CAPÍTULO X

Pasaron tres días de viaje en el hiperespacio y por las ventanas de la nave ya no se veía la negrura estrellada del espacio sino un interminable túnel de luces brillantes.

Ta’u meditaba en su habitación al frente de un altar a una deidad andrógina con cuatro brazos y cuatro piernas y un aspecto similar al de los Viraki.

Llamaron a la puerta interrumpiendo su meditación.

—Pase —dijo abriendo los ojos y levantándose del suelo. Xelara estaba afuera y penetró.

—Disculpe que lo interrumpiera mientras rezaba, Capitán.

—Estaba meditando en realidad. Y no se preocupe. Además llámeme Ta’u.

—¿Es esa una de sus deidades? —preguntó Xelara mirando al altar.

—Nuestra única deidad; Samyasa. La unión de los opuestos complementarios; hombre y mujer, activo y pasivo, luz y oscuridad. ¿Uste

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