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Capítulo 3 Maite

 Él tiene que estar de broma, no me voy a acostar en su cama cuando está durmiendo en el otro lado

- ya deja de dar vueltas y sólo acuérdate antes de que consigas molestarme en serio - me dice manteniendo la calma

- me da igual si te molestas Alan querido esposo, no me acuesto y punto

- si no te quieres acostar aquí duerme en el suelo, o encógete como una pasa y duerme en la butaca, ya verás. Pero deja de hacer estragos en el piso de mi m*****a habitación - tiene muy mal genio

- duerme tú en el suelo - se ríe 

- me costó un millón casarme contigo, me timaron entre tú y tu familia, pague por una cosa y me dieron otra, y esperas que duerma en el suelo por ti - niega - eso no va a suceder

- claro, porque soy una cosa, y además mercancía dañada - eso me dolió

- algo así - es hiriente - ni siquiera llegaste Virgen a la boda

- mi hermana tampoco era virgen, al menos sabes cómo perdí yo mi virginidad - me quejo, tomo una de las sábanas y voy a sentarme en la butaca como él sugirió, en la mañana me compraré un saco de dormir, cualquier cosa para no dormir a su lado

- si, con un tipo al que no conocías de nada en un bar

- no perdí mi virginidad en el bar - se ríe a carcajadas, por momentos me siento más molesta

- porque no lo permití, no soy tipo de tener sexo en un bar. Porque tú estabas muy dispuesta - me siento y tapo hasta mi cara, me siento avergonzada, dolida y agotada.

No me quedan deseos en seguir discutiendo con él, cuando lo pienso en retrospectiva sólo llegó a una conclusión. La vida es cruel, yo no tenía nada que hacer en ese bar, sólo por una rabieta terminé en una situación mucho peor de la que estaba huyendo. No puedo evitar llorar, lo hago en silencio para que no me escuche, hasta que en algún punto el cansancio me gana y me quedo dormida.

Muevo mi cuerpo y me siento entumida desde una punta hasta la otra. Incluso puedo sentir mi pelo entumido, bajo un pie y luego el otro de la estrecha butaca para ir recuperando mi movilidad.

- ¿dormiste bien? - dice mi esposo sarcástico

- si, la mejor luna de miel que una mujer puede esperar cariño - le respondo de la misma forma

- vístete, tenemos que desayunar con la familia y luego nos vamos a nuestra luna de miel - lo miro extrañada

- ¿tenemos que ir? - asiente sin dejar lugar a dudas

- tienes una maleta lista - me deja saber son las cosas de Luci; sin embargo, estoy segura de que con eso puedo apañármelas, bajo las escaleras a la espalda de Alan, me comporto como si fuera su sombra

- buenos días - nos saluda el que llaman señor Nuñes y creo que es Josema Nuñes. El abuelo de Alan,

- buenos días, abuelo - el saludo de mi esposo lo confirma

- buenos días - saludo y hago un asentimiento profundo parece más una reverencia. Me reprendo mentalmente por este comportamiento tan infantil

- ven y siéntate pequeña, no tienes que tenerme miedo - a quien le tengo miedo es a su nieto, me siento junto al señor mayor, en la silla que me señala - ¿cuál es tu nombre? - me pregunta

- Maite - le respondo, siento un brazo pasar sobre mis hombros, es la primera vez que Alan se acerca tanto a mí desde que nos casamos

- mi esposa es muy penosa abuelo, no la fuerces a hablar- dice Alan

- tengo ese derecho, me llevé una sorpresa ayer en la boda, esperaba a otra chica - pobre hombre

- si, pero lo que sucede es que la conocí a ella mientras visitaba a su hermana y me enamoré como un tonto si claro

 - la prensa va a amar esa historia - dice un hombre al que no conozco de nada entrando en la estancia

- yo soy Gregorio Nuñes - se presenta y estira su mano en mi dirección - soy el primo de Alan - estrecho su mano y siento que el agarre de Alan se aprieta sobre mi hombro

- Cesi acaba de aparcar fiera - le dice a Alan directamente, Josema mira a su nieto y luego a mí

- ahora estás casado, es hora de ponerle fin a esto Alan - lo que sea que estén hablando no le gusta al anciano

 - no hay nada a lo que ponerle fin abuelo, estoy enamorado y casado 

- eso espero, no quiero que hagas como tu padre y andes por ahí dejando a mujeres embarazadas después de tu matrimonio - Alan se ve incómodo

- tan temprano y ya hablando mal de mí - ese definitivamente es el padre, se parecen mucho 

- no hablo mal de ti, sólo digo la verdad - se defiende Josema

- a medias - dice el otro hombre - tanto mi esposa como está chica que está aquí se casaron por dinero, así que no se pueden quejar si buscamos fuera lo que no hay en casa

- respeta a mi esposa - me defiende Alan y me quedo asombrada - no sé cómo es tu relación con Diana, sin embargo, yo amo a mi mujer

- es bonito escuchar eso - dice una rubia resplandeciente parada en la puerta, eso me hace preguntarle hasta cuándo van a estar entrando personas en este comedor. Ya tengo deseos de salir corriendo, pienso que aún no lo hice por la mano que sujeta mi hombro

- buenos días Cecilia - saluda Alan

- ¿no me vas a presentar a tu esposa? - niega, se pone en pie y me i***a a hacer lo mismo

- no es necesario, no es como que vayan a ser amigas - me saca de allí y me siento agradecida, no digo nada porque es obvio que no quiere que hable y yo no quiero discutir, creí que regresaríamos a la habitación; sin embargo, me lleva fiera de la casa y me hace subirme en un auto - al aeropuerto

- necesito mis cosas - le recuerdo

- ya están en el auto, por favor mantén el silencio, me duele la cabeza - me pide y lo comprendo

- y tu voz es tan desesperante que no quiero escucharla - cuando se percata de que aún tiene mi mano sujeta la lanza como si tuviera alguna enfermedad contagiosa

- eres muy desagradable - le digo, me giro en dirección a la ventana y así evitó tener que mirarlo.

El viaje al aeropuerto fue más largo de lo que recuerdo, debe ser por la compañía, cuando entramos me sentí pérdida, no había espera, ni salón de pasajeros. Nos llevaron directo a la pista y de inmediato comprendí el motivo, el avión en el que vamos a viajar es privado, media hora después de llegar despegamos

- ¿a dónde vamos? - le pregunto, está sentado frente a mí y tiene los ojos cerrados

- ¿si te digo vas a callarte? - es muy grosero

- tampoco me apetece hablar contigo, así que sí. Si me dices me callo

 - vamos a Alicudi - responde y es como si no hubiera dicho nada, me grabo el nombre, pero me limito a decir nada más, espero a ver a una azafata

- perdone - llamo su atención - ¿hay Internet en el avión? - le pregunto cuando me mira, la mujer mira a Alan, él no se inmuta

- si - me responde - sólo debe poner el modo avión de su teléfono y entender su WiFi - me explica

- muchas gracias - hago lo que me indica, de inmediato tengo acceso a Internet y busco el nombre que me dio, es una isla italiana, eso quiere decir que el viaje será igual de largo como incómodo

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