CAPÍTULO III. EL ENCUENTRO.

Me desperté repentinamente, con el corazón acelerado y lágrimas en los ojos. Ese sueño fue muy vívido. Es la primera vez que sueño algo como eso, y sentí que mi cuerpo realmente estaba en otro lugar, todavía en este momento persiste la sensación. Con la respiración agitada aún por la conmoción, me siento al borde de la cama mientras miro la ventana sin observar realmente, estoy intentando repasar mentalmente el sueño que tuve, pero se me van escapando pedazos de información de todo lo visto, y a cada segundo que pasa los detalles se hacen aún más lejanos y no comprendo como algo que me ha impactado tanto se puede desvanecer tan prontamente. Debe ser algún mecanismo del cerebro, ese que hace que olvides lo negativo, lo malo o lo traumático, como modo de defensa. Mi corazón se ha calmado, retomando su ritmo habitual y mi respiración también es ahora regular. Entonces me permito observar la ventana, abandonando la idea de querer recordar mi sueño, porque ya parece definitivo que no voy a lograr recordar más allá de aquella extraña habitación… Siete puertas… Ese ojo…

El sonido de los pájaros cantando me distrae, hace un día fabuloso, el sol de la mañana entra por la ventana calentándome, y puedo escuchar a mi mamá gritando a mi hermano que abra la llave del agua para lavar el carro, hoy va a ser un día soleado, es Domingo, quizás pueda ir a la iglesia con mi familia, hace tiempo que no acudimos juntos, me atrevo a decir que ya ha pasado más de un año. Quizás sea buen momento para retomar la fe.

-¿Tú crees que ir a la iglesia te salvará de nosotros?

-¡Dios mío santísimo!- exclamo asustada mirando de donde proviene la voz, y me levanto rápidamente, ahora lo puedo recordar todo, la despensa, me desmayé, el recuerdo del sueño regresa por completo a mí, esa voz, es la misma de las otras dos ocasiones.

Miro por toda mi habitación y nuevamente no hay nada a la vista, no hay nadie que pudiera estar hablando. Escalofríos recorren mis brazos, pero esta vez no me dejo acobardar. Puede que me sorprendiera pero ya no estoy dispuesta a seguir con este jueguito de escondidas sobrenaturales, si es alguien jugándome una broma, le va a ir muy mal, y si es un espectro o algo parecido siempre puedo correr, o saltar por la ventana, pero no sin antes saber sus intenciones.

-¿Qui… Quién está ahí?- ¡mierda! Mi intento de sonar valiente ha fracasado con creces. Buen momento para que me dé por ser tartamuda.

-¿Nerviosa mi flor?- pregunta con burla aquella voz, puedo sentir un tono bastante condescendiente.

Respiro profundo y tomo valor para enfrentarme a lo que quiera que sea esto. Ya estoy decidida y no voy a dar marcha atrás. Aún no voy a correr, aunque mis piernas tengan un ligero temblor y mis manos estén sudando copiosamente.

-Hice una pregunta, por favor, responde- ¡Dios! Sólo a mí se me ocurre ser amable con un fantasma.

-Yo estoy aquí- responde riéndose aquella voz de barítono, mal parece que soy el chiste del día.

-Ok…

La risa se vuelve brevemente más divertida, esta cosa se está burlando de mí.

-Disculpa mi flor, no quiero causar una mala impresión, no estás haciendo la pregunta correcta.- dice ya con seriedad.

Su repentina seriedad y aparente arrepentimiento me dejan fuera de mi lugar, y en medio de la sorpresa sólo puedo preguntar.

-¿Por qué sólo puedo oírte y no verte?

-Porque yo lo he decidido así.

-¡Dios mío! Ahora es oficial, creo que enloquecí, creo escuchar voces, hablo con ellas, y de paso, me responden.

-No estás enloqueciendo, no aún.

-¿Qué?- esa respuesta me desconcierta. 

-No eres muy buena conversadora, por lo que observo, sin embargo en ti hay cosas infinitamente interesantes.

-¿Cosas como qué?- me pateo mentalmente, debería estar tratando de saber con quién estoy hablando, no preguntando cosas que vienen de comentarios sin sentido.

-Cosas, como tus capacidades sensoriales, tu sangre, tu alma, no mucho en realidad.

-¿Mi… mi sa…sangre?- aquel temor se vuelve a instalar en mí, creo que de verdad esta cosa no es buena, y todavía no sé qué es.

-Sí, eso dije, haces que me ponga de los nervios, no sabes mantener una conversación centrada, tenías una pregunta por hacer ¿no es así?

-Sí, sí.- afirmé con cierto nerviosismo.

-¡Pregunta mujer!- dijo con apuro aquella voz-  En serio vas haciendo que pierda mi escasa paciencia.- dice con enfado.

-Ok, ok, dame un momento. No sé ni siquiera con quién hablo, si es que no me estoy volviendo loca. ¡Eso! ¡Eso es! Jaja disculpa la torpeza, mi pregunta ¿Quién eres?- digo echa un manojo de nervios.

-Mi nombre es Rafael. Ahora yo deseo saber tu nombre- preguntó con tono educado.

-Ok, Rafael, bien, la voz tiene nombre y se llama Rafael… Extraño… Sí, estoy enloqueciendo, no hay otra explicación para esto- dije más para mí misma, todavía me sentía muy nerviosa, estaba hablando a una habitación vacía, porque aunque escuchaba a mi interlocutor, realmente no veía a nadie, ni sabía de dónde provenía aquella voz.

-De verdad estoy haciendo un esfuerzo y siendo amable, mi flor, por favor no saques mi lado malo a relucir, porque no deseo eso, y cada vez mi paciencia se agota porque no eres capaz de mantener una conversación decente.- se podía sentir el cansancio y aburrimiento en su voz, así como un ligero tono de amenaza.

-Sí, pero ¿cómo más quieres que reaccione? Siento que estoy hablando sola, no veo dónde estás, o qué eres. Es extraño.- admito con vergüenza muy a mi pesar. Lo menos que quería era demostrar más debilidad a esta entidad.

-Hoy no es el día para esta conversación, creo que tu frágil mente no podrá con la verdad aún, así que dime tu nombre para poder irme. No deseo seguir hablando contigo- dijo con impaciencia.

No sé porque pero ese comentario dolió más de lo que pudiera creer, ¿por qué tendría que afectarme que un fantasma no quiera hablar conmigo?

-No soy un fantasma, y no te sientas triste- dijo con seriedad la voz de Rafael.

-¿Qué? Yo no he dicho nada.- dije confundida, ¿ésta cosa leía mis pensamientos?

-Sí, puedo leerlos, pero sólo eso.

-No pues, eso me da mucha calma que sólo puedas leer mis pensamientos y nada más… Como si no hubiese nada más privado que los pensamientos de una persona- refunfuño en voz baja para mí misma.

-Mira…

-No puedo verte- contesto rápidamente, mi nerviosismo se ha ido casi por completo, y ahora lo sustituye la curiosidad. Debo intentar que se muestre y saber a qué me enfrento.

-Escucha entonces, chica lista- dice con sarcasmo- puedo leer tus pensamientos, eso es un hecho, más adelante sabrás el por qué, ahora dime tu nombre. Me debo marchar.- dice con premura.

-Antes, muéstrate- digo con seguridad- merezco saber a quién me enfrento, o qué eres.

-No estás en posición de hacer exigencias, mi flor, ya te dije mi nombre, y ahora debes decirme el tuyo.

-¿Si te digo mi nombre podré verte?- pregunto.

-Ahora no, quizás en la noche- se podía sentir una promesa en su voz.

-Ok, bueno, no tengo otra opción, mi nombre es Luna- dije ya finalmente cediendo. Creo que estaba reteniendo a este Rafael más allá de lo normal.

-Extraño nombre para alguien con tus características…- dijo pensativo.

-¿Qué tiene de extraño?

-Nada que debas saber aún- me cortó- Me verás en la noche.

Y así como así, lo que sea que estaba hablando conmigo desapareció y sólo fui consciente de ello por una ligera brisa al lado de mi escritorio que movió las páginas del libro abierto que allí reposaba. Con que ahí estaba. Siempre estuvo de pie al otro lado de la habitación junto al escritorio y yo no lo noté, pero sí lo escuché. O quizás siempre me estaba volviendo loca.

Mis piernas flaquearon y tuve que sentarme en la cama nuevamente, otra vez mirando a la ventana, mientras pensaba qué había sido todo aquello. Debería programar una cita con la psicólogo de mi mamá, no fuese que de verdad estaba enloqueciendo y todo ha sido producto de mi imaginación.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo