4.

 Había una vez un gordo suspendido.

Estábamos en la biblioteca de la universidad, nos pusieron a hacer un trabajo de investigación de unos autores de Francia. No me podía concentrar porque me sentía mal, tenía ansiedad, me temblaban las manos y escuchaba unos susurros en mi cabeza. Mi tía me dijo que no me preocupara por esas voces, que eran ángeles que querían cuidarme, pero estos no me decían nada bueno o no sé, no les entendía y la verdad es que eso de ángeles suena más falso que el diario de Ana Frank. Digo esto porque mi tío siempre dice esa frase cuando no cree en algo.

El desde niña me dice que no crea en cosas divinas ni nada por el estilo, que nada de eso existe y le creo, él no me mentiría.

Masticaba unos chicles que me dio mi tía, me gustan mucho porque traen stickers que pego en mi brazo. Me pusieron en un grupo de cuatro personas, nadie que yo conociera. A Brandon y Jordan los pusieron con Derek y sus amigos, cómo los envidio y a Linda la pusieron con las asiáticas. El trabajo lo hicieron los chicos del grupo, no hice nada porque no sabía nada del tema, ni sabía qué era lo que no entendía. La

vez pasada supe responder porque Aaron me hizo repetirlo doce veces, pero no estudié de nuevo. Me quedé viendo Johnny Bravo en la madrugada mientras comía palomitas y refrescos.

Cuando terminamos luego de unas horas, salimos a desayunar. Aaron se acercó a mí y me dijo que debía hablarme. Fuimos hasta un salón vacío del tercer piso.

- Qué frío hace aquí, parece el polo norte. – Dije.

- Mm sí, ponte esto mientras estemos aquí, afuera hace mucho calor. – Me dijo y me dio una camisa que tenía en el bolso. – Quería disculparme por lo de ayer, me molesté sin motivo y no debí dejarte sola ahí.

- Está bien. – Le dije.

- ¿Puedo pedirte algo? – Preguntó nervioso.

- Claro.

- Si ese que conociste en el parque te llama para invitarte a salir, ¿podrías decirle que no?

- ¿Qué? ¿por qué?

- Solo hazlo por mí, ¿está bien?

- Sí…

Salimos a desayunar con los chicos y luego regresamos a clases. Era con el mismo profesor de ayer. Me senté adelante y ya me sentía peor que antes, no me podía concentrar y me sentía triste, no sé por qué. Estaba a punto de empezar a llorar, pero escuché que el profesor empezó a preguntarles cosas a mis compañeros. Les preguntó a tres personas y luego le preguntó a Jordan:

- ¿Está de acuerdo con lo que dijo la señorita Buendía? ¿o tiene un punto de vista diferente?

- No, para nada. Opino que es una gran exageración todo lo que han dicho de la esclavitud. – Dijo Jordan sin tener contacto visual con el profesor.

- ¿Cómo que exageración? Hay suficiente evidencia histórica para

afirmar que… - Lo interrumpió.

- Cállese, usted está molesto porque es negro y aún están resentidos por cosas que pasaron hace más de cien años. Siempre viven pensando en esas cosas del pasado y por eso es que no progresan, nada más sirven para ser atracadores o para vivir en una choza africana llenándose de hijos.

Evidentemente, suspendieron a Jordan por dos días por decir eso. Además, debía disculparse delante de toda el aula por haber ofendido a las personas negras. Eso es lo que nos molesta de él, no respeta a nadie. Dice cosas sin sentido.

Esa noche me senté a ver una telenovela con mi tía, no es que me guste porque no le he prestado atención, pero ella me dijo que la viera con ella. No puedo decirle que no.

Luego fui a mi habitación, quería peinar a unas muñecas, pero sentí mucho miedo, esas voces seguían en mi cabeza y no me dejaban en paz. Estaba segura de que había alguien viéndome y acechándome por las noches. Dormí esa noche con mis tíos.

Al día siguiente fui al apartamento de Linda, íbamos a ver un dorama coreano que ella me dijo que me iba a encantar. Lo dudaba porque no me gustan esas cosas tan cursis, solo veo caricaturas. Nos sentamos en la sala de televisión y ella me prestó una sábana, el aire acondicionado estaba fuerte.

- Agatha, ¿crees que los argentinos nos llamen?

- No lo sé, espero que a ti sí. – Dije mientras bebía una malteada de chocolate.

- ¿No quieres que David te llame? – Preguntó sorprendida.

- Aaron me dijo que no saliera con él, supongo que sabe que él no es un buen chico para mí.

- Es muy raro que te haya dicho eso, no lo conoce.

Dos días después fui con mis tíos al museo del caribe. Mi tío cumplía años, no sé cuántos, pero supongo que serán como doscientos porque él se ve muy arrugado y sus fotos de bebé son en color sepia. Me aburrí durante todo el recorrido, mostraban cosas de tribus y tradiciones que a nadie les podría interesar. Solo a mi tío era quién se veía fascinado con lo que el guía decía.

Mi teléfono sonó y me aparté para contestar. Era David, me preguntó que si quería ir a cenar con él. Lo pensé unos segundos y le dije que no podía o bueno, eso intenté decirle porque me dio pena y colgué. Al parecer no podría haber salido con él, ni aunque Aaron no me hubiera dicho eso.

Eso fue muy deprimente, recordé que algo similar me pasó cuando estaba en primaria. Un niño moreno me pidió que fuera su novia por medio de un papel y me dieron tantos nervios, que arrugué el papel y lo evité todo el año.

Luego de que al fin salimos del museo, fuimos a cenar a un restaurante elegante. Mi tío se quejaba del menú y mi tía intentaba hacer que dejara de quejarse y pidiera algo de una vez. A regañadientes lo hizo. Yo no sabía que pedir, el menú estaba lleno de nombres raros, parecía comida muy elaborada o no sé. Le pedí a la mesera que me hicieran una hamburguesa y mi tío me fulminó con la mirada.

- ¿Cómo vas a pedir eso en un sitio como este? ¿no te da vergüenza? –

Me dijo molesto.

- No sé qué es cada cosa que sale en el menú. – Dije mirando hacia abajo.

- Cariño, enséñale unas cosas a esta antes de que me avergüence de nuevo. – Le dijo a mi tía.

Salimos, nos subimos en el viejo auto de mi tío. Lo tiene desde el año 92’ y no ha querido cambiarlo. Le pedí que me dejara donde Aaron, pero me dijo que era muy tarde. Así que cuando estaba en mi habitación, estaba alistándome para salirme sin que se dieran cuenta, pero hubo un apagón en todo el vecindario. Esto es muy frecuente, se va la luz en todos los vecindarios al menos una vez por semana en esta ciudad. Ya no podía salir sin luz, me podrían secuestrar los del FBI y venderían mis órganos a los rusos o peor aún, podrían usarme para sus experimentos del diablo.

Escuché golpes en mi ventana y me asusté. No me gustan las ventanas,

¿será que esta habrá tomado vida y se iba a vengar de mi por no abrir nunca las cortinas? Vi que se abrió y Aaron saltó, entrando en mi habitación, suspiré.

- Pensé que acá iba a haber luz, pero tampoco. No hay en ninguno de los vecindarios cercanos. – Me dijo.

- Iba a ir a verte, pero está oscuro. – Le dije.

- Estaba trabajando, iba a seguir, pero no puedo sin luz. El papá de Jordan lo castigó y casi le da un infarto al saber lo que él le dijo al profesor. Fue genial ver cómo lo regañaban, Jordan estaba callado y miraba hacia abajo, recibió su merecido por andar de racista. Nos burlamos de él después.

- Y yo me lo perdí… - Dije decepcionada.

- No te preocupes, mañana podrás burlarte de él. – Me dijo y en ese momento regresó la luz. - ¿Te molesta si me quedo contigo hoy?

- ¿Por qué? ¿le pasó algo a tu apartamento?

- No, no es eso. Es que hace rato que no te quedas allá a dormir

conmigo así que… - Lo interrumpí.

- Está bien, ¡será genial! Solo no hagas ruido o mi tío te dispara.

- Lo sé. – Me dijo riéndose.

Vimos televisión un rato, estaban dando una película estupenda, pero tenía mucho sueño. Fui a acostarme en la cama, Aaron me siguió y se acostó a mi lado.

- ¿Te llamo ese chico?

- Sí, hice lo que me dijiste.

- Gracias. – Me dijo, sonrió y no entendí a qué se debía que dijera eso. Él es raro, amargado, tímido, cursi y muchas cosas más, pero no me importaba. De una u otra manera, en casi todos mis recuerdos de infancia y demás está él, me cuida y está pendiente de mí, por eso no lo cambiaría por nada.

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