Capítulo IV

Klaus Santana

Me la lleve de la habitación, lo más rápido que pude, odie ver la escena, ni siquiera quiero imaginarme lo que hubiese pasado si no subiera cuando vi a Omar en la cocina. Suelto el aire cuando entramos en el despacho, escuchó como Peter baja por la escalera, pero por ahora esa no es mi prioridad.

– ¿te encuentras bien? – ella asintió, pero estaba algo pálida, con la respiración agitada – no te agites – tomó uno de sus mechones y lo coloqué tras su oído – Amanda ¡Mírame! – exigí – todo va a estar bien ¿ok? – ella asintió y en ese mismo momento se escuchó un golpe en la puerta del despacho.

– ¡ÁBREME! – grito Peter - ¡exijo hablar con mi esposa! – sus palabras me hacían arder, me iba a poner de pie.

– No, por favor no – susurro Amanda cada vez se hacía más pequeña y esas ganas de cubrirla con todo lo que tenía estaban cobrando vida, despacio me moví y la abrace, respire profundo y acaricie su espalda, por lo menos Peter había dejado de gritar.

Así nos quedamos hasta que poco a poco la respiración de ella se fue relajando, para cuando me di cuenta se había dormido, con cuidado la cargue hasta el sillón que había en el despacho, abrí la puerta del lugar y me di cuenta de que Omar estaba allí y una de las chicas de la cocina, a ella le pedí una manta y que pusiera más leña en la chimenea, mientras que a él le pregunté por mi hermano.

Peter estaba en su habitación, había hecho trizas el vestido de novia de Amanda, sonreí malicioso, cuando me vio se puso de pie y la rabia se podía ver a través de sus ojos, trató de lanzarme un golpe, pero lo detuve en seco, doblando uno de sus brazos caso hasta su límite.

– Detente – advertí – no me temblará la mano, aquí no está Amanda para detenerme – su mirada cambió – no provoques lo que no resistes – dejó de forcejear conmigo y yo lo solté.

– ¡no, esto no debe ser así! – vi cómo, de un momento a otro, perdía la cordura - ¡ELLA! Ella es solo una estúpida pueblerina, como es posible que me gane – dijo mientras se sentaba en la cama – no tiene aspiración, metas o sueños, ella solo quería ser esposa ¡Y YO! ¡YO! Cumplí eso, es momento en que ella cumpla – se puso de pie y caminó rápidamente a la puerta.

– ¿para dónde vas? – pregunte calmado.

– Eso, a ti, no te importa – resopló entre dientes.

– ¡No te atrevas! – se me quedó viendo, su estúpida sonrisa me irritaba.

– ¿te interesa la mosquita muerta? – pregunto, pero antes de que dijera algo más lo agarré del cuello.

– No digas que no te lo advertí – mis palabras salían entrecortadas, estaba furioso y no tenía intención de esconderlo – no te atrevas a dañarla, más de lo que ya lo has hecho, Amanda merece ese final feliz, ella es una princesa y que tú no hayas estado a la altura no es culpa de ella – su respiración era cada vez más pausada, y aunque se tratara de liberar, mi agarre era más fuerte, por eso decidí liberarlo y tan pronto como lo hice comenzó a toser y respirar con brusquedad – cuida tus pasos, yo no eres el pobrecito que fuiste cuando éramos niños.

Lo dejé, allí, en el piso, advertido acerca de lo que podía y no podía hacer, la rabia me invadía, estaba en un punto de no regreso, llame a mi padre para contarle lo que había sucedido y en menos de una hora él y la madre de Amanda estaban de vuelta.

Cuando terminé de decirles todo lo sucedido, la señora se retiró a ver a su hija, ellas estaban aún en el despacho, por lo que mi padre y yo subimos hasta la habitación que él había preparado para las mujeres y vio todo el lugar desordenado, yo también me sorprendí, pero sabía que Peter había estado allí, él quería encontrar algo.

– ¿Qué pasó con Peter? – preguntó mi padre de repente.

– Lo dejé en su habitación la última vez que lo vi, después me quedé al lado de Amanda – confesé.

– Esto debería ser más fácil, más ameno, pero tampoco puedo obligarla a actuar – sabía de lo que hablaba - ¿Qué harías   en mi lugar? – pregunto sentándose sobre la cama, hace tiempo que no lo veía tan consternado, una sensación de preocupación me embargo.

– Me la llevaría lejos – mi voz sonaba con fuerza – la cubriría con mi propio cuerpo si necesitara protegerla – solté un suspiro y me senté en frente de él – ella es – busque las palabras – especial, puede ser, no lo sé bien, pero ella tiene algo, algo que te hace querer protegerla – acepte más para mí que para él – mi madre tenía ese mismo carisma, ella sabía lo que sucedía, pero no perdía su esencia.

– Lo sé, por eso me decidí a ayudarla – su mirada demuestra anhelo – tu madre era única, sin lugar a duda Amanda tiene algo parecido al de ella.

– Si no fuera por Regina, todo sería tan diferente – aquí es donde espera su reacción – sé que intentaste que no la odiara, sé lo que hiciste, pero no puedes ocultarlo todo – asintió y se puso de pie, la conversación lo hacía sentir incómodo. – Regina fue la culpable del accidente de mis padres, ella estaba embarazada de mi padre, por eso lo hizo, porque él no dejaría a su familia por ella.

– Lo sé, tu padre jamás dejaría a tu madre – solo asentí.

– ¿Por qué te hiciste cargo de Peter? – me atreví a preguntar.

– Sé lo que es ser huérfano, sé lo que es tener unos malos padres, no me hubiese quedado tranquilo si no lo criaba a él también – no hice comentario, no podía, no había estado en su situación y sería incapaz de cuestionar sus decisiones.

Esa noche hablamos de todo un poco, le mostré el resto de la investigación que había hecho Alex en NY, en donde mostraba los rastros que había dejado Regina en nuestras vidas, su complicidad con Richard Benson, el contacto que mantenía con Peter, un golpe bajo para mi padre que por años se había desvivido por hacer de él un hombre intachable.

La sola sospecha de que él tuviera contacto con su madre lo enojaba, pero ahora que tenía las pruebas lo veía demasiado tranquilo para mi gusto, sin decir nada, en un momento de la noche, tomó los documentos y se marchó, dejándome solo en mi recámara.

Solo con mis pensamientos.

Por la mañana ya todo había pasado, el desayuno fue particularmente encantador, y al medio día llegó Jorge, un entrenador que había mandado llamar, quería que Amanda aprendiera algunas cosas, después de recibir al hombre, me dedique a buscarla a ella.

La encontré en el estudio, estaba sentada ante el escritorio, tenía varios libros a su alrededor, mientras que escuchaba como la impresora dejaba salir hoja tras hoja, un listado tenía en su mano cuando se levantó a buscar otros libros, y entonces vi mi momento.

– Amanda – la llamé y ella volteó, enseguida me sonrió - ¿Qué haces?

– Quiero dar el examen de admisión a la universidad, ya sé dónde quiero entrar y necesito ponerme a estudiar lo antes posible – no sabía si aplaudir o solo felicitar, suspiré y me quedé viéndola, pero debía apresurarme.

– Puedes pausar eso unas horas, necesito que me acompañes ¿puedes? – ella asintió.

– Solo dame un minuto – sacó un par de libros los puso encima del escritorio - ¿Don Brian estará? – pregunto sin quitar la vista de la laptop, negué con la cabeza – de todos modos, dejaré una nota – tomo un post it y escribo algo, para luego dejar solo sobre su laptop.

Cuando salimos de allí, le pedí que se pusiera ropa deportiva, yo también me fui hasta mi cuarto a hacer lo mismo, estaría presente en su pequeño curso, solo necesitaba confirmar que se podía defender sola, siquiera para evitar que le sucediera algo como lo ayer.

La esperaba al comienzo de la escalera y la guie hasta el patio trasero, allí el maestro nos esperaba, mientras caminábamos le expliqué.

– Sé que no me lo has pedido, pero siento la necesidad de ayudarte – admití – al verte ayer, tan vulnerable, me propuse enseñarte a defenderte, por lo que llame a un profesional, él es de confianza – ella solo asintió y antes de que se separará por completo de mí, me abrazo.

– Gracias – dijo soltando el aire – no pensé que esta familia me ayudaría tanto, después de lo que sucedió con Peter, pero tú y mi suegro, son realmente personas que valen la pena, personas maravillosas.

Se puso de puntillas y me abrazo, me paralicé, como un cervatillo en el bosque, ella solo me abrazo y causó un nudo en mi estómago, una sensación placentera en mi corazón y como si fuera poco una enorme tranquilidad de esa que me decía que todo estaría bien. Mientras que me sentía culpable al solo pensar que ella me consideraba una persona maravillosa.

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