Capítulo 3.

Julián.

Maldita mujer.

El mismísimo diablo vestido de mujer ...

Todo de ella es una completa perdición y quede alucinado con su perfecto rostro, cuerpo y esos impresionantes labios, no puedo quitarla de mi cabeza desde ese beso, nunca en mis veintiocho años había experimentado algo parecido.

Hace tres semanas que la busco, todo parecía que indicaba como si la tierra se la había tragado y hoy gracias a mi mejor amigo, Nicholas, tendría la oportunidad de verla nuevamente. Una simple mirada de su parte me volvió completamente loco, ese vestido blanco causaba muchas sensaciones en mi cuerpo que se intensificaron cuando me ignoraba, solo que no estaba preparado para verla llorar de esa forma en un oscuro rincón tan indefensa con miedo a que vuelvan a lastimarla y quería romperle los huesos al maldito que rompió su corazón, aunque ella no me crea y me juzgue constantemente deseo cambiar, la necesito en mi vida como todos necesitamos el oxígeno para vivir, exagerado, lo sé, pero el efecto Catalina Duran fue como un gran tsunami en mi vida. 

— Eres mucho más linda con una sonrisa — susurro abrazándola, tratando de mostrar que puedo protegerla si sólo me permite entrar en su vida.

No quería que nadie la vea de esta forma, así que con cuidado la saqué de ese lugar para llevarla a mi departamento, solo quiero cuidarla. Es la primera mujer que entraría exceptuando a mi querida abuela y Francesca, pero ahora dejaría que esta hermosa pelirroja entre a invadir mi espacio al cual lo considero sagrado.

Giovanni fue el único que le pude avisar que me iría y que me llevaba a Catalina porque no se encontraba en las mejores condiciones para seguir en este lugar. Con cuidado la saque del Soul y luego la subí a mi auto para llevarla a mi casa. Tal vez podría malinterpretar esto, pero necesitaba cuidarla porque odiaba verla de esta forma, llorando por un hijo de puta que solo le rompió el corazón y sentía que debía ser el único que haga entender que, si me deja, armaría cada pieza de su corazón para que sea feliz, pero a mi lado.

La senté en uno de mis sillones, ella no decía nada estaba perdida en sus pensamientos, odiaba verla de esa forma y me perdí en la cocina para traerle una botella de agua. Ya había bebido demasiado, no quería que siga llenando de alcohol su sistema.

— Tres años de mi vida estuve con ese maldito — gruñe molesta. — soy la cornuda de Chicago, decía que me amaba mientras a mis espaldas se acostaba con todas las mujeres que aparecían en su camino, ¡lo odio! — exclama con ira y sus ojos cristalizados me observan. — No sé porque te cuento estas cosas si eres igual a él — la miro indignado no nos puede meter a todos en la misma bolsa. — solo usan a las mujeres para satisfacer sus necesidades y les importa un carajo los sentimientos ¿alguna vez te rompieron el corazón? — me pregunta.

— Nunca — respondo siendo sincero. Nadie rompió mi corazón porque nunca deje que se ilusionaran conmigo. — Creo que tú puedes ser la única que podrías romperlo, Catalina — reconozco.

Nunca tuve una relación que vaya más del sexo ocasional, no me gusta atarme a una sola mujer, pero Catalina tenía algo que me estaba haciendo romper mis esquemas

— Mentiroso — exclama mirándome fijamente.

Me acerco para sentarme a su lado, la veía tan fuera de si, como si estuviera desbordad por sus sentimientos y la vez por el mismo alcohol que había ingerido hace unas horas en el Soul. Catalina es de esas mujeres que son super independientes y no quieren mostrar sus sentimientos porque se esconden detrás de una máscara fría, solo que esta vez ella estaba tan vulnerable que no podía dejarla ir de mi departamento porque sentía que necesitaba que alguien la escuche y sobre todo que no la juzgue por sentirse de esa forma. Como dije me senté a su lado, ellas con esos preciosos ojos color verde me observen y sin verlo venir sus manos tiran de mi rostro para que la bese. No quería hacerlo, no en las condiciones que se encontraba en ese momento, pero no podía negarme necesitaba probar nuevamente esos labios.

Ella es una completa perdición, mi perdición.

Catalina se sube sobre mis piernas, sus manos se aferran a mi cuello con mucha posesividad, las mías se amoldan a su cadera y se torna nuestro beso mucho más apasionado.

Debía detenerla.

— Para — la detengo. La imagen que tenia de ella sobre mi nublaba mi poco juicio, su pecho subía y bajaba, tratando de recuperar el aliento. Esos carnosos labios hinchados y rojos por nuestro beso, pero sobre todo su mirada cargada de deseo combinada con lujuria fue lo me hizo perder los estribos.

— Por favor — susurra sobre mis labios para luego morder mi labio inferior terminando de encenderme por completo.

Por primera vez en mi vida quería hacer las cosas bien, solo que ella estaba haciendo muy difícil mi idea y más cuando se quitó su vestido, quedando ante una jodida tentación con esa lencería blanca de encaje. Mi poca fuerza de voluntad se me fue al carajo al verla de esa forma, por eso la cargue en mis brazos para llevarla a mi habitación, va a ser la primera y única mujer que deseo hacerla mía en mi propia cama, quería disfrutar lentamente de esa noche.

Cuando entramos a mi habitación, sus manos fueron a los botones de mi camisa, sin dejar de mirarme desprendía cada uno de ellos con una sensualidad tan innata en ella que me tenía con el pene demasiado duro. Quiere arrodillarse ante mi mientras baja mis pantalones, pero no se lo permito. Tenía un objetivo y es robarle no solo un orgasmo, sino que varios, la iba a volver tan loca para que no pueda quitarme de su cabeza de ahora en adelante. La recosté en mi cama, quité su brasier y su braga, ella desnuda, tan entregada a mí no podría olvidarla jamás, sabía que esto sería mi fin a mis años de casanova porque algo dentro mío me afirmaba en cada instancia que Catalina Duran es la mujer que siempre estuve esperando en mi vida, esa la que daría vuelta mi mundo poniendo ideas como casamiento e hijos.

— Julián — jadea al sentir mis labios cerrarse sobre uno de sus pezones, mientras que mi mano se apodera de su otro seno magreando lascivamente. Mi boca y manos intercambia en cada momento, sin dejar de atender sus pechos.

Poco a poco voy bajando, repartiendo suaves besos en su abdomen hasta que llego a su monte de venus, mis dedos tantean su vagina notando su humedad, llevo mi pulgar a su boca donde no duda en chuparlo y me hace gruñir. No iba a poder aguantar mucho tiempo más sin meterme en su interior. Llevo mi pulgar a su clítoris comenzando suaves movimientos mientras paso mi lengua por sus labios menores a su vez metiendo mi dedo índice en su caliente canal. Me robo su primer orgasmo con mi boca, escuchar sus gritos, jadeos y maldiciones, volviéndola loca se corre de una manera única.

No podía más.

Tomo un condón, bajo con rapidez mi bóxer y ella la que me quita el preservativo para colocarlo en mi duro pene que estaba a nada de explotar. Me acomodo en la entrada de su vagina y lentamente comienzo a ingresar dejando que su estrechez comprima mi miembro al punto de sentir que estaba a nada de correrme, solo que me negaba a hacerlo. Jadeo tranquilizándome, comenzando un suave movimiento perdiéndome por completo en su mirada.

Lo digo y reafirmo, ella es la indicada.

                                                        ****

Nunca había experimentado la sensación de abandono, esa mañana desperté solo en mi cama, ella huyó para no enfrentar lo que sucedió y hacer como que nada pasó. Me odio y más a Catalina por dejarme como si fuera un cualquiera en su vida, esto me hizo entender cómo se habrán sentido todas esas mujeres con las que me acosté a lo largo de los años cuando era el que huía luego de follar sin dejar ningún número para volver a contactarnos, sin dudas debería pedir perdón por haberme comportado como un patán con ellas, ninguna mujer se merece que nosotros los hombre las tratemos de esa forma.

Estoy tan enojado que si no salía del departamento iba a destruir todo lo que tengo a mi paso, necesitaba ir al único lugar donde encontraría paz. Aparque en la entrada de la casa en donde vivía cuando era chico, ella ya me esperaba en la puerta con una gran sonrisa y sus brazos abiertos, no tarde nada en dejar que me abrace, necesitaba sus abrazos.

— Abuela — la saludo depositando un beso en su mejilla.

Cuando era niño mis padres tuvieron un trágico accidente, un conductor ebrio se pasó una señal de alto y acabo con su vida en simples segundos. No recuerdo mucho ese momento, tal vez porque era demasiado pequeño para entender lo que sucedía. Luego de eso mi custodia quedo en manos de mis abuelos, ellos junto a mis padrinos Alfonso y Giulia, fueron los que me criaron recordando todos los días de mi vida lo mucho que se amaron mis padres y lo deseado que era para ellos.

— Hola hijo, te veo muy flaco ¿te encuentras bien? — pregunta frunciendo su ceño mientras me lleva directo para la cocina.

— Estoy como la m****a — declaro al sentarnos en la mesa mientras me sirve un plato con una porción de tarta de arándanos. Ella me dedica una mala mirada por el vocabulario que use. — Lo siento, pero es la pura verdad — acoto suspirando.

Siempre cuando tenía un mal día volvía a este lugar, donde no dudaba en mimarme sin importar que tenga veintiocho años. 

Me estudia con la mirada. — Una mujer te tiene así — afirma sonriendo.

Suspiro frustrado. — No es cualquier mujer, creo que llegó la indicada a mi vida, pero esta tan lastimada que no me ve como quiero — reconozco.

Su sonrisa se agranda. — ¡Mi pequeño se está enamorando! — exclama eufórica.

— No soy un pequeño, abuela — me quejo.

— Lo se Julián, pero siempre serás mi pequeño además ya era hora que encontrarás a la mujer perfecta o si no me hubiera ido de este mundo sin conocer a mis bisnietos — acota.

— ¡Abuela! — exclamo poniendo los ojos en blanco. Catalina no quiere nada conmigo y ella ya está pensando en sus bisnietos que tanto viene pidiendo.

— Digo la verdad, deberías estar copiando al pequeño Nick que encontró a la mujer ideal — ruedo los ojos. Si tan solo supiera la verdad mi abuela, al que llamo mejor amigo no "encontró" más bien obligo a esa pobre chica a seguir con su mentira, la cual se está volviendo muy real, no hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que tanto Nicholas como Isabel están enamorados uno del otro, pero ellos no son conscientes de esto, todavía.

Pase toda la tarde con mi adorada abuela ayudando en su jardín, despejando un poco mi mente de todo lo que me está pasando, pero ya era momento de volver al departamento donde una buena botella de whisky y varios casos jurídicos me esperaban para ser mi compañía esta noche, solo que mi idea se vio interrumpida al encontrar a Francesca sentada en mi living como si fuera la dueña del lugar.

— ¿Qué haces acá? — pregunto sorprendido.  —¿Cómo entraste? — agrego.

— Buenas noches, Fran, estas muy hermosa esta noche — contesta sarcástica. — contestando a tu pregunta querido, entre con esto — me muestra una llave. —Tengo una copia de la llaves de tu casa y la de mis hermanos por cualquier cosa — declara despreocupada.

Bufo molesto. — Siempre invadiendo los espacios personales, Fran — camino a mi pequeño bar para prepararme un buen vaso de whisky.

Necesito alcohol en mi sistema, que me ayude a olvidarme de ella.

— No metas ese líquido en tu sistema sin antes comer algo — grita mi amiga.

— Igual de insoportables que tus hermanos — digo cabreado.

— Gracias, así somos los Salvatore — contesta con una gran sonrisa.

Me había criado con los Salvatore, más que amigos son mis hermanos que la vida puso en mi camino desde pequeño para tener siempre a tres seres humanos tan diferentes entre sí, pero con un carácter de los mil demonios, con lo que comparto todo porque son mi familia.

— Buena bella y dulce Fran dime ¿por qué debo el honor de tu presencia? — ironizo.

— Creo que necesitas una charla de amigos — asegura estudiando con su mirada.

— Llama a Nick y a Gio para que se unan — acoto chasqueando la lengua.

— Esos dos son tan tontos que no se dan cuenta de lo que te pasa — contraataca con sus brazos cruzados.

—¿Qué es lo supuestamente me pasa? — consulto copiando su misma pose.

 — Me subestimas, aunque no se den cuenta siempre se lo que le pasa a cada uno, pero en especial a ti, querido amigo — hace un silencio. — Catalina Duran, ella fue un huracán ¿me equivoco? — dice con seguridad.

Nadie podría con Francesca Salvatore y su sexto sentido, nunca se les escapa nada.

— Ella me interesa solo juzga mi pasado — reconozco con frustración.

 — Bueno digamos que tu pasado te condena y da mucho de qué hablar — cometa mi amiga pensativa.

— ¡Gracias por el aliento! — exclamo.

— Es la realidad Julián, sabes que no miento, solo te daré un consejo — la miro atentamente. — Catalina sufrió mucho por lo de su ex, está muy lastimada, ahora si ella es la indicada muéstrale quien realmente eres. Que se enamore del Julián De Luca que conozco hace veinticinco años, mi amigo y un gran hombre, eres perfecto solo busca que vea lo bueno que hay en ti — agrega dejándome pensativo por unos segundos.

— Siempre tan sabía, por eso eres mi Salvatore favorita — declaro ganando que ella se ruede los ojos.

— Siempre soy la mejor — sentencia con superioridad.

Me levanto para abrazarla, necesitaba una opinión y quien mejor que Francesca, m gran amiga y que siempre está ahí para salvarnos.

— ¿Cuándo creciste tanto? — consulto sin soltarla.

— ¿Cuándo se volvieron tan idiotas? — replica divertida.

— Si no resulta lo de Catalina podemos cumplir con nuestra promesa — bromeo.

Comienza a reírse. — Casarnos y tener cinco hijos — acota.

— No te olvides de los tres perros y los dos gatos, amor — sigo bromeando.

La cuestión es que nos prometimos que si nunca llagaba esa persona ideal en nuestra vida ambos nos casaríamos, aunque tanto Nicholas como Giovanni lo impidan y traten de matarme en el proceso.

— Bueno espero que no lleguemos a eso porque te veo como un hermano y nuestra relación sería algo parecida al incesto — responde sin parar de reírse.

Como adoro a esta chica, ella tiene razón lo nuestro era casi parecido a un incesto porque fuimos criados como casi hermanos por eso debía buscar todo para conquistar y enamorar a Catalina, voy a unir cada pieza del corazón de la pelirroja que es mi completa perdición, cueste lo que cueste.

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