Capítulo 2. San Luis

Mi llegada a Buenos Aires había tomado su tiempo, escalas y escalas, pero finalmente me encontraba en la hermosa ciudad del tango esperando el siguiente avión que me llevaría a San Luis. Allí se encontraba la casa de campo de los Reyes que es donde celebraran una pequeña e íntima ceremonia.  

Me sentía tan nerviosa, que hasta incluso temía encontrarme a alguien conocido aquí mismo. Porque, aunque no parezca la ciudad era bastante pequeña, además, el destino podía hacerte bromas muy crueles cuando se lo proponía. La sola idea de cruzarme desde ahora a alguien que quizás me conozca era algo que no me daba tanta seguridad, aún quería disfrutar de mis pequeños momentos de libertad antes de irme a meter a la boca del lobo donde estaré mitad estresada y mitad enrabiada.  

Durante todo el trayecto mientras volaba hasta aquí, había practicado que iría a decirles a algunas de las personas a quienes estaba segura los vería, más que nada teniendo en cuenta que son aquellos por los que me fui en un primer momento. Aunque comprendía que debía plantar cara a la situación y enfrentarlos, había transcurrido cinco años ¡Por amor al cielo! Se supone que soy una mujer adulta y madura que es muy capaz de seguir adelante y superar los obstáculos que la vida le presenta. No tenía por qué temer.  

 

También estuve pensando en algo no menos importante, el bendito regalo de bodas para mi mejor amiga. Era difícil regalarle algo a la mujer que lo tenía todo. Una de las razones por las que odio las bodas y cumpleaños o cualquier festividad donde involucre regalos, es la parte en donde uno piensa en que regalarle a la otra persona, es un incordio ¡Por favor! Soy de las que nunca tiene idea de que cosas son útiles para las demás personas. Un desastre. Se supone que en este caso debía de ser fácil, la conozco desde siempre y es mi mejor amiga, mi otra mitad, pero claramente fácil no es la palabra adecuada para la situación.  

Durante varias horas mirando a la nada, recordando nuestros momentos de la niñez tratando de capturar algún recuerdo feliz donde mi amiga confesara querer tanto algo para el día de su boda. Fue cuando una idea asaltó mi mente, un sueño que habíamos tenido, pero de adolescentes y es algo que claramente corresponde a la Dama de Honor organizarlo. Sabía que Xime había cubierto todos los detalles que se supone yo lo debía de hacer, pero estaba segura que esto no lo tuvo presente y que será el mejor regalo que puedo ofrecerle. Aún disponía de tiempo, era cuestión de ser organizada y sumamente cautelosa.  

 

 

Estuve un largo tiempo mientras esperaba para embarcar, planeando mi regalo de bodas cuando ya la idea la tenía definida decidí dejarla ahí y continuarlo cuando ya estuviera allí y pudiera conocer el terreno y las opciones. Se me ocurrió que buscar una bebida antes de volver a volar sería una gran idea, ansiaba mi buena dosis de café ya habían transcurrido muchas horas desde la última vez que bebí uno.  

En la cafetería había una pequeña fila de no más de seis personas esperando a dar su orden, por lo que aproveché el momento para avisar a mi amiga de mi ubicación y poder ponerme al corriente con las redes sociales. Estaba tan sumergida en mi mundo que de un momento a otro sentí algo frío muy frío derramarse sobre mi cabeza hasta que sentí que lo frío iba expandiéndose por todo mi cuerpo. Cuando levanté la mano y con mis dedos rocé mi coleta supe de qué se trataba, resulta que algún idiota decidió que sería genial chocar contra mí y empaparme de todo su frapuccino que hasta cubitos de hielo tenía.  

- ¿¡Eres estúpido!? 

- Lo siento mucho, no te vi...  

- Eso me queda más que claro ¡Dios y ahora que haré! Debo buscarme una muda de ropa.  

- Ven te compraré ropa nueva - Es lo menos que puede hacer. Creo que se ha percatado de mi mirada un tanto severa porque su rostro denotaba preocupación y esto se hacía cada vez más evidente - Ven mira, hay un local aquí enfrente. De verdad, lo lamento.  

Observo su rostro lleno de consternación, no sabía que exactamente decir y aquello me causaba gracia. Había logrado desvanecer un tanto mi mirada iracunda que en estos momentos me había dedicado a observarlo de una manera un tanto curiosa.  

Al principio no había prestado tanta atención en él, pero ahora que lo hacía ¡Santo Cielo! ¿Qué ven mis ojitos? Es un hombre muy atractivo, varonil y sumamente sexy como el infierno. En sus treinta y tantos, dueño de un cabello claro que contrastaba con su piel bronceada y dueño de unos ojos grises tan profundos que sería tan fácil perderte en ellos. Claro que se había percatado de mi escrutinio en su persona ya que luego de unos segundos en silencio su mirada de consternación cambió a una llena de simpatía y esbozaba una sonrisa cínica que rápidamente hizo que mi enojo volviera a surgir. Ser atrapada mientras miraba de una manera muy desvergonzada y que encima me lo hiciera saber me molestaba aún más.  

- Es lo menos que puedes hacer, mira como quedé y tengo un vuelo que sale en unos minutos.  

- Muy bien vayamos a ver que conseguimos y de nuevo, lamento lo que te hice. Por cierto - dice algo curioso mirándome y en este momento siendo el quien me escudriñaba de pies a cabeza sin intención de esconderlo, me mira a los ojos y sonriendo nuevamente pregunta - ¿Cómo te llamas?  

- Julia ¿y tú? - contesto ahora también curiosa por saber quién era ya que super atractivo es, además de que claramente no era de por aquí, tenía un acento raro su español. No era horrible pero tampoco perfecto, mi curiosidad se había activado.   

- Ryan Ryder, es un gusto conocerte. Lamento la forma.  

No puedo no evitar sonreír porque a pesar de ser un estúpido por volcar toda su bebida sobre mí y no prestar atención por donde iba, se ha portado muy bien conmigo desde el pequeño accidente y ha sido bastante atento y gentil.  

- Mejor vayamos a ver, que mi vuelo saldrá en cualquier momento.  

- Si, el mío también.  

Cuando la dependienta del lugar nos ve ingresar supo adivinar que había ocurrido, supongo que mi apariencia era más que suficiente evidencia de lo que pasó. Ryan toma asiento en uno de los pequeños pero delicados silloncitos mientras la joven trae algunos outfits para elegir. Había pedido que sean los más cómodos posible ya que aún me faltaba un tramo más de viaje y odiaba viajar incómoda.  

Luego de probarme algunos y creo que aburrir hasta el cansancio al pobre hombre me decidí por unos clásicos jeans negros y una remera básica blanca junto con una campera de cuero negra que combinaban a la perfección con unas muy hermosas y delicadas botas que llegaban hasta el tobillo.  

- ¡Wow! Eso te sienta increíble, realmente me gusta como luce en ti. Creo que realza tu color de pelo que por cierto es genial, nunca había pensado que el cabello blanco se vería tan sexy en una mujer joven.  

- Gracias - sonrío con cierto sonrojo en mi rostro, no había esperado semejante comentario de su parte. Estaba que saltaba en una pata la niñita de mi interior. El tipo es realmente un dulce.  

- Bien pagaré por esto y luego te invitaré un café.  

- El que no pude tomar porque alguien me baño en frapuccino mocca con chips de chocolate, que incluso creo que aún tengo alguno dando vueltas en el pelo.  

Ríe mientras va hacia la cajera a pagar y yo termino de acomodar la ropa sucia en una bolsa que las chicas me supieron dar. Se habían apiadado de mi desgracia que me permitieron su baño y así poder sacarme lo más posible toda la crema del pelo. Me eché una cantidad espantosa de perfume ya que olía a vómito de bebé aun vistiendo ropa nueva y limpia.  

Increíble día la mía, pero puedo decir que lo hermoso que rescato de todo esto es que el mismo idiota que no prestó atención y me baño en crema y me dejó oliendo así, es el mismo hombre sexy pero dulce quien me invita a tomar un café el mismo día en que piso mi amado país otra vez. Puede que sea una señal de la vida, cuando mencioné que el destino es un listillo haciendo bromas me refería a esto.  

- Bueno ya está, vamos por el café. ¿Aún tienes tiempo no? - me dice cuando lo veo acercarse nuevamente a mi fuera del local de ropa, con una hermosa sonrisa que me deja algo tonta por unos segundos. - ¿Dónde vas? Si es que no te molesta que pregunte no.  

- Para nada, voy al casamiento de mi mejor amiga en San Luis, Merlo. Estoy muy emocionada, soy su dama de honor.  

Se queda por unos minutos pensando, creí que quizás no me haya entendido porque hablé muy rápido por la emoción, pero cuando estaba por preguntarle sonríe, me quedo algo confundida ya veo que tanta es mi suerte y le falta un par de amiguitos en la cabeza. Luego para mi intranquilidad larga una carcajada. ¡Dios esto ya me preocupa! Creo que desistiré del café.  

-Creo que el destino es maravilloso - dice luego de su ataque de risa, si en definitiva esta loquito - Te parecerá asombroso o algo muy psicópata, depende de cómo lo veas - me dice observándome fijamente, esto ya me da miedo - Pero resulta que yo también viajo a San Luis por la boda de mi mejor amigo y yo soy el padrino, y juraría que es la misma boda a la que vas tú. 

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