Capítulo 8 – Con la luna de compañía

Pidió disculpas con la voz entrecortada, se aferró a mi cuerpo mientras sollozaba y su calidez se impregnaba en mi piel. Aquella decisión ante sus ojos era mi salvación, pero el temor no podía abandonar mi corazón.

¿Acaso mi padre se atrevería a lastimarla en mi ausencia?

Esa pregunta se repetía una y otra vez en mi mente atormentando mi corazón, aunque escuche la voz de Caleb pronunciar con firmeza que nadie se atrevería a lastimar a mi nana el miedo era inevitable.

—Estaré bien, —pronuncio mientras tomaba entre sus manos mi rostro, observe fijamente sus cristalizados ojos y una lágrima surco mi mejilla— se feliz —pidió lentamente

Negué rápidamente.

—No sin ti —solté con dolor

Ella había decidido quedarse, aquello penetro mi corazón y no pude quedarme callada. Le aclame con melancolía mi temor a dejarla, pero sus palabras fueron claras: Este es mi hogar, moriré aquí. Haz tu vida, Sol, se feliz.

Siempre temí a la muerte, una palabra que dolorosamente arrebataba vidas y dejaba corazones entristecidos, pero mi nana era la mujer que no le temía a la muerte, ella esperaba con calma su turno y suspiraba cada vez que despertaba en un nuevo día.

Sus palabras siempre mostraron claridad, para ella temer a la muerte era algo innecesario, algún día tendrías que dejarte llevar por la misteriosa muerte hasta el inframundo donde las cálidas llamas se alzaban entre la tierra de los muertos o tal vez irías a los cielos donde un ángel te esperaría con los brazos abiertos.

Y yo no deseaba que aquel día llegara, no quería sentirme sola y que al abrir nuevamente mis ojos no pueda verla sonreírme con ternura.

—Yo estaré a salvo y seré feliz sabiendo que las tres yacen su vida fuera de estas tierras, —alejo lentamente sus manos de mis mejillas, para luego tomar mis manos entre las suyas y brindarles suaves caricias— debes ser feliz Sol

Ser feliz, fuera de aquella oscura alcoba, lejos de la mirada gélida de mi padre y con el temor aún a ser vista, pero había conseguido mi libertad, aquello que anhelé entre las sombras.

Agache la cabeza incapaz de seguir observando su rostro, la tela negra se pegó a mis mejillas mojadas y rápidamente la acomode con firmeza mientras eliminaba cualquier rastro de lágrimas plasmadas en mis mejillas.

—¿Seguirás usando aquella tela? —cuestiono mi nana, ante su pregunta asentí levemente— Pues deberás quitártela algún día ¿no lo crees?

Nuevamente alce mi rostro, ella había plasmado en sus labios una sonrisa triste mientras sus ojos de alguna manera intentaban descifrar mis emociones bajo la tela que ahora cubría mi rostro del mundo exterior y de las miradas curiosas que en el camino pudieran posarse sobre mí.

—Me siento segura, aún no estoy lista para quitármela —respondí con firmeza

Ella asintió levemente.

—Siéntete libre, Sol. Recuerda que solo son miradas…

—Que duelen —pronuncie completando y a la vez interrumpiendo sus palabras

Ella apretó sus labios borrando aquella sonrisa, se acercó nuevamente a mí y rodeo mi cuerpo con sus cálidos brazos. Así en silencio me abrazo, ya no dijo nada, ni emitió algún sollozo, solo acaricio mi cabeza con suavidad y evitando que la tela cayera.

Rompió el abrazo para pronunciar.

—Se feliz, Sol

Pronto Caleb se colocó a mi lado dándole una mirada que podía describir algún mensaje, ella asintió levemente despidiéndose. Me ofreció su mano y yo sin mirarlo a los ojos la tome.

Así ambos seguidos por mi doncella nos acercamos hasta el segundo carruaje, ni siquiera me atreví a mirar los anhelantes ojos de Caleb simplemente subí los peldaños lentamente temiendo pronto caer.

Tal vez la emoción recorría mi cuerpo cuando las puertas del carruaje fueron cerradas, pero no podía descifrar si era cierto. Macarena apretó mis manos y con una sonrisa miro el interior de aquel elegante carruaje.

Caleb junto al segundo príncipe irían transformados vigilando junto a sus guardias los carruajes.

Solté un suspiro.

—Alteza ¿se encuentra bien? —cuestiono Macarena tras mi repentina acción

—No lo sé, me siento preocupada. Temo que mi padre dañe a mi nana, no deseo aquello —entristecida y temerosa conteste

—Ella estará bien —respondió sutilmente mi doncella—. ¿Desea quitarse la tela negra? —cuestiono

Asentí en silencio.

Ella retiro la tela con cuidado, la doblo colocando a su lado para segundos después acomodar mis cabellos mientras con su habitual voz cantarina iniciaba alguna trivial conversación. Podía notar la emoción en las palabras de Macarena, ella también saldría de estas tierras a conocer un reino del cual solo escuchamos sus misterios.

Entonces emprendimos camino, los carruajes se pusieron en marcha en medio de aquella misteriosa noche estrellada, la luna iluminaba el camino y un dolor se instaló en mi corazón, estaba alejándome de mi hogar. Tal vez haya vivido en la oscuridad, pero nací ahí y fue aquel lugar donde mi madre dio su ultimo respiro.

Ni siquiera mi padre apareció en la puerta, se escondió bajo las sombras y guardo silencio.

Como un cobarde.

Mi doncella cayo su voz cantarina reemplazándola por largos bostezos, Macarena recostó su cabeza sobre mi hombro y murmuro una audible despedida. Ella dormía tranquilamente mientras mi mente yacía inquieta.

Cuestionándome y cuestionándome, sin poder hallar la tranquilidad en mi mente.

Me concentre en observar el paisaje por una pequeña apertura del carruaje, la noche yacía estrellada, algunos árboles se movían al compás del viento y las pisadas de los caballos eran casi notorios.

Como la oscuridad había hecho presencia no pude ver con claridad el paisaje que rodeaba el reino de Wilor, pero debía ser magnifico, aunque según rumores contados por Macarena y escuchados por ella de las cocineras había un paisaje más deslumbrante alejado de estas tierras.

Aquellos que con valor y fortuna podían salir de aquellas tierras conocían más del mundo. Conocían misteriosos y deslumbrantes lugares, aunque sus únicos temores fueran cruzar el bosque maldito.

Nunca supe el motivo de su nombre, pero tal vez Caleb pueda acabar con aquella curiosidad.

Lo difícil seria cuestionarle aquello sin que mi voz salga llena de titubeos.

(…)

Largas horas en un sueño tranquilo y con aquel cántico rondando mi mente desperté ante la voz dulce de Macarena. Ella me ofreció una humeante taza de té mientras sonreía con atención.

—¿Por qué frenamos? —cuestione al notar que el carruaje yacía quieto y algunos murmullos se oían alrededor

—El príncipe Caleb ordeno un descanso, el sol hace al menos una hora que salió por completo —asentí ante sus palabras—. ¿Desea alguna fruta?

—¿Trajeron frutas? —ella negó lentamente

—La doncella de su hermana piensa ir al bosque, ahí hay frutas. Los guardias nos dieron aviso, alteza —apreté la taza entre mis manos dispuesta a contestar cuando una voz ronca resonó fuera del carruaje

—Princesa Sol ¿ya se encuentra despierta? —Macarena sonrió mientras sus ojos se posaban fijamente en mí

Mis labios temblaron antes de responder.

—Sí, majestad

—¿Podría acompañarme unos momentos fuera del carruaje? —cuestiono suavemente

Macarena movía sus manos con desesperación haciendo muecas con los labios y tratando de susurrar.

Solté un suspiro y temerosa, aunque podría decirse que me encontraba nerviosa, decidí responder.

—Con gusto

El príncipe Caleb no respondió, pronto nuevamente aquella tela negra era colocada sobre mi cabeza y yo intentaba no temblar ante los nervios.

¿Qué diría?

Siento que al estar a solas con él mi voz se apagaría incapaz de seguir, Caleb causaba aquella extraña sensación en mi cuerpo y no podría descifrarla.

Las puertas del carruaje fueron abiertas minutos después, lo primero que visualice fue la figura de Caleb y aquella mirada que causaba un revoloteo en mi interior. Extendió su mano al mismo tiempo que me ponía de pie siendo sujetada por mi doncella, correspondí su ayuda y sentí su cálida mano apretar delicadamente la mía.

Baje los peldaños aclamando no tropezar y caer bruscamente al suelo. Lo primero que capte fue el aroma que el viento traía consigo, tierra mojada revoloteada a nuestro alrededor y solo unos segundos me permití cerrar mis ojos para sentirlo colarse en mis fosas nasales.

—¿Te gusta el paisaje? —cuestiono Caleb y yo solo pude asentir— Es un bello lugar, estamos cerca del bosque maldito

Abrí mis ojos sorprendida ante sus palabras, fugazmente observé a Caleb para luego posar mis ojos en la vista que yacía frente a nosotros.

Un extenso campo verdoso, pocos árboles se veían a la distancia y algunas flores deslumbraban entre el campo. La calidez del sol se podía sentir bajo mis ropajes y fue inevitable no sonreír cuando por el cielo claro aves pasaron revoloteando con su cántico habitual.

Un cántico de libertad.

—Es hermoso —murmure anonadada ante la vista

Sentí como Caleb posaba sus labios en mis nudillos depositando un beso, giré mi rostro para observarlo y él sonreía con dulzura.

—¿Hay algo que la atormente? —pregunto como si supiera de todas aquellas preguntas que se reflejaban en mi mente durante el día

—Sí, majestad —respondí

—¿Podría decírmelo?

—¿Por qué se llama bosque maldito?, —Caleb pareció confuso ante mi pregunta, sus labios se apretaron con fuerza— ¿es algo malo?

Él negó.

—Nadie sabe la verdadera razón de aquel nombre, pero si está prohibido cruzar durante las noches el bosque

—¿Por qué?

Caleb sonrió con diversión.

—Usted es curiosa, princesa

Agache la cabeza avergonzada.

—No agaches la cabeza, —con claridad pude ver como la mano libre del príncipe intentaba acercarse a mi rostro, pero la cerró con fuerza y tras un carraspeo la alejo— alce la cabeza por favor —pidió con calma

Hice caso a su pedido y alcé mi rostro para percatarme que su sonrisa se había esfumado.

—Se dice que dentro de aquel bosque existen criaturas prohibidas ante la vista de cualquier ser vivo, no puedes verlas a los ojos ni hablar con ellas o morirás —mi cuerpo tembló ante su voz—. No sabría decirte si es verdad, pero de algo estoy seguro es que mucha gente se atrevió a entrar al bosque maldito y nunca más se supo de ellos

—¿El bosque maldito se encuentra cerca de su reino? —pregunte con temor

—Sí, apenas retomemos camino pasaremos por aquel extenso bosque y cabe decirle que nos acompañara hasta el final del camino —asentí ante sus palabras y nuevamente mi mente formulo nuevas preguntas

¿Qué clase de criaturas se podrían esconder en aquel bosque?

Y un presentimiento creció en mi corazón, un anhelo indescriptible seguido del temor.

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