Desesperación

Boris despertó sintiendose confundida y algo mareada. No sabía dónde estaba, pero al cabo de unos segundos su memoria regresó a ella. 

Estaba en el resinto de su maestro situado bajo la tierra. ¡Estaba encerrada! Las palabras de Luzbel retumbaron en su mente una vez más, y con ellas su desesperación emergió.

Se incorporó velozmente, desconocía ese cuarto y no recordaba cómo llegó hasta allí. Vió que no tenía los zapatos y por más que los buscó no los encontró. Apretó con furia sus labios mientras su corazón latía con fuerza.

Salió de la cama y buscó la salida, había una sola puerta de entrada. Se dirigió a ella y salió al salón donde estuvo con su maestro. El gran piano azúl seguía allí. 

Buscó con la mirada la puerta hasta encontrarla. Corrió a ella atravesando el gran salón, pero al querer abrirla comprobó que estaba cerrada con llave.

Boris empujó con desesperación pero no pudo abrirla. Golpeó con sus palmas mientras gritaba con intensa desesperación, hasta perder la potencia de la voz. Nadie acudió a ella. Estaba encerrada bajo la tierra sin posibilidad de escape. 

Ya sin fuerzas se dejó caer al suelo apoyado en la puerta, mientras lloraba. Se sentía desbastada. 

— Miguel....por favor mi luna....buscame.....Miguel....

No supo cuánto tiempo estuvo allí, llorando mientras llamaba a su amado pelirojo. 

Cuando ya no le quedaron más lágrimas se incorporó para buscar alguna salida. Se dirigió a los estamtes de libros en busca de alguna puerta secreta o algo parecido. 

Vió toda clases de libros y manuscritos hasta que encontró un libro que decía Diario Intimo de Gabriel.

Boris sacó el diario y tras sentarse en uno de los sillones empezó a leer. Así se fue enterando de muchas cosas sobre el marido de su maestro. 

Al parecer amaba a Luzbel con locura y era felíz a su lado, como también lo era Luzbel. Su maestro era muy popular entre las chicas. Pero él había elegido amar y pasar el resto de su vida con Gabriel. Pasaron dos años de noviazgo hasta que se casaron. 

Cuando vio la foto de Gabriel entre las páginas de ese diario se quedó en una pieza. Era idéntico a ella misma. Tenían el mismo color de cabello, los mismos ojos, las mismas facciones. Su respiración se entrecortó. 

¿Quién era realmente Gabriel y cómo murió? Eran tan iguales que empezaba a comprender a su maestro y el motivo que lo llevó a encerrarla allí bajo la tierra? 

Cerró el diario y lo dejó en la mesita cerca suyo. Se sujetó de las piernas mientras miraba la chimenea y las cenizas. 

Si bien podía entender sus sentimientos, no soportaba estar encerrada. Comenzó a llorar. Fue cuando lo sintió. Gabriel andaba cerca, estaba aquí en éste lugar. No sabía cómo pudo saberlo pero simplemente lo supo. 

Levantó la vista e instintivamente busquó. No había nadie visible aquí pero sabía que él estaba en ésta habitación. No estaba loca, podía sentirlo. Era un don que tenía desde pequeña. Por eso mismo Boris era odiada por su familia, al tratarla de anormal. Un motivo más para ser rechazada.

Gabriel estaba mucho más cerca de Boris que lo que ella pensaba. Pero aquello solo la angustiaba más, mucho más. 

— Gabriel....sé que estás aquí...por favor....ayúdame a salir de aquí. 

Nada. Parecía que empezaba a enloquecer debido a que hablaba sola. Su desesperación solo aumentaba. 

— ¡Yo no soy tú! Por favor Gabriel.....por favor....tu marido me tiene encerrada aquí....ayúdame....

Pero en esos momemtos sintió que abrían la puerta. Era su maestro quien entraba. La muchacha al verlo se avalanzó a él furiosa. El emo volvió a cerrar la puerta con llave. 

—¡Maldito! ¡Déjame salir! 

Boris golpeaba el pecho de Luzbel, pero el emo lo sujetó fácilmente de sus muñecas inmovilizandola. La rubia lloraba desesperadamente mientras forcejeaba. 

— ¡Sueltame maldito! 

Luzbel vio en la mesita el diario de su amado esposo asombrado. Luego miró a Boris furioso. 

—Tú — lo sacudió con violencia —¡¿Qué demonios crees que haces?! ¡¿Por qué husmeaste entre mis cosas?!

— ¡Sueltame! 

Boris lloraba a más no poder. Se sentía atrapada, solo quería ser libre. Volver junto a su amada luna. 

— Me encerraste aquí, me alejaste de la luz del sol y de...de...de Miguel. Por favor....por favor....maestro....sé que Gabriel y yo nos parecemos pero....yo no soy él....por favor....no me lastime más maestro....él....Gabriel sigue aquí....en éste lugar...

—¿Qué dices? 

— La verdad

—¿Cómo sabes que él está aquí?

— Siempre pude sentir ciertas cosas maestro. Por favor suelteme.

— ¡Mientes! 

Luzbel se volvió más violento con Boris, ya que supuso que la joven solo estaba usando su dolor por la pérdida de su amado esposo. 

Sin embargo Boris estaba desesperada. Su dolor pronto ablandó al emo quien fue ablandando el agarre hasta abrazarla. Pero por más que la muchacha siguió forcejeando, no pudo soltarse. 

Finalmente cedió también permitiendole a Luzbel abrazarla. Apoyó su cabeza en el hombro derecho de su maestro sin dejar de llorar.

— Ya Boris, tranquila. 

— Solo déjeme ir.....por favor maestro.

— Eso no podrá suceder Boris. Quiero que estés aquí y lejos de Miguel.

— No por favor 

La muchacha sentía que se asfixiaría si seguía allí, pero su maestro no se inmutó. 

— Ahora deberás calmarte y prepararte para las clases de canto.

—¿Qué? — la joven lo miró asorada

— Soy tu maestro Boris y haré de tí una gran estrella pero te necesito conmigo al completo. 

— No quiero

— No me importa Boris

— ¡Sueltame! 

— Nunca

Luzbel la mantenía prisionera rodeandola con sus fuertes brazos. Boris no podía liberarse y eso la desesperaba a más no poder. 

— ¡No quiero seguir siendo tu discipulo! ¡No quiero nada de tí! ¡Sueltame! 

— Bien, aquí aprenderás a obedecerme te guste o no. 

Diciendo aquello la arrastró hacia la habitación, sin importarle los gritos y súplicas de Boris. Una vez allí la arrojó con violencia a la cama. Boris cayó rebotando en el blando colchón. 

Luego cerró la puerta. Cuando la joven quiso incorporarse, el emo la empujó violentamente para que regrese a la cama. 

— Aquí mando yo Boris, hasta que lo entiendas tendré que volverme violento contigo. — dijo Luzbel mientras se desprendía los botones de su pantalón.

Boris empezó a temblar mientras miraba a su maestro con horror. 

— P-Por f-favor.....m-maestro n-no lo haga....

— Tarde para suplicar Boris. Ahora aprenderás la lección.

Boris cerró los ojos sin poder dejar de temblar. Para sus adentros le suplicó a Gabriel que lo ayudara sin dejar de llorar. 

Aquella visión le recordó a su amado esposo cuando, antes de casarse con él, era torturado por quienes debieron protegerlo, ya que compartían lazos de sangre, y atormentado por sus compañeros del teatro. 

Aquello le llegó al corazón y decistió volviendo a abotonarse el pantalón. Demonios ¿qué estuvo a punto de hacer? 

— No te haré nada Boris. Pero insisto. Permanecerás aquí en mí lugar privado bajo llave. — El sollozo de la joven fue lastimero —Ven, necesitas beber algo caliente Boris — la muchacha negaba con la cabeza mientras lloraba — Dije que vengas connigo.

Boris contempló a su maestro desolado, sintiendose desfallecer. 

"Miguel, por favor....ayúdame....mi hermosa luna....buscame....por dios buscame....Miguel"


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