Rebecca
—¿Me oyes? —La voz de Allesia surgió entrecortada por la conexión de Skype—. ¿Hola? ¿Hola?—Te oigo. —Me puse los auriculares y miré por los ventanales, la impresionante vista. —No me volviste a enviar mensajes después de la propuesta. Entiendo que tenían que recuperar tiempo perdido, pero me moría por ver el anillo —dijo en cuanto su cara apareció en la pantalla del portátil—. ¿Qué dijo Nathaniel cuando le diste la noticia? ¡No puedo creer que a tu amiga se le adelantara el parto! ¿Ya conoces a la bebé? Y, por favor, dime que llamaras a tu mamá en cuanto cortemos, me está volviendo loca. Ya imprimió cada periódico donde se menciona tu compromiso y pretende que salgamos a repartir entre los vecinos los que mejor hablan de ti. Está encantada con la atención, ya la llamaron varios periodistas. —Rodó los ojos. —¡Ah, ah, ah! También papá ahora quiere que le de tu nuevo número…lo mandé al cuerno y le dije a mi mamá que me mudaría. ERebeccaNo podía pegar un ojo.El corazón se me salía por la boca, sentía a cada instante el pulso acelerado. No podía quitarme la sonrisa de oreja a oreja al pensar en el grandioso día que me esperaba, en la forma en la que mi vida cambiaría al convertirme en la señora Wentworth.Salí de la cama nerviosa, me coloqué la bata y fui al cuarto de baño. Empapé una toalla en agua fría y la apreté contra mi cara, procurando no tocar los parches que la esteticista de la mamá de Nathaniel me había colocado antes de ir a dormir en la zona de las ojeras, para que luciera fresca por la mañana.Durante toda la tarde se habían dedicado a mimarme y ponerme bonita para el hombre de mis sueños, agradecí el gesto encantada, pero sabía que a mi futuro esposo le daba lo mismo. Para mi mala suerte ni siquiera me habían perm
RebeccaMe despertaron los golpes en la puerta y los gritos tras de ella.—¡Ya voy! ¡Ya voy! —Me cerré la bata encima del pijama y abrí la puerta.Eran Popys y Oli.—¡Es tarde para maquillarte! ¿Acaso no te dijimos que tenias que estar lista a las ocho? —Oli negó con la cabeza—. Maquillaje y peinado están aquí hace casi una hora, vestuario hace dos. ¡Por dios, mira esas ojeras! ¿No te dijimos hasta el cansancio que no podías desvelarte?Las miré aturdida.—¿Te han entrado las dudas? —Popys arqueó una ceja.—¿Qué? ¡No! Nathaniel es el hombre de mi vida.—Perfecto, entonces. —Popys me arrastró hasta una silla y me hizo sentar de un golpe —. Dado que es tarde, les diremos al equipo que lo haremos todo en la habitación. As&iacut
RebeccaAntes de que pudiera decirle que yo también lo amaba, él me cogió entre sus brazos y me llevó por el pasillo. Los fotógrafos inmortalizaron cada paso, pidiéndonos que posáramos, pero estábamos demasiado ocupados saludando, riendo y sosteniéndonos la mirada para prestar atención a lo que pasaba a nuestro alrededor.Cuando nos acercamos a la casa, la señorita Jonás se interpuso delante de nosotros.—¡Es el momento de las fotos! Señor Wentworth, por favor, señora Wentworth … Él parpadeó y negó con la cabeza.—Señor Wentworth … —La mujer se cruzó de brazos—. Ambos estuvieron de acuerdo en hacer las fotos justo después de la ceremonia. En el futuro les gustará que haya sido así, créanme. Cuando sea viejo, querrá mostrárselo
Rebecca"Odiaba a mi jefe". No estaba exagerando o siendo dramática como decía mi madre unas cuarenta veces al día. De verdad lo odiaba y eso me hacía sentir de alguna manera una persona terrible con un ímpetu asesino burbujeando en las venas."Los ganadores no buscan excusas, Becca". Era lo que siempre me repetía mi mamá cada vez que estaba a punto de explotar o lanzar todo por la borda. Cuando me puse a llorar porque no quería seguir realizando equitación me dio un tortazo de esos que nunca se olvidan, me colocó esas incómodas botas y me obligó a subir al caballo nuevamente. Cuando le había confiado que no me gustaba abogacía en medio de una crisis nerviosa en mi segundo año en Yale me amenazó con asesinar a mi gato y dejar de pagar mi matrícula. La primera vez que descubrí a Gregor engañándome en una fiesta de fraternidad me obligó a disculparlo porque su familia era dueña de uno de los bufetes más prestigiosos de la ciudad.Por eso no me ex
Rebecca—Eh… hola, Rebecca —me saludó Alessia con las mejillas sonrojadas y una sonrisa de suficiencia dibujada en el rostro.Gregor se aclaró la garganta y la alejó con un amague brusco que evidentemente la molesto.—Estaba buscándote.—¿Y has pensado que me había escondido en el culo de Alessia? —No podía creer lo que estaba ocurriendo. Él era mi novio desde la universidad y ella mi m*****a familia. Alessia me miraba con rencor, tenía los brazos cruzados. Su rubio cabello caía en cascada sobre sus hombros y sus ojos celestes destellaban llenos de satisfacción. Ella era perfecta, la mujer más hermosa que jamás había visto. ¿Por qué necesitaba lastimarme de esa manera tan cruel?—No es lo que parece —dijo y me quedé completamente atónita—. ¿Qué tal te ha ido hoy, nena?No respondí. Me sentía mareada, todo me daba vueltas y su falta total de emociones realmente lograba desconcertarme.—Bueno, hablaré yo antes. Hoy me ha
Rebecca—De veras era tan guapo —. Le pregunté a Popys mientras tomaba mi asiento frente a ella en la mesa de la cocina.Popis y Oliv eran las personas más preciadas que tenía y para mi mala suerte era su última semana en la ciudad. Ambas eran de Inglaterra, pero se habían mudado para estudiar y en busca de un poco de independencia ya que sus padres eran muy conservadores. Cerca de la graduación de Oliv ambas viajaron a pasar las fiestas con sus padres, fue entonces cuando Olivia conoció al amor de su vida, Harvey. Habían vivido un apasionado romance y aunque ambos estaban de acuerdo con que tenían que separarse eso se convirtió en una tortura para ellos. Hasta que un día Harvey apareció en su puerta dispuesto a no dejarla ir. Un año después se casaron en el Center For the Art porque ese era el sueño de Olivia desde que lo había descubierto por casualidad en caminata que realizaba tratando de no pensar en él. Así fue que luego de la
NathanielLa mejor parte del día siempre eran para mí las cuatro treinta de la madrugada, pues era el raro momento en el que Londres estaba tranquila y silenciosa, cuando podía dar un paseo por las calles y admirar el Hyde Park en completo silencio sin esa terrible turba de turistas o adolescentes que iban de un lado hacia el otro haciendo un gran bullicio.El One Hyde era mi residencia preferida en los últimos años y no era porque el espectacular penthouse fuese de los más lujosos de todo Londres o porque incluyera servicios sin igual. Lo que adoraba realmente era que se tomaban muy enserió la privacidad. Las 220 mil libras al año que pagaba para que mi lugar de residencia se mantuviese en secreto era el dinero que mejor había invertido en mi vida.—Los periódicos del día, señor. —El chófer me los entregó con una ligera reverencia cuando abrió la puerta trasera del coche —Hoy hay titulares interesantes, si está de humor para los cotilleos.—Lo dudo muc
RebeccaEra oficial: no había nada peor que ser de mediana edad, estar en la ruina y sin trabajo en Londres.Lo que primero me había parecido una aventura fantástica, ahora me resultaba una locura sin pies ni cabeza.Londres era maravilloso y amaba cada detalle de su pintoresca cultura. Desde que bajamos del avión todo fue mágico, la zona portuaria, los museos gratuitos, la zona moderna. Habíamos recorrido la ciudad en un autobús de dos pisos e ido a West end, admirado el Big Ben, disfrutado del Tamesis y visitado el Hyde Park. Había logrado sortear las diferencias básicas en el idioma y estaba logrando adaptarme a su clima que era un tanto cambiante.Nuestro primer problema se presento cuando mi madre puso el grito en el cielo al saber que me mudaría a miles de kilómetros y por lo tanto no podría controlar cada una de mis decisiones. Molestar a mi madre estaba bastante bien y contribuyó a mi decisión final, el pr