Personas Raras.

Sus manos a cada lado de su cuerpo, sus ojos fijos en mí, en su rostro no podías ver nada más que seriedad y frialdad.

Trague saliva fuerte, mis ojos no se despegaban de él, todo mi cuerpo estaba petrificado, parecía que mis pies se habían pegado al suelo lleno de hojas.

—Te he hecho una pregunta ¿que haces aquí? —Las palabras no me salían de la boca —¿Te ha comido la lengua el gato? ¿Eh, muda? —negué sin dejar de mirarlo.

Su belleza y el peligro que desbordaba de su cuerpo me había dejado sin habla. Todo a su alrededor gritaba peligro. 

Nunca lo había visto por el pueblo ¿era nuevo? ¿Vivía en el bosque? 

Una forma de tranquilizarme era: no mirarlo, ni siquiera pensar que estaba ahí, fijar mi vista en un punto lejano del bosque. 

Pero a quien quería engañar, era imposible no pensar que ese hombre estaba a unos metros de mi, que su mirada penetrante estaba puesta en mí y que su rostro serio no cambiaba y se ponía aún más serio al no obtener respuesta de mi boca. 

—¿Puedes responderme cuando te hablo? ¿Qué haces aquí? —Preguntó con la voz muy cabreada. 

Vale... Creo que mis nervios no podían ir a peor. 

—Estaba buscando algo —respondí muy rápido sin mirarlo. 

—¿Qué buscabas? —Negué. 

—Algo muy importante para mí —lo miré. 

—¿El que? 

—Nada que te importe —comencé a caminar. 

Cuando pensaba que me iba a dejar se puso frente a mi a una velocidad que me dejó bastante sorprendida y antes dije que mis nervios no podían ir a más, bueno... Pues si podían, mis piernas temblaban y sentía que me iba a caer. 

—Busco... Busco los cuerpos de mis padres —su mirada estaba fija en mis ojos. 

—¿Los cuerpos de tus padres? —Asentí comenzando a caminar. 

Sin mirar atrás salí del bosque. Cuando estaba frente a la puerta de mi casa pude respirar con tranquilidad 

Mi mano derecha viajó hasta mi pecho y ahí se quedó durante unos segundos, apoyé mi espalda en la puerta y miré hacia el cielo aún con la mano en el pecho. 

Había sido muy extraño ver a ese hombre ahí, el aura que desprendía no me parecía nada bueno, al revés, algo me decía que nada en su vida era bueno, que él no lo era y que me alejara lo que más pudiera de él. 

Subí a mi habitación y vi el papelito con el nombre escrito.

¿Lo habría enviado él? Si era así ¿por qué? Parecía no conocerme por eso no sabía al cien por ciento si lo hubiera enviado él. 

Me senté en la cama y miré hacia la ventana, mi móvil comenzó a sonar, miré la pantalla y vi el nombre de Jazmín. 

—Brisen debo hablar contigo —fruncí el ceño mirando al suelo. 

—¿Pasó algo malo? 

—Creo que sí, debes escuchar esto. 

Salí de mi casa y me encaminé a la suya, éramos vecinas, solo tardé tres minutos en llegar a su casa. 

Jazmín me dejó subir a su habitación, había muchos papeles tirados por el suelo, el ordenador encendido en una página que estaba en otro idioma. Sus ojos estaban rojos, seguramente habría estado todo el tiempo sin despegar la mirada del ordenador. 

—¿Que es todo esto? — tragó saliva y comenzó a hablar:

—Hubo otra muerte, la hija del comisario, Beatriz, cuando tú estuviste en el bosque vino él a hablar con mi madre, ya sabes, son muy buenos amigos, comentó el hombre que su hija había ido al bosque, allí practicaba tiro, ya sabes que quería ser como su padre. Beatriz no volvió, su padre fue a buscarla y la encontró muerta —negué rápidamente intentando procesar toda la información que Jazmín me acababa de soltar tan rápido. 

—Frena el carro Jaz que no te entiendo —nos sentamos en la cama. 

—La hija de comisario murió esta tarde en el bosque, su padre encontró el cuerpo —miré hacia el ordenador. 

—¿Cuál fue la causa de la muerte? 

—La asesinaron —abrí los ojos sorprendida —no es del pueblo, nadie estuvo en el bosque. Excepto, tú —me levanté de la cama algo desorientada. 

No entendía a qué se quería referir Jazmín ¿me culparían de la muerte de esa chica? 

—¿Yo? Yo no la hice nada, es más tengo un testigo para que diga que yo no maté a esa chica —Jazmín me miró ceñuda. 

—¿Un testigo? 

—Si, un chico que había en el bosque. 

—Esa es la segunda parte de todo esto. Puede que no te culpen de esa muerte, porque han visto a personas raras por el bosque —mis manos fueron al cuello. 

¿Draven de verdad era peligroso? Algo me decía que si, no estaba segura, pero con las palabras de Jazmín comenzaba a confirmarme que si lo era. 

—¿Personas raras? —Jazmín asintió. 

—Nunca las habían visto, no saben si se van a venir a vivir aquí en el pueblo o solo vienen para hacer el mal —me crucé de brazos. 

—Tengo que irme Jaz, seguimos hablando —ella asintió. 

Salí de su casa y me volví a encaminar al bosque, tenía que encontrar a ese chico, preguntarle si sabía algo de todo esto, se que no estaba haciendo bien y que era una completa locura pero necesitaba explicaciones cuanto antes. 

—Brisen Frist —la voz del comisario me hizo parar en medio camino. 

—Comisario —lo miré con una de mis mejores sonrisas. 

—Necesito hacerle unas preguntas señorita, ¿puede acompañarme? —Asentí mirando hacia el bosque y comenzando a caminar. 

Llegamos a la oficina del comisario, era una oficina muy sosa, no tenía fotografías ni nada por el estilo, solo había una máquina de café, otra de agua, la mesa, las dos sillas, un ordenador y un archivador con muchos papeles. 

—¿Donde se encontraba a las seis y cuarto? —Asentí. 

—En el bosque. 

—¿Que hacía a esa hora en el bosque? —Me miró desconfiado. 

Yo no tenía la culpa de esa muerte, pero era inevitable no sentirme nerviosa, nunca había tenido que responder preguntas de este tipo muchos menos cuando se me estaba medio acusando de un asesinato. 

—Buscaba pistas sobre la muerte de mis padres —respondí seria intentando no dejar ver mi nerviosismo. 

—¿En que parte del bosque te encontrabas? 

—Justo cuando bajas el camino, unos metros más hacia dentro —expliqué limpiandome mis manos sudorosas en mi pantalón. 

—¿Sabe que mi hija a muerto? —La pena en su voz era evidente. 

Sentí lastima, no era el mismo sentimiento, pues yo no había perdido a un hijo, pero si perdí a mis padres. Sabía lo que era el dolor de una perdida, yo los perdí a los dos y a la vez. 

Era un dolor de vacío muy grande, un nudo en el pecho que casi no te dejaba respirar, veías los días pasar muy lentos, todo te recordaba a ellos, escuchabas sus voces en la casa sabiendo que ahí no había nadie.

Era un dolor muy grande que sabías que nunca se iba a ir. 

—Me acabo de enterar por Jazmín, se lo que se siente perder a un ser querido, y se que será mucho más grande el dolor de haber perdido a una hija, pero no me puede culpar de su muerte, yo no tuve nada que ver, yo no tenía nada en contra de su hija, usted sabe lo bien que me caía —lo miré a los ojos y él asintió. 

—Perdóname, tienes razón —se llevó las manos a la cara y comenzó a sollozar. 

—Comisario si necesita cualquier cosa yo estoy aquí, te ayudaré en lo que sea necesario —asintió señalándome la puerta. 

—Muchas gracias señorita. Puede irse —sonreí de medio lado y salí de la comisaría. 

Volví al camino y miré al bosque. Allí estaba Draven, mirándome intensamente con sus ojos azules, tenía las manos metidas en los bolsillos de su se pantalón negro. Sacó su mano derecha y me hizo un ademán para que me acercara a él.

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