CAPÍTULO 4. El PLAN PERFECTO

Briana.

La vida es cruel y despiadada. La vida te enseña muchas cosas. Es increíble lo fácil que se puede destruir tu burbuja de felicidad y lo lento que duele superar y afrontar la nueva realidad. 

******

—Hija querida... —saluda mi madre, se acerca a abrazarme y darme un beso en la frente. —, tu regalo de cumpleaños esta muy cerca. Sabemos que no estás feliz y mucho menos de ánimos. Te lo queríamos dar ayer pero no era el día correcto. — me quedo en shock y sonrío un poco. ¡Es mi carro, siii! ¡Ya soy una adolescente con auto!. 

Al recordar a Ale un nudo se forma en mi garganta y solo quiero llorar. Hablamos tantas veces de este momento épico... la primera vez conduciendo un auto propio. Primero, cantaríamos a todo pulmón las canciones preferidas, después ir a un bosque hermoso y tomarnos muchas fotos. Al final, hacer una fogata, contarnos secretos vergonzosos y mirar las estrellas abrazados. 

«¿Por qué no elijes a Sebastián? Se supone que es tu novio.». 

Conozco más tiempo a Ale... es mi otra mitad. Y estoy segura que a Sebastián le aburriría mi plan. 

Te extraño... demasiado... Ale. 

—¿Qué esperas Briana? ¡Sal a divertirte! —grita eufórico mi padre. 

Empezamos a correr y festejar en la casa solo los dos porque mi madre mira nuestro show sentada en el mueble. 

—¿Dónde están las llaves? —pregunto agotada de correr y gritar como loca. 

—Las tiene... Ale —susurra mi madre y la miro incrédula. Creo que perdí la voz porque no salia nada de mi boca. ¿Cómo las va a tener el? Terminamos la amistad y soy la última persona en querer ver o tener cerca. 

—q-que.. di-jiste —tartamudeo. Los dos se miran a ver quién habla primero. Se comunican con solo verse. —¿Quién las tiene?. 

—Hija, perdóname por interferir entre ustedes. No puedo dejar que tú primer deseo de cumpleaños se arruine así que les di las llave a Ale. Van a disfrutar el día y después que pase lo que tenga que pasar. —confiesa, una sonrisa burlona se forma en sus labios. 

—¡Mamá! Lo mejor es que vayas a ver las llaves. —carraspeo la garganta —Voy a morir, ¿por qué actúan como adolescentes?. 

Froto mi sien, camino de un lado a otro nerviosa sin saber que hacer. 

—Ay, olvidé decirte algo. —murmura bajo y mi padre se ríe escandalosamente. —Creo que el no sabe que tiene las llaves. —suelta finjiendo estar arrepentida. La conozco tan bien; Anna mi mamá puede ser hermosa, inteligente y sarcástica nivel mil. Es obvio que mi padre Lucas es su CÓMPLICE. 

—¡Es en serio, qué hicieron los dos! ¿Qué hago?. Se supone que es mi carro y yo debo tener las llaves... 

—Ve a su casa y buscalas, mira el lado bueno Briana, así pueden hacer las pases o terminar de una buena forma. ¡Te queremos! ¡Te amooo!. — habla en voz alta y suspiro. 

Ni tengo idea por dónde comenzar la conversación. ¡Esa es la verdad! 

—¡Tú puedes princesa, no es tan difícil!. —exclama mi padre feliz y abraza a mi madre (alias la mente maléfica). Los fulmino con la mirada y frunzo las cejas en desacuerdo a sus palabras. 

¡Si lo es, muchísimo!  Está enamorado y yo lo aleje sin darle una explicación lógica. Soy tan cruel y egoísta. 

—Perfecto... iré a buscar las llaves. —sonrío falsamente y subo a mi habitación a cambiarme para ir a la casa de Ale. 

Nisiquiera puedo confiar en mis propios padres. De seguro ni me abre la puerta, ¿por qué me pasa este tipo de situaciones tan vergonzosas?. 

Le diré: "Hola Ale, puedo entrar y tomar las llaves de mi auto" o "Hola, tienes mis llaves pero no lo sabes. Iré por ellas". Es tonto y muy estúpido ir por ese motivo. Apuesto que se va a reír y mandarme lejos de su vista. 

No, no, no, y mil veces no. Gran conversación tuve con Ale esa noche... nuestros labios a centímetros de tocarse ¡Soy muy mala para hablar después de situaciones vergonzosas! ¡¿Y si me olvido de las llaves?!. 

¿Qué es lo peor que puede pasar? 

—Briana... Ale se irá de viaje en una hora. Creo que va a visitar a su hermano a Nueva York por unos meses. Si no te apuras te quedaras sin auto. —informa mi madre parada en la puerta de mi habitación, peina su cabello y chasquea los dedos mientras yo estoy en el suelo acostada. Tampoco me cambié de ropa por estar pensando. 

Ya no puedo... todo... me sale mal. 

—Ya voy directo a su casa. —le aviso a mi mamá y me levanto dispuesta esta vez si a cambiarme de ropa. ¿Moriré en el intento? Lo conozco perfectamente para saber que me va soltar verdades en la cara. 

Por más que tengo nervios, miedo y vergüenza, quiero verlo e intentar hablar aunque sea la última vez. 

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