Capítulo 2

¿Cómo llegué hasta aquí? Lo último que recordaba era a Nick perdiéndose entre la multitud y después de eso... nada. Creo que bebí todo el alcohol que habían dejado en la mesa y, ¿en qué momento perdí el conocimiento? ¿Cómo llegué a mi departamento?

Me incorporé de la cama, sintiendo el cuerpo pesado. Las nauseas no tardaron en aparecer, ocasionando que corriese hacia el baño. Todo lo que había en mi estómago terminó en el retrete. El dolor de cabeza... insoportable.

Me quite la ropa e ingresé a la ducha. El agua fría ayudó a relajarme. Traté de recordar lo que hubo sucedido en la noche, pero la mente era una maraña borrosa, sin nada nítido. Todo estaba confuso, borroso.

Posterior a finalizar con la higiene y necesidades fisiológicas, me dirigí hacia el living mientras analizaba el desastre que, aparentemente, había hecho anoche.

(El departamento era pequeño, ideal para una sola persona o tal vez dos. En más de una oportunidad, algunos de los chicos se habían quedado a dormir, disponía de un buen y cómodo sofá-cama).

Me desplacé con toda la parsimonia hasta la cocina. Revisé las gavetas de los muebles bajo cocina y en la alacena, buscando las aspirinas. La cabeza pareciese a punto de explotar y, por mas ducha fría, todo daba vueltas y las nauseas no ayudaban en nada.

Ingerí un par de aspirinas seguido de varios sorbos de agua, esperando que pronto hiciesen efecto.

Me desplomé en el sillón, observando toda la estancia. Realmente necesitaba poner orden, pero, en mi estado, lo mejor sería aguardar un poco. Apoyé los pies en la mesita del centro y me percaté de una nota.

Fruncí leve el ceño, reconociendo la letra de inmediato. Era de Nick. La nota en cuestión esclarecía un par de cosas dentro de la neblina de mi mente. Fue Nick quien me trajo a casa y pedía que lo llamase o enviase un mensaje de texto.

Dolía. Cada que de Nick se trataba dolía.

Traté de incorporarme y fue pésima idea. Un mareo me azotó, todo daba vueltas y tuve que sostenerme del respaldo de una de las sillas del comedor. Nuevamente en el sofá, todo seguía dando vueltas y dejé que el sueño ganase.

(...)

El sonido del teléfono me sacó del letargo. Al erguirme, ya no sentía el típico malestar de la resaca. Agarré el teléfono móvil y no fue sorpresa, en lo absoluto, ver al remitente, Kael.

Bufé por lo bajo, siendo a la vez, consciente de que en realidad mi amigo se estaba preocupando por mí. Sería un egoísta al no reconocerlo. Respondí el mensaje, diciéndole que estaba bien y que Nick fue el “superhéroe” que me salvó de las garras del alcohol. Bueno, después de todo, era casi la verdad.

Me percaté de la hora, no sé cuánto dormí, pero me sentía mucho mejor. Lo bueno era que no trabajaría mañana, lo cual, por supuesto, serviría para descansar todo el día y reponer energías.

El estómago me gruñó y el apetito comenzaba a aflorar, eso era bueno, ¿cierto? Antes de que hubiese hecho cualquier cosa para comer, el timbre sonó. Fruncí un poco el ceño, sobre todo por la hora. Nadie en su sano juicio estaría tocando el timbre a las tantas horas de la madrugada, ¿o sí?

Exhalé un suspiro, encaminándome hacia la puerta. Por la mirilla, divisé a la persona que tuvo la osadía de interrumpir justo en el instante en el cual decidí prepararme un bocadillo nocturno.

Por simple impulso o tal vez algo más, abrí la puerta.

—¿Qué haces aquí? —pregunté, directo y sin un filtro.

Ver a Nick, a las dos de la mañana en medio de mi puerta, debiese de ser producto de la imaginación, pero no, realmente él se encontraba aquí. Su mirada recorrió mi cuerpo como si estuviese analizándome.

—Hola a ti también —espetó, al borde de una risita, los ojos fijos en los míos—. Y antes de que me reclames por la hora, lo mejor sería que hubiese algo de ropa cubriendo tu cuerpo.

—¿Qué? —cuestioné confundido.

Esbozó una media sonrisa y, de nuevo, sus ojos recorrieron mi anatomía. Seguí la dirección de su mirada y...

—¡Oh, m****a! —exclamé por lo bajo.

Con ambas manos, traté de esconder mi entrepierna y, sin decir nada, huí rumbo a la habitación. Por poco y me llevo una silla por delante. 

Escuché de fondo la risa de Nick, posterior la puerta cerrándose.

Nunca me sentí tan apocado como segundos atrás. El corazón latía con frenesí dentro de mi pecho, los nervios treparon cada fibra de mis músculos.

De todos los posibles escenarios, jamás se me cruzó por la mente que justamente sería Nick, el chico de quien estoy enamorado, el que se encontraría detrás de la puerta y —lo que era más bochornoso— que me viese como Dios, bueno, no, como mi madre me trajo al mundo.

(...)

Calmé los nervios y me vestí. No sé cuánto tiempo transcurrió, solo sé que medité en todo lo que sucedió hace minutos atrás. No tenía idea de cómo mirar a la cara de mi amigo con semejante bienvenida que le di.

Inhalé y exhalé profundamente. Que pasase lo que tenga que pasar y ya.

Bueno, verlo sentado tan cómodamente en el sofá me tranquilizó... un poco.

—Nick —pronuncié, captando su atención—. Lamento el incidente. No fui consciente de que no tenía la toalla cubriéndome. Lo siento.

—Tranquilo, no es como si fueses una chica —imperó—. No tienes nada que no hubiese visto antes —Dibujó un mohín en los labios y desvió sus ojos de mi—. «O eso creo» —musitó lo último.

No logré escuchar nítidamente sus últimas palabras, fue un susurro para sí mismo que para mí.

—Bueno, por cierto, ¿qué haces aquí? —pregunté, otra vez.

No era como si quisiese ser descortés. Lo que me tenía algo escéptico era que él estuviese en mi departamento, a las tantas horas de la madrugada.

—No contestabas las llamadas. Hablé con K. y él también estuvo llamándote. Me preocupe —replicó.

A veces soy un completo inconsciente por dejar escapar esos detalles. Kael tiende a ser un tanto mamá gallina para conmigo.

—Bien, estoy bien —espeté, sin moverme un solo centímetro—. Vi las llamadas pérdidas de K. y le mandé un mensaje. Mejor dicho, respondí uno de sus mensajes, así que...

—Es bueno saberlo —interrumpió, ladeó la cabeza hacia un lado y su mirada buscó la mía—. Con Kael nos preocupamos por lo que sucedió anoche —Hizo una breve pausa, observándome el rostro—. Estabas muy ebrio y ocurrieron ciertas cosas y no lo sé, es decir...

—¿Puedes ir al núcleo del asunto? —cuestioné, rodeando el sofá—. ¿Qué fue lo que pasó anoche, qué hice?

—¿De verdad quieres saberlo? —indagó.

Fruncí el ceño y la poca calma que sentí, se esfumó. Esbozó una media sonrisa. Ojos color azul observándome con una pizca de burla. Traté de hacer memoria y no, no hallé nada. Todo estaba borroso. No volveré a tomar en demasía. En serio.

—Sí —refuté, desplomándome en el sillón individual—. No recuerdo nada, si te soy sincero.

—Bueno, estando en la pista de baile, dudé unos segundos en dejarte solo porque comenzaste a beber, literalmente, todo lo que había en la mesa —comentó y añadió—: Supuse que conocerías tu límite de tolerancia para con el alcohol y después de varios minutos, me equivoqué.

—¿Por qué lo dices?

Su rostro serio, como si estuviese batallando internamente. La curiosidad picándome.

—Me perdí unos cuantos minutos yendo detrás de la chica rubia —Ya no deseaba saber mas... —. No sin antes avisarles a los chicos que estabas solo. Ellos me dijeron que irían contigo... —imperó.

Su ceño se arrugó levemente. Sin embargo, sus labios se alzaron en un intento fallido de sonrisa. Una mueca.

—Nick, habla de una vez —demandé.

No era para menos, él se encontraba... No lo sé. De la nada, suavizó sus facciones y una sonora carcajada dejó escapar, ¿qué era lo gracioso?

—Bueno, te lo diré —Asentí conforme—. Encontré a la chica, comenzamos a bailar, una cosa llevó a la otra y el resto, supongo, te lo imaginarás —Esbozó otra sonrisa. No quería imaginar nada—. La cosa se había puesto interesante y luego todo se vio intrincado a causa de Leo quien me sacó a arrastras del rincón donde me encontraba con la muchacha —Mi mente traicionándome con posibles imágenes de Nick con esa fémina—. Protesté al principio, pero al llegar donde te encontrabas fue... —De nuevo silencio, su mirada inspeccionándome, no me gustaba—. No lo sé, fue una sorpresa total verte bailando muy animado con... un chico.

—¿Qué? —pregunté—. Estás de broma, ¿cierto?

—No, no es broma —profirió—. Estabas bailando de una manera, ¿sensual? No sé cómo describirlo. El desconocido —remarcó la palabra—, tenía las manos casi atadas a tus caderas y ambos se movían al compás de la música. Si bien León y yo nos sorprendimos al verte así, Kael fue el único que no lo estaba, ¿no lo recuerdas? —preguntó.

Negué frenético, moviendo la cabeza de un lado al otro. Por su rostro serio, otra vez, deduje que había más.

—El caso es que cuando todos se dieron cuenta de que tú y ese chico eran el centro de atención, hicieron una especie de círculo, rodeándolos, aplaudiendo y gritando. Leo se sumó al festejo al igual que K. Luego de un rato, fui el primero en darme cuenta de que te habías desmayado —relató.

Definitivamente no volveré a beber más.

No recordaba absolutamente nada. La mente en blanco. Lo último que recordaba era a Nick alejándose de mí y después... nada. Ahora que sabía lo que sucedió, el bochorno se apoderó de todo mí ser.

Me cubrí el rostro con ambas manos, tratando en vano de querer recordar y, a la vez, borrar todo lo que hice y no, no resultó, ¿cómo fui capaz de hacer semejante actuación?

—Hey —La voz profunda de Nick con un dejo de... —. ¿Estás bien?

—¿Qué clase de pregunta es esa? —gruñí, sin quitarme las manos del rostro—. Por supuesto que no estoy bien.

—¿De verdad no recuerdas nada, Li? —cuestionó, sin atisbo de burla—. Todo lo que te acabo de narrar es cierto.

—¿Cómo llegué a mi departamento? —pregunté, ignorando todo lo demás.

Sabía la respuesta, pero no los detalles.

—Te saqué del bar —espetó neutro—. Kael y León estuvieron de acuerdo con que yo te trajera a casa. Te cargué en brazos hasta un taxi. A mitad de camino despertaste y comenzaste a murmurar un sinfín de cosas un tanto extrañas.

—¿Qué cosas? —cuestioné.

El miedo aflorando en lo profundo de mí ser.

No creo que hubiese sido apto para hablar de lo que tanto tiempo había ocultado. Imposible, pero tal vez, producto de la borrachera, había hablado de más y ahora...

No quería perder a Nick. Su amistad vale mucho más que todo el amor que pudiese sentir por él.

Dejé al descubierto parte de mi rostro. Su mirada fija en la mía.

—Bueno, tú... —Noté cierto cambio en su mirada. Una mirada que nunca vi, sino hasta ahora, ¿qué significaba ese cambio?—. Tú dijiste que me querías —inquirió.

Un leve temblor me recorrió el cuerpo. No podía ser cierto. 

Desvié los ojos de los de él. Sería realmente un desastre si se diese cuenta de mis verdaderos sentimientos. No estaba dispuesto a perder su amistad por ello. No. Tenía que seguir ocultándolos, maquillándolos. Incluso si eso significaba más dolor.

—Oh, pero por supuesto que te aprecio mucho —Traté de sonar lo más tranquilo posible—. Quizás eso intenté decir. Es lo mismo decir que quiero a Kael o a León. Supongo que es similar. Nada del otro mundo —Inhalé hondo—. Porque, al igual que a ellos, te quiero mucho, eres mi amigo.

—S-sí, supongo —titubeó. Nick jamás lo hacía—, pero me tomó por sorpresa, no imaginé que fueses... expresivo.

—Producto de la borrachera —espeté indiferente—. Creo que ya es un poco tarde.

—Primero tienes que comer —habló, noté algo en el tono de su voz que no supe descifrar—. Te traje sopa. La coloqué en el microondas, debes calentarla.

—Oh, gracias —enuncié.

No era como si lo estuviese echando, en lo absoluto. Con todo lo que me contó, me sentía bastante incomodo.

Me levanté del sofá, dirigiéndome a la cocina. Efectivamente, en el microondas hallé un tupper¹. Mientras aguardaba, sentí una mirada penetrante en mi nuca, ¿me estaba observando? Giré leve y sí, lo hacía. Con un poco de disimulo, fui desapareciendo de su campo de visión.

Revisé las gavetas del mueble bajo mesada, buscando utensilios, tardando más de lo habitual. La situación no era para nada cómoda. Si bien no era la primera vez que Nick se encontraba en el departamento, el hecho de todo lo que pasó anoche, modificaba ciertas cuestiones —para mí— y tenía que maquillar mucho más los sentimientos. No sabía cómo hacerlo. Era consciente de que un chico como él nunca se fijaría en mí. No cambiaría su sexualidad por alguien como yo. Nick, lamentablemente, era un imposible y era mi amigo.

Quedé de cuclillas, reflexionando en todo. Mi estado de ánimos no era el mejor.

Las manos me comenzaron a sudar, un hormigueo se instaló en el estómago y no precisamente por causa del hambre. No podía seguir así, ya no sabía hasta cuándo toleraría seguir camuflando este amor que siento.

Una sonrisa nostálgica esbocé. El dolor no era bueno, no lo era. Sería mejor si...

—¿Qué haces allí? —preguntó.

Áspera y adusta, la voz de Nick me sacó del ensimismamiento.

—Se me cayó la cuchara —profesé, era mentira.

—De acuerdo —Me erguí, quedando frente a él, a unos cuantos pasos—. Ya que estás bien, es mejor que me vaya. Además, quedé con alguien mañana. Debo dormir.

—¿La misma chica? —pregunté, tratando de sonar casual.

¿Qué estaba esperando? Por supuesto que él se encontraría con una chica.

—Sí, ¿por qué? —Una media sonrisa. Amaba esa media sonrisa— ¿Estás celoso?

—Idiota —proferí sonriendo.

No, no había nada fuera de lo normal. Dos amigos, como cualquier otro par, hablando sobre chicas.

—Bien, nos vemos, Li —Giró sobre sí, encaminándose hacia la puerta—. Te cuidas y ya sabes, si necesitas algo, me llamas.

—De acuerdo. Gracias por preocuparte —acoté.

Hizo un ademán con una mano en forma de despedida.

Lo vi salir y cerrar la puerta. La soledad me acogió en sus brazos. Los celos no eran buenos, mucho menos si no eran con lógica. Aun así, la imperiosa necesidad de salir tras él predominaron mis fuerzas por unos breves segundos. Lo amo mucho, más de lo que me hubiese imaginado y dolía.

Duele tener que maquillar este amor porque no estoy dispuesto a perder su amistad.

Al pasar los minutos, me encontré llorando como si fuese un niño a quien le han quitado su dulce. 

****

¹Recipiente de plástico que se cierra herméticamente y sirve para conservar o llevar alimentos, en especial comida cocinada.

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