Capítulo III

Amanda King

Cocine, por primera vez en un par de meses cocine, siempre que estaba molesta lo hacía, siempre que estaba por caer en una crisis de ansiedad lo hacía, eso me relajaba, aunque algunos de mis platillos eran incomibles.

Mi suegro y su ahijado me acompañaron, incluso se comieron lo que había preparado, y hasta yo me sorprendí por lo exquisito que había quedado, al terminar quise lavar los trastos, pero la llamada de mi madre no me dejó terminar, apenas el móvil sonó conteste.

– Se fue – dijo entre sollozos – se fue y se llevó todo – declaró y su hipido me dio a entender que todas mis sospechas eran ciertas.

La calmé y enseguida quise partir a su lado, seguida por mi suegro subí hasta su habitación en donde estaban mis pertenencias, él entró a los pocos segundos después que yo y entre jadeos, su respiración sonaba entrecortada, - por la escalera – pensé de inmediato, él se interpuso en mi paso y me condiciono, no saldría de su casa a menos que llevara seguridad.

Sin poder rechistar, con algunas dudas, pero finalmente acepté. No es que pudiera hacer mucho negándome, y fue así como partí hasta la casa de mi madre.

Apenas entré, subí a la recámara de mi madre, seguida por Omar, el hombre de confianza de mi suegro, que solo llegó hasta la puerta de habitación de mi progenitora, cuando yo la vi abrazarse sola sentada en el suelo de su vestidor la rabia me pudo, pero no, no la deje salir, eso vendría después, por el momento solo me senté a su lado y la consoló, sin decir nada la consolé.

Después de unos minutos, entre hipidos y sollozos me contó que él se había ido, no sabía bien a qué hora, pero cuando la llamaron del banco ya era tarde, suspiré y me di cuenta de que ya no quedaba nada, para mi sorpresa me sentí afortunada ¿pero de qué? Estábamos en la ruina, después de mi divorcio no nos quedaría nada, mi opción más cercana era hablar con Alhelí, pero ¿será lo correcto? Nosotros a ella no la ayudamos, cuando nos necesitó, Richard nos prohibió tenderle una mano.

El cúmulo de sensaciones que tenía se disiparon con la llamada de mi suegro, que, aunque no le correspondía, estaba de nuestro lado, le trate de explicar un poco lo que sucedía y él soltó un suspiro.

– Me lo llegué a imaginar – soltó algo consternado – ese hombre no es ningún santo ¿puedes traer a tu madre para acá? ¿Necesitan más tiempo? – sonreí, era evidente que se preocupaba, pero que a la vez no sabía tratar muy bien con mujeres.

– Deme un par de horas para calmarla – sonreí sin querer, era hasta enternecedor cómo se esforzaba.

– Avísame, mandaré preparar mi habitación para ustedes dos ¿está bien? – pregunto.

– Está bien, le avisaré – corte la llamada con una sensación de tranquilidad, por lo menos tenía un par de semanas para pensar.

Respiré profundo y me volví hacia donde mi madre estaba sentada, tenía que contarlo que estaba pasando, ella no merecía sufrir en la inocencia, debía saber la calaña de persona que era Richard, ella debía enterarse y no sufrir por un hipócrita, estafador y mala persona.

Baje a prepararle un té, necesitaba que se calmara un poco y mediante un mensaje en W******p le informe a mi prima todo lo que estaba pasando, ella enseguida me pidió que nos fuéramos hasta NY, allá podíamos estar seguras, que lo de la e****a de Benson lo solucionarían sus abogados, pero no lo tome en cuenta, primero quería que mi madre supiera todo y luego de ver su reacción tomaría una decisión junto a ella.

Apenas subí hasta su habitación y la vi tomar su té le dije todo, fue como una clase exhaustiva del tipo de personas que eran mi ahora marido y Richard, la vi digerir la información.

– ¿estás bien? – pregunto después de unos minutos en silencio – tú ¿te sientes bien? – iba a responder, pero pronto se giró hacia mí y me abrazo – oh, hija, jamás pensé que esto pasaría, siempre supe que en algún momento el karma por no ayudará a Alhelí nos llegaría, pero jamás pensé que de esta manera.

– Madre, estoy bien – mentí, descaradamente – tuve mi día, más bien mi noche, para asumir esto, pero jamás creí, bueno creímos que Richard se escaparía – ella suspiró – ¿qué ha dicho el señor Daniels?

No dije nada y ella asintió, le comenté que nos había pedido que nos fuéramos a su casa y ella sin rechistar, metió algunas mudas de ropa a su maleta y luego de un baño, cerramos la casa y nos fuimos hasta la casa de mi suegro.

Allí nos estaban esperando, Brian, de hecho nos esperaba en la entrada de la casa, con su suave voz nos invitó a tomar el té en la terraza de su despacho, allí conversamos de la situación, mi madre le confesó todo lo que había pasado, no escatimo en detalles, incluso habló de las deudas con las que la había dejado Richard, por su parte mi suegro nos contó que no éramos a las primeras que les hacía esto, años atrás lo había hecho.

Fue una conversación definitivamente rara, pero muy provechosa, luego nos instalamos en la que era la habitación de mi suegro, él me había dicho que prefería cederme su habitación, ya que era la que tenía mejor seguridad, no está dispuesto a correr riesgos cuando se trata de mi seguridad y en este caso de la mía y de la de mi madre.

Me dejé caer en la cama, mi mente estaba perdida en los acontecimientos recientes, sin darme cuenta la noche cayo, mi madre en compañía de Brian habían salido, él insistía en que se debía distraer, sé que no había más intención que darme un buen momento en él por lo que no dije nada, incluso ayudé a que ella se arreglara un poco, darle algo de color a su rostro.

Un toque en la puerta me saca de mis pensamientos, miro el reloj de la mesita noche, son las 9 pm, abro la puerta y me doy cuenta de que es Klaus, se ve algo somnoliento.

– Hola – saluda.

– Hola – le sonrió.

– Pensé que podíamos cenar juntos, mi padre salió con tu madre, ellos demoraran – arrastraba las palabras, estaba evidentemente nervioso, por lo que terminé con su tortura.

– Sí, puede ser en unos 30 minutos ¿por favor? – él asintió y pude ver una pequeña sonrisa, se notaba a leguas que no estaba acostumbrado a estas situaciones.

– Cenamos en el despacho ¿te parece?

– Perfecto – él se movió de la puerta y yo la cerré.

Me apresure a darme una rápida ducha, había estado toda la tarde sobre mi cama, en menos de 20 minutos me vestí con algo simple y me di un pequeño arreglo, salí de la habitación  y vi a Omar sentado, le pregunté si había comido y negó con la cabeza, lo libere para que fuera a comer algo, le comente lo que haría y el hombre suspiró, pero me hizo caso, para mi mala suerte mi móvil se había quedado dentro de la habitación, por lo que volví a entrar y mientras lo buscaba escuche como la puerta se abría de par en par.

Me levanté rápidamente y vi a Peter, estaba furioso, su rostro estaba rojo y podía adivinar que venía por explicaciones, lamentablemente yo no estaba dispuesta a dárselas.

– Amanda – dijo suavemente – mi amor, tenemos que hablar – declaró.

– ¿de qué? – pregunte.

– ¡NO TE HAGAS LA ESTÚPIDA! – esas palabras me definía el día de ayer - ¿qué fue lo que le dijiste a mi padre? – se acercó lentamente a donde yo estaba de pie - ¡RESPONDE! – su rostro poco a poco se desencajaba, mostrando sus verdaderas intenciones – no entiendo – suavizó la voz – de verdad no te entiendo, ¡te querías casar!, nos casamos, ¡querías una bella boda!, te la di …

– ¡ME USASTE! – grite, dejándolo en completo silencio – eres un bastardo, me trataste todo este tiempo como si fuera una estúpida ¡Y VAYA QUE LO FUI! ¡¿CÓMO?! – suspire y trate de calmarme - ¿Cómo? ¿Por qué? Yo te amaba, ahora no eres nada más que un miserable, un gran miserable – se me quedó viendo, sabía que estallaría en algún momento, por lo que tome valor e intente salir de allí.

– Tú no sabes nada, nada, no eres más que una pobre pueblerina, una estúpida que soñaba con un cuento de hadas, donde lo único que serás por el resto de tu vida es ser una mantenida …

– ¿por quién? – me atreví a preguntar casi en un susurro - ¿por ti? O ¿por tu padre? – un movimiento rápido Peter me tomo por mi cabello, un grito no ahogado, trate de zafarme con todas mis fuerzas.

Me lanzo en contra de la cama, y cuando ya estaba preparada para lo peor, sentí un golpe, escuché como alguien caía y al darme vuelta Klaus había lanzado a Peter contra la ventana, este último lo miraba atónito, sin poder articular palabra.

Klaus me puso de pie y se puso delante de mí, respira profundo y mis manos comenzaron a hormiguear, trague saliva y cuando él trató de avanzar hacia el que fuera mi esposo, lo abrace, sin dejarlo avanzar.

– No, no lo hagas – escondí mi rostro en su ancha espalda y una corriente atravesó mi cuerpo – no vale la pena.

– Ok, salgamos – ordeno y solo asentí.

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