VI. Curiosa, hermosa y mía

Reino Witther

La tarde se hizo presente, el sol seguía brillando y una fresca brisa acariciaba el rostro de Maximiliano.

Después de haber rebuscado en el despacho de su padre, decidió tomar un descanso. Su mente divagaba, estaba atormentado y ofuscado. No encontró nada, ¿Felipe lo estaba distrayendo?

Así que decidió darse un baño y luego observar el bello paisaje desde su balcón, no había querido almorzar. Por ahora su apetito era nulo, pero su sed de venganza era inmensa, sentía que algo le faltaba. Como si una parte de su alma estuviera vagando por alguna parte.

Pero no lo descifraba, ¿qué era?

Recuerda que solía esconderse de todos y encerrarse en su alcoba, donde lloraba en silencio y dejaba que su dolor se apoderara de él. Ahora estaba a punto de comenzar una nueva etapa, el ser un rey. Tendría tanto que resolver, cuidar un reino entero y al mismo tiempo vengar a sus padres.

Se sentía solo.

Camino recorriendo el gran castillo, observaba las pinturas y la melancolía lo embargaba, en algunos su padre besaba la frente de su amada. Era especial verlos a ellos, eran tan unidos y felices que cada momento difícil lo vencían juntos.

Como su madre decía, tener un compañero era algo mágico, muchos lo confundían con tonterías y un desperdicio de tiempo, pero en su especie encontrar a tu compañero o compañera era llamada una bendición, florecían aún más con el único pensamiento de protegerla, Maximiliano esperaba aquel día.

Pero una parte de su ser gritaba que su encuentro sea cuando su venganza este cumplida, no podía ponerla en peligro.

El futuro rey seguía caminando por los pasillos, en 4 días seria la coronación.

Sintió su corazón palpitar fuertemente, acelero sus pasos aún más, bajo las escaleras y busco con la mirada aquello que lo desesperaba. Era algo único o tal vez solo el peligro. Poso su mirada en la puerta de la biblioteca que yacía abierta y se acercó a ella.

Esmeralda seguía cada orden que sus superiores le daban, se sorprendió al saber que solo almorzaba María, observo a la mujer perderse en sus pensamientos, relucía tan triste y sola.

Pobre mujer —pensó Esmeralda

Cuando sus deberes habían acabado, tomo un respiro y abandono la cocina. No querían que la atrapen, pero su curiosidad era más grande que ella, plancho con sus manos su mandil y camino hasta una gran puerta, un gran nombre relucía encima de esta "Biblioteca", pudo distinguir gracias a María que era la biblioteca. Como amaba los libros, su abuela le solía leer libros los cuales tuvo que vender para pagar algunas medicinas para su abuela.

No sabía leer, pero siempre tenía en la mente sentir aquello tan maravilloso que es leer un libro y perderse en las historias. En su aldea pocas personas sabían leer y escribir, una de ellas era su abuela. Y aunque ella siempre se ofreció a enseñarle Esmeralda se negaba, solo quería que su abuela descansara y nunca la dejara.

De aquello tenía miedo, de quedarse sola.

Abrió con suavidad la puerta, un dulce aroma a libros inundo sus fosas nasales, recordaba aquel aroma.

Sus ojos se abrieron por la sorpresa, unos inmensos estantes llenos de libros le daban la bienvenida. En medio de la biblioteca, unos cojines descansaban en el piso. Y una chimenea, lo perfecto para una tarde de lectura.

Soltó un pequeño grito.

Camino observando los grandes estantes, tocaba los libros con ternura y admiración. Sus delgados dedos picaban por tomar uno de ellos y leerlo, pero luego recordaba que no sabía leer y la falta que su abuela le hacía.

Soltó algunas lágrimas y sollozo en silencio.

Mientras que el príncipe observaba a su compañera, aquella mujer que desprendía aquel dulce aroma a tierra mojada, sentía su corazón llenarse de alegría. La acababa de encontrar. Poseía una cabellera negra que le llegaba hasta las caderas, un cuerpo pequeño y delgado. Era como un ángel.

Sintió su parte lobuna removerse de alegría.

Quería correr y abrazarla, pero algo lo detenía.

Ella levanto su mirada y observo los coloridos libros, se preguntaba que decía en los títulos o de que trataban, a ella le gustaban los libros de aventura y misterio. Eran tan mágicos.

Decidió volver a la cocina, camino con la cabeza agachada, pero cuando dejo de hacerlo sus ojos se toparon con un misterioso hombre que la observaba desde el marco de la puerta, ella se detuvo. El corazón de Esmeralda pálpito fuertemente, un hombre tan hermoso estaba frente a ella y solo quería correr y esconderse.

Ambos se observaban fijamente, en ese instante solo existían ellos dos.

Solo ellos y sus corazones latiendo al compás.

Curiosa, hermosa y mía —pensó Maximiliano

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo