Capítulo 6 Intenciones.

3 meses después

   Robert estaba en su estudio junto a José su capataz y hombre de confianza en La Mágica Cascada, José había sido su apoyo y guía en la hacienda cuando Rubén Mendoza murió, Robert no se atrevía a decir que José había sido como un segundo padre y ponerle un sustituto a Rubén que era su héroe y aunque tenía la confianza para regañarlo y decir si no estaba de acuerdo en algo, José aceptaba la voluntad de Robert como patrón, era un hombre activo de 55 años, tostado por el sol y con algunas canas en sus sienes, se conservaba activo y el trabajo lo mantenía en buena forma, era soltero y aunque muchas señoras y no tan señoras de la comunidad y el servicio de la hacienda le hacían ojitos, José siempre se mantenía imperturbable, Robert asumió que era muy discreto en su vida personal. Robert vio una carta con el membrete de la universidad en Italia, suspiró.

   —¿Qué te pasó, va mal algún negocio?

   —No, es esto —Robert puso la carta frente a José, el hombre miró el remitente.

   —Ja… —dijo de forma graciosa y se echó a reír—, a duras penas logré aprender a leer en castellano, dime de qué se trata.

   —Es una formalidad, ya sabía que me darán un reconocimiento en una gala de galardones a visionarios menores de 40 años, soy uno de los más jóvenes que escogieron, hace poco tiempo ideé una fórmula de crecimiento industrial para enfrentar variables de mercado, pues la han puesto en marcha algunas empresas y les fue mejor, así que ahora también es enseñada en el departamento de economía en esta universidad en Italia.

   —¿Por qué te da pesar entonces?, eres muy inteligente, a tu cabeza le gustan los números.

   Robert sonrió.

   —Yo adoro a La Mágica Cascada, pero soy feliz entre mis números y valores de mercado —Robert miró a José y se acercó un poco para poder hablar más bajo—, Natalie está emocionada e irá conmigo a la ceremonia.

   —Ah, ya te entiendo —respondió José en voz baja, mirándolo atento—, supongo que es la misma universidad donde está Johana.

   Robert afirmó con la cabeza.

   —No pienses mal, no tengo nada con Johana, sólo sé que se sentirá mal al verme con Natalie.

   —Ella está enamorada de ti —dijo José sonriendo.

   —También le cae mal Natalie.

   —Ya somos dos —murmuró José.

   —José, Natalie no es mala, sí, acepto que es superficial, pero es porque es la consentida de su padre, mi papá y Néstor Montenegro comenzaron negocios con el proyecto de unir las familias mediante mi matrimonio con Natalie, pero no se trata de romanticismo, es estrategia de negocios, pero yo he cambiado eso, porque he multiplicado por diez la fortuna de mi padre y ahora puedo estirar a conveniencia mi relación con Natalie, porque ciertamente no tengo intenciones de casarme.

   —Pero aceptas que es tu destino, porque así se le ocurrió a tu difunto padre.

   —Mi papá era un visionario, tampoco se equivoca, aún en pleno siglo XXI; un empresario necesita de un matrimonio de altura para conseguir y lograr más negocios, ya sabes ser tomado más en serio.

   —Tú no necesitas más negocios, Robert —dijo exaltado José—, muchacho, la avaricia rompe el saco, tienes fortuna para vivir 10 veces, ¿cuándo será suficiente para que te dediques a ser feliz? Trabajar como burro, casi no duermes, tu vida se limita a trabajar y a tener mujeres dispuestas.

   —José, vivo el sueño de todo joven de mi edad, tengo dinero en el bolsillo, trabajo que me satisface y la mujer que se me antoja —pensó en Johana y que no la tenía—, bueno eso sonó presuntuoso, pero el caso es que apenas tengo 28 años y aún mucha vida por demostrar lo que soy capaz y cuando no me quede otra salida, Natalie es la mujer idónea para mí.

   —Mujer idónea, por favor, ojalá te escuchara decir, la mujer que quiero.

   Robert se echó a reír.

   —José se te están pegando las cursilerías de tanta vieja romántica que sobra en esta hacienda, empezando por mi mamá que es la patrona, eso del amor no existe, “cheito”—ese era el apodo de José entre los jornaleros.

   —Robert, te enseñé tanto en la vida, pero no te enseñé a valorar el amor, tiene sentido, yo no sé lo que es eso y si quieres piensa que soy un viejo cursi, pero no sabes cómo lamento no haber encontrado en la mujer amada, la idónea para mí y si resulta que Natalie será la patrona de esta hacienda yo la respetaré y te apoyaré.

   —Pero no te cae bien.

   Ahora fue José quien suspiró.

   —Eres tan inteligente, Robert, ojalá te dieras cuenta que tú puedes desafiar tu destino, no todos pueden hacerlo.

   Mientras tanto en España, Natalie Montenegro se medía vestidos de un perchero móvil, en su habitación, todos eran brillantes, sexis y le quedaban preciosos, ella era una rubia de piel de muñeca de porcelana.

   —Sabes que todos te quedan bien, deja de provocarme y ven aquí —dijo desde la butaca de la peinadora, observándola con lujuria Jorge Montenegro, Natalie, solo con una pequeña tanga y sandalias de tacón se colocaba un vestido tras otro.

   —Busco el vestido ideal, que cause impacto en la entrega del reconocimiento a Robert en Milán.

   Jorge puso los ojos en blanco.

   —Premio al más imbécil es lo que deberían darle, si supiera en lo que se mete al hacer negocios con mi tío, a estas alturas al grupo Montenegro solo lo sostiene el nombre.

   —Bueno, Jorge, precisamente por eso debo casarme cuanto antes con Robert Mendoza.

   Jorge se acercó a la rubia colocando el largo cabello dorado hacia el hombro izquierdo y pasando la lengua por la clavicula derecha.

   —Nati, tenemos suficiente en cuentas no rastreables, larguémonos muy lejos, con otros nombres, donde no exista familia que nos juzguen.

   Natalie, miró a Jorge fijando sus ojos en el reflejo de ambos en el espejo y colocó la mano del hombre en su cintura entrelazando sus dedos.

   —Tú y yo nos merecemos vivir como nos gusta, no tener que correr, Robert Mendoza ayudaría a mi papá, y nos encontrarían, tú debes buscar también una heredera y casarte, les saquearemos a todos ellos las arcas y nos iremos muy lejos.

   Jorge la volteó hacia él y la besó con pasión, ella no perdió tiempo y le sacó la camisa, mientras se besaban, unos ligeros golpes en la puerta los sorprendieron

   —¡Fuera de aquí! —gritó Natalie sin dejar de abrazar a Jorge.

   —No es el servicio, abre la puerta —vociferó una chica desde afuera.

   —Susana, no estoy presentable.

   —Eso me lo imagino —contestó Susana con los dientes apretados y se acercó a la puerta tratando de que más nadie escuchará —, solo será un momento.

   Natalie abrió con un bufido de impaciencia, sin importarle estar cubierta apenas por la tanga y Jorge colocándose la camisa de nuevo.

—¿Qué quieres Susana?

   Susana entró a la habitación sin decirle una palabra a Natalie, yendo hacia Jorge.

—Eres un imbécil, Jorge, mi tío tiene rato llamándote a tu celular y está apagado, mandó a buscarte a tu habitación, porque tu auto está en casa y yo me ofrecí a buscarte, si el servicio te hubiera encontrado aquí se arma la grande.

   —Por favor —dijo Natalie, pasando junto a ella y acostándose en la cama de lo más tranquila—, que van a decir, es mi primo, todos saben que ustedes se criaron conmigo como mis hermanos.

   —Eso no te lo cree nadie —contestó Susana despectiva—, la caridad de mi tío al acoger a sus sobrinos pobres, te encanta narrar esa historia.

   —Ya está bien Susy, iré con mi tío —Jorge se acomodó la ropa y el cabello—, Natalie y yo solo somos primos, no hay razón para que nadie haga comentarios malsanos.

   Jorge se fue y Natalie y Susana se quedaron solas.

   —No te importa el imbécil de mi hermano —dijo airada Susana—, para ti, sería muy divertido entregarlo a los leones si descubren que eres tan degenerada que no puedes tener un hombre en un radio de 2 metros sin acostarte con él.

   —Me harás llorar de pena Susana —respondió Natalie sarcástica—, cualquiera que te oye piensa que eres una santa.

   —Yo no soy una hipócrita y víbora como tú.

   —No, solo eres una recogida aduladora de mi padre que no te permite llevar ni una tienda, mucho menos una empresa, eres fracasada y amargada, por eso quieres alejar a Jorge de mí, pues no podrás hacerlo jamás, porque él me ama.

   —Eres una enferma, Jorge y tú crecieron juntos, deberías quererlo como familia, pero si algún día los descubren les diré a mis tíos quien es en realidad su hijita.

   —Ja, solo te correrán de aquí, yo soy su hija, tú solo eres una recogida, primita.

   Susana la miró con asco negando con la cabeza y abandonó la habitación, a Natalie no podía importarle menos.

   En Milán Johana se sentía frustrada, tenía bajas calificaciones, entró en la habitación de Sonia con cara amargada pisando fuerte y arrastrado los pies, se tiró en el sofá, abrazó sus rodillas apoyando sus pies calzados en la tapicería, hundió la cara contra las rodillas, Sonia la observaba con una mano en el pecho mientras hacía cada falta al manual de buena conducta, pisoteando sus horas de enseñanzas, tomó aire para calmarse.

   —¿Se puede saber por qué tienes esa actitud enfurruñada?

   —Déjame en paz un rato Sonia, dentro de un instante te atenderé a las clases de modales y etiqueta, por ahora déjame ser la niña rústica de siempre.

   —Perdón… — Sonia se acercó y puso sus manos con perfecta manicura y con anillos en todos los dedos en su fina cintura—, desde hace tiempo que no eres una niña rústica, esa quedó atrás, aquí eres una señorita…

   —Bruta, eso soy —dijo Johana interrumpiendo a Sonia, cruzando los brazos y reposando la cabeza en ellos, habló sin ver a Sonia ni sacar la cabeza de la coraza que hicieron sus brazos y rodillas—, voy a reprobar el semestre, es muy difícil.

   —Bueno Johana, llegaste tarde al semestre, sin entender el idioma…

   —No es solo eso Sonia.

    Volvió a interrumpir a Sonia. Johana se quedó callada, la vio por el rabillo del ojo como prensaba los labios, Sonia hacía un esfuerzo por no reprenderla duramente.

   —Mi niña tú reprobarás conmigo tus clases de modales, no en la universidad, mira nada más cómo te comportas, mal sentada, poniendo los zapatos en el sofá, sigues interrumpiendo cuando hablo y solo por interrumpir, porque luego no continuas, así que en definitiva yo te voy a aplazar.

   Johana se echó a reír.

   —Perdón Sonia, ven acá siéntate conmigo, ya me acomodo—Johana se sentó correctamente y Sonia se sentó junto a ella—, dime algo ¿Cómo me soportas?

   —Con mucho esfuerzo, pero lo hago porque te amo como a mis hijos.

   Johana la abrazó.

   —Gracias —Johana la miró y sonrió de lado, Sonia también sonrió, ese gesto era muy Martino, sus hijos también lo tenían y era igual al de su padre—, yo también te quiero mamá Sonia.

   Johana puso su cabeza en el regazo de Sonia y esta le acarició el largo cabello, pensó que ciertamente ella quería a Johana, mientras acariciaba su cabello liso y negro brillante, le parecía que acariciaba el de Donna su hija unos años atrás cuando aún era soltera, Donna se había enamorado y casado con un ingeniero empleado de Dante, tenían un bebé al que Sonia adoraba, pero le hubiese gustado que Donna se casara con un hombre de alcurnia, bueno al menos el pobreton  de Donna la quería, pero tenía una nueva oportunidad con Johana y ella no la desaprovecharía, vio hacia arriba y como era su costumbre habló con su difunto esposo, «ya verás Leonardo, con Johana, sí lo haré bien».

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