Capítulo 34

Cuando la camioneta llegó al pueblo Gabriel logró ver a través de vidrio polarizado como había cientos de personas en las calles, el día de la virgen se había visto interrumpido por el repiqueteo de las campanas que anunciaban una nueva ejecución publica, la suya. Antes de salir del palacio, lo habían atado completamente, las manos atadas por detrás hasta los codos, y las piernas hasta las rodillas. Trató de moverse, pero estaba tan atado que no lograba ya ni siquiera sentir las palmas de las manos, y sintió tanto miedo que el corazón le latía con fuerza en los oídos.

La tarde comenzó a cerrarse, una muy pequeña llovizna comenzó salpicar los vidrios y una niebla espesa comenzó a cobijar al pueblo, era un día muy feo para morir, pensó Gabriel cuando la camioneta se detuvo frente al atrio y lo bajaron de la camioneta. Franco lo tomó

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