Primer beso

La mañana caía, de nueva cuenta, sobre la romántica Paris, la luz del sol bañaba a la torre Eiffel logrando que esta luciera aun mas majestuosa, Ceres observaba aquel hermoso paisaje y lo plasmaba en el lienzo observando con atención desde la vista que le obsequiaba su bien ubicada ventana, el olor a café aun inundaba cada rincón de aquel departamento, no había logrado dormir demasiado, su cuerpo aun no se acostumbraba al nuevo horario, y, por ello, había pasado varias horas pintando para no sentir que desaprovechaba el tiempo, su reloj despertador resonó en medio del silencio, logrando asustarla un poco, se había llegado la hora de ir a su nuevo empleo, seria profesora de arte en Rousseau ni mas ni menos, aquel era un gran honor que el extravagante Belmont Fortier le había concedido, alistando todas sus cosas, la hermosa artista salía en dirección al museo, donde también, ya se encontraban en exposición sus obras de arte.

Las personas parecían genuinamente interesadas en su arte, algo que la hacia sentir sinceramente conmovida, toda su vida todo cuanto había deseado era regalar dicha a través de sus obras y parecía que lo había conseguido, desde las sombras, observaba a propios y a turistas apreciando sus pinturas, las sonrisas que estos dibujaban en sus rostros al mirar sus lienzos, le regalaba una sensación de satisfacción sin igual, sin duda, se sentía feliz en aquellos momentos, ella había aprendido a ser feliz con solo ello, nunca había tenido mas razones que sus padres y su arte para serlo, una vez que los perdió a ambos, solo su arte lograba sacarla de aquella profunda depresión en la que había caído, y ver aquellas singulares sonrisas, la animaba a continuar haciendo lo que mas amaba.

Desde su oficina mas arriba, Belmont observaba a la delicada figura de Ceres Gultresa, parecía completamente embelesada observando el vaivén de las personas que visitaban su galería y se fascinaban con su arte, se veía genuinamente feliz, negando en silencio volvía a su asiento, la habían visto charlando amenamente con Auguste Dupont en una afamada cafetería de la ciudad el día anterior, aquel paria solitario había dado un paso adelante, se había acercado a la mujer que él había marcado como la intención de sus afectos…o, mejor dicho sus instintos, nunca se había enamorado, y no creía realmente estarlo en ese momento, todo era por instintos, el aroma a pureza y todo en aquella mujer lo enloquecía como ninguna hembra lo había hecho antes, a pesar de ser el alfa de su manada, jamás había tomado una compañera antes, esa era la primera vez que su bestia interior aclamaba a una mujer bajo su cuerpo de manera permanente, por supuesto, el sexo era algo natural, completamente una necesidad primaria y mas aun para los que eran como el, muchas habían sido las hembras que habían pasado por su cama, sin embargo, nunca deseo nada mas que una noche con cada una de ellas, lo que Ceres despertaba en el era un sentimiento distinto, se sentía celoso de mirarla observar a otros varones, de compartir sonrisas con propios y extraños, no deseaba que eso continuase, y solo marcándola podía asegurar su dominio sobre la hermosa muchacha de hermosos ojos zafiro, aquella a quien como se diría humanamente, deseaba tener eternamente.

Sonriendo con ironía para sí mismo, Belmont pensaba en la palabra eternidad, ese era un terminó inventado por la raza humana, tan efímero, tan incierto...aquellas existencias inferiores cuya vida pasaba en solo un instante, fugaces, débiles y que tenían definiciones para casi todo, gobernados por su capacidad de razonamiento, y al mismo tiempo, eran seres tan sentimentales y patéticos, vivían sus cortas vidas explotando al máximo sus emociones, porque si, eran totalmente emocionales, y nombraban al amor como lo más grande que podían experimentar...pero no tenían idea de nada, vivían sus vidas de manera irracional y desastrosa, cometiendo mil errores antes de perecer una y otra vez, nacían como niños y morían como niños, ignorantes y arrogantes, sintiéndose los seres mas especiales del universo cuando no eran mas que solo parte del todo.

Recordaba la historia que su linaje contaba de generación en generación sobre un poderoso hombre lobo y la humana que una vez capturó sus sentimientos, aunque, jamás del todo...esa niña que adoptó por razones que nunca se lograron entender por completo, y que crío hasta que se convirtió en una mujer adulta, vivió con ella hasta su prematura muerte, aquella mujer no le dio hijos, su débil vientre jamás pudo sostener un cachorro de un lobo, de un alfa, se contaba que durante muchas lunas y soles, el hijo mayor del gran líder del oeste aulló con desconsuelo por la pérdida de la humana a la que amo, un poderoso lobo de linaje sagrado que pudo tener a cualquiera, y, sin embargo, entrego sin condición alguna sus afectos a una mujer que no viviría eternamente como el, jamás volvió a emparejarse, y este, había terminado casi pereciendo sin poder soportar el dolor de aquella perdida sufrida, su padre, el gran Lord del Oeste, el líder de su clan, agobiado por la angustia de perder a su hijo y heredero, se cuenta, realizó un hechizo dónde aquel lobo triste y solitario, olvidó sus recuerdos para que no fuera presa de la maldición de los de su raza, compartir el mismo destino de su pareja elegida...no, no podía morir, no hasta que encontrará a su verdadera alma...así, vagando en la eternidad de su raza y linaje, el príncipe lobo se perdió en las memorias del tiempo, y nunca más nadie supo de él, se contaba también, que el padre de aquel lobo, había rogado a la luna de sangre que les permitiese a los lobos enamorados, marcar a sus hembras para que estas compartieran el mismo tiempo de vida de sus amados, y así, había nacido el ritual de la marca, donde el macho marcaba a su elegida mordiéndola y forzándola a beber de su sangre para formar un vinculo eterno que nunca nadie podría romper.

Aquella, era una historia por demás estúpida, sus padres se la habían contado tantas veces que ya le aburría, y nunca pudo evitar cuestionarse lo mismo desde que era solo un cachorro ¿Porque razón un Hombre lobo elegiría morir por algo tan burdo y soso como lo era el amor? Ellos eran superiores a los humanos, no necesitaban una excusa tan patética para morir.

Belmont Fortier había sido un joven cachorro heredero de un poderoso linaje de lobos de la realeza, siempre se esperaba mucho de él, ahora, era el actual alfa de su manada supliendo a su padre cuando este finalmente murió en manos de los Dupont, y él, no estaba nunca dispuesto a bajar la cabeza ante nadie, estaba orgulloso de ser quien era, el más poderoso lobo plateado, su clan, era los lobos más temidos que existían en la actualidad de la era moderna, y su poder y riquezas eran tan inmensas que solo su apellido bastaba para hacer temblar a los grandes y poderosos señores alrededor del mundo...y por supuesto, aun cuando sentía que perdería la cabeza por aquella hermosa mujer que sus ojos celestes buscaban una y otra vez, y su corazón palpitaba aún más acelerado, no quería enamorarse, no aun…el ultimo de los Dupont aun respiraba con vida sobre la misma tierra que el pisaba, y hasta verlo derrotado no quería que nada mas nublara su buen juicio…aunque sabia desde el primer momento en que el delicado y virginal aroma de Ceres Gultresa penetraba en sus fosas nasales, que aquello quizás sería una misión imposible, levantándose desde la comodidad de su asiento, Belmont camino hasta el recinto donde Ceres daría sus clases, quería verla, necesitaba oler su delicado aroma…solo así sentía calmar sus exaltados sentidos.

La primera clase del día había dado comienzo, Ceres, se sintió sumamente nerviosa al ver entre los estudiantes al propio Belmont Fortier, quien no dejaba de escudriñarla sin recato alguno desde su asiento, explicando cada proceso y trazo, la hermosa rubia intentaba concentrarse en lo que estaba haciendo, no deseando dar una mala impresión a sus estudiantes, dejo de prestar atención a Fortier tanto como podía hacerlo, aquella mirada celeste era demasiado intimidante y penetrante, una mirada que despertaba sensaciones extrañas en ella y que la hacían sentirse fuera de si misma, algo que también, parecía lograr Dupont.

Belmont, la observaba descaradamente, sus pensamientos más salvajes solo podían imaginarla desnuda, su vivida imaginación lo hacía desear saber cómo se escucharían los gemidos femeninos de la joven artista, quería probarla, sentir su delicado sabor, hacerla suya una y otra vez, morder su hombro para dejar su marca sobre ella y que nadie mas pudiese volver a mirarle con deseo, que solo fuese suya para lo que restaba de su tortuosa eternidad, aquella belleza solo le pertenecería a él…y a nadie más.

La clase por ese día había concluido, los estudiantes de una rica variedad de edades, se arremolinaron a su alrededor para felicitarla por su grandioso talento, llenándola de halagos por su belleza y su arte, Ceres, se sentía demasiado tímida ante tantas muestras de afecto, aun cuando su fama era internacional, nunca había interactuado tan amenamente con sus fans, prefería admirar su felicidad desde las sombras, no le gustaba mucho ser cercana a la gente, era una solitaria por decisión propia, y aquellas tan inocentes muestras de afecto, lograban incomodarla al extremo.

Todos finalmente se habían marchado, Ceres recogía sus materiales de arte para acomodarlos en su estuche, sin notar que Belmont Fortier aún seguía sentado observándola, aquel hermoso hombre se levantaba para caminar hasta ella, seducido por su inigualable aroma, por aquella gentileza que desbordaba, tomándola por su cintura, sorprendía a la hermosa artista, quien lo miro fijamente a los ojos.

Celeste y Zafiro se miraron fijamente, Ceres, por alguna razón, sentía conocer esa mirada, idéntica a la del lobo en su pintura, Belmont, repentinamente la besaba apasionadamente, y ella…no se había resistido...aun cuando aquel era su primer beso.

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