonizaría una película romántica. Su cabello negro y lacio caía por su cuello, destacando sus verdes ojos y su piel clara. Sus labios eran carnosos y su sonrisa perfecta, de esas que esconden un beso. Además, era atlético, inteligente, y uno de los mejores de su clase.

Sin embargo, ninguna de estas cualidades eran la razón de que Emily aun sostuviese una relación con él.

¿Por qué seguimos juntos?  se preguntaba cada mañana al verlo partir. 

Pero la realidad, es que ni siquiera ella lo sabía. Tom era la persona más presente en su vida, no solo lo conocía desde que nació, si no que era con el que más tiempo había pasado, ya que sus padres nunca estaban en casa, y sus hermanas mayores no le prestaban ninguna atención. 

Si no hiciera chistes tan malos, si no se encargara de recordarme siempre que es más listo y que tiene más amigos que yo, quizás lo amaría.  pensaba de vez en cuando, mientras buscaba una razón para seguir a su lado.

Sinceramente, ni ella misma sabía cómo una persona que aparentemente lo tenía todo, podía estar tan vacía y sentir que tenía tan poco.

Entre pensamientos y pensamientos se iban sus días, en las mañanas pensaba, y en las tardes salía de compras para olvidar todo lo que guardaba su mente. 

Anhelaba más que nada en el mundo, tener alguien en quien pudiese confiar, pero solo tenía a Tom, a quien había intentado decirle antes cuan sola, vacía y aburrida de la vida se sentía, pero cada vez que estaba a punto de contarle, algo la detenía. 

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