CAPÍTULO 1

Una tarde, llegó un correo de un remitente desconocido. Su contenido radicaba en una única pregunta: ¿Besar o matar?

Una curiosa modificación del juego infantil que en aquel entonces, también nos permitía casarnos. Supongo que quien lo escribió no estaba dispuesto a planear una boda.

Al comienzo, solo bastaba tomar una decisión para forjar el destino de alguna persona desconocida, alguien que ni siquiera estábamos seguros si existía.

Era sencillo y, en un campus universitario, ayudaba a pasar el tiempo. La única regla hasta el momento, era guardar el secreto para quienes desconocían de su existencia.

Durante dos semanas, llegó un correo diario sin falta. Tenía una foto y la misma pregunta. Una vez lo respondíamos, todo rastro de él desaparecía del buzón, como si jamás hubiese existido.

El día número quince, no hubo más correos para algunos, supongo que se olvidaron del juego con la misma facilidad con que llegó.

Otros, en cambio, recibimos un nuevo formato.

Esta vez, además de la foto y nombre, se encontraba una pequeña descripción de lo que había hecho. Quizá la razón por la que matarlo resultase justificado. Quizá la razón por la que besarlo le perdonaría la vida.

Tres semanas después, un nuevo grupo de personas desapareció del destinatario y quienes nos quedamos, recibimos un enlace que guiaba a un formulario.

Datos como la edad, la estatura, el peso, la presencia de alguna enfermedad e incluso el antecedente sexual estaban diligenciados a la perfección, preguntando por algún error. Más abajo, un espacio en blanco dejaba digitar un pseudónimo y una dirección.

¿Sospechoso? Tal vez.

¿Acaso nos detuvo? Ni un poco.

Mi mejor amiga y yo —Y tal vez algunas personas más en el campus sobrevivientes del filtro—confirmamos los datos sin duda alguna. Era un juego después de todo, y la información suele estar en la Internet sin necesidad de sorprendernos.

A la mañana siguiente, una caja para cada una llegó a la habitación. El contenido era idéntico: Un arma con cargadores de repuesto, un set de navajas, un par de guantes de cuero, una tira de ampollas, una jeringa y una pequeña tarjeta con un largo número que, después nos enteraríamos, se trataba de una cuenta bancaria a nombre de nuestro pseudónimo.

El correo de aquella mañana llegó en perfecta sincronía.

" Bienvenida al juego, @Alouqua, ha superado el periodo de prueba.

De ahora en adelante, las decisiones que realice deberá ejecutarlas en la vida real.

Por cada objetivo eliminado, recibirá un desembolso abundante en su cuenta bancaria, el monto dependerá de la dificultad de su objetivo.

Si su servicio nos resulta inútil, será igualmente eliminada. Si resulta útil, podrá subir en el escalafón de agentes activos y recibirá entrenamientos totalmente gratuitos para mejorar su habilidad, así como remuneraciones acorde a su servicio.

En este punto, hemos notado su talento nato para tomar decisiones de vida o muerte y le pedimos que lo reconsidere antes de desertar. Los desertores novatos reciben la muerte.

Hemos generado un algoritmo de filtración para sus objetivos según sus elecciones previas. Recibirá principalmente sujetos que se ajusten a su sentido de moral y justicia, para facilitar su labor.

Las reglas del juego serán diferentes para esta etapa:

Deberá asesinar a todos sus objetivos según las especificaciones del correo. Tendrá un lapso de 24 horas para realizarlo y el dinero se le desembolzará en las próximas 6 horas.

Nuestro equipo se encargará de los detalles de limpieza para asegurar una perfecta ejecución.

Sólo podrá fallar un objetivo en el año. Un fallo fuera de lo permitido se le penalizará con la muerte.

La opción de besar a su objetivo solo estará disponible una vez cada seis meses, pero la absolución de su muerte le responsabilizará de su vida durante ese periodo de tiempo. Una vez acabado el lapso su objetivo volverá a ser elegible y no dependerá de usted salvarlo.

Como dato adicional, cabe aclarar que no tiene permitido divulgar su pertenencia a la agencia a sujetos fuera de ella.

Su comunicación con la policía o cualquier otra autoridad será penalizada con la muerte.

Cualquier amenaza o sospecha de traición será penalizada con la muerte.

Nos ufanamos de la política de remuneración de nuestra empresa. Buenos resultados traerán buenas consecuencias a su vida. Malos resultados le traerán el peor de los destinos.

Le agradecemos su interés y compromiso con nuestra organización

Que tenga un buen día"

Sí, guardé el correo porque creí que algún día lo necesitaría. Sorprendentemente ejecutar una muerte cuando crees en los motivos para matar no resulta tan difícil. Después de un tiempo te acostumbras y terminas por olvidar aquellos desconocidos que solo aparecen en tu vida un par de horas. Después de un tiempo, incluso lo disfrutas.

De eso, ya han pasado dos años ¿Por qué escribo esto ahora? Necesito dejar un testimonio, ya saben, por si me pasa algo, por si accidentalmente aparezco muerta antes de la clase de la mañana algún miércoles.

Por si mis sospechas se hacen reales y las muertes en el campus, no son una simple coincidencia.

* * * 1. EL SUPLENTE* * *

Cerré mi computadora, asegurándome de cifrar el documento y cambiar al software público que ocultaba la verdadera información de los sujetos comunes que pudieran tener acceso a ella.

Me estiré un poco y miré la hora en el reloj de la habitación.

6:50 am. Aun viviendo en el campus, llegaría inminentemente tarde a clase.

La puerta se abrió de golpe, provocando que enviara mi mano rápidamente bajo la mesa en búsqueda de mi arma, pero me detuviera en el camino.

— ¿Planeas asesinarme, Jenn? ¿Después de tantos años de amistad y lealtad de mi parte? ¿Después de guardar el secreto de que en primer año te acostaste con el profesor de matemáticas para que te pasara la materia?—Chilló Hazel, mi mejor amiga, tirándose dramáticamente sobre la cama.

—Elle, esa fuiste tu —corregí con una mueca de incredulidad.

—Oh, es verdad— musitó con una sonrisa ladeada, para de repente removerse incómoda— Diablos, este equipo me talla el trasero — se quejó, levantando su falda y reajustando un cinturón que le permitía portar tres armas diferentes junto a un juego de pequeñas navajas.

— ¿Un nuevo juguete?— cuestioné, tomando mi maleta y ajustándola sobre mis hombros —No entiendo por qué llevas armas a clases.

— Primero que todo, nunca se sabe cuando sean necesarias— replicó, volviendo su atuendo a la normalidad y poniéndose en pie de un solo impulso —segundo, no es solo un nuevo juguete, es un regalo por mi ascenso. Oficialmente soy agente nivel cinco.

Esbocé una sonrisa, revisando mi maquillaje en el espejo y arreglando algunos mechones rojizos detrás de mis orejas para, enseguida, hacerle un gesto con la intención de que saliera.

— Felicitaciones —finalmente solté, una vez aseguré la puerta con llave— oficialmente has asesinado más personas de las que puedes contar.

—¿Lo dices porque aprobé la materia con sexo y no con buenas calificaciones?— gruñó con un mohin — No todos podemos tener una prodigiosa vida académica, Jenn. En todo caso ¿Con qué promedio aprobaste esa materia? No creo que haya sido tan alto— Levanté una de mis cejas, lo que provocó que entrecerrara los ojos dudosa — Veamos... si se califica sobre diez, lo más probable es que hayas sacado un... ¿siete? ¿Ocho?

— Nueve punto cinco — repliqué de inmediato — me ausenté en uno de los exámenes por una de las misiones, si no, hubiese tenido una calificación perfecta— Hazel dejó caer su cabeza hacia adelante dramáticamente, dejando que los mechones azulados de su cabello cubrieran su rostro defraudado — Si lo piensas bien, no era tan difícil. Son básicas de la escuela, solo buscan nivelar a la universidad bajo preceptos que todos deberían conocer.

— No entiendo cómo lo haces —farfulló entre dientes —Es difícil mantener un promedio aceptable y subir en el escalafón ¡Y sabes que no puedo quedarme quieta en la organización! Hay rumores que dicen que quienes duran más de seis meses en un mismo nivel, son inactivados. Deberías preocuparte por ascender, Jenn, me aterra pensar que un día desaparezcas sin dejar rastro.

Solté una pequeña risilla, negando un par de veces con la cabeza mientras salíamos de los dormitorios, cruzándonos de frente con un sector acordonado por unos cuantos policías y cinta de aislamiento.

La cuestión era simple, o al menos parecía serlo: La mañana anterior, un chico había aparecido muerto en su habitación. Ahorcado, aparentemente producto de un suicidio, según decían, porque había fallado en uno de los exámenes.

Mentira.

Si algo había aprendido en esos años, era a reconocer el trabajo de un profesional y, aunque Hazel creyera que se trataba de una desafortunada coincidencia, no podía evitar pensar que había sido blanco de algún sujeto de la agencia.

El problema era entonces , que nunca habían asesinado a alguien tan cercano y no encontraba razones que ameritaran su muerte. Gracias a eso, además de las investigaciones policiales que nos ponían en jaque, mi paranoia había ameritado escribir mi historia como respaldo, por si en algún momento realmente desaparecía y alguien decidía buscar mi paradero.

— Puedo apostar que el director mataría por que nos dejasen investigar la escena — comentó Hazel, casi babeando ante la idea —¿Puedes imaginarlo? Estudiantes de ciencias forenses investigando una muerte en su propio campus.

— Suena sospechoso — afirmé — Mucho más si se tratase de nosotras y alguien llegase a descubrirlo.

—Esa es la cuestión, tontita— canturreó ella dando un juguetón golpe en mi nariz —nadie lo sabrá porque somos las mejores. O bueno, al menos yo lo soy, mi quinto nivel nos salvará de cualquier apuro.

—Seguro. Solo espero que no debas usarlo en ninguna circunstancia — repliqué, dejando que mis palabras se perdieran mientras mi mirada se estancaba en uno de los oficiales. Uno que entre los hombres mayores y desgastados, resaltaba por su llamativa apariencia.

Se trataba de un joven, quizá unos cuatro o cinco años mayor, que con su cabello castaño y una oscura mirada penetrante, nos había estado observando desde la salida del edificio. Entrecerré los ojos para analizarlo y justo entonces noté un atractivo lunar bajo su labio que no demoró en moverse para acompañar su sonrisa.

— Es lindo— comentó Hazel, haciéndome notar que sus coquetas insinuaciones habían provocado su reciente gesto — ¿Será macabro mencionarle a nuestros futuros hijos que su madre asesina y su padre policía se conocieron mágicamente luego de que un adolescente se colgara de una viga?

— Para nada— murmuré, apenas poniendo atención a su comentario, mientras un mal presentimiento se extendía cada vez que fijaba mi mirada en el sujeto. Sacudí mi cabeza, desviando mi atención hacia la ventana abierta de la habitación, desde donde divisaba otro par de policías —¿Alguna vez has pensado, que todas las personas que hemos asesinado podrían querer vengarse de nosotras?

— ¿Hablas de... zombies vengadores?— puse los ojos en blanco ante su comentario, lo que provocó que me mirara cuestionante — ¿Acaso te estás arrepintiendo de tus decisiones, Jenn?

— No es eso, es solo que...

— Porque déjame recordarte que si no fuera por el dinero que hemos ganado en esto, tu hermano hubiese dejado la escuela y tu madre hubiese sido desalojada de su casa. Sin contar que en algún punto hubieses tenido que dejar la prestigiosa universidad que tanto amas y que se niega a darte una beca académica completa— puso las manos en su cadera, resaltando su delgada figura y provocando que sus pechos, ayudados por un sostén push-up, por poco saltaran sobre mi— Ser parte de ese juego es lo mejor que nos ha pasado en la vida, además, el cinismo corría por tus venas incluso antes de volverte una asesina.

— No suena nada agradable cuando lo dices de esa manera — repliqué, odiando darle la razón al respecto.

Cinismo. Eso era. Aparentemente la única razón lógica que encontraba para que me resultase tan fácil atravesar un corazón con mis propias manos si era necesario. Aun así, ese cinismo me abandonaba una vez el objetivo aparecía frente a mi y una muerte rápida era lo único que mi cabeza anhelaba.

Rápida. Concisa. metódica. Con la mínima cantidad de dolor.

— ¿Acaso me estás poniendo atención?— chilló Hazel, haciéndome notar que durante su discurso habíamos avanzado hasta el auditorio donde comenzaría nuestra primera clase.

— Lo estoy —repliqué, echándole un vistazo al reloj de la pared que marcaba diez minutos pasadas las siete— que extraño, la clase ya debería haber comenzado.

— Pero claro que no me estás poniendo atención— se quejó justo al tiempo en que se dejó caer en una de las sillas — Debes dejar de ser tan meticulosa. Hay cosas que se dejan al azar, a la impulsividad, a lo incontrolable. Seguramente en una de esas tres está el hecho de que el hombre se haya quedado dormido y venga tarde a clase.

—¿Impulsividad?— cuestioné con una mueca de disgusto— La estúpida impulsividad de la que hablas me hizo fallar en mi última misión. Jamás había fallado en todo este tiempo, Hazel. Ni siquiera el equipo de limpieza fue necesario al final de mis misiones. Eran impecables, perfectas y por dejarme llevar, terminé perdiendo mi única oportunidad de equivocarme en lo que resta del año.

Sí, otro factor para aumentar mi paranoia. Un terreno desconocido que planeaba jamás recorrer pero que por culpa de un arrebato debía enfrentar.

— Vaya... si que te afectó haberte distraído —soltó observando las puntas de su cabello con incomodidad — No tienes porqué preocuparte, cualquiera puede perder la noción del tiempo si se encuentra con un sujeto ardiente y misterioso que le ofrece una noche de placer. Es algo que seguramente me hubiera pasado a mi.

—Pero a mi no, yo no cometo errores.

— Como digas, sabelotodo— refunfuñó ella, de repente soltando una carcajada — Ahora que lo recuerdo ¿Cómo fue que lo nombraste? ¿El chico de los ojos canela? ¿Cornisa?

La puerta principal se abrió, precedida por un par de pasos que se fueron mezclando con las especulaciones de Hazel. Un escalofrío bajó de inmediato por mi pecho, albergándose en mi estómago y produciendo un nudo en mi garganta.

— Cobalto.

— ¿Cómo dices?

— El chico de los ojos cobalto— completé, tragando en seco y apenas logrando articular — Es-está aquí. Maldita sea, se encuentra justo al frente.

Hazel cambió su expresión exageradamente, desviando la mirada hacía el atractivo joven de traje hecho a la medida que había cogido una de las tizas y en aquel momento rayaba la pizarra.

— Buenos días clase— soltó en una voz encantadora, casi embriagante y, trazando una línea bajo su reciente escrito, continúo — Mi nombre es Dagger Hunt, pero podrán decirme señor Hunt. Desde el día de hoy seré su profesor.

Los murmullos comenzaron de inmediato, dando paso a suspiros esperanzados, halagos sobre su apariencia y exclamaciones de asombro por su etérea imagen y su corta edad.

— Oye—susurró Hazel sin quitarle la mirada de encima — si te consuela, ahora estamos a mano. Yo me tiré al profesor de matemáticas y tu al de balística.

Relamí mis labios recibiendo los recuerdos de esa noche y provocando que el calor subiera a mi cuerpo alterando todos mis sentidos. Abrí un poco mi camisa, tratando de calmarme, y solo bastó ese movimiento para que, sin siquiera escanear el público, su mirada se estancara en mi, como si se tratase de su presa.

La misma mirada que apenas unas semanas atrás me había hecho perder el control, pero esta vez poseía un tinte retador.

Hazel apretó mi muslo disimuladamente, buscando tranquilizarme, probablemente sustentada en que no era tan grave tener sexo de una noche. El problema radicaba en que, para mi desgracia, no había sido así. De hecho, aunque ella no lo sabía, tan pronto como recobré la cordura, salí de la habitación sin pensarlo dos veces.

Salí de la habitación a medio vestir, pasadas las doce, y dejando la situación ardiendo junto a un gran asunto en sus pantalones.

Sí. El nuevo sustituto me miraba con los ojos de un depredador. Un depredador que había encontrado en su próxima comida, un objeto de venganza.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo