Capítulo 4

Me encantaba venir a la playa aunque no lo hacía muy a menudo, sentir las olas y escuchar como rompe contra la arena era algo tan característico, me producían calma, mucha calma. La playa y la danza eran unas de mis dos cosas favoritas. Las olas, el sol y la brisa era todo lo que necesitaba en este momento. Miro para mis costados sin levantarme de la arena para buscar con los ojos a Selene que se ha ido hace unos minutos a comprar unas sodas, cuando finalmente la logro divisar está caminando en mi dirección con alguien a su lado, me coloco la mano sobre la frente para hacerme sombra y poder deducir quien es, me cuesta algo pero al final logro reconocerlo, es Duncan.

Vuelvo mis ojos al mar y disfruto de la vista.

—Un placer verte nuevamente —la voz de Duncan me provoca una sonrisa, no sé porque, tal vez por ese tono entre suave y grave que tiene.

Levanto la cabeza hacia arriba, Duncan tiene una camisa blanca veraniega desabrochada mostrando sus abdominales bien definidos, un pantalón cortó tiro medio de algodón color oscuro. Selene se sienta a un costado mío y Duncan al otro, quedando yo en medio de ambos.

—Qué casualidad verte aquí —dije juntando mis rodillas a mi torso.

—Nunca fui un fan de las playas, lo cual es irónico dado el hecho que nací y crecí en Miami. Pero Selene me llamo esta mañana para decirme que vendrían y pensé: “Nada me animaría hoy que volver a ver a esa chica atractiva que me vio perder ayer en la noche” —me sonríe de lado y no estoy muy segura si está bromeando, pero le devuelvo la sonrisa.

—Oh —es lo único que pronuncio.

—Y dime, Iris ¿tienes alguien del cual deba cuidarme? —pregunta mirándome fijamente, noto como sus ojos color azules se aclaran con la ayuda del sol.

Aparto la mirada y tengo ganas de esquivar su pregunta. No tengo ganas de traer a mis pensamientos a Liam. Me vuelvo a mirar a Selene en busca de una salvación y ella capta el mensaje en seguida.

—Oye, Duncan —Selene llama su atención—, ¿estamos invitadas para la revancha del sábado?

—Eso ni se pregunta, por supuesto que si —responde él rápidamente.

—¡Genial! —exclama mi amiga alegremente.

A mí no me apetece asistir a otra pelea, pero eso le voy a decir a Selene luego de que estemos a solas, prefiero quedarme mirando una película romántica o de acción con palomitas, además trabajo un fin de semana de por medio, por tanto me toca trabajar el próximo sábado hasta las nueve de la noche y el domingo solo hasta el mediodía aunque muchas veces me quedo hasta tarde lavando los trastes hasta que el restaurante cierre sus puertas, así que prefiero descansar.

Si mi padre se enterara que he dejado la universidad para ser camarera, se decepcionaría mucho de mí, él tiene la idea de que seré una gran abogada como lo es él o doctora, por esa razón no le he dicho nada todavía. Se enterara tarde o temprano, pero por el momento prefiero mantenerlo para mí. Sé que él me ofreció pagarme mis estudios, pero me creía adulta para hacerme cargo de mi misma, así que le dije que no hacía falta, se enfadó con mi respuesta, y me dijo que no quería verme regresar arrepentida y si volvía seria con un título en las manos nada más. En conclusión, no creo regresar nunca.

—¡Iris! —Selene chasquea los dedos delante de mis narices.

—¿Qué? ¿Qué paso? —digo sobresaltada.

—Te estábamos hablando —se ríe ella—. ¿En qué pensabas?

—En nada en específico —declaro.

—Selene me ha comentado que trabajas en un restaurante cerca de esta playa —dice Duncan y yo asiento con la cabeza—. Bueno, tal vez me pase uno de estos días.

—No hay descuentos para conocidos —le sonrió.

—Y yo que quería un noventa por ciento de descuento en todo lo que pida —se ríe moviendo la cabeza suavemente de un lado a otro, me fijo en su cabello rubio ¿natural? No lo sé, lo que puedo asegurar es que se lo cuida muy bien.

Luego de una hora y media continuamos bromeando de todo un poco, Duncan me cuenta que tiene veinticuatro años, y dentro de poco va por los veinticinco , la primera vez yo le había dado de veinticinco, le erre por uno. Tiene dos hermanas menores que viven con su madre y él con su padre desde hace unos años, y bueno, por el momento es todo lo que prefirió contarme. Decidimos ya irnos, él tenía cosas que hacer y Selene tenía que estudiar. Nos levantamos, me sacudo mi pantalón corto lleno de arena, y al momento de comenzar a caminar, escuchamos un grito agudo, luego otro, nos preocupamos y tras ver de donde provienen nos damos cuenta a que se debe.

Me podría esperar cualquier cosa, pero nunca volver a ver a Jayden Scott. Su estatura de un metro ochenta y cinco sobresale entre una multitud pequeña de chicas sacándose fotos con él y otras chicas pidiendo autógrafos. Es muy conocido. Lleva una camisa de mangas cortas desteñida que se pega a su cuerpo haciéndolo lucir llamativo, se podría decir atractivo, se pasa una mano en su cabello castaño oscuro rebelde mientras les dedica una sonrisa a todas las personas que tiene a su alrededor. No comprendo cómo Selene dijo que era “malvado”, se comporta como un ángel este momento o quizás su sonrisa me hace verlo de esa manera.

—¡Dios Mío! —Exclama Selene con los dientes rechinando—, ¿Y este que hace aquí?

—Pues es una playa, ¿no? —digo, pero al momento me arrepiento con la mirada de Selene—, mejor ya vámonos.

—¡Sí! —Dice Duncan, pasando uno de sus brazos por mi espalda—. ¿Te espero el sábado? —me pregunta mientras avanzamos.

Abro la boca varias veces pero no logro articular ni una sola palabra, mis ojos sin poder yo controlarlos, se van a Jayden, y presiento que si no los aparto enseguida tanto Selene y Duncan se darán cuanta, y a ninguno de los dos les agrada mucho, más bien a mi amiga, así que me concentro en Duncan.

—La verdad no estoy segura de ir en realidad —me quito el brazo de Duncan disimuladamente.

—¿Y eso por qué?

—Trabajo.

—Pero, Iris —dice Selene—, tienes que ir, vamos, vive un poco la adrenalina de la vida.

—Pero ya sabes que trabajo un sábado de por medio y termino tarde y agotada y además…

Selene me interrumpe colocando una mano al aire deteniéndome.

—No hay peros que valgan, te vienes conmigo porque te vienes —dice firmemente.

Suelto un suspiro y niego con la cabeza. Me encantaría decirle que no y punto, pero por otro lado no puedo hacerlo. Me está pidiendo que la acompañe a un lugar, y es lo mínimo que puedo hacer cuando ella me esta dejado alojarme en su casa, así que accedo a su petición.

Mientras más nos alejamos de la playa automáticamente me giro para visualizar a Jayden aun continuando sacándose fotos con alegría.

Supongo que lo veré pelear una vez más.

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