AMENAZAS

Despierto en una cama. Por la pesadez de mis ojos, por el dolor de cansancio en mis músculos de tanto correr, y por las vueltas de mi cabeza, sé que he estado inconsciente después de lo de ayer. Alguien debe haberme traído, porque sé que quedé tendido en el suelo y no pude haberme trasladado hasta aquí desde tan lejos sin recordarlo. No quiero abrir mis ojos, por la punzada en la parte posterior de mi cabeza. Con mis dedos compruebo el bulto que me ha dejado el golpe, y el intenso dolor me hace quitarlos enseguida. El techo blanco, las paredes moradas y cortina anaranjada corroboran que es mi cuarto. Esos perros sí que saben cómo defender su territorio. Parece que ir al zoológico funcionó a la perfección para saltar en el tiempo. Pero es hora de saber lo que está ocurriendo. Cuando me atrevo a abrir mis ojos otra vez, mi cerebro hace un reconocimiento de la situación, me termina de sacar de la hipnosis de la atmósfera ambiental que aún sentía en mi pecho, y me devuelve a la ansiedad, por Andru, por su seguridad y la del resto de mi familia. También por el destino del planeta.

El reloj de la pared marca las seis y catorce de la mañana. Estuve inconsciente unas doce horas. Al mover mis pupilas veo en el televisor sin volumen disturbios, mucho humo, y fuego rodeando a las personas. Un escalofrío aprieta mis costillas. Ahora mis pupilas se mueven hacia mi antebrazo izquierdo y la veo; Hay una marca del tamaño de una pelota de softball. Es como un símbolo de líneas gruesas desde el centro que terminan siendo puntiagudas. Van en diferentes direcciones, ramificándose de una en una. Es como un tatuaje brillante de color verde intenso. Levanto mi brazo para verla de cerca y se ve como una red neuronal a través de las líneas, como un multiverso en tercera dimensión. Me pierdo observándola. Al enfocar nuevamente la pantalla del televisor, veo en el recuadro inferior derecho un símbolo parecido al que está en mí antebrazo, pero de color azul. Intento leer el encabezado de la noticia pero mi visión no ha vuelto por completo. Andru entra al cuarto. La luz del televisor refleja lo negro de su cabello y hace ver más clara su piel. Yo sonrío por ver que está bien, pero él no responde a mi expresión. Ni un poco. Con la toalla que trae en sus manos cubre la marca de mi antebrazo, y se queda de pie mirándome con una expresión que nunca le había visto.

-¿Qué ocurre Andru? -Le pregunto con cuidado.

-No quiero que te maten. -Me dice secamente. Obviando las punzadas de mi cabeza, me levanto y lo tomo de los hombros con una expresión seria, impactado por lo difícil que es escuchar algo así en la voz de un niño. Y no es un niño cualquiera, es mi hermano.

-¿Por qué dices eso Andru? -Le digo fingiendo calma.

-Porque eso les hacen. –Luego de tragar grueso y fruncir mi seño, decido que no quiero que esté asustado y lo abrazo.

-Todo va a estar bien Andru ¿Dónde está papá?

-No entiendes nada de lo que está ocurriendo. Nada puede estar bien. -Me sorprende otra vez. No sé qué decir porque él tiene razón, no sé qué ocurre. Mi padre, Jhon Zálomon, entra al cuarto, me mira preocupado también, me extiende la mano y me dice:

-Te explico en el camino. Tenemos que salir de aquí Nova Isaac.

No me atrevo a preguntar por qué, o a dónde iremos. Simplemente porque no recuerdo haber visto en alguna otra oportunidad a mi padre preocupado. Ni siquiera en los tiempos de la dieta blanca.

–Ponte esto. -Me dice Magdalena Brown, mi madre, estirándome un cabestrillo. Pero no tengo ninguna lesión el brazo.

-¿Por qué debo usar eso? -Se me sale, y mi padre se molesta: -¡Solo hazlo Nova! –Me grita y yo me irrito, porque él debería comprender que no entiendo nada de lo que pasa. Cuando llegamos a la puerta y me cercioro de que la mordida del perro no ha dañado mi pantorrilla, mi padre se detiene a escuchar, cuidando que no haya alguien cerca.

Al abrir la puerta con cuidado, salimos en grupo. Nuestra vecina, la señora Giomaira, cuyo césped siempre mantengo al ras más por amistad que por trabajo, nos ve, mira el cabestrillo y se lleva las manos a la boca ¿Es porque cree que me lesioné o es porque sabe que tengo esta marca? Termina disimulando y me echa la bendición haciendo una cruz con su mano derecha. Se escucha venir un automóvil y mi padre le hace señas. Cuando se detiene nos subimos. Yo voy detrás con mi madre y Andru, mi padre va adelante con Altaír. Yo lo conozco, es un amigo de mi padre. Se conocieron por un juego online de computadora cuando eran niños, y luego se encontraron aquí en Venezuela cuando lo trasladaron de Ecuador a nuestro país. La verdad, era muy agradable escucharlos hablar de sus hazañas como jugadores. En este momento, su rostro expresa fastidio y alarma. No quiere estar con nosotros.

-¿De qué color es su marca? ¿A qué hora apareció? –Pregunta Altaír.

-¿Es necesario que te responda? –Le contesta mi papá con fuerza.

-¡Oye tranquilo Jhon! Solo tengo curiosidad. -Responde el hombre como si hubiera hecho algo sumamente delicado.

-Muéstrasela Isaac. –Aun con toda mi confusión, accedo. Le muestro mi marca verde y Altair da un frenazo que hace dar al carro un movimiento brusco. Andru se asusta y mi madre casi entra en pánico.

–Somos amigos Altaír, es mi hijo. –Hay un momento de silencio. La cara de Altaír palidece. El ruido de una sirena es lo que impide el silencio total. Mi madre coloca la mano en la manilla de la puerta preparándose para salir. -Solo llévanos lejos de aquí, por favor. Es lo único que te pido. –Siento desconcierto al notar que Altaír, al ver la marca en mi antebrazo, ha comenzado a cuestionarse si es buena idea llevarnos en su auto. -Arranca por favor. –Le suplica mi padre. Altaír baja la frente, mueve la palanca y comienza a andar.

-Solo hasta los límites de la ciudad Jhon. Lo siento. –Advierte.

-¡Gracias! –Le expresa mi padre y se le nota el alivio en las mejillas y en la respiración. Mi madre, feliz, abraza a Andru.

El ruido de la sirena se intensifica. Es de un vehículo policial que se acerca cada vez más. <<Por favor detenga el vehículo>> Nos dice por un parlante cuando nos alcanza.

-¿Quitaste la placa de identificación como te lo pedí? -Le pregunta mi papá a Altaír y este le dice que sí. -Detén el auto. -Altaír frena. El carro de policía ha hecho lo mismo pero mi padre y Altaír abren las puertas primero. Se bajan con una cabilla afilada en sus manos y avanzan al carro de policía. El oficial no se atreve bajar cuando los ve con las armas, y ellos, con fuerza le dan un pinchazo a los cauchos delanteros de la patrulla. Cuando estos explotan, mi padre corre de vuelta al carro. Altaír se devuelve caminando y pensativo, sube, enciende el motor y arranca a toda marcha. Nadie habla. Mis ojos están fijos en ningún lugar y mi respiración está reprimida.

-¿Qué es lo que ocurre papá? -Pregunto por fin.

-¿Ni si quiera lo sabe? -Pregunta Altaír y mi papá niega con su cabeza.

-Los Andros han encarcelado a los setecientos elegidos. Era una trampa. Ellos sabían, como tú, que se cometería un acto de corrupción. Y esto, como respuesta a la oportunidad que nos habían dado, les ha servido como una prueba irrefutable de estar cometiendo el delito de extinción inminente. Shopenshammer, uno de los genios más antiguos de la galaxia de Andrómeda fue el encargado de anunciarlo todo. Es el cerebro de todo. Seguidamente explicó que ellos ya tenían hecha una lista de personas con un grado verdaderamente ejemplar de humanidad. Que su selección era el resultado de un proceso de más de veinte años de observación del comportamiento.

-Las luces de media noche. –Añade mi madre recordándome uno de los hechos más curiosos que viví en mi naciente adolescencia, cuando mis ojos vieron dos luces navegando en el cielo, con movimientos irregulares que las naves terrestres no tenían ni tienen la capacidad de hacer.

-Exacto, nos observaban. -Continúa mi padre mientras vemos casas que están siendo saqueadas, hombres con armas blancas amenazan a otros, algunos cortan árboles para hacer barricadas, un joven lanza piedras a nuestro auto y se queda mirándonos con frialdad porque Altaír no se ha detenido y le ha pasado por encima a los escombros. –El problema es que no calcularon la maldad de las personas de las que se burlaron. La Worl Corp ha logrado hacerse con una nave de los Andros,  y la tienen custodiada con una fuerza militar descomunal.

-El planeta es de la Worl Corp. –Anexo y Altaír me mira de reojo. –Y los Andros ignoraron que se enfrentan a una especie que tiene más de dos mil treinta años de experiencia en guerras. –Altaír asiente. -¿Pero qué son estas marcas?

-Tienes que prometerme que cuando te cuente no te alejarás de nosotros. Tenemos que estar unidos. –Al considerar lo que dice, sé que no puedo prometerlo. No puedo poner en peligro la vida de Andru, ni la de ellos. Mentir por mantener a salvo tu familia, nunca será un error, por eso muevo mi cabeza de arriba abajo.  –Esas marcas…

Altaír frena cuando vemos a cien metros dos vehículos en llamas bloqueando la calle. Cientos de personas van a pie por los costados de la carretera. Todos quieren salir de la ciudad.

-Hasta aquí. -Dice Altaír. –Mantén esa marca oculta. –Me mira y mi padre confirma con su cabeza, le da un apretón de manos a su amigo y bajamos.  No me da tiempo de agradecerle a Altaír porque mi padre le ordena marcharse de inmediato, ya que las personas miraban su auto con ansias de quitárselo. No por el modelo ni la pintura, es un malibú negro en buen estado, pero lo observan con recelo porque es un medio para escapar.

-Estás sumamente lesionado del brazo. –Me dice mi padre con sus ojos puestos sobre los míos. –Nadie puede tocarte ese cabestrillo.

No le respondo, por la incomodidad de seguir sin información sobre lo que soy ahora, pero debo obedecer. Odio obedecer sin saber el por qué. Cruzamos la barricada por un costado, lo más lejos posible de los que siguen echando combustible a los autos. Tres minutos después, distingo una mujer con traje policial que nos observa con detenimiento. Es de unos treinta o veintiocho años, delgada, de piel blanca y cabello negro. Tiene un rostro bonito. Andru comienza a quejarse de querer ir conmigo, pero no puedo cargarlo porque supuestamente estoy lesionado del brazo. Andru tiene intenciones de llorar, pero antes de que lo haga, lo cargo con mi brazo derecho.

-Tenemos que caminar rápido. –Le digo a mi familia en voz baja, y me las arreglo para tocar mi nariz con mi dedo índice derecho. Es nuestra señal de “alerta”. Una señal de muchas otras que establecimos para mantenernos a salvo en esta sociedad tan volátil. Ellos entienden y aceleran el paso. La mujer policía se me acerca dando un trote y le sonríe a Andru.

-¿Te puedo llevar? Él tiene su brazo dañado. –Le dice a Andru ofreciéndole los brazos. Andru se niega. -¿Quieres que tu hermano se lastime más el brazo? –Andru vuelve a negar con su cabeza. Me mira y le hago un gesto para hacerle entender que está bien que ella lo cargue. La mujer policía lo sostiene en brazos y comienza a hablar con Andru usando una voz tranquila. -¿Cómo te llamas? Yo me llamo Alessandra.

-Albert Andru Zálomon Brown.

-Qué nombre tan espectacular tienes. ¿Cuántos años cumpliste?

-Voy a cumplir ocho. 

-Qué niño más bello. ¿A dónde intentan ir? –Me pregunta a mí.

-Solo intentamos alejarnos de... –Me detengo porque no sé de qué nos alejamos. –De las zonas pobladas. –Agrego por intuición y ella comprende.

-Qué cosas ¿No? Algunos están locos por encontrar a algún marcado para delatar su ubicación o atraparlos, y a mí que me encantaría conocer a uno de ellos porque los admiro, porque los respeto, porque tienen que habérselo ganado, y por eso para mí sería todo un honor. ¿Tú qué opinas? -Me pregunta y yo miro a mi padre pero él me evita como todo un experto en ocultar lo que siente y lo que piensa.

-Opino que eres alguien increíble para no ser de las personas que quieren encontrar un marcado. –Le digo ladeando mi cabeza << ¿Y qué ganas con encontrar un marcado?>> pienso, esa es mi segunda duda, la primera es: << ¿Qué somos los marcados?>> pero sé cómo sacarle información. – ¿Y si tú eres una marcada? - Le pregunto bromeando y Alessandra se ríe con expectativa pero no se ofende; es decir que ser un marcado no es malo ni peligroso. En respuesta, me enseña los brazos y el cuello. Al parecer ese es el lugar en el que suelen aparecer. 

-No soy una marcada. –Dice aun sonriendo con simpatía. -Yo solo quiero que mis futuros hijos tengan oportunidad de vivir en un mundo mejor. –No sé a qué viene su comentario ¿Quiere decir que estar a favor de los marcados es estar a favor de un mundo mejor? O ¿Quiere decir que por no tener una marca puede hacer algo para que sus hijos tengan la oportunidad de vivir en un mundo mejor?  Si no le importa ser una marcada, creo que no es algo favorable. -Tú si puedes tener una marca escondida en ese cabestrillo. -Me dice también en tono de broma. –Esa marca la llevan personas jóvenes así como tú. De tu edad. -Alessandra habla con una soltura impresionante. Al parecer de verdad no le importa encontrar un marcado ni ser una marcada, lo que me desconcierta, porque si no es algo tan relevante ¿A qué viene todo este desastre? ¿Por qué estaba mi marca en la televisión? Aunque esa era de color azul ¿Por qué Andru me la tapó por miedo a que me hagan daño? ¿Por qué me la han tapado con un cabestrillo e insisten que la mantenga oculta? ¿Por qué Altaír frenó al ver mi marca? ¿Porque soy peligroso, o porque quería intentar quedarse conmigo o matarme? Si quería intentar quedarse conmigo ¿De qué le hubiera servido? “Esa marca la deben tener jóvenes como tú” dijo Alessandra.

-¿Eres muy mayor para tener una marca? –Pregunto para seguir sacando información, y tener un rango de la edad de los marcados.

-Tengo veintiocho. –Responde. –Sé que parezco de veinticuatro, o menos, pero no, ya no calificaba. –<<”ya no calificaba”>> pensé. Interesante. –Tú sí, debes tener menos de veinticinco ¿Cierto?

-Correcto, tengo veintitrés. –Le digo y comprendo que los marcados deben tener menos de veinticinco. Mi madre comienza a sentirse incómoda por la conversación ¿O son celos de madre? La verdad es que Alessandra es guapísima, y es probable que mi madre esté celosa por ello.

-¿Ya ves? Los marcados deben ser… -Unos gritos femeninos se escuchan a mi espalda, doy la vuelta y veo a tres hombres revisándoles los antebrazos y la espalda a dos mujeres. La sangre me hierve. Pero debo contenerme, aunque no puedo evitar la rabia, no puedo evitar mirarlos con furia. Los hombres lo notan y me observan un momento con sus caras prendidas en euforia. Tienen un aspecto desgastado. Su líder, un hombre de piel blanca, de cabeza rapada y ojos teñidos de rojo, se me acerca, se para frente a mí y me golpea el brazo que tengo envuelto en el cabestrillo. Estoy tan molesto que olvido simular que tengo una lesión y lo empujo fuertemente con mi mano derecha. Alessandra se acerca a mi madre para que sostenga a Andru. Luego se apresura y se interpone entre mi agresor y yo.

-Aquí no hay nada. -Le dice Alessandra. -Vete de aquí. -Pero él había notado que no me había quejado de su golpe.

-¡Hay que revisar a este! -Le ordena a sus dos aliados y salen corriendo hacia donde estoy. Alessandra frena a uno, mi papá frena al otro y yo tengo que luchar con el líder. Pero en el forcejeo, el cabestrillo se desliza y la marca verde de mi antebrazo brilla en sus ojos coléricos.

-¡Es el verde! -Grita desquiciadamente a dos metros de mí. -¡Es el condenado verde!

Repite con más fuerza y todas las personas que están por los alrededores me miran y corren para ponerse cerca. El hombre saca un cuchillo y Andru comienza a llorar. Alessandra me mira con sus labios blancos por la sorpresa ¿O es miedo? Yo miro mi marca otra vez, frotando mis ojos, porque no me había dado tiempo de observarla de día. Debajo de ella, hay un pequeño recuadro con cinco líneas de letras. Esta mañana no estaban. Dicen:

Misiones temporales:

1-Aléjarte de tu familia.

2-Ocultarte en un sitio seguro.

3-Buscar agua. (Niveles bajos de hidratación)

4-Consumir proteínas.

Al alzar la vista, veo un hombre desconocido que le salta encima a mi atacante.

-¡Corre! -Me gritó mientras le hundían el cuchillo en el pecho.

Con un movimiento rápido me saco el cabestrillo porque me estorba y debo correr. Estoy rodeado por un círculo de personas listas para saltarme encima. Giro buscando a donde correr pero estoy bloqueado en todas las direcciones. Entonces en ese momento ocurre algo extraño. Una mujer y un hombre empujan un lado del círculo de las personas que me acechaban y logran abrir un canal por el cual puedo salir. Otras personas gritan << ¡Atrápenlo! >> señalándome, pero yo ya estaba corriendo a la salida que me habían habilitado. Unos intentaban protegerme y otros atraparme. Una mujer sostuvo por el cabello a otra que venía por mí. Un hombre a mi favor le rompió la franela a otro que quería bloquear mi paso. Otros peleaban, se empujaban, se gritaban. Y yo, antes de salir del cúmulo de personas miré hacia atrás para ver a mi papá que me gritaba que corriera. Aunque no lo escuché, lo interpreto al leerlo en sus labios. Me ha afectado una extraña sordera. Un aturdimiento. Cuando miro al frente se queda en mis ojos la imagen de mi papá forcejeando con uno de los agresores, Alessandra cuyo rostro tal vez no volvería a ver más nunca, que clavaba un rodillazo en el estómago del otro sujeto. Mi salvador, yacía apuñalado en el pavimento de la carretera. Al asesino, lo retenían entre tres personas. Y siento una rotura en el corazón, al recordar a Andru con su cara rompiendo en llanto, estirando un brazo por querer venirse conmigo. Tal vez tampoco vuelva a verlo, pero las misiones de mi antebrazo deben ser cumplidas, y no precisamente porque estén escritas en mi antebrazo, es porque estar cerca de mi familia es un peligro para ellos. No puedo dejar de correr, no puedo dejar que me atrapen, no puedo permitir que los sacrificios sean en vano. La caza de marcados, ha comenzado.

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