Capítulo 3.

Como había pensado, Roberta llevaba una de lujos aquí, nos habíamos parado frente a una gran casa, muy linda, llena de ventanales. Imaginaba que por dentro sería igual de hermosa.

—Linda casa —digo sonriendo cuando Antoine apaga el motor del auto.

—Lo sé, él es muy trabajador —dice ella abrazándose de Antonine, yo asiento, el maletero se abre y Antoine se ofrece a sacar mi maleta, la verdad, acepto, está bastante pesada, no me había limitado solo a traer ropa para unos pocos días.

No sabía cuánto quería quedarme.

—Esta es una casa de clase media  —dice ella riendo, yo la miro sorprendida.

—Bueno, ya sabemos que otros lugares siempre están más desarrollados —digo, mirando todo a mi alrededor, toda la cuadra está iluminada por las farolas, las cosas son de diseño parecido, todas con ventanas grandes, el solo imaginar la cantidad de luz que debe entrar en el día me produce mucha calma. 

—¡Entremos! —dice ella, yo asiento y los sigo, quiero ver si la casa es aún más hermosa por dentro y vaya que lo es.

—¡Es hermosa! —digo cuando entro, Roberta me mira sonriendo.

—Te mostraré tu habitación —me dice, yo asiento.

—Yo te llevaré la maleta, no te preocupes —me dice Antoine, yo asiento sonriendo, pero luego soy jalada por Roberta hacia el segundo piso.

—Bueno esta es tu habitación, la que te esta al fondo es la de Antoine y yo pero la verdad espero que no pases la noche aquí —dice guiñándome un ojo, yo ruedo los ojos.

—¿Cúal será la habitación de mi ahijado o ahijada? —pregunto—. Porque asumo que la tienes preparada ya —digo riendo, ella asiente efusivamente.

—¡Me conoces tan bien!  —dice riendo, abre la puerta de la que será mi habitación estos días, la verdad yo me iba a arrendar una habitación en un hotel pero ella insistió demasiado en tenerme cerca después de tantos años.

La habitación era completamente blanca, tenía una cama de dos plazas en medio, y las ventanas llegaban hasta abajo, muy parecido a mi departamento en la ciudad.

—Vamos a ver el del bebé —dice ella, yo asiento.

—¿Tan luego lo hiciste? —digo moviendo la cabeza, bueno así era ella.

—Es que me emocione, ya sabes que siempre he querido ser madre, y con Antoine estoy en las nubes, la llegada de este bebé no podía ser en un mejor momento —dice ella, tiene ese brillo en los ojos, podría decir que es ese brillo que describen las novelas de amor, no digo nada, solo la abrazo, tampoco hay nada que decir.

—Solo diré que estoy muy feliz por ti —digo, ella asiente.

—Lo sé —

La habitación está pintada de dos colores, rosa y celeste, pasteles, yo la miro sorprendida.

—¿Por qué de dos colores? —pregunto, ella se encoge de hombros.

—No sabemos que será, cuando lo sepamos pintaremos la otra parte —dice, yo asiento, no hay muchas cosas aún, más que nada peluches, y al medio una cuna, no de aquellas que encuentras en el comercio, sino que se notaba que la había mandado a hacer.

—¿La mandaron a hacer? —le pregunto, ella asiente.

—Antoine tiene un amigo que hace este tipo de cosas, es muy bueno, le quedo hermosa —dice, yo asiento en concordancia con ella—. Bueno ahora ve a arreglarte porque en una hora salimos para el restaurante —dice, yo asiento y camino hacia la habitación dispuesta para mí, tal como pensé, al fondo hay una puerta que asumo dirige al baño, saco una toalla, shampoo, y lo necesario para bañarme.

El baño claramente no se queda atrás, las paredes de mármol, un espejo que llegaba al suelo, las mamparas de la ducha eran transparentes, muy elegantes. Di el agua caliente, las luces se apagaron y dieron paso a unas de color rojo, sonríe, parecía un hotel de cinco estrellas, y seguro había sido idea de Roberta.

Cuando estuve lista me puse un vestido pegado al cuerpo y largo, además de una chaqueta que hacía juego, me deje el pelo suelto y me maquille un poco, la verdad si estaba un poco  nerviosa, no sabía con quién me encontraría.

—Hola nena, ¿Estás lista? —pregunta Roberta abriendo la puerta sin tocar—. Sí, veo que lo estás, porque nosotros también ya lo estamos —dice acercándose a mí.

—Te vez bella —le digo sonriendo, ella se encoge de hombros.

—Tú también —

Me toma del brazo y juntas bajamos, Antoine está mirando su celular y cuando nos ve sonríe. Iba con un traje negro, Roberta en cambio iba con un vestido color crema, yo por mi parte me inclinaba con los colores más fuertes, así que mi vestido era color vino.

—¡Hoy lo vamos a pasar genial! —dice ella chillando cuando nos bajamos del auto, el lugar es muy hermoso, alrededor de la entrada lo sigue una enredadera con pequeñas flores rojas, cuando entramos llega a mí el olor fresco de la planta.

Por dentro estaba completamente iluminado, lleno de personas muy elegantes, un tipo candelabro estaba en medio de la sala, hermoso, parecía que estaba hecho de oro.

—Venimos a la reserva con el señor Adrien Dubois—dice Antoine al hombre en recepción, me suena el nombre pero no puedo recordar de dónde lo he escuchado. Él asiente y busca entre su lista.

—Síganme por favor —dice, todos asentimos y lo seguimos, yo voy mirando alrededor, es que la forma en la que está decorado el lugar es simplemente único, parece arte, las figuras parecen hechas perfectamente. Un trabajo muy prolijo.

—Pensé que no vendrían —dice una voz ronca, me saca de mis pensamientos.

—Hola Adrien, te presento a mi mejor amiga Agatha —dice ella acercándome sutilmente con un pequeño empujón, sonrío cortésmente, Andrien es un hombre alto, pelo negro, tes morena, ojos verdes que me mira fijamente, es algunos centímetros más alto que yo, lo suficientemente alto para que yo mire un poco hacia arriba, entonces él sonríe grande, dejando ver unos dientes blancos y una sonrisa coqueta.

—Un gusto conocerla Agatha, he escuchado maravillas sobre usted, pero déjeme decirle que no pensé que sería tan hermosa —dice, yo levanto una ceja, por dios ya empezamos. 

—Bueno, lamento decirle que yo no había escuchado de usted, pero ya podremos conocernos  —digo, él asiente, extiende su mano y yo la tomo, se la lleva a sus labios y deja un beso.

—Le aseguro que lo tendremos —

—Bueno, sentémonos —dice Roberta sonriendo, yo levanto una ceja en su dirección, debía admitir que Adrien era guapo, pero aún me sonaba su nombre, yo realmente no podía recordar de dónde.

Nos sentamos en la mesa, Roberta se encargó de dejarme al lado de Adrien, ella se sentó a mi lado, la miro, ella me sonríe coqueta, se acerca a mi oído.

—¿Qué tal te pareció? —susurra en mi oído, yo me encojo de hombros.

—Reconozco que está guapo —digo, ella me mira sorprendida.

—¿Solo guapo? —

—Muy guapo —digo rodando los ojos, ella asiente riendo.

—No te conformas con nada —

El mesero llega para tomar nuestro pedido.

—Bonne nuit, ¿Qué van a servirse? —pregunta, nos entrega una carta a cada uno, yo miro, pero la verdad no sé que pedir.

—Pide el Boeuf Bourguignon, te gustará —me dice Roberta, yo asiento.

Una vez que todos pedimos, y nos traen el vino, comenzamos a conversar.

—Tenemos una noticia que darles —dice Roberta tomando la mano de Antoine, ambos se sonríe, Adrien y yo los miramos confundidos—. El momento es preciso, esta mi mejor amiga, y el mejor amigo de mi novio, o bueno futuro esposo —dice, yo abro los ojos sorprendida, definitivamente desde que llegué a París, solo estaba recibiendo sorpresas.

—¡Felicidades! —digo levantándome a abrazarlos,  Roberta ríe.

—¡Felicidades queridos amigos, me alegro mucho, aunque se veía venir! —dice Adrien.

—Sólo me has dado sorpresas, primero el bebé… —digo riendo pero Adrien me interrumpe.

—¿Bebé? —

—Íbamos a contarlo esta noche también, pero ves que Agatha es bruja y lo descubrió apenas me vio —dice ella riendo, yo asiento.

—Por dios hombre, ¿cómo no me habías dicho? —dice riendo Adrien y dándole una palmada en el hombro a Antoine.

—Es que ella quería dar las dos noticias esta noche, pero Agatha se adelantó —dice riendo, Adrien me mira.

—Aparte de hermosa, ¿es psíquica? —pregunta, yo ruedo los ojos.

—Es mi mejor amiga  de hace años, la conozco —digo, él asiente.

—Y bueno queremos que ambos sean los padrinos de nuestra boda —dice Antoine, yo asiento.

—Es obvio, soy tu mejor amiga, además de la madrina del bebé —digo moviendo una mano, Roberta ríe y mira a Antoine.

—Te dije que era muy modesta  —dice.

—Bueno en ese caso, yo también seré el padrino del bebé —dice Adrien, ellos asienten.

Y ahora todo tenía sentido, Roberta quería emparejarme con el mejor amigo de su futuro esposo.   

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