Capítulo 4: Notoriedad.

Capítulo 4: Notoriedad.

El taxi llegó de inmediato. Me subo sin siquiera mirar quién es la persona que está ahí, no tengo cabeza para nada más, no tengo deseos de pensar en nada más. Lo único que quiero es llegar a casa y esconderme allí en mi habitación, quedarme lugar seguro donde nadie podamos dar. Donde nadie pueda juzgarme y hacerme sentir como que soy una niña.

Mi hermana no puede sacarse de la cabeza esa niña de coletas que molestaba a cada persona que llegaba a la casa.

Mis padres tampoco.

Le agradezco a mi hermana Vicky que me abrió los ojos, me hizo comprender que mi padre muy probablemente, vuelva a largar su travesía. Dejarnos en la estocada, tal como hizo la última vez.

Reconozco que mi hermana Franceska puede estar ilusionada sabiendo que tiene un padre que está aquí presente, que está ahora y que según él le promete, no va a marcharse.

La entiendo, porque ambas deseamos con demasiada intensidad tener un padre presente en nuestra vida.

Eso no quita el hecho, no borra la situación pasada.

Soy de pensar que el pasado pisado, pero también sé que el pasado queda como una cicatriz tatuada en nuestra piel y eso jamás será borrado.

Llegó a casa y le pagó al taxista. Subo de inmediato los escalones, estaré sola, sé que no hay nadie allí porque todos están en el apartamento nuevo de mi hermana celebrando su fiesta de compromiso con el hombre que ella ama y que la ama a ella por igual.

Me desvisto nada más llegar a la sala después de cerrar la puerta, tomo mi vestido y lo he hecho en la ropa sucia.

Me recuesto en la cama después de darme una ducha y pienso en cada detalle de esta noche, cada cosa que pude haber hecho mejor el cambio de cabello no hizo ninguna diferencia.

Y sé que es probable que todos se hubiesen dado cuenta de cómo bailamos él y yo.

Pero eso no quiere decir que la traiga. Eso no quiere decir…

¿A quién diablos quiero engañar a las personas a mi alrededor o a mí?

No tiene caso. Engañarme a mí misma cuando he visto sus ojos, cuando he sentido su respiración acelerada, cuando por un segundo él se ha dejado llevar y me ha hecho sentir que yo también le atraigo.

Mi teléfono suena en este momento, justo cuando estoy pensando en ese Rubio de ojos verdes que me trae la cabeza descolocada.

—¿Qué quieres, Tamara? —Pregunto a mi amiga de la universidad.

Apenas tengo una semana tratándole, pero hemos congeniado bastante bien.

Todos mis amigos se quedaron en Vancouver. Todas las personas que conozco.

Oriunda de Vancouver, Canadá, vine a Seattle con mi hermana. Con toda mi familia. Poco a poco se fueron agregando personas que ahora parecen haber estado siempre allí.

Mis amigos de la Universidad, allá en Vancouver, siguen escribiéndome a diario, sigo extrañándoles, se volvieron parte de mi costumbre, se volvieron parte de mi vida y ahora me siento más sola que nunca. Ahora me toca hacer una nueva vida aquí en Seattle.

Mi madre y hermana se lanzaron de cabeza a esta nueva vida, a vivir en Seattle.

Sé que nuestra casa estaba hipotecada y que estábamos a punto de perder la Propiedad, Pero una cosa es estar en bancarrota y otra sin consultarle a las dos hijas menores de la familia. La situación, tomar la decisión por ellas mismas y mudarnos. Mi madre lo hizo bastante mal al vender la Casa sin contarnos sobre ello a nosotras, sus hijas, las que habíamos estado ahí hasta el momento con ella, la que sabíamos lo que le costaba a ella mantener la casa y lo que significaba esa casa para nosotras y para ella era la casa que nuestra abuela nos había dejado al morir.

Desde que nuestro padre nos abandonó, nosotras cuatro habíamos estado juntas siempre, contándonos todo. Y aunque Francesca y yo habíamos sido la última en enterarnos de cada plan que mi madre y hermana mayor hacían, Lo cierto es que, aunque nos dejaran de último para concretizar las cosas, para darnos las vertientes de porqué habían tomado ciertas decisiones, al menos nos incluían.

Pero esta vez con Seattle, no sucedió.

Ellas tomaron la decisión de mudarnos, de vender la casa y de aceptar el nuevo trabajo de Vicky, un excelente trabajo bien remunerado como asistente de gerencia en la compañía del que ahora será su esposo.

No puedo ser hipócrita y decir que el cambio no me ha parecido fantástico, que no me ha favorecido en algún modo, pero lo cierto es que extraño mi vida allá, extraño lo que tenía, extraño el lugar en el que vivía desde que tengo uso de razón. Desde que nací.

—¿Vas a venir a la fiesta o no? —Me pregunta ella, con voz cantarina. Tamara tiene 19 años recién cumplidos y es una muy mala influencia para mí.

—¿De qué estás hablando?— Inquiero sin saber a qué se refiere.

—Sabes muy bien que Samuel dijo que la fiesta era hoy, esta noche.

—¿Samuel?

—¿Pelo rojo, ojos verdes, muchas pecas en las mejillas, desgarbado casi 2 metros de altura? ¿En serio estás en la misma clase con nosotros? Pareces ida,  ¿que te sucede?

Una fiesta.

Me levanto de inmediato de la cama.

—¿A qué hora es la fiesta?

—Ya comenzó.

—Mándame, la ubicación al celular. —Digo de repente, actuando por impulso, sin saber por qué lo hago, pero una voz dentro de mí me dice que sí sé exactamente por qué lo estoy haciendo.

No voy a quedarme aquí aburrida sola en casa mientras ellos disfrutan mientras ellos, los adultos toman sus decisiones sin contar con lo que nosotros sentimos. Yo soy una adulta, yo sigo siéndolo. Cumplí mis 18 años y aunque en algunos Estados siga siendo una menor de edad y no puedo entrar a bares, ni consumir alcohol sigo siendo una adulta; tengo derecho a casarme, tengo derecho a tener hijos. Tengo derecho a decidir con mi vida lo que yo quiera y nadie va a impedírmelo.

Con eso en mente me visto con un vestido de color negro en tela tipo piel que ajusta mi cuerpo. Y aunque soy bastante delgada y con muy pocos senos, el vestido me hace ver matadora.

—Listo. Te acabo de m****r la ubicación de Nostradamus. ¿Aquí nos vemos? —inquiere mientras escucho el ensordecedor sonido de un ritmo tropical.

Sí, soy una adulta, pero sin ID.

—¿Te acuerdas de ese chico que me presentaste, el que hacía las identificaciones falsas?

Pregunto de repente y ella suelta un grito detrás de la línea.

—Por fin la niña va a dejar de ser buena ahora mismo a hago que te la preparen.

—No, pásame su contacto. —Si voy a hacer esto, prefiero hacerlo yo misma sin involucrar a nadie más.

Diez minutos después estoy charlando con Edwin López.

Un chico colombiano que tiene más conocimientos en informática y falsificación que los mismos delincuentes más buscados por la CIA.

después de comunicarme con él y aclarar todos los puntos, me dedico a terminar de Vestirme, colocándome unos zapatos de Tacón de 6. Pulgadas que me hacen ver mucho más alta, mucho más elegante y atractiva. Mi cabello negro por los hombros se ve más planchado que antes, quizás porque se ha engrasado un poco con el sudor del día.

Hace un poco de frío, por no decir que bastante, así que tomo un abrigo de color rojo que me llega hasta las rodillas y el vestido que apenas cubre mi trasero y mi vulva se ve mucho más atractivo, pues mi piel, los muslos blancos, destacan a la perfección.

Después de estar lista, Aplicándome un poco de maquillaje y delineando mis ojos grises para que se destaquen más y colocando un poco de labial rojo en mi boca; llamó al taxi y en poco tiempo llego al bar. Son casi la medianoche. Aún así, no tengo miedo, estoy decidida a tomar esta noche a disfrutar la vida que sé que puedo tener.

pasando todos los nervios sintiendo que voy a vomitar, me bajó del taxi y camino con dirección a la entrada dos gorilas están allí vestidos de negro, ambos con el cabello mínimamente notorio.

No hay sonrisas, no hay ojos brillantes llenos de lascivia, no hay tentaciones, no soy una para ellos. No sé si sentirme arrepentida y querer regresar a casa, o si sentirme más envalentonada, pues esto representa un reto para mí.

—Buenas noches caballeros. Me esperan adentro. —Les digo, tomando el control de la situación, no es bueno dejar que los demás se adelanten. Siempre es importante dar el primer paso y marcar la diferencia, que sepan que no tienes miedo.

—Identificación. —Es lo único que dice uno de ellos, mientras el otro me come con los ojos de arriba abajo.

Aunque es muy probable que sea intentando ver si lleva algún arma conmigo o una bebida de contrabando.

La identificación que Edwin me había entregado justo cuando el taxi llegó a recogerme pesa en mi mano mientras se la entrego al seguridad.

—¿Todo Bien?

—Tenías el cabello rubio aquí. —Dice el hombre mirándome a los ojos.

—¿Acaso no has visto a una mujer cambiar de color de pelo 3 veces al año? —le digo con sonrisa de pena. Pena porque él no sabe que las mujeres cambiamos de color de pelo muchas veces.

Aunque es una táctica para que vea que no le tengo miedo, que no tiemblo, que no me debo pensar la respuesta.

En ese momento la puerta se abre y Tamara sale por ella.

—¡Neny! ¡Por fin llegaste! —Grita abrazándome.

Los hombres se quedan mirándome y yo escondo mi rostro en el cabello rizado estilo afro de mi amiga.

—¿Todo Bien? —Inquiere ella, mirando que los hombres tienen mi identificación en la mano y me observan con los ojos entrecerrados.

—Está contigo? —Inquiere 1 de ellos mirando a Tamara.

—Es mi amiga.

—Adelante. —dice el hombre entregándome la identificación y el hombre, girando la cara hacia el otro lado.

Entramos al bar y de inmediato el ruido se torna agresivo para nuestros oídos.

Tamara me lleva a la barra y le pide al bartender un trago llamado sex on the beach.

Lo acepto de inmediato, en el instante en que me lo entrega el hombre. Después de prepararlo, le doy un sorbo y me doy cuenta de que me fascina.

—Vamos allí para que conozcas a los chicos. —Mi amiga toma de mi brazo y acelerada comienza a caminar entre los cuerpos, sudorosos y bailadores que hay en la pista.

Llegamos a su grupo de amigos, donde hay alrededor de unas 6 personas. Dos mujeres que parecen de nuestra edad y cuatro hombres que tienen cara de pervertidos.

De inmediato sé que no debo de mezclarme con ellos, ni aceptarle nada con tan solo ver cómo me observan, como si yo fuese un bocadillo y ellos estuvieran famélicos en el desierto.

Soy impulsiva, pero no estúpida.

Identifico al tal Samuel del cual ella ha hablado pero que no recuerdo de nada.

—Chicos, esta es Neny. Va conmigo en clase de comportamiento humano II. —Ella presentándome, y levanto mi mano derecha en señal de saludo.

Definitivamente no voy a pegarme a ese que tiene el cabello negro peinado hacia delante, sus ojos son de un verde intenso y se pasa la lengua por sus labios como si me estuviese saboreando mentalmente.

—Me voy a sentar en la barra. —Le digo a Tamara acercándome a su oído para que los chicos que la acompañan no se enteren.

Este no es mi ambiente, no me siento a gusto allí. Me alejo del lugar sin esperar una respuesta de mi amiga y me siento en uno de las banquetas que hay en la barra.

Me Tomo el trago en cuestión de minutos y lo dejo frente al bartender, el cual me pregunta si quiero otro, pero con la facilidad con la cual me lo he tomado, lo mejor es no pasar de uno, no tengo manejo todavía de mi cuerpo consumiendo alcohol.

Considerando que ando sola y que estoy en zona Apache cerca de un grupo de chicuelos que lo único que quieren es follarme, es muy probable que lo mejor sea controlarme.

Comienzo a pensar que venir aquí no fue tan buena idea. Es un club nocturno donde hay toda clase de personas.

Toda clase de adultos con deficiencia mental y con malos hábitos.

Con fetiches extraños y con deseos de poseer chicas indefensas como yo.

—Hola, hermosa, te invito una Copa. —Dice un hombre acercándose a mí, sentándose a mi lado, su pierna roza intencionalmente en mi muslo, y yo me muevo hacia la izquierda para separarme un poco de él.

—Acabo de tomarme uno, gracias. —Le digo rebotando su invitación.

—No puedo ver a una dama sin tomarse un trago y no ofrecerlo. No tienes que agradecérmelo. —Dice el extiendes, tu mano y se presenta. —Eloy.

—Rose. —Utilizar mi segundo nombre y no el primero.

Lo mejor es mantenerme bajo perfil en este lugar.

Bastante tengo con haber entrado como identificación falsa. Mi hermana se tira de los cabellos cuando se entere.

Mejor que no se entere, me corrijo.

—Déjame invitarte la Copa, Rose. —Él gira su rostro al bartender y le dice que me dé lo mismo que estaba tomando. Ya luego que está frente a mí, no veo razón para decirle que no. —Gracias por aceptarla.

Él me sonríe, tiene unos ojos de color marrón, muy bonitos, grandes sus pestañas son largas y su cabello es casi del mismo color de sus ojos. Lo único que tiene unos pequeños reflejos diminutos y casi imposible de ver con la luz del club.

Pero no imperceptible ante mis ojos.

Es un tipo atractivo, lo único que no es mi tipo.

—¿Bailamos? —Me pregunta después de un rato cuando ve que mi bebida está casi al terminar.

—Un baile nada más. —Le digo, y colocó mi bolso cruzado en mi pecho, que caiga a un lado de mi cintura.

Apenas caben mis documentos y mi celular allí.

Me acerco a la pista y comenzamos a bailar. Dejó que la música fluya a través de mí y mis caderas se mueven al compás del bajo.

Después de unos minutos bailando siento como él, me agarra de las caderas y a mí en comodidad aflora de inmediatamente y me alejo de él. Intento disimular que me incomoda que me toque para no hacer una escena frente a mis compañeros de la Universidad frente a Tamara, que me ha presentado a su Grupo. Pues esto será el tema de conversación del día siguiente.

—¿Qué sucede, bonita? —Pregunta acercándose a mí, colocando su mano en mi espalda y pegándome a su cuerpo. Su pecho está sudoroso y su boca susurra en mi oído. —¿Por qué no nos vamos a un lugar más tranquilo y podemos charlar con más calma?

Mi corazón se acelera de inmediato y mis manos comienzan a temblar. Por supuesto que no voy a irme a ningún lugar con él, mucho menos a un lugar tranquilo, si con eso se refiere a su apartamento u hotel.

—No, gracias. —Le digo y me saco de su agarre y camino con dirección a la barra.

Le pago el trago que me he tomado y el trago que él supuestamente me había invitado. No quiero nada de este hombre. Si esto es en los primeros diez minutos de conocerme, no quiero imaginarme cómo será si me tiene a solas con él.

No me he dado cuenta de que me ha perseguido y cuando doy la vuelta, chocó de frente con su pecho.

—¡Maldición! —Exclamo. —¡¿Aléjate de mí quieres?!

—Te he invitado a un puto trago.

—No me has invitado nada, lo acabo de pagar, es más, si quieres te pago el tuyo. —Le digo y lo empujó a un lado, pero él me agarra y su mano se coloca en mi garganta.

—¿Crees que te invitado un puto trago para que te vayas así, nada más? Estás pidiendo a gritos que te toquen, y yo puedo calmar ese fuego que tienes entre tus piernas. —Gruñe contra mi boca veo en Cámara lenta cómo sus labios se acercan a los míos.

—Vete a la m****a. —Le digo y le doy un rodillazo entre los huevos.

El tipo aúlla de dolor, pero la música es tan fuerte que nadie lo escucha. Y si lo hacen actúan como si no les importara.

Salgo del club y el aire frío hace que me maree me pego de la pared fría y cierro el abrigo para cubrirme un poco y darme algo de calor.

—Joder. —Murmuro.

Saco del bolso de un minuto mi celular y pido un taxi.

Pero entonces, de inmediato, a los pocos segundos, el taxista cancela el viaje.

—¡Maldita sea! —gruño.

—¡Eh, Tu! — escucho la voz del tipo llamado Eloy y lo miro con cara de pocos amigos.

—¡Eres una jodida zorra! — exclama completamente descompuesto. Lleva camisa de color blanco remangada hasta los antebrazos, sus pantalones son de tela de color Marrón claro y me ve con una rabia casi inhumana.

—Mas te vale que ni te me acerques.

—Eres mía, m*****a zorra. — dice, me agarra del brazo y tira de mi hacia él.

—¿Todo bien? —uno de los seguridad se acerca y el tipo que me agarra del brazo le pasa doscientos dólares.

—No nos interrumpas, Brad. Es mi chica. — el tuerce la boca y hace como si sonriera. Mi mente se queda en blanco.

Todo pasa de prisa. Un hombre se acerca a mí, el viento mueve mi cabello y lo tira en mi rostro, la brisa fresca hace que el alcohol se intensifique en mi cuerpo y las nauseas se hacen mas agudas. El desconocido empuja a Eloy y este cae al piso con un sonido desagradable y lo mira con los ojos abiertos de par en par.

—¿Que…? — sorprendida me quedo muda al ver como mi atacante sigue en la acera y mi héroe me protege contra su espalda.

—Largo. — el sonido es ronco, grave, sin pizca de miedo, implacable como el mismo.

Estoy mareada, a punto de vomitar, siento una arcada, pero la contengo.

Me he tomado esos dos sex on de beach muy de prisa.

¡Vaya m****a que hice!

Eloy se levanta del suelo y me mira de reojo.

—De igual forma no vale la pena el esfuerzo. — escupe las palabras antes de marcharse con dirección al bar otra vez.

—¿Estas bien? — pregunta el hombre sin girarse.

Un taxi que iba pasando justo en ese momento, se detiene frente  a nosotros.

—Súbete. Él te llevará a casa.

Esa voz, es tan atractiva, tan relajante, y tan…protectora.

Me dirijo al taxi acatando la orden de inmediato, pero en una ola de puro impulso sin razonamiento, me giro al héroe desconocido y le beso en la boca.

Él se queda rígido, sorprendido.

Pero no puedo hacer mas que besarle con mas intensidad, quizá por la adrenalina del momento, a lo mejor por el alcohol que corre por mis venas, tal vez porque quiero algo bueno esta noche.

No sé la razón exacta, porque mi mente ahora mismo es un torbellino de emociones y pensamientos.

Sus labios son suaves y cálidos. Las manos del hombre me rodean la cintura y me pega más a él.

¡Me está correspondiendo el beso!

—Umm… — murmuro aun con los ojos cerrados. —Vaya…

Es el mejor beso que me han dado.

¡Presiento que el mejor beso que tendré jamás!

Abro los ojos y…

¡No puede ser!

—¿Qué acabas de hacer, Neny Román?

Es Timotheo Hossen.

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