I. Familia

A través de los pasillos del hospital van Helsing, una mujer joven, rubia y con el cabello trenzado hasta la espalda se dejaba notar por todos a su alrededor. Lucía un uniforme militar de gala conformado por una chaqueta hasta la falda a la rodilla, totalmente blancas, que hacían destacar sus condecoraciones en el pecho. Elegante, imponía su paso ante el personal y visitantes como reina en su palacio. Con el sonido de sus tacones bajos y la mirada de un verdugo en sus ojos azules, intimidaba a cualquier empleado que se cruzara en su camino.

Tenía un destino preciso, Virginia van Helsing se dirigía a la habitación usualmente asignada para Gilbert Harker. No era la primera vez que iba a esa habitación y ella misma desearía que fuera la última, pero tampoco lo sería. Sin detenerse llamar a la puerta, la abrió para encontrarse con una el muchacho en la camilla hablándole a una joven enfermera sonrojada y sonriente. Virginia acentuó su mirada punzante, lo que le dio la señal a la enfermera de retirarse, recogiéndose los mechones de su flequillo tras las orejas intentando ocultar su vergüenza hasta que cruzó la puerta.

-Vaya, una vez más… - Dijo en un tono sombrío, mientras se acercaba a la camilla y se quedaba parada frente a ella

- ¡Ginny! ¿Cómo estás? - Interrumpió Gilbert, antes de recibir algún comentario sarcástico.  Ginny era el apodo cariñoso que la familia más cercana le tenía a Virginia. - ¿Cuándo llegaste?

- Gilbert, no. – Intentó evitar que él se desviara del tema mientras se cruzaba de brazos.

- Yo estoy bien, gracias por preguntar.

- Gilbert. –Pronunció de manera más dura. Su mirada fría lo convenció de no evitar lo inevitable. El suspiró mientras se sentaba en su camilla.

- Mira, no fue mi culpa. Me atropellaron, a cualquiera le pasa. A mi favor, el semáforo estaba en rojo.  

- Me dijeron que tu nivel de alcohol en la sangre estaba por las nubes. – Su mirada fue desviada de Gilbert hacia su historial médico que colgaba de la base de la camilla, leyó para confirmar su anterior acusación.

- Tal vez, pero sabes que eso no me…

- Tu condición no permite que esas cosas te hagan efecto. - Fue interrumpido por ella, quien ya se mostraba harta de esas excusas y decepcionada al leer los resultados de los estudios expuestos en el historial- Sabes que si fueras humano estuvieras muerto hace mucho.

- Ugh, Virginia. – Dijo obstinado girando las corneas, recostándose sobre la almohada.

- Tu corazón se detuvo 3 veces. – Enunció Virginia después de una pausa, citando las palabras del historial médico.

- Ugh… - Aquejó una vez, cubriéndose la cara con una almohada y evitando hacer contacto visual con ella.

- Las dos piernas rotas, cráneo hecho trizas, hemorragia cerebral, cuatro de tus costillas perforaron tus pulmones. Mejor no continúo. - Dijo mientras cambiaba la mirada hacia el joven. - Si esa patrulla no te hubiese reconocido…

- Ya basta, Virginia- Interrumpió Gilbert, quien no dejó que terminara el sermón, en cambio intentó terminar la discusión de una forma desesperada.

Eso definitivamente hizo molestar más a Virginia, pero en vez de continuar, se acercó a un lateral de la camilla para intentar sentarse en un extremo y tener una conversación menos agresiva. Pero al palpar las sabanas, se dio cuenta de unos extraños bultos. Él sabía lo que eran, pero no tuvo tiempo de contener el desastre. Apenas ella introdujo sus manos por debajo de las sabanas, encontró un paquete de cigarros y un encendedor. Rápidamente, su indignación aumentó el doble y dirigió una mirada asesina hacia el joven.

- Supongo que es por esto que estabas tan contento con esa enfermera. – Infiriendo que la enfermera de hace unos momentos había sido la fuente de los cigarros.

- No la vayas a despedir, por favor. – Dijo Gilbert, avergonzado.

- Si te hubiese preocupado su seguridad, no le hubieses pedido esto. – Su enfado era cada vez más obvio. Virginia tenía un bonito rostro, rasgos delicados, cejas finas y un lunar bajo su ojo derecho. Pero cuando se enojaba podría llegar a ser la persona más intimidante de la habitación. - ¿Crees que es buena idea fumar después de lo que acaba de pasar? – Dijo duramente, aunque después parecido arrepentida y pregunto en un tono compasivo. - ¿Qué intentas ganar con esto?

- ¿Cuál es el problema? Ah, ya recuerdo, soy un experimento viviente, necesitan mantenerme vivo. Si no fuera así no estaría viviendo con ustedes. – Acusó, molesto, mientras se volteaba hacia un lado para acostarse sobre su costado.

- Necesitamos mantenerte vivo porque eres mi hermano y mi padre seguiría siendo el tuyo. – Respondió con firmeza, pero con compasión- Si fueras solo un experimento, no me hubiese molestado en venir. – Intentó poner su mano sobre el hombro de Gilbert, pero se arrepintió. Se dio la vuelta con la intención de irse. El notó que se había levantado de la camilla, se volteó para verla y se percató de su vestimenta. Recordó que había un evento importante al que él había prometido asistir ese día.

-Lindo uniforme. ¿Llego tarde a tu ascenso? –Ella se detuvo frente a la puerta, pero no se dio la vuelta, sin embargo, él notó como encogía los hombros y agachaba la cabeza.

- ¿De qué hablas? Fui ascendida en la mañana, son las 4 de la tarde. – Un silencio no prolongado interrumpió la conversación hasta que Virginia cambio de tema- En dos horas te darán de alta y papá vendrá a buscarte. Ni intentes escapar antes, tengo guardias esperando afuera.

El esperó a que cruzara la puerta y la cerrara para poner sus codos en sus rodillas, sujetándose la cabeza y desordenando su cabello, frustrado. Eso hizo que la vía intravenosa en su brazo lo lastimara, se quejó del pinchazo y de la rabia se la arrancó, dejando el suero gotear en el piso y un pequeño bote de sangre en su brazo.

Como dijo Virginia, dos horas después, a la habitación de Gilbert llegó un médico con la orden de alta, y después de una charla acostumbrada sobre su salud, dejó que se marchase. Antes le habían dejado ropa limpia para que se cambiase. Se quitó el pijama que le había asignado el hospital, se percató que ahora tenía más cicatrices en su pecho y abdominales que antes, muchas de ellas tardarían en desaparecer. Se colocó el jean azul y el suéter de cachemira caqui que le enviaron, los zapatos eran los mismos de gamuza oscura que usó la noche anterior y desentonaban con el atuendo.

Una limosina Rolls Royce lo esperaba afueras del hospital, uno de sus guardias en traje le abrió la puerta y adentro del vehículo se encontró con Arthur van Helsing. Un hombre de un poco más de 60 años, de cabello y corta barba grises, en un traje muy elegante color marfil, sujetando un bastón negro con la agarradera de oro. Se sentó sin decir nada, el guardia cerró la puerta y la limosina fue puesta en marcha. Entonces Arthur se acomodó en el asiento para poder verlo de frente, pero Gilbert apenas se inmutó en devolver el contacto visual, y se dedicó a descansar su quijada en su mano, y su codo sobre el borde de la ventanilla.

-Entonces te atropellaron. –Dijo Arthur, antes de que el silencio se volviera más incómodo.

-Uhum…- Asintió Gilbert, con la mirada perdida en la ruta. Arthur suspiró mirando hacia abajo, se colocó sus lentes de lectura que colgaban por un cordón alrededor de su cuello y tomó el periódico que reposaba a su lado.

- Desde que pediste tu baja, últimamente has terminado mucho en el hospital… con suerte. - Inquirió sin apartar la vista de su prensa.

-Oh, por favor, dime alguien que no se emborrache y…

- ¿Y termine atropellado en un semáforo en rojo? –Bajó el periódico para dedicarle una mirada y sonrisa condescendientes, luego volvió a su lectura- Sí, eso pasa bastante, pero no a mis hijos.

- Sabes que no es justo, Virginia ha vivido en un internado toda su juventud.

-No me refiero a eso, y lo sabes. Además, ella eligió dedicarse a la carrera militar. –Vociferar de manera dura no era usual de Arthur, sin hablar que esa manera de actuar no le era armónico así que Gilbert no lograba tomarlo enserio. El joven, a su vez, le dedicó un prolongado suspiro sin ni siquiera apartar su mirada de la ventana. - Está muy molesta, ¿sabes? - Dijo ahora en el tono paternal que usualmente utilizaba para referirse a sus hijos, aun así Gilbert no se inmutó con eso y mucho menos se animó a dar una respuesta. -Y decepcionada. –Continuó intentando obtener una respuesta y esta vez Gilbert giró las corneas al mismo tiempo que se, otra vez, suspiraba quejumbroso.

- ¿A qué quieres llegar? – Preguntó obstinado pero finalmente le dirigía la mirada a Arthur.

- Estás castigado, Gilbert.

- ¿Castigado? – Cuestionó con ironía y emitiendo una carcajada. – Tengo 21 años ¿Y me estás castigando?

- No es una broma, decomisaremos tu auto y vigilaremos tu horario de salidas.

- ¡¿Qué?! – Exclamó indignado- ¿Me vas a quitar mi auto porque fui atropellado?

- Además, revocaremos tu baja, volverás al terreno.

- Que gracioso, quieres evitar que me haga daño enviándome a las cacerías. – Dijo con una sonrisa sátira.

-Tu hermana quiere que hagas algo productivo, y yo opino que sea algo que esté bajo nuestro control. – Por un momento bajo el periódico y dirigió su mirada directamente a Gilbert. – Así tal vez consideraría tu mudanza.

Eso llamó la atención de Gilbert, toda su vida había estado viviendo bajo el yugo de Arthur y Virginia. No era precisamente malo, era su familia, pero a su edad era natural que quisiese una vida propia, fuera de casa.

- Te escucho. – Apenas escuchó eso de Gilbert, Arthur bajó el periódico, sacó una Tablet de un maletín que estaba en el asiento contiguo y la encendió.

- En la cacería de ayer estábamos buscando a esta mujer. – Mostró la Tablet al muchacho, con una imagen de una mujer de no más de 25 años, con rostro casi redondo, de piel blanca de porcelana, ojos azules vibrantes y cabello como la noche con un fleco recto sobre su frente.

- ¿Y la atraparon? – Preguntó mientras sostenía la Tablet y agrandaba el retrato de la chica.

-Bueno… En medio de la persecución, se metió en una calle con civiles, se pasó un semáforo en rojo y atropelló a un muchacho. Una patrulla se quedó cuidándolo y la otra le perdió pista después. – Explicó Arthur sin desvanecer su sonrisa del rostro.

- Oh. Lo siento, supongo. – Dijo Gilbert con una sonrisa avergonzada. 

- No fue tu culpa, hijo. – No pudo evitar reírse de su reacción hasta que prosiguió con el informe. - En fin, creemos que es una vampiresa muy poderosa.

- Es una amenaza, lo entiendo. Quieres que me una al equipo de su cacería.

- Correcto.

- ¿Por qué yo? – Preguntó al devolverle el dispositivo al hombre.

- ¿No viste la cacería de ayer? Fue un desastre, la dejaron escapar a una calle con civiles. Ella es muy importante para nosotros, ya no quiero que los novatos se encarguen de esto.  Ni siquiera necesitas matarla, solo la atraes a nosotros.

- Pensé que era una vampiresa muy poderosa.

- Todos los vampiros que has cazado no tienen conciencia o se dejan llevar por el hambre. Pero ella es diferente, es lo más parecido a un humano y lo más fuerte que un vampiro puede ser. Ella es como tú, pero es increíblemente poderosa.

- ¿Y cómo sabes eso si no la han atrapado?

- Porque en van Helsing ya nos hemos enfrentado a algo así. – Eso dejó pensativo a Gilbert por unos momentos ¿Realmente estaba preparado para volver al terreno?

- ¿Y qué sucede si no quiero aceptar?

- ¿Quieres ver a Virginia molesta todos los días? Y también pensé que al fin querrías ser un poco más independiente.

Ambas cosas lo convencieron, Gilbert respiró hondo y aceptó en su mente todas las condiciones de la propuesta de su padre.

- ¿Qué tengo que hacer?

Arthur sonrió complacido, desbloqueó la Tablet y comenzó a leer un documento en ella.

- Esta señorita aparece en nuestro registro de inmigración como Charlotte Liddell de 25 años. Estuvo en Alemania antes, investigando profundamente también tenemos una Charlotte Liddell de 25 años en el registro de inmigración alemán hace 60 años. Por si eso no fuera lo suficientemente raro, en ningún lado tenemos una partida de nacimiento de alguna Charlotte Liddell que cumpla con sus características. Desconocemos su procedencia, sabemos que tiene una identidad falsa y esa obviamente no es su verdadera edad.

- ¿Y sólo le van a preguntar quién es? – Dijo aún suspicaz por las intenciones de Arthur. No solían cazar vampiros para hablar simplemente hablar con ellos. O los exterminaban o los llevaban a la Central para investigaciones.  

- Después sabrás lo demás. Ahora, los anteriores cazadores pusieron en su informe que este vampiro no atiende a las palabras sacras, ni al agua bendita, ni la plata común. Por eso tú equipo tendrá municiones especiales, ni se te ocurra tocarlas.

- Entendido. ¿Ella está armada?

- No que sepamos. – Dijo Arthur, y antes que pudiera agregar algo más, la ventanilla del conductor de la limosina fue abierta.

- Ya llegamos a la mansión, señor. – Expresó cordialmente el conductor a su patrón. Esa era la parada de Gilbert, Arthur tendría que dirigirse a otro lugar luego.

Gilbert abrió por su cuenta la puerta y salió del vehículo sin decir una palabra.

- ¡No olvides protegerte del sol! – Exclamó Arthur con preocupación ante la repentina partida de su hijo. Gilbert no se volteó a corresponderle la advertencia. – Nos vemos en la noche… - Intentó una vez más despedirse de él, pero fue interrumpido por el portazo del muchacho al momento de marcharse.

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